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Como estaba previsto, el grupo Orange anunció este miércoles su nuevo plan plurianual, bautizado Essentials 2020 [así, en inglés, no en francés], que toma el relevo del fenecido Conquests 2015. Stéphane Richard, CEO de la compañía, ocupó durante tres horas la escena, montada en el Grand Palais parisiense, para dar el kick off [coup d´envoi] de un programa en el que invertirá 15.000 millones de euros con el objetivo de «triplicar antes de finales de 2018 la velocidad media de sus redes fijas y móviles».
Gracias a la venta a BT de su participación en el operador británico EE, Orange no tendrá problemas financieros para afrontar esa apuesta. Otros elementos del plan contemplan llegar a ingresar 1.000 millones de euros por nuevos servicios, entre los que Richard citó «la conexión de objetos» (IoT) y los pagos móviles. Pero la fibra tendrá el protagonismo, crucial para colocarse por delante de sus competidores en Francia, donde vuelve a asomar una guerra de precios que ha durado más de dos años. La política de precios heterodoxa del cuarto operador, Free debilitó a Orange, y forzó la venta de SFR al grupo Altice/Numéricable, que es el que ahora relanza las hostilidades con nuevas ofertas convergentes.
Para afrontar ese reto, Orange necesita hacer hincapié en la capacidad de su fibra. Ramón Fernández, CFO del grupo, explicó que la fibra está mejorando las cuentas de la compañía en Francia: en promedio, un cliente de fibra contribuye a los ingresos con 5 euros más que uno de ADSL, y en 2018 se espera que la diferencia suba a 7 euros por abonado. La fibra es, pues, un instrumento para evitar verse envuelta otra vez en una guerra de precios.
La inversión alcanzará a otros mercados, más allá de Francia. En Europa: España – con la compra de Jazztel y el despliegue de fibra junto con Vodafone – así como en Polonia y, próximamente, en Bélgica. Para reforzar su posición en las comunicaciones móviles, el grupo se propone alcanzar una cobertura 4G del 95% de su huella europea antes de 2018, y este mismo tiene previsto lanzar en Francia un servicio de voz sobre WiFi que luego podría extender a España. En África y Oriente Medio, lanzará servicios 4G en siete países.
Se puede ver un cierto paralelismo con la estrategia de Vodafone, que tras recibir una fortuna por su parte de Verizon, la está dedicando a un plan de inversión en todos los mercados donde opera, y a hacer adquisiciones. En el caso de Orange, Richard aclaró que las noticias sobre sus intenciones de fusión con Telecom Italia eran sólo una discusión interna, que no seguirá adelante.
Otro aspecto de la puesta en escena del Grand Palais ha sido una estrategia de rebranding, que sin alterar el color corporativo incorporará nuevos matices e iconos. Según la consultora Millward Brown, la marca Orange tenía en 2014 un valor de 14.600 millones de euros, ocupando la plaza 62ª del ranking mundial.
Ramón Fernández, que se incorporó a Orange el verano pasado, precisó a los periodistas que «los ingresos se estabilizarán en algún momento de 2015 o 2016, y el timing dependerá en cierta medida de los movimientos de nuestros competidores». Pero no se espera hasta 2018 superar el nivel de 2014: 12.190 millones de euros, un 0,7% menos que en 2013.
El colega Christophe me ha contado su impresión sobre el rol que Richard confió a Fernández en la presentación, por encima de otros directivos veteranos: «sus perfiles de altos funcionarios reciclados en la esfera privada se parecen demasiado como para no pensar que el director financiero y de estrategia corporativa pudiera ser el candidato in pectore de Richard para sucederle cuando complete su segundo mandato», precisamente en 2018, cuando podrán medirse los principales resultados del plan. «Pero, Norberto, no saques ninguna conclusión apresurada de su apellido», avisa.
Aunque no se pondrá a la venta hasta el 24 de abril (inicialmente en nueve países), el Apple Watch ya ha merecido un aluvión de opiniones. Por mi parte, no tengo opinión pero colecciono opiniones ajenas. La mayoría están escritas en tono escéptico, cuando no francamente crítico. Por ejemplo, esta que firma Jason Hiner en ZDNet: «[el Watch] trata de hacer demasiadas cosas a la vez, y como resultado es demasiado complicado. Hay que usar dos botones diferentes, uno de los cuales tiene dos funciones, además de una combinación de toques ligeros o fuertes, con o sin presión, y cada uno de estos gestos abre nuevas funciones que en cualquier otro producto de Apple serían naturalmente intuitivas».
Si ha sido preciso añadir tantos elementos de interfaz – argumenta – es porque se ha querido sumar demasiadas funciones. El concepto del Watch gira en torno a tres retos: la habilidad de Apple para crear un interfaz natural, crear un accesorio de moda y, encima, combinar 34 modelos y tamaños para atraer a audiencias múltiples. Es algo realmente nuevo en la historia de la compañía.
