Hay un hilo directo entre el tsunami provocado por un chatbot de la empresa china Deep Seek y el anuncio previo del fantasioso proyecto Stargate en el salón Roosevelt de la Casa Blanca. Se puede resumir así: la megalomanía ha sido castigada donde más duele, en la bolsa. Hacía falta una alta dosis de confianza – además de capital – para imaginar la creación desde cero de una compañía que construya y opere centros de datos, con la ambición de invertir hasta medio billón de dólares en cinco años. Pero si hay algo que Sam Altman ha demostrado es que tiene una gran confianza en sí mismo. Así que es difícil decir quién ha sido cómplice de quién, si el fundador de OpenAI o su anfitrión Donald Trump.
Donald Trump con Masayoshi Son, Larry Ellison y Sam Altman
El escenario daba cierta pompa a un acto con pobreza teatral. Un detalle relevante ha sido la ausencia de Satya Nadella, supuesto socio preferente de Altman, quien ese día estaba a 7.000 kilómetros de distancia, en el Foro de Davos. Un síntoma sutil del gradual distanciamiento entre OpenAI y Microsoft: esta no ha participado en la ronda de financiación de la primera ni ha entrado, de momento, por la “puerta de las estrellas” (o no ha sido invitado).
Según recuerda la agencia Reuters, en marzo del año pasado, Microsoft y OpenAI ya estudiaron el desarrollo de un superordenador que se apresuraron a bautizar Stargate y que estaría listo en 2028 y costaría 100.000 millones de dólares. Nunca más se supo, pero esta vez – quizás advertido – Nadella se ha adelantado con el anuncio de una inversión multimillonario en infrestructura propia.
El comunicado de OpenAI es una soflama: “la infraestructura asegurará el liderazgo estadounidense en la IA, creará centenares o miles de empleos estadounidenses […] este proyecto no sólo soportará la reindustrialización de Estados Unidos, sino que sentará las bases de una capacidad estratégica para proteger la seguridad nacional de Estados Unidos y de sus aliados”.
Resucitar la memoria del proyecto Manhattan de los años 40 o inspirarse en un filme de ciencia ficción que tuvo cierto éxito en 1994 ha sido el tercer detalle. Anecdótico. Banal.
Muy notable ha sido otra ausencia, la de Jensen Huang, fundador y CEO de Nvidia, hasta ahora ineludible pero a la postre pagano de la fiesta tras perder casi 600.000 millones del valor bursátil de Nvidia. Se recuperará, sin duda. La cuestión es: ¿por qué el discurso impostado acerca de la IA ha pasado de pronto a girar sobre la inversión en infraestructura?, ¿realmente merece multiplicar la potencia de cómputo algo que aún no ha demostrado retornos económicos?
OpenAI necesita capacidad de cómputo para sus planes de expansión, vale. Más aún en un escenario de carrera al galope entre los titanes de la IA generativa que sueñan con una superinteligencia de ficción. Desde que Microsoft invirtiera aproximadamente 11.000 millones de dólares en OpenAI – la mayor parte en crédito abierto para el uso de su infraestructura – la startup fundada por Altman se ha apoyado casi enteramente en esa liquidez para entrenar y operar sus modelos. Pero el monstruo es insaciable y su socio no podía, o no quería, satisfacer toda la demanda de procesamiento. Al mismo tiempo, el acuerdo con Microsoft dificultaba a OpenAI la captación de otros capitales que cumplieran el mismo papel.
En un parlamento atropellado, Larry Ellison, CEO de Oracle, adelantó que Stargate se construirá en Abilene (Texas): “cada edificio tendrá medio millón de pies cuadrados; habrá diez edificios, que se expandirán a veinte en otras localizaciones”. ¿Por qué en Abilene? No se sabe.
Un aspecto “técnico” motiva a OpenAI para buscar más potencia allá donde pueda encontrarla. En esta ola tecnológica emergen los modelos de razonamiento, a la manera del o1 propio de la compañía. Implica un cambio de paradigma en la IA generativa. Los modelos lingüísticos LLM tienen básicamente propósito de entrenamiento: ahí es donde más capacidad de procesamiento reunida se necesita para seguir perfeccionando los modelos. En cambio, los modelos de razonamiento no requieren un entrenamiento tan intensivo pero se toman un cierto tiempo para analizar y emitir una respuesta, con lo que al final su consumo de recursos llega a ser más alto. Si acaso se convirtieran en sistemas de uso masivo – una hipótesis plausible – su operación haría necesario contar con centros de datos de tamaño impensable hasta hace poco. Y un consumo de energía imposible de calcular
Sin una infraestructura propia – como la tienen Google o Microsoft y en principio Meta – saldría muy caro comercializar productos de IA y muy difícil mantenerlos en las próximas batallas. La súbita (e intencionada) difusión del modelo chino de código abierto Deep Seek ha convulsionado en pocas horas este paisaje de supremacía sobre la IA. Según lo publicado, ha necesitado muchos menos recursos de computación y mucho menos dinero, además de emplear chips de Nvidia que ésta considera anticuados, para entrenar un algoritmo que presenta resultados prometedores y poco más.
