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Lo normal es, o era, que el primer trimestre de un ejercicio fuera sereno para Intel. El de 2013 se ha visto perturbado por dos circunstancias: la caída de ingresos y márgenes – me referiré a ello más adelante – y la decisión de Paul Otellini de dejar su puesto de CEO dentro de exactamente 30 días, en coincidencia con la junta general. Como disertar es gratis, hay quien escribe que lo que Intel necesita es un Louis Gerstner – legendario líder de la transformación de IBM, retirado desde 2002 – pero nadie dice dónde encontrar un Gerstner en 2013. Cualquier outsider, correría el riesgo de provocar fricciones. Por otro lado, seguramente hay candidatos internos que no han asomado la nariz, y se comenta que Otellini no está interesado en pasar de CEO a chairman, como hicieran Moore, Grove y Barrett, lo que privaría a su sucesor de una tutela que puede ser muy conveniente.
Quedaría, en teoría, la posibilidad de retorno de un hijo pródigo, y aquí salta una vez más el nombre de Pat Gelsinger, antiguo CTO de la compañía. Desde luego, conoce Intel por dentro y por fuera, pero no se sabe si sería bienvenido, y sería universalmente criticado por abandonar el puesto de CEO de VMware tan pronto y en medio de una reorganización de calado. Como he dicho, quedan 30 días, y es lógico preguntarse qué hay tras la opción de no seguir un proceso de sucesión convencional, lo que hubiera implicado más transparencia.
En cuanto a los resultados anunciados anoche, se los ha relacionado con la caída del mercado de PC, que IDC y Gartner han identificado entre el 11 y el 14 por ciento. Su influencia es real, pero no directa: más que los PC del pasado, los ingresos declarados por Intel cubren los chips que los fabricantes aún no han ensamblado, y según los analistas ha reducido de manera concienzuda sus inventarios, para hacer frente a los cambios que se avecinan en la oferta. Los 8.000 millones de dólares de facturación del grupo especializado en PC representan un descenso del 6%, que Otellini describió como «bueno, dentro de la debilidad que nos rodea». Por su parte, el grupo de productos para datacenter subió un 7,5%. Lo peor es que el beneficio neto se ha achicado un 25%, pero la previsión oficial para el trimestre abril-junio se mantiene en unos ingresos totales de 12.900 millones de dólares (3.000 millones más que en el que comentamos). Duro trabajo espera al sucesor, sea quien sea.
¿Qué hay detrás de las prisas por presentar Facebook Home? El 1 de mayo Facebook hará públicos sus resultados del primer trimestre, y los analistas dan por seguro que serán buenos, en los parámetros que les importan: ingresos y beneficio neto, beneficio por acción. Pero mirarán con lupa la facturación publicitaria: habrá crecido, suponen, ¿en más o en menos de lo que haya crecido el número de usuarios activos que acceden a Facebook desde sus móviles? Porque ahí estará la clave: en diciembre, de los 1.056 millones de usuarios registrados [261 millones en Europa], 618 millones se clasificaban como «activos diarios» y 157 millones se conectaban exclusivamente desde móviles. Leer más
De vez en cuando, me gusta citar a mi amigo Ramón Aymerich (y a él le divierte que lo cite). El sábado, comentaba en su columna de La Vanguardia el cierre de Genfins, empresa textil catalana con medio siglo a sus espaldas: «había hecho (casi) todo lo que dicen que hay que hacer para adaptar el negocio a los nuevos tiempos […] lo que sorprende de su final no son las causas – una de las cuales, el haberse concentrado en el mercado español – como el balance presentado al juzgado». Resumo: no debe nada a los trabajadores, ni a Hacienda ni a la Seguridad Social, «y ya me perdonarán -apostilla Ramón- pero esto no es frecuente. Todo lo que debe, lo que finalmente la ha llevado a la liquidación y al cierre, es la deuda bancaria».
