wp_head() ?>
Este fin de semana me he reencontrado con la prensa mexicana, tan colorista y al mismo tiempo más comedida que la española cuando escribe sobre las empresas de su país. Para alguien como yo, que lleva años sin visitar México, tenía interés en indagar sobre el rumor acerca de las negociaciones entre Telefónica y la empresa local Iusacell, que debería conducir a una «fusión» valorada en unos 6.000 millones de dólares, según leo en El Financiero. Mi amigo Paco tuvo que explicarme detalles relativos al rumor, que él da por veraz. Le creo, porque sé de sus amistades.
Para entender de qué se trata, antes es preciso saber que en México hay 102 millones de clientes de telefonía móvil y menos de 20 millones de líneas fijas, un desfase que dice mucho de la estructura del mercado. Durante décadas, los dos negocios han estado monopolizados por las empresas Telmex y Telcel, adscritas al grupo América Móvil, controlado por Carlos Slim. Telefónica entró en el mercado mexicano en 2001, y ha llegado a conquistar una cuota del 19% del mercado de telefonía móvil, mientras que Telcel controla el 71%. Iusacell, propiedad conjunta de los dos grupos que controlan la televisión en el país (Televisa y TV Azteca), tiene el 7%, lo que significa que incluso fusionadas aquellas serían minoritarias frente al todopoderoso Slim. Las habladurías dicen que en una fase posterior, podría estar en venta Nextel, cuarto operador con un irrelevante 3%.
Tras haber crecido mucho en 2011 y 2012, Iusacell está sufriendo una sangría de clientes, y sus propietarios parecen interesados en replegarse a su negocio natural, la televisión, en el que se sienten amenazados por los proyectos de Slim, que acumula activos y derechos exclusivos de retransmisión (los del Mundial de Fútbol, por ejemplo). Este juego de rivalidades cruzadas se ha encrespado en el contexto político actual. Una de las grandes reformas lanzadas por el presidente Enrique Peña Nieto (PRI) e incorporadas a la constitución es la del mercado de telecomunicaciones, en espera de las llamadas «leyes secundarias» [que en España llamaríamos reglamentos]. Contemplan múltiples aspectos, entre ellos un nuevo reparto de espectro y el despliegue de una red pública de banda ancha a escala nacional, que sería explotada por concesionarios privados, previsiblemente los tres grupos mencionados. Con un matiz: tanto Slim como sus rivales de Televisa y Azteca, aspiran desde las posiciones actuales, a operar sobre esa infraestructura sus respectivos proyectos de televisión por Internet, una novedad en el país.
En este forzoso replanteo del mercado, América Móvil ha hecho saber que en 2014 va a invertir 10.000 millones de dólares en México y Brasil, sus dos prioridades. Por su lado, el presidente de Telefónica de México y Centroamérica, Francisco Gil Diaz [ex ministro de Hacienda] ha declarado que las inversiones de su empresa están condicionadas al contenido de las «leyes secundarias» pendientes en el parlamento.
En espera de conocer los resultados finales de 2013 [se presentarán el 27 de febrero] los ingresos de Telefónica en México ascendieron a 1.178 millones de euros entre enero y setiembre (0,3% de aumento) con un ebitda en caída del 31%. Estas cifras permiten entender por qué necesita ganar volumen para estar mejor preparada frente a la inminente recomposición del segundo mercado más importante de América Latina, en el que la penetración de la telefonía móvil es todavía del 87%.
Es uno más – y no el menor, desde luego – de los muchos frentes en los que la compañía española tropieza con Carlos Slim, últimamente interesado en instalarse como operador en Europa. De mis lecturas y un par de llamadas telefónicas, creo haber entendido que a Slim no le disgusta la instauración de un duopolio en la telefonía, siempre que le sea útil para reforzar otro de sus conflictos permanentes, el que mantiene con Televisa, otro polo de poder económico (y político) en México.