La conclusión de Hiner (no parece que haya tenido ocasión de probar el gadget) es que Apple se ha alejado de la religión de simplicidad y facilidad de uso, que predicaba su fundador y tótem: «usualmente, sus productos han sido simples al principio, para luego ganar en funcionalidad a medida que evolucionaban». El nuevo Macbook, presentado el mismo día, sirve a Hiner como contraste y ejemplo de simplicidad.
Siendo el Watch el primer producto – más aún, una nueva categoría que no consta estuviera en los planes de Steve Jobs – desarrollado bajo las órdenes del tándem formado por Tim Cook y Jonathan Ive, esta es una acusación muy seria. «Gracias a la potencia de la marca – y a que la primera ronda incluye China – se van a vender más unidades en el primer mes que de cualquiera de sus competidores en toda su existencia, pero esto no arreglará el mal comienzo del régimen Cook-Ive», exagera Hiner.
Un tal R.F.Hemphill no es menos severo, en su crónica para el HuffPost: «el primer dolor de cabeza [para el usuario] será entender cómo hacer que funcione, lo que puede ser todo un reto de complejidad con una pantalla tan pequeña y dos diminutos botones laterales». Los 17 pequeños círculos de la pantalla rectangular, con arreglos de tres/cuatro formas, son bonitos de ver pero exigirían una lupa, ironiza Hemphill: ¿a quién puede interesar la posibilidad de recorrer una galería de Instagram en esa superficie mínima? También se burla Hemphill del reloj y su capacidad de medir el tiempo en intervalos de 50 milisegundos: «he perdido la cuenta de las veces que me ha hecho falta saber que eran la 1:37 más 30 segundos más 250 milisegundos»
La crítica fundamental de estos y otros autores es la imprescindible asociación del Watch con el iPhone. Exceptuando la comodidad de ver las notificaciones con una mirada fugaz a la muñeca, si la mayoría de las funciones del Watch requieren la mediación de un smartphone, ¿cuál es el sentido de integrarlas en una pieza de ingeniería tan pequeña? Carece de conexión celular, por lo que sólo puede hacer y recibir llamadas o mensajes si tiene cerca su iPhone de compañía. Esta observación tiene valor relativo: de todos los competidores (más baratos) del Watch, sólo el Samsung Gear S y el LG Watch Urbane no necesitan sincronía con un smartphone.
Puedo equivocarme, pero tengo desde hace tiempo una duda: ¿son los smartwatch una invención necesaria? Apple ha tenido la extraña cualidad de engendrar su competencia desde que hizo correr la voz de que preparaba un reloj inteligente. Si la categoría existe hoy, es gracias a ese paso iniciático. Aunque los (pocos) datos disponibles indican que las ventas de sus competidores han sido escasas, casi ningún fabricante importante ha podido resistir la tentación de adelantarse. La situación ha cambiado: según me cuentan, Samsung decidió no mostrar en el Mobile World Congress su próximo modelo, apodado Orbis, y reservarlo para septiembre (IFA), con tiempo suficiente para ver qué tal le sale la jugada a Apple.
Cuando IBM y Apple anunciaron un acuerdo para desarrollar en común aplicaciones destinadas a promover la venta del iPhone y el iPad en las empresas, las acciones de BlackBerry cayeron bruscamente por lo que se interpretó como una amenaza directa a la razón de su supervivencia. Pero las cosas no son tan sencillas: materializar aquel acuerdo lleva tiempo, y no es cosa de prisas arrebatar a la marca canadiense su signo de identidad. La otra presunta víctima del trato, Samsung, hubo de desmentir que tuviera intención de comprar BlackBerry. Con mucha discreción, fue BlackBerry la que, en diciembre, adquirió una pequeña empresa alemana, Secusmart, especialista en seguridad.
Ayer, lunes, tres de las compañías que he nombrado comparecieron juntas en la feria CEBIT de Hanover para presentar una tableta de alta seguridad destinada a un mercado de nicho (pero muy valioso). Desde el punto de vista del branding, la combinación puede resultar extraña a primera vista, pero tiene lógica. La tableta se llama, sin rodeos, SecuTablet, lleva la marca BlackBerry pero es, en realidad, una versión de la Galaxy S 10.5. Lo que no descarta, sino todo lo contrario, que Samsung presente pronto una tableta Knox equipada con software de BlackBerryt.
Lo importante es el software: sobre BlackBerry 10 se ha puesto una capa, denominada SecuSuite, desarrollada por Secusmart, que se ocupa de la encriptación de voz y datos. Hans Christophe Quelle, fundador y CEO de esta compañía, desveló que la agencia de ciberseguridad del gobierno alemán ya ha iniciado los trámites de certificación. Los presentes hicieron una inmediata asociación mental con el espionaje de la NSA a las comunicaciones de la canciller Merkel. Esta ha de ser, probablemente, la primera vez que un dispositivo móvil reciba la certificación de seguridad de una autoridad europea en lugar de seguir dócilmente la bendición de sus pares estadounidenses.