Aparte de provocar la espectacular caída de las bolsas, Deep Seek ha impulsado una reflexión acerca de si es posible desarrollar y operar modelos de IA de forma mucho más económica [sea o no veraz la cifra de 5.000 dólares mencionada por los medios chinos]. Si lo fuera, que no se sabe, reavivaría la competencia e impactaría en la cuenta de resultados de la industria de semiconductores, que de momento ha sufrido un varapalo provisional.
No es el mejor momento para dejarse llevar por la anticipación y nadie puede asegurar que la fórmula de Deep Seek es extrapolable ni que sea posible una economía de recursos, similar. Al menos, Sam Altman ha tenido el tino de comentar que lo logrado en China es impresionante. El empeño de OpenAI en lanzar Stargate en este momento y con Trump como maestro de ceremonias confirmaría la sospecha de que el acuerdo firmado con Microsoft era sólo una parada en el camino para OpenAI. Ahora tocará a Microsoft decidir si invertirá en el consorcio o lo considera un rival y prefiere seguir a su aire.
Desde luego, hará falta más capital del que pueden disponer los tres invitados de Trump. No se construirá Stargate con la habilidad de Softbank para endeudarse ni será suficiente el compromiso de Oracle de aportar 7.000 millones. OpenAI ha cerrado hace poco una ronda de financiación, pero no puede tirar mucho más de la campanilla.
A propósito de ausencias, ninguna tan ostensible como la de Elon Musk, últimamente inseparable de Donald Trump. ¿No ha sido invitado? ¿Ha tenido que ocuparse por un día de sus negocios? Él mismo ha dado a conocer su posición: los socios de Stargate no tienen con qué acometer el proyecto.
El dueño de Tesla se siente engañado por Altman tras ayudarle a fundar OpenAI en 2018 y, sobre todo, tiene otros intereses materiales: ha creado su propia compañía de IA, de nombre xAI, que ya va por los 50.000 millones de valoración (virtual).
La circunstancia de que Stargate nazca apadrinada por Trump tiene su chispa. El consorcio ha servido en bandeja al nuevo presidente la oportunidad de apuntarse un tanto nada más aterrizar: ha podido jactarse de que la reindustrialización de Estados Unidos ha comenzado con él, convirtiendo a los visitantes en garantes de que así ha de ser.
Véase el contexto político. Los méritos y deméritos de la presidencia de Joe Biden han sido sepultados por un gigantismo voluntarista: es innegable la convergencia entre Trump y Musk, pero no es menos evidente que Altman ha conseguido dar un golpe de mano. Continuará.
Desde la barrera, Satya Nadella se lo toma con flema. La relación entre Microsoft y OpenAI se disipa y del crédito inicial no puede quedar mucho. Azure integra en su oferta de productividad los modelos de OpenAI como preferentes, a la vez que Copilot se basa en GPT-4, pero Microsoft ha incorporado tecnología de Anthopic en su asistente de programación GitHub Copilot. Además, como era previsible, Nadella persigue tener autonomía plena en la era de la IA generativa. El pasado año, Microsoft absorbió todo el equipo de Inflection AI junto con su propiedad intelectual; el auténtico objetivo era fichar a su fundador, Mustafá Suleyman, de pronto convertido en cabeza visible de la nueva división del gigante de Redmond.
En el terreno de la infraestructura, Microsoft sigue una línea propia y tiene previsto invertir este año miles de millones para construir centros de datos optimizados para IA. Es un ritmo que muy pocos pueden seguir y tal vez sea una de las razones por las que Oracle ha entrado en el consorcio: desempeñar el papel de especialista, llenando así el hueco que en otro esquema habría correspondido a Microsoft.
Vale la pena detenerse en ello. Ellison no ha entrado forzado en esta aventura, lo ha hecho de buena gana. Para Oracle, reinventada no hace mucho como proveedora de servicios cloud, Stargate le ofrece la oportunidad de destacar en la inteligencia artificial, a la que también llegó tarde. Hasta ahora, se habia centrado en potenciar su oferta IaaS, mientras Microsoft ponía énfasis en SaaS y PaaS. Aspira a refinar su tecnología de centros de datos orientándola hacia la IA.
Todo esto, claro está, siempre que los planes de Stargate se cumplan, lo que está por ver. En cuanto a Deep Seek, cuando amaine el ruido tendrá mucho que demostrar.
[informe de Pablo G. Bejerano]