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6Jun

6/07/2016

No hay por qué suponer cambios en la regulación británica de las telecomunicaciones como consecuencia del Brexit. Históricamente, lejos de seguir las directrices de Bruselas, los reguladores de Reino Unido han inspirado a Bruselas, como lo prueba el rechazo de la comisaria Margrethe Vestager a la compra de O2 por el grupo Hutchinson Whampoa, pedido expresamente por la autoridad británica de la competencia que, si no me equivoco, hubiera podido tomar esa determinación sin recurrir a la Comisión, pero esta aceptó el encargo con la idea de no influir (sic) en la campaña. El sentido de tal coincidencia ha quedado meridianamente claro: el numerus clausus de cuatro operadores por país, como idóneo para proteger a los consumidores, ha quedado establecido como dogma europeo, aunque los operadores prefieran la consolidación.

Creo que los efectos del referendo son otros y de más calado. Para empezar, las acciones de los operadores británicos han caído en los últimos días, pero cada caso tiene su explicación propia. La incertidumbre tras el voto del 23 de junio, no es propicia, desde luego. BT, fortalecido tras la absorción de EE, no ha perdido cotización por ese motivo, sino por el miedo a la pérdida de valor de los activos financieros que respaldan su cuantioso fondo de pensiones. Indirectamente, afecta a Deutsche Telekom y Orange, antiguos propietarios de EE, que tras venderla se quedaron con un 12% y un 4% de BT, respectivamente. Para los alemanes es «una inversión estratégica»; para los franceses, «circunstancial».

También Vodafone podría ser víctima del desorden financiero que se prevé, porque necesita acelerar sus inversiones en infraestructura si quiere corregir la inferioridad en la que ha quedado su red frente a la de BT. De momento, ha dejado de hablarse de un supuesto intercambio de activos con Liberty Global, entre otras cosas porque estos no son buenos tiempos para fijar el valor de cualquier activo.

La situación es aún más complicada, por ser Vodafone una multinacional domiciliada en Reino Unido que tiene más intereses fuera que dentro. Su sede fiscal está en Newbury y sus oficinas centrales en Londres, pero la compañía reconoce estar contemplando la opción de trasladar su domicilio al continente si las negociaciones de salida de la UE no le garantizaran continuidad en la libertad de movimiento transfronterizo de sus empleados. No es poca cosa: Vodafone emplea actualmente a 44.000 personas en Europa continental y 13.000 en Reino Unido. «No tenemos en este momento – dice literalmente la declaración – visibilidad suficiente para asegurar que nuestro cuartel general seguirá en este país».

El impacto más difícil de digerir lo está experimentando Telefónica, a la que el resultado del referendo ha pillado en una rara combinación de circunstancias: por un lado, la frustración de la venta de su filial O2 y por otro, el cambio en su presidencia con la promoción de José María Álvarez Pallete. A esto habría que añadir el peso de una abultada deuda que César Alierta, antes de dimitir, confiaba enjugar en parte con la venta.

La primera reacción tras el veto de la comisaria Vestager fue considerar la posibilidad de sacar O2 a bolsa, o de venderla parcialmente a un equity fund, pero este no es el mejor momento para intentarlo. De manera que Álvarez Pallete ha tenido que hacer de tripas corazón y transmitir el mensaje de que «O2 ya no está en venta», afirmación que contradice las gestiones que estaría haciendo el avezado CEO de la filial, Ronan Dunne. El último rumor recogido por la prensa londinense relata que Dunne habría sugerido la posibilidad de ofrecer a los clientes de O2 la compra de acciones dentro de su esquema de fidelidad, como parte de una OPV que hoy sería inoportuna.

Si no consiguiera concretar a corto plazo una operación en torno a O2, Telefónica podría resignarse a otras desinversiones. Una de ellas: en lugar de sacar a bolsa su filial de infraestructuras Telxius – creada con ese objetivo – en el Distrito C habría ganado puntos la alternativa de venderla directamente a algún fondo especializado o a la española Cellnet. El listón de la venta no tendría por qué ser distinto al valor esperado en bolsa – unos 5.000 millones de euros – pero sería más rápido si de lo que se trata es de aliviar el pasivo del grupo.

Otra posibilidad, ciertamente dolorosa, sería la renuncia a competir en el mercado mexicano, en el que Telefónica se enfrenta al que tal vez sea su rival más intratable, el grupo de Carlos Slim. Los dolores de cabeza en ese mercado se agravaron cuando la empresa local Iusacell dio la espalda a una oferta de compra de Telefónica y aceptó otra de la estadounidense AT&T [un mal de amores que tendría un calco en Reino Unido cuando BT dejó a Telefónica al pie del altar cuando todos daban por descontada la boda con O2].