Samsung es la segunda pata de la operación tripartita. No sólo aporta su hardware, sino también su software Knox, que ya estaba en proceso de integración con WorkLife, de BlackBerry. Ahora recuerdo que durante el Mobile World Congress, un directivo de Samsung participó en un briefing matutino de BlackBerry y la misma tarde en la presentación de una versión del Galaxy S6 para empresas. Yo diría que no hay necesidad de una compraventa cuando dos compañías se compenetran tan bien.
La sorpresa, si acaso, viene del lado de IBM. Por lo visto, su acuerdo con Apple no es incompatible con la cesión a la pareja Samsung-BlackBerry de su tecnología de contenedor app wrap, que encapsula las aplicaciones para impedir intrusiones. Puede decirse que la SecuTablet tiene todas las cerraduras posibles.
Oficialmente, no se ha anunciado el precio ni la fecha de disponibilidad, pero la agencia Bloomberg cree saber que se venderá a 2.380 dólares (al cambio de ayer, 2.266 euros). Los destinatarios de esta tableta lo pagarán con gusto si cumple sus promesas de inviolabilidad. El anuncio no impide que BlackkBerry siga adelante con sus planes de presentar cuatro smartphones en 2015. Sin embargo, John Chen, CEO de la compañía, ha reconocido que si se propusiera competir con los fabricantes chinos de bajo precio, tendría que sacrificar las cualidades por las que son conocidos sus dispositivos. Y, por tanto, no se lo propone.
Para que una moneda virtual (o digital) fuera realmente útil en un mundo de mercancías reales (o físicas), antes tendría que ser legitimada por las autoridades monetarias, los bancos centrales que articulan las reglas de funcionamiento de la economía. Esto es lo que hay, aunque hay gente a la que basta el adjetivo ´virtual` para provocarles una fantasía de relaciones digitales, según ellos revolucionarias.
Un rumor reproducido por la agencia Reuters dice que «IBM estaría considerando la adopción de la tecnología conocida como blockchain, como base para la creación de un sistema de dinero digital y de pago, denominado en las principales monedas». Como esa tecnología subyace en la esquiva criptomoneda, algunos han entendido el bulo como un acto de legitimación del bitcoin, nada menos que por parte de IBM. Y como es impensable que IBM se meta en tales jardines sin hablarlo con la Reserva Federal, la inferencia ha sido inmediata… y apresurada.
Aparte de tratarse de un rumor atribuido a una fuente anónima, no creo que baste para legitimar al bitcoin, que no es sino una aplicación oportunista de la tecnología blockchain. Esta se define como un protocolo que hace posible mantener un registro – asientos contables, en fin – de transacciones sobre bloques de moneda «acuñada» digitalmente, y sobre cuya base fluctúa su presunto valor.
Según Reuters, el proyecto en el que trabaja IBM «sería una suerte de bitcoin sin bitcoin«, que formaría parte integrante de la masa monetaria: no sería una moneda diferente ni circulante, sino una cadena de asientos reconocida por el sistema bancario existente y regulada oficialmente.
El protocolo de bloques encadenados no tiene por qué limitarse al ámbito monetario, del mismo modo que P2P no sirve sólo para piratear películas. En enero, IBM mostró en el CES de Las Vegas ADEPT (Autonomous Decentralized Peer-to-Peer Telemetry), una ´prueba de concepto`, desarrollada en común con Samsung que debería servir como registro de la existencia y conexiones de miles de millones de transacciones entre dispositivos y arquitecturas. En la práctica sería una red descentralizada al servicio de Internet de las Cosas [véase el documento Device Democracy].
Va de suyo que los bancos centrales no se chupan el dedo, saben lo que pasa con las monedas digitales y tienen en nómina economistas que, entre otras cosas, estudian el fenómeno, su manifiesta volatilidad, el riesgo de su uso para transacciones delictivas y su eventual aplicación al sistema monetario formal. En EEUU se han publicado papers académicos sobre el concepto bautizado Fed Coin, en los que se plantea la posibilidad de activos digitales emitidos (y/o respaldados) por la Reserva Federal con la cualidad de ser redimibles por dólares reales. El control de la autoridad monetaria sería la garantía de su estabilidad, y evitaría que ensayos temerarios como el bitcoin provocaran daños irreparables a la confianza en el dólar y otras monedas.
No estamos, por tanto, ante otra manía sólo para geeks, sino ante un ejercicio intelectual muy serio. Tan serio que el Banco de Inglaterra, en un estudio plantea «La emergencia de monedas digitales privadas [como el bitcoin entre otras] ha mostrado la posibilidad de transmitir valor de manera privada y segura sin que una tercera parte tenga que conferirle fiabilidad […] lo que introduce la pregunta de si los bancos centrales podrían hacer uso de esa tecnología para emitir su propia moneda digital». La recientemente estrenada Autoridad Bancaria Europea también está en ello.