Algún día, ojalá pronto, se escribirá un libro sobre el relevo de Steve Ballmer como CEO de Microsoft. Podría titularse «La peor manera de buscar un sucesor». Lógicamente, el primer capítulo debería explorar qué razones llevaron a Ballmer a anunciar su retirada seis semanas después de poner en marcha una radical reorganización, y cuál fue el papel que jugó el fundador, Bill Gates, en esa decisión. El hipotético libro tendrá que dedicar muchas páginas a describir el proceso de selección de candidatos, y por fin analizar el misterio de por qué fueron necesarios seis meses para encontrar a Satya Nadella, un candidato tan cercano que estaba en el edificio 35 del campus de Redmond. Leer más
No le faltan motivos a Microsoft para indignarse por el acuerdo a que han llegado Google y el equipo de Joaquín Almunia. El tratamiento que ha recibido Google es condescendiente, si se compara con el aplicado a Microsoft en tres expedientes que acabaron en sanciones pecuniarias por 1.957 millones de euros en total; a Google, en cambio se le dieron avisos sucesivos para al final llegar a un acuerdo «voluntario» cuya eficacia es discutible. No es menos cierto que mientras Steve Ballmer instruyó a sus abogados para ir a la confrontación, Eric Schmidt supo pactar, o hacer como que pactaba. Me consta que Almunia no es un perro de presa como Neelie Kroes [conocida por el mote de Steelie Neelie], que sacó adelante los expedientes contra Microsoft.
El compromiso alcanzado es benigno para Google, como lo fue el que a comienzos de enero cerró el caso abierto por la Federal Trade Commission (FTC) de Estados Unidos: cambios cosméticos en la presentación de resultados de búsqueda, sin penalización, sin admisión de malas prácticas y sin modificación del algoritmo, que es la salsa secreta del negocio. Durante el procedimiento, se insinuó que Almunia demoraba la conclusión del expediente dando a Google sucesivos plazos, en espera de que acabara el de Washington. Ahí queda la sospecha de que si la FTC hubiera sancionado a la empresa, tal vez la CE no hubiera cerrado el caso de la misma manera, y de que – como en tantos otros asuntos – se ha querido evitar un enfrentamiento entre Bruselas y Washington.
Como los lectores seguramente saben, el litigio se origina en 2010, por iniciativa de varios sitios web [que al efecto hicieron piña con Microsoft] denunciantes de lo que entendían como preferencia de Google al dirigir las búsquedas – y por tanto los clics – hacia su propio motor, rezagando deliberadamente las alternativas para impedirles competir en la captación de publicidad. Los servicios de la CE dicen no haber encontrado rastros de manipulación, por lo que se conformaron con obtener un remiendo que no satisface a los denunciantes pero contenta a la denunciada.
Ese remedio consiste en abrir una ventana en la página de resultados para tres buscadores ajenos, que deberán ser «comparables y claramente visibles». Los denunciantes, a través del consorcio ICOMP sugieren que Almunia ha sido engañado por Google. Por su lado, un portavoz del comisario ha hecho saber que ha preferido aceptar las concesiones – que en diciembre calificaba de inaceptables – porque forzar una sanción «hubiera prolongado el conflicto durante años sin ningún efecto inmediato».
Lo que irrita a los denunciantes es que, a cambio del derecho a exponer sus resultados en la página de Google, deberán pagar por el espacio que ocupen, a precio de subasta. Debe ser la primera vez que un proceso por presunta infracción a la competencia se salda concediendo a la empresa denunciada un flujo de ingresos nuevos, pero no hay duda de que es un reflejo de la naturaleza de este peculiar mercado, inventado y explotado por Google sin que nadie acierte a hacerle sombra.
Los buscadores, como otros fenómenos online, son propicios a la formación de monopolios. Apple ha sido investigada por la FTC y ahora se cuestionan sus prácticas comerciales en la AppStore. Eventualmente podría ocurrir con Facebook, según cómo actúe para monetizar su dominio del negocio que generan las redes sociales. Llevando la hipótesis al extremo, ¿veremos algún día a Google actuar como denunciante de abusos ajenos?