Un cronista de cotilleos empresariales que yo me sé, anda contando que AT&T estaría dispuesta a ceder los activos latinoamericanos de Direct TV a cambio de quedarse con la filial mexicana de Telefónica. En principio, este gambito no aliviaría el endeudamiento, pero sería coherente con la estrategia – iniciada por Álvarez Pallete en su gestión como consejero delegado – de convertir a Telefónica en una ´video company`. Sorpresas que da la vida: esta pirueta habría sido precipitada por el mal humor de la mitad del electorado británico. Quedan otras cartas en el mazo.

5Jul

5/07/2016

¿Por qué querría Google lanzar un smartphone marca Google (o algo así) y estropear las relaciones con los fabricantes que se adhieren a su sistema operativo Android? Veamos el contexto. Es notorio que el mercado de smartphones ´desacelera a gran velocidad´: IDC pronostica para este año no más de un 3% de crecimiento en unidades, y la situación sería aún peor en ingresos y beneficios, puesto que el crecimiento se concentra en categorías y mercados ultracompetitivos en precio. Hay marcas – chinas e indias – mejor preparadas para aguantar esta circunstancia, otras se consolidarán o desaparecerán. Podría decirse que el mercado corre hacia su ´comoditización` irreversible, lo que significa que seguirá teniendo una enorme dimensión, pero será difícil ganar dinero en él.

Cuatro de cada cinco móviles ´inteligentes´ que se venden en el mundo son Android, pero esto es en cierto modo un espejismo: ese 80% sólo genera el 20% de los beneficios totales de la industria, y esta proporción es exactamente inversa a la que disfruta Apple, que sólo compite en la gama alta. Google se niega a aceptar la fatalidad de esa situación, y cree que puede contrarrestarla dotando a los Android – líderes globales, pero no de la gama alta – de una mejor experiencia de usuario, lo que requeriría monopolizar el control, desde el diseño a la fabricación y la distribución, del hardware. Sería, de ser cierto, un cambio radical de modelo: es tarde para imitar a Apple en su política de plataforma integrada, y la desventura de la compra de Motorola Mobility ha dejado huella.

Así creo entender la noticia según la cual Google se aprestaría a lanzar próximamente uno o más smartphones que no sólo responderían a su idea ortodoxa sobre lo que debe hacer el software de un smartphone, sino que serían diseñados internamente y fabricados probablemente por Foxconn [una empresa que el mundo conoce gracias a Apple, pero que no esconde su promiscuidad].

El primero en sugerirlo fue Sundar Pichai, CEO de Google cuando dijo que la compañía «invertirá más esfuerzos» en el desarrollo de smartphones, y los presentes entendieron que se refería a la serie Nexus, cuya producción ha sido encomendada a diferentes fabricantes. Pero también prometió ser más opinionated [traducible como obstinado o como dogmático] en sus relaciones con los OEM de la escuadrilla Android. Se puede interpretar de distintas maneras, pero una muestra de que va en serio ha sido la creación de una división de hardware, que será dirigida por Rick Osterloh, que fue director general de Motorola Mobility en su etapa como filial de Google, y ha vuelto una vez completada la transición tras la venta a Lenovo.

Hasta ahora, el objetivo de los Nexus no ha sido competir con las marcas que siguen la estela de Android, ni acaparar cuota de mercado, sino hacer las veces de escaparate para que los usuarios y la industria supieran cómo entiende Google que debe evolucionar Android. Se daba por seguro que el objetivo primordial era apoyar las actualizaciones del sistema operativo, una secuencia que los fabricantes han sido renuentes a seguir al pie de la letra. Cada marca desea, legítimamente, diferenciarse del resto, y una forma de hacerlo – sin perder el impulso de pertenencia a la familia Android – es ´mejorar` la experiencia de usuario. ¿Para disgusto de Google? Sí, pero también a los fabricantes les queda el resquemor de que Google les dejó solos cuando recibieron el ultimatum de Microsoft para pagar royalties por un sistema operativo que se suponía gratuito.

Los Nexus, digo, no han dado respuesta suficiente a este intríngulis. En parte, porque sus fabricantes se han apartado muy poco del diseño de sus propios modelos: el Nexus 6p (cosecha del 2015) es prácticamente igual al P8 de Huawei, y lo mismo ocurrió antes con el Nexus 5, casi una copia del LG G2. Al final, todo se reducía a fijar la ortodoxia del sistema operativo, porque un Nexus no dejaba de ser ´otro Android`. En el hardware, pocas diferencias.