¿Por qué me ha llamado la atención este comentario? Porque no se puede seguir hablando de crecimiento (lean las desoladoras crónicas sobre el Ecofin de la semana pasad) sin hablar de financiación del así llamado tejido empresarial español. En mis conversaciones con directivos del sector TI he observado últimamente que casi nadie menciona a las pymes, que – según el tópico arraigado – eran la columna vertebral de la economía española. Hoy el tema obsesivo de esos directivos es qué, cómo y cuánto invierten (o no) las 50 grandes empresas del país. La banca ha quedado fuera de juego hasta que termine de sanearse, ya sabemos cómo; descartada la inversión pública, no hay más que rascar. Así que todos a una.
Quien repase la lista de esas 50 corporaciones, verá que, por abrumadora mayoría, están embarcadas en planes de diversificación exterior. Esto, que en sí mismo sería una señal positiva, quiere decir que, con los matices que se quiera, se están fugando de España; no fiscalmente (bueno, tampoco puedo asegurarlo) pero no generan empleo aquí, donde lo necesitamos.
Ya puede el economista Laborda contarnos en su crónica de color salmón que España ha ganado en competitividad durante 2012; cómo no, si ha habido una devaluación interna vía salarios, se ha aplicado un ajuste de empleo brutal (oficialmente llamado reforma laboral), se han acentuado los rasgos regresivos de la fiscalidad y, aunque «esto no es Grecia ni Portugal», como se dice ritualmente, lo evidente es que el «austericidio» ha destruído el consumo, y está dejando un tendal de empresas cerradas como Genfins, que a estos efectos es sólo un ejemplo más. Ignoro quiénes son sus accionistas, y lo que harán tras el cierre de la empresa, pero dudo mucho de que tengan ganas de invertir en tecnologías de la información.
Los encuentros, tanto públicos como discretos, de Eric Schmidt en Bruselas, han sido más fructíferos que su incomprensible visita de ´buena voluntad` a Pyongyang. Este fin de semana, el Financial Times adelantaba los detalles de un acuerdo en ciernes entre Google y la Comisión Europea, que remonta a una reunión del 2011 en la que Schmidt – entonces CEO, hoy chairman de la compañía – supo convencer al comisario Joaquín Almunia para que, en vez de iniciar un procedimiento de «declaración de objeciones», se le diera tiempo a presentar propuestas voluntarias de corrección en ciertas prácticas del buscador, denunciadas por relegar a sus competidores a la zona irrelevante del ranking. Leer más
Las prisas por dejar redactado mi comentario de ayer son culpables de no haber registrado los datos publicados por IDC y Gartner acerca del mercado de PC en el primer trimestre. Aun así, no me arrepiento porque lo fundamental está escrito en el texto. Aunque las consultoras difieren en el modo de cálculo y, por tanto, sus cifras no coinciden, da igual: se han vendido menos de 80 millones de unidades [un 13,9% menos según IDC, un 11,2% de caída según Gartner] y no se trata de un problema estacional porque la cuesta abajo lleva ya cuatro trimestres consecutivos.
Los análisis que acompañan las cifras subrayan que, tras un arranque poco brioso, Windows 8 ha defraudado las expectativas puestas en él como supuesto revulsivo del mercado. Y, peor aún, que no hay señales de que la demanda vaya a cambiar de actitud en estos próximos meses; por consiguiente, cuando se publiquen los resultados de Microsoft – el jueves 18 – es prácticamente seguro que la división Windows habrá bajado otro peldaño, y habrá que ver si otros segmentos compensan la caída. Recordemos que el año fiscal de Microsoft concluye en junio.
Hasta ahora, se ha medido el mercado en estos términos: Windows domina el 90% del mercado del PC. Pero IDC y Gartner, a rebufo de Canalys, han empezado a publicar agregados de PC y tabletas, de modo que esa foto fija se disipará. Con todas las consecuencias: los usuarios dejarán de prestar atención a las diferencias, todavía importantes, entre las categorías. «Si tienes tres PC en casa, es muy probable que acabes cambiando dos por tabletas», sentencia elocuentemente la analista Mikako Kitagawa, de Gartner.
A la fecha, sigue siendo falsa la cantinela sobre la muerte del PC: en realidad, la demanda entre las empresas ha aumentado, aunque no como para compensar la fuga de consumidores. Para recuperar su imagen entre estos, Windows necesita un cambio urgente de hoja de ruta, que se iniciaría con Windows 8.1.