Para quien le interese el tema: Richard Gendal Brown es un especialista reconocido, que trabaja como arquitecto de innovación bancaria en IBM UK, y escribe un interesante blog [no todo son chorradas en las redes sociales] titulado Thought on the future of finance, en el que analiza periódicamente la opción de emitir criptomonedas integradas en el sistema monetario. Sin ninguna suspicacia, se me ha metido en la cabeza que alguno de los posts de Gendal Brown puede haber inspirado el rumor que Reuters recogió la semana pasada.
La del canario en la mina es una bonita metáfora que suele usarse para identificar aquellas empresas que, por su posición en un mercado, tienen la cualidad de indicadores adelantados sobre la marcha de ese mercado. En el sector de las TI, ese rol se ha atribuído tradicionalmente a Intel, dada su inserción en la base de la cadena de valor de la industria. Dicho esto, el canario – es decir, Intel – ha dado una señal premonitoria. Su business oulook, registrado ante la comisión de valores estadounidense, prevé que el primer trimestre se cierre con unos ingresos totales de 12.800 millones de dólares, con un margen de 300 millones más o menos, en lugar de los 13.700 millones (+/- 500 millones) que había pronosticado en enero. Ha sido una sorpresa desagradable para los inversores, después del récord con el que pudo celebrar el cierre de su año fiscal 2014.
La revelación se produjo ayer, en vísperas de iniciarse esta noche el quiet period que culminará con la presentación de resultados trimestrales, el 14 de abril, y ha provocado no sólo la reacción previsible de los accionistas sino también un descenso de la cotización de otros valores afines, como Microsoft y HP. La explicación ofrecida por la compañía se refiere a una demanda «inferior a la esperada» de sus procesadores para PC, debida a la acumulación de inventarios en la cadena de suministro. En roman paladino, este no será un buen trimestre para los fabricantes de PC.
Cuando IDC y Gartner publicaron sus estimaciones sobre el mercado mundial de PC en 2014, ya advertían que la demanda global estaba perdiendo fuelle. La sustitución forzada del parque de ordenadores equipados con Windows XP ha dado de sí lo que podía dar, y las versiones recientes del sistema operativo. Lo máximo que se ha conseguido es que las ventas no cayeran un 4,8% en el cuarto trimestre – como había pronosticado IDC – sino un 2,4%, que no deja de ser un saldo negativo.
Pues Intel ha llegado a la conclusión de que el primer trimestre no será mejor, sino peor. Un buen número de pequeñas y medianas empresas no han seguido el aviso de la industria, y siguen sin renovar su base instalada a pesar de que Windows XP no tiene soporte de Microsoft desde abril pasado. El documento , «las desfavorables condiciones macroeconómicas, principalmente en Europa», aunque nada dice del impacto que pudiera tener en los resultados la evolución al alza del dólar, que está trastornando las hipótesis económicas de la industria.
Sin embargo, anticipa un rasgo que a la postre puede ser positivo: la caída del precio medio de los PC se ha detenido gracias a la demanda de nuevos factores de forma que contribuyen a sostener el margen bruto de sus ventas, estabilizado en el 60%. La división de productos para datacenter mantiene sus expectativas sin cambios: en el cuarto trimestre, sus ventas crecieron un 25% mientras las de la división de PC sólo lo hicieron un 3%. Desde enero, y aun antes, Intel viene acelerando la estrategia de diversificación impulsada por su actual CEO, Brian Krzanich.
La semana ha traído una satisfacción para Krzanich, que pugna por situar a Intel en el mercado de los smartphones. Apple ha escogido un modem suyo para el próximo iPhone, decisión cuya importancia reside en que es una derrota para Qualcomm, su más correoso rival.
Estamos naturalmente inclinados a ver el mundo exterior a través de una ventana definida por el euro, nuestra moneda de referencia. Nos habíamos habituado a que los movimientos cambiarios fueran leves o inexistentes. Pero el sector en el que muchos de mis lectores – y yo mismo – nos movemos, tiende a pensar en dólares: en los últimos días, un par de directivos me han confiado que sus matrices en Estados Unidos les bombardean con peticiones para reformular sus previsiones en función de una más que posible paridad 1:1 entre el dólar y el euro.
Me he informado al respecto. El martes 10, el índice del dólar con respecto a una cesta de seis divisas principales, alcanzaba su nivel máximo desde el 2004: 98,687 [hace exactamente un año, era de 79,768]. Fijémonos sólo en el euro: ha perdido un 13,1% de valor contra el dólar desde el primer día del año, cerrando a 1,07 y, por tanto, muy lejos del tipo de cambio que solíamos tener en la cabeza cuando viajábamos o cuando comprábamos algún producto online. Importar es más caro y exportar es más rentable, sería el resumen.