La cuestión que se plantea ahora es múltiple. ¿Podrá Google diferenciar su propio hardware del resto del hardware que se vende con el señuelo de Android? ¿Cómo acogerán los usuarios un smartphone ´pata negra` de Google? ¿Van a apoyar comercialmente la jugada los operadores, convencidos de que Google tiene siempre una agenda oculta? ¿Cómo reaccionarán las marcas que durante ocho años han hecho el caldo gordo a Google vendiendo millones de smartphones Android? El tiempo responderá estas preguntas, y otras que no se me ocurren. Habrá tela que cortar

HP Inc. coge impulso con la impresión 3D

5/07/2016

Lento pero inexorable. Los dos adjetivos definen el avance del mercado de la fabricación aditiva, más conocida como impresión 3D. Este es el significado del paso dado por HP Inc., que acaba de presentar sus primeros sistemas Multi Jet Fusion, junto con una plataforma de software abierta a los desarrolladores y que se completa con importantes acuerdos con grandes nombres de la industria que oficiarán como partners. Lo que esta tecnología de HP Inc. – una ingeniosa secuela de la inyección de tinta – tiene de disruptivo, es la apertura de un mercado para fabricar a costes más bajos y predecibles series cortas de piezas funcionales, así como de acelerar la producción de prototipos. Leer más

4Jul

4/07/2016

Los abogados de Oracle llevan una mala racha de aúpa, y quizá se deba a que se les encomiendan misiones imposibles. El 26 de mayo, perdieron una batalla en la que reclamaban 9.000 millones de dólares a Google por la supuesta apropiación del código de Java. Tras esa derrota, otra: la semana pasada, un jurado fijó en 3.000 millones la indemnización que Oracle deberá pagar a Hewlett-Packard Enterprise tras un tortuoso litigio cuyo origen se remonta a 2011. Que yo recuerde, el último juicio por más de 1.000 millones que ganaron los abogados de Oracle fue aquel contra una filial de SAP por infracción de su propiedad intelectual, en el que el adversario fue condenado a pagar 1.200 millones de dólares (y los pagó).

Me parece necesario recapitular una historia que tiene poco de ejemplar. El jurado, convocado por el tribunal superior de Santa Clara, ha emitido un veredicto que da la razón a HPE [a estos efectos, continuadora de HP] en su aserción de que Oracle violó el contrato entre ambas partes cuando decidió dejar de actualizar la versión correspondiente de su base de datos y otras piezas vitales de software que corrían sobre el procesador Itanium, de Intel, que a la sazón equipaba la familia de servidores Unix de HP. Aquella decisión – argumentó el abogado principal de HPE, John Schultz – estuvo motivada por el deseo de Oracle de dar prioridad al hardware de Sun, que había comprado meses antes.

Nunca se sabrá si el enfrentamiento inicial pudo haberse suavizado con buena voluntad entre antiguos aliados. Por el camino se cruzó el enojoso despido de Mark Hurd como CEO de HP y su casi inmediata contratación por Larry Ellison. Al final de esa fase, HP desistió de la demanda por este fichaje, a cambio de una imprecisa promesa de Oracle de seguir soportando Itanium, pero no renunció a la querella original, que siguió su curso.

Una primera sentencia estimó justificada la demanda de HP sobre Itanium, e invitó a las partes a determinar una indemnización razonable. En la práctica, Oracle retomó de mala gana el soporte a Itanium, a sabiendas de que la reputación de este procesador – y por tanto de los servidores Unix de HP – había quedado dañada. En cambio, nunca accedió a pagar ninguna cantidad, puesto que no había sido fijada por el tribunal.

Según Larry Ellison, el hipercompetitivo CEO de Oracle, su actitud se basaba en que Intel tenía decidido abandonar esa familia de chips pero HP lo ocultó a sus clientes. Intel lo negó fomalmente, pero lo cierto es que no ha lanzado una nueva versión de Itanium desde noviembre de 2012. Ante las circunstancias, HP optó por diseñar la sustitución de Itanium por una nueva línea de servidores de misión crítica, Integrity, con el procesador Xeon, también de Intel. Aunque sigue dando soporte al menguante parque instalado de Itanium, con lo que la nueva HPE se suma a la corriente reemplazar su versión de Unix por Linux.

Sin lugar a dudas, la abultada indemnización es llamativa, pero no ha inquietado a los accionistas de Oracle, conscientes de que Ellison va a recurrir la sentencia y, en todo caso, encontrará otras maneras de dilatar su cumplimiento. De momento, el abogado jefe de la compañía, Dorian Daley, se va salvando de la quema afirmando a la prensa que «toda obligación contractual es recíproca por naturaleza, y HP no ha cumplido las suyas. Por tanto, no sólo vamos a apelar este veredicto sino también la sentencia original». Los litigios son un factor innegable de los negocios, pero sólo la cúpula de Oracle ha de saber a cuánto ascienden los costes de la combatividad de su fundador y chairman.