No puede hacerlo sola, sin el apoyo de la industria. Con Windows 8 se ha repetido algo ya observado con Windows Phone: los fabricantes tienden a pensar que el esfuerzo de marketing debe recaer en Microsoft, que para eso ellos pagan un canon por licenciar el sistema operativo. Microsoft les reprocha que se mojen tan poco, y así han pasado meses críticos.
No pasarán muchos más antes de que Microsoft se vea en la disyuntiva de seguir adelante con su propio hardware, una estrategia por ahora fallida, o hacer lo necesario para restaurar la confianza de la industria y su modelo de negocio de toda la vida. Si no hace, más marcas estarán tentadas de sumarse a Chromebook como alternativa. El reajuste de precios de sus licencias a OEM, puede ser un paso, pero también tiene que tender la mano a Intel – otro que se la juega, como se verá el martes en sus resultados – y restablecer la alianza Wintel, ahora congelada. No obstante, se poco serviría si Windows no aparece pronto en el mercado con nuevos formatos; por eso invito a releer mi newsletter de ayer.
Así, a bote pronto, poca gente asociaría el nombre de IBM una empresa centenaria, con la muy contemporánea irrupción de los móviles. ¿No fue acaso IBM la primera que tuvo la iluminación de apartarse a tiempo del mercado de los PC, condenado a la commoditización? Con el tiempo, los móviles van ocupando el espacio de los PC como plataforma primaria de acceso de los usuarios finales. Es algo que no puede ignorar, pero nadie imagina la posibilidad de ver un móvil con la marca del llamado gigante azul. Pero este año va a duplicar su inversión en el área de movilidad, con el fin de que sea una de las más importantes y dinámicas en su negocio de software y servicios. Leer más
Ya podemos dar por confirmada oficialmente la proximidad de Windows Blue http://www.norbertogallego.com/windows-9-no-esta-tan-verde/2013/03/11/; confirmada, pero con truco: el director de comunicación de Microsoft, Frank Shaw, ha escrito en su blog que «los grupos de producto están trabajando en común sobre planes para hacer avanzar nuestros dispositivos y servicios, planes a los que internamente nos referimos como Blue». De manera que Shaw evita nombrar a Windows, porque si lo hiciera estaría confirmando que está en camino una actualización de Windows 8 [y quizá, en el mismo viraje, del cuestionado Windows RT http://www.norbertogallego.com/19mar/2013/03/19/].
Por lo visto, no será un service pack al uso, sino algo mucho más ambicioso. Microsoft lanzó en octubre Windows 8 con su interfaz táctil (Metro) para portátiles y tabletas; en enero, informó haber vendido 60 millones de licencias en diez semanas de disponibilidad, cifra que pareció satisfacer a la compañía pero no tanto a los analistas. Se espera que el próximo agosto distribuya a los fabricantes la primera release de actualización, para que pueda llegar al mercado en octubre o noviembre, un año después de la original.
La cuestión del timing tiene su miga: al parecer, en la discusión interna sobre el nombre, han prevalecido los partidarios de llamarlo Windows 8.1 en lugar de Windows 9. Según el blog de Shaw, «un ciclo de desarrollo continuo es ahora lo normal para nosotros», vale, pero un cambio tan rápido de numeral pudiera transmitir una idea de insatisfacción con los resultados de Windows 8.
Al margen, ha trascendido que Microsoft rebajará los requisitos de resolución mínima para tabletas [de 1366×768 a 1024×768] de lo que se deduce su disposición a competir en los formatos de 7 a 8 pulgadas [iPad Mini, Kindle Fire, Nexus 7, etc]. Es lógico: según los estudios de mercado, este formato representará el 65% de las tabletas que se vendan en 2015, y Windows estará ausente si no quita esa limitación autoimpuesta. En los portátiles, podría insuflar dinamismo a la demanda si, como se dice, admitiera que el tamaño mínimo baje a 11,1/11,6 pulgadas: permitiría crear una categoría – no faltará quien la llame netbook 2.0 – con precios más agresivos, por debajo de los 499 dólares.