Un aspecto llamativo del último lanzamiento de Apple es que el Watch se venderá en Alemania y Francia – los únicos países de la eurozona en la lista inicial – a 399 euros en la versión básica, cuando en Estados Unidos el precio anunciado será de 349 dólares. Se invierte así la práctica – aplicada por la misma compañía – de fijar el mismo precio nominal en ambas monedas, beneficiándose así de la diferencia cambiaria.
Un análisis del Deutsche Bank da por cierta la paridad entre el dólar y el euro este año, y se atreve a pronosticar un descenso de hasta 0,90 euros por dólar en 2016 y 0,85 en 2017. De manera que no es una coyuntura pasajera, por lo que habrá que echar muchas cuentas. Los efectos varían según las circunstancias de cada uno, de cuánto exportan y cuánto importan y dónde venden.
Empresas que producen en Europa y venden en dólares [y que hace meses se quejaban de la apreciación del euro] se frotan las manos por el beneficio adicional que les espera: es el caso de Volkswagen o BMW, cuyos costes se pagan mayoritariamente en euros y reciben dólares por una parte significativa de sus ventas. Los analistas de Alphavalue estiman [a saber cómo] que, para una muestra de 302 acciones europeas, «cada 0,2 de descenso del euro frente al dólar equivaldría a un 5% de aumento en sus beneficios operativos.
A la inversa, las consecuencias para las compañías americanas dependen del porcentaje de negocio internacional. Por ejemplo, Google –que capta el 56% de sus ingresos fuera de Estados Unidos – ya se vio afectada en 541 millones de dólares al cierre de su cuarto trimestre, un aspecto que explica por qué su cotización flaquea últimamente. Para muchas compañías de EEUU – Cisco o Microsoft, por citar dos ejemplos – que en los últimos años han aparcado beneficios en Europa para no soportar el coste fiscal de repatriarlos, la maniobra se ha invertido.
Ahora podemos ver en toda su dimensión el resultado de la divergencia de políticas monetarias a ambos lados del Atlántico, provocada por el empecinamiento alemán en rechazar los estímulos monetarios al crecimiento. El euro ha alcanzado su punto más bajo precisamente la misma semana en la que el BCE ha empezado a desembolsar los fondos de los que se espera – vagamente – que cumplan ese rol.
Mientras tanto, la Reserva Federal de EEUU ha dado por acabado su quantitative easing y empieza a considerar una gradual subida de su tipo de interés. Aunque no lo dijera así, un objetivo de Mario Draghi ha consistido en propiciar una bajada del euro para introducir en la eurozona una dosis de inflación que ayuda a despejar los temores de deflación [una lección de la experiencia japonesa]. El guiño a Alemania parece evidente: para un país amante de la fortaleza de su moneda, se presenta la ocasión de incrementar sus exportaciones.
Un analista de Bank of America Merrill Lynch apuntaba ayer que más que el tipo de cambio, lo sorprendente es que la apreciación del dólar ha sido la más rápida en 40 años. Vista desde Europa, la situación es tanto más inusual cuanto que por primera vez coinciden tres factores: un dólar fuerte, un petróleo barato y un endeudamiento a bajo coste. Doy por seguro que no será la última referencia de este newsletter al asunto.
Meg Whitman ha evitado cometer los errores de sus antecesores, cuyas compras de EDS y Autonomy acabaron desastrosamente en carísimas amortizaciones contables. Una constante en sus declaraciones desde que fue nombrada CEO de HP, ha sido la promesa de no hacer grandes compras hasta que la situación financiera de la compañía se hubiera estabilizado. Ahora, con una tesorería de 12.900 millones de dólares a finales de enero y una previsión de generación de cash flow de 4.000 millones durante el año fiscal, nadie le reprocha la decisión de comprar Aruba Networks, especialista en infraestructura WLAN, por la que pagará 2.700 millones de dólares (que, una vez sumada la deuda, se acercará a los 3.000 millones).
Las dos empresas son altamente complementarias. Aruba aportará su tecnología inalámbrica – y una preciosa cartera de clientes – al negocio de networking de HP, hasta ahora centrado en el switching. La adición tiene un objetivo transparente: competir con Cisco, que según IDC controla el 48,4% del mercado WLAN. Aruba es el número dos (11,5%) y HP el cuarto de la tabla (5,8%), separadas por el 6,3% de Ruckus Wireless. Tras la compra de Meraki en 2012 Cisco ha incorporado un catálogo de soluciones WiFi cuyas novedades presentó el pasado enero en CiscoLive. Para competir con Cisco, HP necesitaba echar mano de la chequera, y esto es literal, porque la compra de Aruba se pagará en cash.
Hay otra clave en la operación: China. Cuando Mark Hurd, entonces CEO de HP, compró 3Com, a finales de 2009 tenía en mente ese gran mercado en el que la histórica compañía de networking tenía sólidas posiciones. Pero en 2014 el paisaje ha cambiado, y el negocio chino empezó a flaquear para HP casi al mismo tiempo en que Cisco se veía prácticamente desalojada por mor del escándalo Snowden. Aruba supo explotar la oportunidad de ganar cuota en China, gracias a sus ventas al grupo Wanda [ahora muy celebrado en Madrid], propietario de grandes centros comerciales en los que ha instalado su infraestructura de acceso inalámbrico.