No, este newsletter no va (todavía) de Microsoft ni de Satya Nadella. Mi tema de hoy es lo que podría llamar «la paradoja de ARM». Ya saben: esa pequeña compañía de Cambridge cuyos diseños de procesadores están en el 95% de los smartphones que se venden en el mundo. En 2013, sus ingresos totales crecieron un 24% [714,6 millones de libras, no es nada comparados con los 52.000 millones de Intel] y el ebitda un 32% [364 millones]. Despachó en el último trimestre 2.900 millones de chips, y en el año más de 10.000 millones.
Los clientes de ARM se llaman Apple, Huawei, Lenovo, Microsoft, Nvidia, Qualcomm, Samsung, y así de seguido. Al cierre del año había firmado 121 contratos de licencia, una cuarta parte con nuevos clientes. Los royalties – su principal fuente de ingresos – rebajaron la marcha en el cuarto trimestre, a sólo el 7% mientras que en el anterior habían crecido el 13% y un año antes el 19%. Es un mal síntoma, pero ahora viene el borrón: aunque en el año ganó 105 millones, perdió 6,2 millones en el último trimestre.
De poco ha valido que el CEO, Simon Segars, recordara a los analistas que en el conjunto de la industria de semiconductores el porcentaje ha sido del 1%. Hasta ayer, la acción de ARM caía al punto más bajo de los últimos ocho meses, porque los inversores interpretaron a su manera la paradoja: los smartphones de alta gama pierden ritmo en el mercado, a favor de los de precio medio o bajo, que producen menos royalties a la compañía.
No es un pequeño detalle porque es otra llamada de atención sobre el vado que atraviesa la industria de los smartphones pese a las apariencias. Y pone una dosis de urgencia en la necesidad que tiene ARM de extender su presencia – y por tanto su inversión en I+D, otro factor que recorta su beneficio – más allá del core business al que debe su éxito de los últimos años. La estrategia, que Segars heredó de su brillante antecesor Warren East, es de alto riesgo porque implica un pulso con Intel en los servidores para cloud y los dispositivos ´post-PC`, además de competir con otras firmas que se han especializado en diseños de procesadores gráfico de bajo consumo o para networking.
La rivalidad con Intel es la más llamativa. Si ARM, una boutique de ingeniería, ha llegado tan lejos, se debe a que Intel erró el tiro y no entró a tiempo en los procesadores para móviles. En los chips para servidores, la californiana no se dejará pillar fácilmente, y a los diseños de ARM para esta categoría les que queda mucho por demostrar. Otro campo en el que ya está planteada la competencia entre las dos son los microcontroladores para el Internet de las cosas (coches, televisores, medicina, wearables, etc). Según el resumen de Segars, «nuestra estrategia es seguir ganando cuota en los mercados de largo plazo, e incrementar el porcentaje de royalties en los ingresos que ARM recibe por cada dispositivo en los que sus diseños estén presentes». Ya tengo cita con él para el Mobile World Congress.
El Foro Económico Mundial (WEF es su sigla en inglés), más conocido como Foro de Davos, publica anualmente un informe sobre los riesgos que corre la economía global. En la novena edición, que sirve de tránsito entre 2013 y 2014, es obvio que los riesgos financieros y fiscales ocupan las primeras plazas del ranking. Pese a la onda expansiva de las revelaciones del caso Snowden, Internet – o para decirlo con más precisión, las infraestructuras críticas de la información – queda relegada a una quinta posición, por detrás de otros riesgos globales, en una llamada de atención que se supone suscrita por los empresarios, banqueros, políticos y economistas que asistieron al foro. Leer más
Desde Bruselas, Jean-Louis se declara «vivamente interesado» acerca de esta frase sobre Apple en mi post de ayer: «[…] el ciclo de actualización es fundamental para su negocio: necesita que los consumidores renueven su iPhone con una frecuencia a la que tal vez no están dispuestos». Pide el lector que me extienda próximamente sobre el asunto. Con mucho gusto lo haré hoy mismo. He leído informes de analistas en los que se señala el alargamiento del ciclo de renovación del parque de smartphones. Según uno de ellos, en Estados Unidos se ha mantenido durante años en una media de 21,7 meses, pero en 2013 se habría estirado a 24 meses por lo menos.