En las últimas semanas se ha abierto otro frente judicial bien distinto. No tiene como contraparte a un competidor sino a una ex empleada. El caso – que algunos han bautizado como «de la chivata» – nace del despido de esta, según la compañía por bajo rendimiento y según ella por negarse a manipular las cuentas para inflar los ingresos por servicios cloud, que hoy son piedra angular de la estrategia de la compañía. Es verosímil que se trate de una alegación falsa, y bastante probable que el tribunal falle en favor de la compañía, que ha presentado una contrademanda. Aun así, la comisión de valores estadounidense, y algún analistas curioso, han abierto una línea de investigación sobre la forma correcta de contabilizar las suscripciones de la nueva modalidad.

Este último aspecto no equivale a prejuzgar irregularidades, pero requiere una clarificación por parte de los estándares contables, que llegado el caso afectaría no sólo a Oracle sino a competidores significativos. Este podría ser un tema de mucho interés; algún lector, que sin duda no me conoce, me pide «darles caña». No es mi estilo escribir sin fundamento; en este asunto de conocimientos como para abordarlo seriamente. Si alguien quisiera aportarme elementos objetivos, le estaré agradecido.

1Jul

1/07/2016

Muchos suscriptores han reaccionado a mis comentarios sobre el Brexit halagándome, algo que les agradezco pero, sinceramente, esperaba más debate. Puede que en lo fundamental estemos de acuerdo, porque sólo encuentro una discrepancia en quienes manifiestan su esperanza en que se encuentre alguna fórmula que permita rectificar en el parlamento de Westminster lo que votaron los ciudadanos. Si hay en Londres juristas y columnistas – entre ellos mi admirado Martin Wolf – que así lo sugieren, quién soy yo para contradecirlos desde esta meseta castellana. .

Entre la correspondencia recibida estos días, algunos lectores me envían lecturas. Iñaki, uno de ellos, recomienda un esquema de análisis publicado en Harvard Business Review, A CEO´s Guide to Navigating Brexit.

Con lectores así, todo es más fácil. Les había prometido comentar el impacto que la nueva situación británica – y por extensión europea – tendrá sobre los resultados de las empresas del sector TI. Antes, debo rectificar mi aseveración de que los directivos se han inhibido ante el Brexir: Steve C. me envía una carta publicada por el Times antes del referendo, en la que altos cargos británicos de Microsoft (Michel van der Bel), IBM (David Stokes), Accenture (Olly Benzecry), HP Enterprise (Andy Isherwood), SAP (Cormac Watters) y otros, advertian colectivamente que una eventual victoria del Leave abriría una fase de incertidumbre. Desde Tokio, el chairman de Fujitsu, Masami Yamamoto decía lo mismo a la BBC, recordando que Reino Unido es la primera base de su compañía en Europa. No es menos cierto que las reacciones ex post han sido escasas.

Aclarado este punto, voy con el impacto: casi sin excepción, será negativo en los próximos trimestres, por sencillas razones: la incertidumbre congela el gasto de los consumidores y la inversión de las empresas, e incluso la publicidad debería contraerse. Otra manera de verlo es indirecta: si ya es corriente que las empresas esgriman la volatilidad cambiaria como un factor que afecta sus cuentas, con más motivo lo veremos cuando la volatilidad tiene un fundamento tan fácil de entender. Cuánto durará, es imposible preverlo.

El pasado lunes, un analista de RBC Capital Market escribía a sus clientes: «asumo que las compañías de mi cartera reciben al menos el 15% de sus ingresos en libras o en euros, dos monedas que están siendo castigadas en su relación con el dólar». No obstante, al identificar algunas de las compañías de «su» cartera, el mismo analista, daría otras proporciones:

IBM recoge en Europa un 33% de sus ingresos, y RBC espera que sufra una merma del 1,3% atribuible al impacto cambiario, sin excluir las presiones operativas. A HP Inc. le atribuye un 20% de exposición en Reino Unido, y estima que – con independencia de otros factores, puntualiza, sufrirá un descenso del 1,2% en sus ingresos, la misma proporción que NetApp – para la que Europa representa un 30%. Apple, para la que la región pesa un 22%, tendrá un impacto cambiario adicional [es uno de los argumentos usados en las últimas conferencias con analistas] del 0,8%.

La fractura del mercado europeo es una mala noticia para las empresas que más presumen de globales: Alphabet/Google, Facebook y Amazon, y es forzoso entender que lo que más les molesta del Brexit es que Reino Unido ha sido desde siempre el país más favorable a los intereses de las empresas estadounidenses. Aparte de la dimensión del mercado insular, en él se han sentido al abrigo de los fastidiosos reguladores y guardianes fiscales que les crean problemas en el continente. Las tres han adoptado un perfil bajo – vamos, el silencio – antes y después del referendo.