Globalmente, el mercado WLAN es boyante. La consultora DellOro estima que puede crecer al ritmo del 40% hasta alcanzar mundialmente los 13.000 millones de dólares en 2019. Este es el punto fuerte de Aruba, que cabalga sobre la rápida adopción del estándar 802.11ac, que se encuentra en una fase inicial del ciclo de renovación de infraestructuras. Dicho con más precisión, el segmento en el que destaca la tecnología de Aruba se conoce como ´converged campus networkin`: el florecimiento actual de sus ventas se centra en el equipamiento de espacios públicos (universidades, centros comerciales, hospitales, hoteles y museos). He ahí el interés de HP – que el año pasado perdió un 11% de facturación en su negocio de networking – en digerir la compañía.
Fundada en 2002 por Keerti Melkote, quien sigue en su puesto de CTO, Aruba cerró su año fiscal 2014 con 728 millones de dólares de ingresos y en los dos trimestres del actual ejercicio acumulaba 420 millones, con un ritmo de crecimiento sostenido del 21%. Lo que hace que el precio pactado parezca razonable a los analistas bursátiles.
Quedan flotando algunas dudas que el comunicado conjunto no resuelve: ¿Qué efectos tendrá la transacción sobre los acuerdos que Aruba tiene vigentes con terceros (Juniper, Dell y Brocade) que actúan como OEM a la vez que son competidores de HP? ¿Cómo se va a integrar Aruba en la futura HP Enterprise que surgirá en noviembre del proceso de separación en marcha? ¿Será capaz el nuevo propietario de retener al equipo directivo, encabezado por el CEO, Dominic Orr (prófugo de HP)? Con todo mi respeto, no son dudas menores.
«Aspiracional» ha sido el adjetivo [no registrado en el DRAE] que más comúnmente se ha empleado para definir los productos de Apple. El Watch, presentado ayer en San Francisco sería un punto culminante de esa actitud. A diferencia de otros gadgets de la marca, concebidos de uno en uno y en versiones únicas, el Watch es un catálogo en sí mismo: tres versiones, once carcasas y dos tamaños. Su precio va desde los 349 dólares el más barato – Sport – a 10.000 dólares el de lujo.
Una cuestión que traía de cabeza a los analistas de mercado ha quedado desvelada: el smartwatch de Apple no es autónomo, sino que funciona asociado al iPhone a través de Bluetooth o WiFi. Se discutirá si esta condición permite afirmar que se trata de una nueva categoría o un apéndice para sacar más beneficio del principal y más rentable producto de la marca. Lo que no se podrá discutir es que, precisamente por esa circunstancia, nace con un mercado potencial ansioso.
Sus funciones impresionan: se puede activar por voz mediante el asistente Siri, y permite recibir todas las notificaciones transferidas desde el iPhone así como operar con el sistema de pagos ApplePay. Un analista escéptico había escrito la semana pasada: «desde el anuncio de septiembre, Apple ni siquiera se ha molestado en explicarnos qué razones harían que los consumidores deseen un Watch». Por fin se sabe: para añadir prestaciones complementarias al iPhone, confirmado así como el centro de gravedad de toda la estrategia de Apple.
Se ha hablado mucho del interés manifiesto de Apple en que este nuevo producto sea su puerta de acceso al mercado de la moda, estrategia que el pasado fin de semana defendía Jonathan Ive, jefe máximo de diseño desde los tiempos de Steve Jobs. El marketing ha hecho todo lo necesario para reforzar esa imagen fashion [verbigracia, el número de Vogue de este mes]. Con la aparición del Watch serán necesarios cambios en la línea comercial de Apple: por ahora, su venta estará limitada a las tiendas propias de la compañía en nueve países (no en España). Aparte, se dispondrá de áreas exclusivas en ciertas tiendas para clientes de altos vuelos.
El encaje exacto del Watch en la estrategia de Apple ya ha dado lugar a reflexiones que se van a multiplicar en los próximos meses. ¿Ha ido Tim Cook más allá de lo que había imaginado Steve Jobs? ¿Está decidido a convertir Apple en una lifestyle company con una esfera propia?
Horace Dediu, un analista cuya afinidad con Apple resultar a veces irritante, escribe que «tratar de comprender las intenciones de Apple es un ejercicio fútil, porque esta no compite en los mercados existentes sino que crea nuevos mercados». Aplicado al Watch, el razonamiento explica que la segmentación en términos clásicos del mercado al que presuntamente se dirige la novedad es irrelevante, porque cada segmento conocido está definido por un producto existente: «sería un error equivalente al cometido en 2007 por quienes clasificaron el iPhone adscribiéndolo al segmento de móviles tal como era entonces».