El problema no es muy distinto del que en algún momento se ha planteado a la industria automovilística. En el caso de los móviles, puede haber varias razones. Una de ellas es el punto final de las subvenciones con las que los operadores soportaban – y aceleraban – la renovación de los terminales, en algún caso infringiendo su propia regla que en España se ha llamado compromiso de permanencia. La idea de la subvención buscaba asegurarse la fidelidad de los clientes y frenar las fugas estimuladas por la portabilidad. En consecuencia, el modelo de negocio ha dependido demasiado de la venta de terminales «aspiracionales», los mejores que cada usuario pudiera obtener de su operador, o del rival de su operador.
El segundo factor parece estar en la tecnología. Un smartphone de hoy ha alcanzado grados de sofisticación que no sólo superan las necesidades del usuario corriente, sino que se hace cada vez más difícil al fabricante mejorarla. Desde el embeleco de los procesadores con mayor número de núcleos a la promesa de las pantallas curvas, los motivos para cambiar de móvil se hacen menos compulsivos en la práctica. Según mi parecer, la industria ha alcanzado una meseta tecnológica; si realmente es así, ha de manifestarse como estancamiento de las ventas de modelos que nacen para reemplazar a otros no tan antiguos [ciclo de vida es una expresión equívoca] y en perfecto estado de uso, con el agravante de que ya no hay subvención que baje su precio final.
El iPhone es el más «aspiracional» de los smartphones del mercado, y pese a que Apple ha vuelto a batir récords de venta, es especialmente vulnerable al alargamiento del ciclo. Tiene muy calculados sus lanzamientos, pero en su catálogo sólo hay dos generaciones de un mismo modelo y sus precios no muy diferentes favorecen la elección del más reciente.
Por el lado de Google, el problema es un poco diferente: las dificultades constantes para convencer a los usuarios de Android de pasarse a la última versión del sistema operativo, son un obstáculo para las marcas asociadas, que tal vez preferirían un poco de estabilidad en lugar de fragmentación. Una consecuencia lateral es el descenso del precio medio, señal de cambios en el mix de productos de cada familia.
Los desarrolladores también cuentan en esta historia. Son proclives, como es lógico, a preferir el software más actualidado, que normalmente coincide con una evolución generacional del hardware. Si no hay nuevos smartphones que aporten mejoras sustanciales en la «experiencia de usuario», su negocio se resiente porque los consumidores se quedan quietos en lugar de seguir la curva de innovación.
No son ocurrencias mías, sino elementos que he recogido de varios analistas y de algún director de marketing sincero. Dicen estar convencidos de que 2014 será un año de relativa desaceleración en los mercados maduros y que la industria seguirá obsesionada por ganar cuota (o no perderla, según de quien se trate) en los emergentes. Desde luego, saldrán nuevos modelos cool este año, y continuará la expansión geográfica del smartphone, a costa de los móviles convencionales, pero en lo fundamental el ciclo se va a estirar. En mi interpretación del acuerdo sobre patentes que han firmado Google y Samsung, si los socios creyeran que tienen por delante un ciclo largo y ascendente, no tendría sentido. Con esta perorata espero haber acertado en la ampliación que pedía Jean-Louis.