A ello contribuirá – desde luego, no es oficial – una rebaja a 30 dólares del canon por licencia de los OEM por este formato reducido, en lugar del rango de 75 a 120 dólares que pagan por los portátiles mayores. Digital Times informa que la industria taiwanesa da por sentado que en la segunda mitad del año los portátiles bajarán un 20% su precio medio. Es una buena noticia, pero no precisamente estimulante para la demanda de los próximos meses.
Todo confluye: Windows 8.1 será mucho más que una actualización: una inflexión en la hoja de ruta de Microsoft. Esta habría comprendido que insistir en mantener alto el precio de los portátiles sólo contribuiría a favorecer a las tabletas. Es un hecho que los usuarios van abandonando el deslinde entre multimedia y productividad, y las tabletas – con más razón si incorporan Windows 8 – son apropiadas para el uso profesional.
Los resultados trimestrales de HTC han originado titulares dramáticos, al borde del catastrofismo. Es inevitable: los datos son malos sin paliativos y, resumiendo, la compañía taiwanesa lleva 18 meses cuesta abajo. En este ambiente, una fuente le cuenta al Wall Street Journal que Peter Chou, CEO y cofundador de HTC, habría dicho en privado que dimitirá si el nuevo smartphone One fracasa en el mercado. Entrevisté hace años a Chou en Londres, y luego nos cruzamos un par de veces en Barcelona; la verdad es que no puedo imaginar HTC sin él al frente: si sus socios lo reemplazan, será para venderla. Tomo nota de que Florian Seiche, quien fuera su mano derecha en los mercados europeos, acaba de anunciar que se marcha, y de que sale a relucir el nombre de Lenovo como eventual comprador. Es el candidato ideal de los rumores.
El caso es que HTC tiene una reputación intachable que defender: fue un puntal de Windows Phone, pero luego ayudó a Google a lanzar Android. Hasta 2010, su marca era la más vendida de esta plataforma… pero entonces empezó el imparable ascenso de Samsung. HTC ha sufrido en carne propia el éxito de su competidor coreano, y ahora sufre el de los ascendentes chinos. Para sobrevivir en un mercado de estas dimensiones y supuestamente duopólico, hace falta una escala que HTC no tiene. Según ha admitido Chou, su marketing no ha sido capaz de aguantar el pulso con Samsung.
A mi juicio, el primer problema de HTC es que sigue anclada subjetivamente en una época de condescendencia de los operadores hacia los fabricantes. Miren si habrán cambiado las cosas que Telefónica – supongo que otros también – ha recibido un crédito canadiense para financiar sus compras de BlackBerry [se comenta que Huawei y Sony hacen lo mismo]. Sin la muleta de las subvenciones, el marketing depende exclusivamente de la fuerza de cada marca.
Ya he escrito aquí sobre la importancia de acertar en la gestión del ciclo de productos. En ausencia de escala, HTC ha tendido a volcar sus esfuerzos en un modelo estrella cada año, algo que sólo puede salirle bien a Apple (y ya veremos). La estrella del 2012, su tabla de salvación, debería ser el HTC One, y muchos comentaristas lo han puesto mejor que al Galaxy S4; pero la verdad es que el de Samsung llegará antes a los mercados, y a más mercados. Queda por ver lo que da de sí la otra apuesta de HTC, su colaboración con Facebook Home, pero hay motivos para pensar que si esa movida fuera rentable, lo será para la empresa de Zuckerberg y muy secundariamente para HTC.
Desde hace tiempo se esperaba el anuncio de una oferta de nube pública por parte de VMware, y aquí está, pero será híbrida. La compañía lleva girando el timón desde la virtualización hacia otras áreas, y este es el rol de Pat Gelsinger, CEO desde septiembre. Pero, aunque anunciada, la nube no descargará hasta la segunda mitad del año, plazo que la compañía empleará en convencer a sus partners de aplicar a la nueva iniciativa la misma fidelidad que han tenido en el excelente negocio que para ambas partes ha sido la virtualización. Gelsinger también tiene que convencer a los accionistas minoritarios – EMC tiene el 80% del capital, el resto está en bolsa – sobre las virtudes del plan. Leer más