Por si los lectores de su blog no le hubiéramos entendido, Dediu recuerda que las tabletas existían, en medio de una indiferencia general, desde mucho antes de que Apple ideara el iPad, pero en la práctica este creó un mercado nuevo transformando una categoría existente. Su conclusión es que no deberíamos ver al Watch como competidor en el mismo mercado que los relojes suizos de primeras marcas ni tampoco en el de los wearables corrientes.
El ciclo de vida de un reloj de lujo es de una decena de años y, en realidad, el tiempo le añade valor. Esto no puede replicarse en el caso del Watch, que como todo gadget electrónico será obsoleto dentro de dos o tres años. Por no hablar de la corta paciencia demostrada por los usuarios de smartwatches basados en Android. A saber cuánto tardará Samsung en dar la réplica a su contumaz enemigo.
Una vez más, la imagen más publicada del Mobile World Congress ha sido una foto de Mark Zuckerberg. El año pasado el fundador de Facebook se ganó las portadas gracias a la compra de WhatsApp , y las de 2015 con una frase: “si Internet funciona es porque hay unos operadores […] y que la única forma de ir más allá de sus límites es involucrándolos”.
Me parece por lo menos prematura la conclusión publicada de que con esa frase Zuckerberg ha dado un giro apaciguador en sus relaciones con los operadores. Pero es un hecho que ya ha convencido a tres – Telenor, Millicon y Airtel – con activos en los seis países de Asia, América Latina y África donde ha lanzado Internet.org, un proyecto de largo alcance y elevado coste con el que pretende extender el alcance de la web a las zonas desfavorecidas del planeta a las que no llega por razones geográficas, técnicas o económicas. Esos tres operadores han accedido a dar a sus clientes de esos seis países acceso gratuito a la aplicación desarrollada por Facebook que permite una navegación por contenidos básicos de interés local o comunitario.
En otro párrafo de su intervención, Zuckerberg aludió a la fábula de la bella y la bestia: Facebook ha desempeñado hasta ahora el papel de bestia, pero ha llegado el momento – dijo – de que “la bestia se humanice”.
Ayer por la mañana tuve ocasión de participar de un encuentro con Chris Daniels y Javier Oliván, a quienes Zuckerberg ha confiado la dirección del proyecto Internet.org. Ya tocará escribir una crónica de este briefing, pero me quedó clarísimo que para alcanzar la dimensión que Zuckerberg desea dar a su idea, en número de países y de usuarios potenciales, resulta indispensable contar con la complicidad de los operadores.
Esta expresión de buena voluntad no evitó que el CEO de Telenor y actual presidente de la GSMA, Jon Fredrik Baksaas, reprochara en público a Zuckerberg por la compra de WhatsApp – que, de hecho, no podría sostenerse si no fuera por Facebook – ha destruido el negocio de mensajería de los operadores. Más tibio, el CEO de Airtel reconoció que Facebook ha sido un factor por el que su compañía ha reclutado más usuarios en África.
El primer día del MWC2015 se caracterizó también por un tono conciliador que no era habitual en las intervenciones de Google ante esta audiencia. En lugar de la agresividad que suele gastar Eric Schmidt en estas ocasiones, la compañía bajó el listón y envió a su director de asuntos públicos, Theo Bertram, con una rama de olivo. El CEO de Telefónica, César Alierta, secundado por su colega de Deutsche Telekom, Tim Hottges, repitieron el argumento de que la regulación europea debe marcar unas reglas de juego que preserven la equidad entre operadores y over-the-top. No hay que olvidar que Google tiene una delicada papeleta en sus relaciones con la Comisión Europea.
El más conciliador entre los directivos europeos ha sido Stéphane Richard, CEO de Orange, quien el lunes volvió a reunirse con Zuckerberg y por esta razón llegó tarde a una cena con periodistas [y con la barba crecida, el comentario frívolo]. Este anecdotario del Mobile World Congress ¿qué significa? Que las OTT han logrado condicionar la discusión sobre el rumbo de Internet. Lo han hecho evitando la confrontación y ofreciendo colaboración [el contexto del debate sobre la neutralidad en la red sin duda ayuda a que así sea]. Dicho de otro modo, los operadores han perdido la iniciativa. Continuará
Todo está dicho, aparentemente. La continua aparición de estudios sobre el sector de las telecomunicaciones puede dar la impresión de que ningún juicio es original. Y sin embargo, todos aportan enfoques diferentes. Es el caso del informe Tendencias en Telecomunicaciones 2015, elaborado por la consultora Strategy& [antes Booz & Co, integrada desde el año pasado en PwC] y publicado oportunamente, en vísperas del Mobile World Congress de esta semana.