Un asunto clave que podría afectarles, no sólo a ellas, es la regulación europea sobre protección de datos, aprobada en abril y que entrará en vigor en mayo de 2018. Cuando Reino Unido deje de pertenecer a la UE la imita o adopta otras reglas. A lo mejor serían más favorables para ellas, pero no hay duda de que perderán la simplicidad de operar con criterios comunes en toda Europa. Con un agravante: tras el lío de la anulación del Safe Harbor y la elaboración de urgencia de otro esquema aceptado al otro lado Atlántico (Privacy Shield), ¿quién adivinará cómo se restablecerá la normalidad en la transferencia de datos entre los 27 y el ex miembro de la UE a partir de 2019?

Es lógico pensar que no habrá discontinuidad, pero no pocas inversiones en centros de datos van a redirigirse a la vecina Irlanda, nuevo santuario para los proveedores globales de servicios cloud.

Les aviso que entre mis notas personales y las sugerencias de los lectores, acumulo una decena de incógnitas que el Brexit deja en el aire, pero esta serie no puede ser indefinida: debo dedicar atención y espacio a otros asuntos de interés. No lo tomen como un abandono del tema, porque va para largo.

29Jun

29/06/2016

La serie noruega Okkupert (Occupied, en Movistar+) tiene más elementos para un profesor de ciencias políticas que la efectista Juego de Tronos. La trama se basa en una hipótesis que a priori podía parecer estravagante: tras ganar las elecciones con un programa que incluye el cierre de las plataformas petrolíferas, el nuevo primer ministro decide cumplir el mandato de los ciudadanos y en consecuencia paraliza el suministro de gas al continente europeo, una suerte de escarmiento para hacer un uso sostenible de la energía. Sólo he visto seis de los diez capítulos, así que no teman que les cuente el final. Traigo el asunto a colación como ejemplo de un extremo en el que una decisión democrática pero maximalista (podría decirse al revés) abre la mítica caja de Pandora y crea una radical división entre los ciudadanos.

Han pasado sólo seis días desde el referendo británico y lo único cierto es el desconcierto. Por no haber, no hay siquiera una idea acerca de si es preferible acelerar o enfriar los mecanismos institucionales en cumplimiento del mandato ciudadano. Por lo visto, David Cameron convocó el referendo convencido de que lo ganaría. Ni él ni la CE tenían un plan B por si ocurría lo contrario. Ahora, tardíamente, se sugiere una posible salida que no disgustaría a los líderes del Brexi (al menos, a los menos radicales) y que consistiría en la fórmula llamada ´Noruega minus`. Noruega goza de un trato privilegiado con la UE: no está entre los 28 pero acepta el libre movimiento de trabajadores y forma parte de la zona Schengen, a cambio de beneficiarse del mercado interior europeo. De hecho, el 52% de los británicos han votado contra la migración comunitaria, y esto conlleva la pérdida del acceso al mercado europeo de servicios y al ´pasaporte` que da al sector financiero derecho a operar en el continente. Se volvería, en cierto modo, a los tiempos de la EFTA – zona de libre comercio entre siete países miembros – creada en 1960 por Londres, que la abandonaría para entrar en lo que entonces se llamaba Comunidad Económica Europea (hoy UE).

Mientras tanto, las empresas – tanto las británicas como las multinacionales que sin duda se vean afectadas – optan por no pronunciar una palabra que revele su pensamiento. Que yo sepa, sólo Vittorio Colao, CEO de Vodafone, ha dicho que su empresa debería empezar a pensar en sacar su matriz de Reino Unido [curiosamente, ya ha había decidido que a partir de este año sus resultados se expresan en euros, no en libras].

Según los cálculos, la separación efectiva entre Reino Unido y sus hasta hoy 27 socios debería producirse antes de las elecciones europeas de mayo de 2019. Para las empresas de todos los sectores, los problemas ya han empezado. Por mi parte, había prometido resumir el impacto negativo para el de las TI, y hoy cumplo la promesa. Dividiré los efectos en tres bloques: mercado, resultados y normativa. Empiezo hoy, a ver si acabo mañana y puedo rescatar otros temas pospuestos.

IDC ha elaborado de urgencia un documento de tres páginas en el que resume las valoraciones de sus analistas europeos. El impacto será «ligeramente negativo», pero no lo cuantifica. Habrá, pronostica, un menor entusiasmo por comprar software y firmar contratos plurianuales, pero a cambio podría crecer el gasto en lo que la consultora no pierde ocasión de llamar ´tercera plataforma`: tecnologías como cloud, movilidad y analytics. Todos los sectores de actividad, sin excepción, van a recortar su gasto en IT. Por su lado, Gartner ha cuantificado el pesimismo. En Reino Unido, este año, se recortará en el equivalente a 4.600 millones de libras el gasto en TI. Antes del referendo, la estimación de Gartner era de 179.600 millones (1,7% de aumento) que dos días más tarde mutó a un descenso del 0,3%. John Lovelock, analista que firma la previsión, no se anima todavía a decir en cuánto quedará la anterior previsión para 2017, que era de 183.000 millones de dólares.