Durante los pasados quince años, la estructura de las aplicaciones ha cambiado tanto, que las bases de datos relacionales han mostrado sus limitaciones en cuanto a performance para el tratamiento de grandes volúmenes de datos, y esa es la primera razón del auge que han alcanzado las bases de datos NoSQL, explica con paciencia pedagógica Ian Howells, director de marketing de CouchBase, en las oficinas que la compañía tiene en el centro financiero de San Francisco. Dentro de la familia NoSQL, CouchBase se distingue por su crecimiento rápido. Fundada en 2011, el año pasado ha multiplicado por cuatro su actividad, y declara tener más de 400 clientes con más de 10.000 nodos desplegados en producción. Leer más
1.000 millones. El titular venía rodado: es una cifra redonda, una frontera que la industria ansiaba cruzar. Por extraño que parezca, ha perdido de inmediato su importancia. Al pasar el listón de los 1.000 millones de unidades, los smartphones han creado una sensación incómoda. Sin duda, el 38,4% de crecimiento es impresionante, como lo fue el 44,1% del tránsito entre 2011 y 2012: en dos años, el mercado ha pasado de 494 a 1.004 millones de unidades. Atención: en el cuarto trimestre, fue del 24,2%. La industria se pregunta, con razón, si en 2014 podrá repetir el 38,4% del año pasado, y si en 2015 podrá vender 2.035 millones de unidades. ¿Ha llegado la desaceleración? La respuesta va por barrios. Leer más
La comparación entre Google y Facebook es un ejercicio que viene de lejos y de menos a más. Las dos compañías, «campeones juveniles» de Wall Street, presentaron sus resultados trimestrales la semana pasada, y una primera conclusión es que son trenes que van a un choque inevitable en la publicidad móvil. Una gracias a su control sobre Android, la otra gracias a que su base de usuarios sigue creciendo.
Empecemos por Google, la más antigua. Por mucho que sus cerebros se dediquen a pensar en coches, robots y wearables, a la hora de la verdad la compañía tiene que mostrar resultados basados en su negocio tradicional, en el que no le faltan retos. Google tiene que manejar con destreza la transición de una plataforma esencialmente para PC a un mundo en el que las aplicaciones y los modos de uso tienen lugar mayoritariamente en dispositivos móviles. Esa destreza es necesaria para contrarrestar la evidencia de que los anuncios en los móviles generan menos ingresos que en los PC.
En el cuarto trimestre, los ingresos de Google aumentaron un 22% sobre el mismo período de 2012 [15.707 millones de dólares] pero revelan una caída del 11% en el coste medio por clic, la métrica clave de su negocio, a pesar del incremento del 31% en el número de clics servidos. Al mismo tiempo, los costes de adquisición de tráfico – porcentaje de ingresos que Google comparte con sus partners – han subido un 7%, y representan el 24% del total ingresado. O sea que Google necesita afinar su modelo de negocio.
Por otro lado, salta a la vista el motivo por el que debía desprenderse lo antes posible de Motorola Mobility, y casi a cualquier precio. En realidad, de los 2.900 millones de dólares de la venta a Lenovo, sólo recibirá 600 millones en efectivo (el resto es un crédito de Google a tres años). En el trimestre, pese al éxito del Moto X, las ventas de Motorola [1.240 millones de dólares] cayeron un 18%, y las pérdidas subieron de 152 a 384 millones en comparación con los resultados del cuarto trimestre del 2012. Lo bueno para Nikesh Arora, chief business officer, es que, tras haber anunciado la venta 48 horas antes, no tuvo que soportar preguntas de los analistas sobre Motorola. Por esto, aunque los resultados se quedaron cortos ante las expectativas, la acción sigue subiendo y ya están en su máximo histórico.
Los resultados de Facebook han devuelto a los analistas a los días previos a la OPV de 2012. Contrariando los augurios acerca de la pérdida de interés por parte de los usuarios adolescentes, Facebook pudo presumir de un aumento del 63% en sus ingresos y del 800% en sus beneficios. Sí, es verdad que con 1.230 millones de usuarios ya no es tan fácil crecer en audiencia, pero la audiencia que tiene muestra una fidelidad a prueba de rumores tendenciosos: más del 61% de los usuarios usan Facebook al menos una vez al día.
Consecuencia: el ingreso por usuario ha vuelto a subir un 12% (un 35% en Europa). Lo más interesante, a efectos de compararla con Google, es que la publicidad móvil representa el 53% de los ingresos de Facebook, cuatro puntos más que en el tercer trimestre y más del doble que en el cuarto de 2012. La consultora eMarketer atribuye a Facebook el 18% de los 16.700 millones de recaudación publicitaria en móviles estimada en 2013, lo que la sitúa en segunda posición detrás de Google, que se lleva el 34%. O sea que entre los dos suman el 52%. ¿Qué dejan a los demás?