Reino Unido representa el 26,5% del mercado de TI en Europa Occidental y el 5,2% del mercado global. Como es fácil imaginar, Lovelock anticipa que la mayor reducción se centrará en los dispositivos (PC, smartphones y tabletas) pero también pronostica un enfriamiento del gasto empresarial en equipos de infraestructura (servidores, almacenamiento y networking)

La oficina británica de Canalys ha hecho también sus deberes. Según sus cálculos, el gasto en TI se reducirá un 10% este año y otro tanto en 2017. El impacto del Brexit será duradero y puede variar en el timing, pero la debilidad de la libra provocará de inmediato un aumento de precios que justificará la contención de los compradores.

La perspectiva económica en Reino Unido era positiva, con bajas tasas de desempleo e inflación, sintetiza Canalys, pero de la noche a la mañana – literalmente – ese pronóstico ha dado la vuelta. Durante meses, o tal vez años, costará medir las implicaciones de las nuevas condiciones del mercado británico y de sus relaciones con el resto del mundo. La nueva previsión, necesariamente vaga en las cifras, se basa en que tanto las empresas como el sector público recortarán sus presupuestos para atenuar el riesgo. «La perspectiva para 2017 es todavía peor – advierte Matthew Ball, analista principal – y esa contención podría llegar hasta el 15%».

Los consumidores se retraerán, y las marcas de dispositivos han tomado la decisión de ajustar sus precios a la evolución cambiaria, de manera que no sacrificará márgenes, ya muy estrechos. Si hasta ahora no se había notado demasiado se debió a que el canal de distribución tenía inventarios sin vender desde antes de la temporada navideña. Alastair Edwards, otro analista de Canalys, cree que ese problema está asimilado, por lo que la mayor amenaza ahora es la caída de la demanda.

Claro está que unos efectos serán inmediatos y otros no. La caída de la libra se ha añadido a su volatilidad frente al dólar, asunto que inquietaba desde principios de año. Ball llega al punto de marcar el listón más bajo al que podría llegar; 1,20:1, si la confianza siguiera deteriorándose y los activos financieros se fugaran a otras divisas y a otras plazas. La primera sensación que ha recogido en la industria es que «a corto plazo», habrá que renegociar contratos – sobre todo si fueron firmados a precio fijo – y recalcular las propuestas pendientes… cualquier proyecto nuevo quedará congelado hasta que el tipo de cambio se estabilice.

Se ha dicho que, aunque no lo dijeran así, el sueño de los promotores del Brexit era crear una situación que propiciara la vuelta a la consideración de Europa como zona de libre comercio, a caballo entre dos relaciones preferentes, una con Estados Unidos y otra con el continente europeo. Muy mal han hecho los cálculos, si puede uno fiarse de las reacciones del resto del mundo.

27Jun

27/06/2016

Me siento obligado a alterar la temática sectorial de este newsletter por una circunstancia que no le es ajena, el desenlace del referendo en el que la mitad de los ciudadanos británicos ha decidido que su país deje de ser miembro de la Unión Europea. Desde los estadistas del mundo hasta el último tertuliano, todos tienen algo que decir. Yo también, aunque no pretendo ser original, y quiero compartir mis reflexiones con los 3.200 suscriptores que reciben este newsletter. Si lo estiman oportuno, pueden hacer llegar sus observaciones a norberto@norbertogallego.com.

1) Demasiado tarde hemos comprendido que la globalización, que tantos dábamos por irreversible, puede tener marcha atrás, aunque se rompa la caja de cambios. Y que las políticas económicas de los últimos años han acabado explotando de la peor manera posible: el triunfo del Brexit hay que verlo como una venganza de los perdedores. Lo ha escrito muy bien mi compañero Ramon Aymerich: «las minas no volverán a abrir, como tampoco lo hará la vieja industria. El imperio no volverá. Pero es la opción que ha tomado la gente mayor, la que se siente más pobre, la que piensa que la historia le ha ido a la contra». Siguiendo este enfoque, habrían sido derrotadas las élites, el establishment, pero tendrán formas de resarcirse.

2) Algunos que viajamos con frecuencia, sospechábamos que ese país insular no era tan cosmopolita como daba a entender su diversidad étnica. En sus entrañas latía una indiferencia hacia el resto del mundo. Ahora asistimos a las consecuencias del culto – no sólo británico, desde luego – a las identidades colectivas. Para muchos, reforzar la propia implica ¿inevitablemente? la confrontación con quien tiene otra identidad, si es que la tiene, o incluso si renuncia a tenerla.

3) Entre los patriotismos y los tribalismos hay un delgado umbral que se franquea imperceptiblemente: es tan fácil como para un padre de familia que va al fútbol dejarse arrastrar por los hooligans [la imagen es de John Carlin, pero quizá deberíamos mirarnos al espejo]. ¿Han conocido ustedes Yugoslavia? ¿La reconocen en esos seis estados fallidos (pero homogéneos) en que se ha convertido? Me dirán que exagero, pero no me negarán que el Reino Unido (de Gran Bretaña, Gales e Irlanda del Norte, se llama) está más desunido que nunca.

4) Sería raro encontrar una suma semejante de irresponsabilidad por parte de la clase política británica: el temerario Cameron, que creyó salvarse de las críticas internas arrancando concesiones (vergonzosas, por cierto) a Bruselas; el oportunista Johnson; el ambivalente Corbyn y el xenófobo Farage. No nos fijemos sólo en ellos ni sólo en su país. ¿Qué pasa en Italia, Francia, Hungría, Polonia, Austria y hasta, si me apuran, en la mismísima Alemana? Y por cierto, ¿qué tal por casa?

5) Se pregunta John Authers cómo pudo ser que ´los mercados` se equivocaran tan torpemente al apostar por la permanencia sin siquiera contemplar el riesgo de un accidente. El error de cálculo ha sido colosal: al cerrar los colegios electorales, la libra se cotizaba a 1,50 por dólar, su valor más alto del año, y al día siguiente había caído al mínimo de 30 años.

6) Acabo de leer que 48 horas después del desenlace, ya circulaba una petición de segundo referendo, firmada por un millón de ciudadanos, esencialmente habitantes de Londres. Otra prueba de que la democracia plebiscitaria sólo sirve para dividir, porque invariablemente los referendos dan diferencias tan pequeñas que parten las sociedades en dos e incitan al bando perdedor a prepararse para la siguiente ocasión.

7) Ha muerto Edgard Pisani, exponente de aquella generación que diseñó el ´sueño europeo`, hoy trasmutado en pesadilla: se vuelve a distinguir entre los miembros fundadores y los miembros tardíos, entre los del norte, del sur y del este. Se sugiere que todo podría arreglarse en una Europa de dos o más velocidades. Lean el documento atribuído por Handelsblatt al ministro Schauble, y entenderán cómo se azuza un incendio. Al otro lado del canal, Escocia quiere entrar en la UE, para lo que debería primero escindirse del reino; extemporáneamente, la imposible unificación de Irlanda empieza a parecer posible. Mientras, en el continente proliferan los demagogos, los xenófobos, los separatistas, los antisistema. Y los narcisistas.

8) Ocurre, entre otras cosas, porque las democracias se pervierten en el hábito de reclamar referendos para casi cualquier cosa. Muchos políticos que han sido elegidos para gobernar, o aspiran a ello porque esa es su vocación, han cogido gusto al truco de hacer responsable a «la gente» de asuntos que ellos deberían arreglar. En el fondo, son excusas para inducir torticeramente a que los ciudadanos «decidan», avalando al poder.

9) Por inclinación profesional, me ha llamado la atención el papel de la prensa británica. Sólo el Financial Times y el Guardian han defendido la permanencia, mientras los tabloides incitaban la ruptura. Por mi parte, no tengo interés en que me cuenten cómo pueden haber influído las redes sociales: opino que Facebook y Twitter son pésimos indicadores del casi todo, con más razón del pensamiento político.

10) De las consecuencias económicas se ha hablado como argumentos de campaña: lo racional ha sido eclipsado por lo emocional, escribe un analista. La UE pierde el 18% de su PIB, simplifica otro. La caída de la libra (que tampoco es del todo mala para un país aislado) o el derrumbe de las bolsas son epifenómenos. Por el momento, se nota más preocupación por el futuro de la City que por el impacto que el desajuste financiero tendrá sobre la economía real: el comercio, el empleo, las inversiones…

11) Habrá una huída de dinero hacia el dólar y se inflamará una patología de la eurozona: la prima de riesgo de la deuda de los países periféricos – léase España – subirá, la deuda de las empresas se encarecerá, el BCE tendrá que dedicar recursos a parar la hemorragia en lugar de inyectar vitaminas en el cuerpo económico.

12) Ya he citado a John Authers, quien advierte sobre la probabilidad de «un parón súbito, del tipo que sufrimos durante la crisis que siguió al colapso de Lehman Brothers». Hasta el mismísimo Alan Greenspan – que no está precisamente libre de pecado – se permite tirar una piedra cuando afirma que el Brexit es sólo la punta del iceberg de lo que está por venir.

13) Gran Bretaña es un actor económico fundamental. Aunque no domina los mares ni puede soñar con una relación transatlántica especial, está imbricada estrechamente con el continente. Al sucesor de Cameron, sea quien sea, le espera la tarea de recomponer el puzle, negociar línea a línea con Bruselas. Un matrimonio de 43 años no se disuelve sólo porque uno de los cónyuges sale por la puerta.

14) Sin la menor idea de cómo funcionan las instituciones, la mitad de los británicos han escogido poner en marcha un mecanismo dantesco. Se abrirá un período en el que los intereses creados, los lobbies, los prejuicios y las ambiciones tratarán de desmontar cualquier norma europea que a cada uno moleste, perjudique o disguste. En esa faena vamos a perdernos los próximos años.

15) Sin duda habrá consecuencias para el sector de las TI, materia original de este blog, pero las dejaré para otro comentario. Creo poder predecir que los desajustes cambiarios van a afectar los resultados de las empresas… y más cosas. Francamente, me sentiría un poco mezquino si hoy dedicara este espacio al conocido juego de qué-hay-de-lo-mío.

24jun

24/06/2016

El reduccionismo de Twitter es contagioso. Alguien escribe, por ejemplo, «China gana a Estados Unidos la guerra de los superordenadores», y se queda tan ancho, convencido de que eso será suficiente. No estoy de acuerdo. Tras dedicar un buen rato a leer sobre el asunto, hasta llegar a la conclusión de que la noticia sobre el ranking de los Top 500, presentado esta semana en la conferencia de la ISC (International Supercomputer Conference) de Frankfurt, merece un poco más de respeto… y de extensión.

No es novedad que el primero de la lista sea un superordenador chino: el Tianhe-2 encabezaba la tabla desde 2013 con un rendimiento de 33,86 petaflops. Toma el relevo el Sunway Taihu Light, cuya performance teórica es de 125,4 petaflops. Lo realmente nuevo es que, por primera vez, hay más máquinas chinas que estadounidenses en el ranking. Todo lo cual es un síntoma de que se trata de un reto geopolítico, en el que dos potencias invierten cuantiosas sumas para alcanzar una hegemonía que tiene valor propagandístico.

Mucho ha cambiado el ranking, que se publica desde hace 23 años. Y seguirá cambiando: la próxima cabeza de lista debería ser – a menos que China tenga guardada una carta secreta – en 2017 el sistema Summit, del laboratorio de Oak Ridge, construído por un consorcio entre IBM y Nvidia, que se espera tendrá 150 petaflops. Esta es precisamente otra lección del ISC: la abundancia de consorcios y alianzas, reveladoras de que ninguna marca que se precie puede permitirse el lujo de dar la espalda al mercado de HPC (high performance computing).

Entre los Top 500 figuran 167 máquinas instaladas en China (eran 109 hace sólo seis meses) mientras el número de las estadounidenses ha bajado en un año de 233 a 165. Europa, como conjunto, está representada por 105 superordenadores – sin variación en un año – de los que 26 están en Alemania, 18 en Francia y 12 en Reino Unido. España aporta uno a la lista, el Mare Nostrum del Barcelona Supercomputing Center (BSC). Japón, que desde siempre ha sido protagonista de la tecnología HPC, aporta 29 máquinas, entre ellas el K de Fujitsu, instalado en el centro de investigaciones Riken, cerca de Tokio. El Super K está previsto para 2020.

Repasando el ranking, he observado que a diferencia del Tianhe-2, que se basaba en un híbrido de procesadores de Intel, su sucesor el Sunway etc. se basa en una arquitectura propia sobre un procesador chino de 256 núcleos, del que hasta ahora no se tenía noticia. Este me parece un detalle relevante, porque refleja que China está en camino de ser autónoma en el diseño y fabricación de procesadores, lo que a medio plazo tendrá consecuencias sobre un segmento menos sofisticado, los servidores corporativos. No es menos cierto que ha sido empujada a ello por la prohibición de Washington a que Intel siguiera entregando a China procesadores que tuvieran como objetivo la construcción de superordenadores.

Puede resultar sorprendente, pero IBM ha perdido hace tiempo su perfil dominante en el mercado de HPC: es sólo el 5% del ranking mientras HP, con 127 máquinas, eleva su porcentaje al 28,4%. Cray, recuperada su independencia tras desprenderse de Silicon Graphics, tiene un 12% de las máquinas representadas en la tabla y un 19,8% de la capacidad instalada. Y así podría seguir hasta aburrir, pero lo dejaré aquí.

Los bancos y las fintech deberían colaborar

22/06/2016

“Pensábamos que sabíamos todo acerca de nuestros clientes, pero las fintech son las que realmente los conocen”. Esta confesión de un directivo bancario aparece en el estudio Blurred lines: how fintech is shaping financial services-2016, elaborado por PwC, pero no sorprende. Todas las advertencias, nacidas desde dentro, se han quedado cortas: el 53% de las entidades financieras aseguran haber acoplado sus estrategias al ritmo de la clientela, pero la proporción llega al 80% entre sus competidores que han sido amamantados por la tecnología. O sea que estas, las llamadas fintech, crean nuevos modelos y nichos de negocio, esta es la conclusión a la que llegan los autores del estudio. Leer más


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