Sus autores presumen de haber anticipado tendencias, como la llevara y traída convergencia de 1.409 players, Europa ha bajado a 959 en pocos años. Con este mérito en la mochila, Strategy& identifica cuatro grandes corrientes que van a determinar el estatus del sector de las telecos: 1) el aumento de la presión sobre los operadores obliga a estos a simplificar su gestión y los sistemas y procesos de soporte, 2) la digitalización, cuyo más acabado exponente es Internet de las Cosas (IoT), fenómeno en el que los telcos tratan de no quedar aislados, 3) la televisión y el vídeo bajo demanda definen nuevos patrones de consumo, que requerirá que los proveedores sean capaces de gestionar una experiencia de cliente diferencial y 4) un nuevo escenario para los fabricantes y los operadores, con el ascenso de las OTT.
«Si algo caracteriza al sector actualmente – decía la semana pasada José Arias, managing partner de la consultora en España y viejo conocido de este blog – es la fuerte presión sobre las operadoras tradicionales, que procede de la competencia, de la convergencia y de los nuevos servicios complementarios y/o paralelos […] que no están suficientemente compensados por los ingresos que aquellas reciben vía datos».
Cita Arias el ejemplo de WhatsApp, con más de 700 millones de usuarios en todo el mundo y por el cual se enviaron unos 30.000 millones de mensajes al día en 2014. España – no sé si es como para sentirse orgulloso – se sitúa como cuarto país del mundo en el uso de este servicio de mensajería, con un 70% de penetración entre los usuarios de telefonía móvil: nos superan Sudáfrica, Singapur y Hong Kong, pero no les extrañe que pronto les pillemos. Por otro lado, Skype supone ya el 31% del tráfico internacional de servicios de voz, frente al 69% gestionado por operadores internacionales.
El informe no olvida mencionar la diferente trayectoria de los mercados emergentes y maduros. Los ingresos de los operadores en los del primer grupo han tenido un crecimiento medio del 10,1% en los últimos cuatro años, frente al modesto 2,5% registrado en los mercados maduros. Al mismo tiempo, se observa una caída sistemática del precio medio en estos últimos.
Lo anterior, en palabras de Arias, implica «una reinvención del negocio principal de los operadores ante el reto del tráfico de datos. Un desafío que es tecnológico – servicios que eran paralelos, ahora son convergentes […] lo que supone ver al cliente como ´un todo` al que ofrecer servicios personalizados y empaquetados». Lo que cuestiona la continuidad del modelo operativo en el que los procesos y sistemas se estructuraban en torno a los servicios y no a los clientes.
José Antonio Tortosa, partner de Strategy&, apostilla que la batalla por la conexión de los hogares será feroz, «a pesar de que el nivel de penetración de dispositivos inteligentes es todavía muy bajo (entre el 1% y el 5%) y el interés de los usuarios es reducido». Sin embargo, se espera que el mercado europeo aumente hasta alcanzar los 2.000 millones de euros en los próximos dos años, para estos dispositivos: domótica, alertas médicas, sistemas de seguridad, controles de iluminación, electrodomésticos, temperatura y energía.
Realmente, no sé qué es más inquietante. Si la revelación tardía de un intento (fallido, aparentemente) de robo de claves de tarjetas SIM entre 2010 y 2011, o la ligereza con la que se nos explica que no ha pasado nada y, por tanto, no hay motivo para alarmarse.
La noticia que me ocupa nace de otro documento de la colección robada por el prófugo Edward Snowden, difundido a través de su vehículo favorito, The Intercept: según esta publicación online, las agencias de espionaje NSA (EEUU) y GCHQ (Reino Unido) intentaron – y el documento dice que lo lograron – hace cinco años romper el cifrado de claves que, supuestamente, les darían acceso a millones de smartphones en todo el mundo. La víctima habría sido la empresa franco-holandesa Gemalto, líder del mercado de tarjetas SIM.
En una tensa rueda de prensa, el CEO de Gemalto, Olivier Pion, tuvo que admitir que sólo supo del incidente cuando The Intercept le llamó para pedirle un comentario sobre la noticia que iba a publicar. Urgido por la revelación, cinco años después de los hechos, Gemalto practicó una investigación interna que en seis días llevó a la conclusión de que la intrusión «probablemente ocurrió, pero no dio como resultado el robo masivo de las claves de cifrado de tarjetas SIM». Hay indicios, añadió, de que los atacantes llegaron a hackear a varios empleados para penetrar en su red interna, pero fallaron en el objetivo de interceptar el punto en el que esta se comunica con los sistemas de los operadores.
«En 2010, ya teníamos un sistema de transferencia segura, aunque puede haberse registrado alguna fuga excepcional». Entre los 12 operadores mencionados en el documento, hay uno de Somalía, que no es cliente de Gemalto, al que le habrían robado 300.000 claves. Un ataque masivo – precisó Pion – sólo hubiera sido posible sobre redes 2G, puesto que «las de 3G y 4G no son vulnerables» a la técnica conocida como man-in-the-middle, en la que un atacante inserta su propio equipamiento entre dos dispositivos que se comunican. Sobre la identidad de los atacantes, no quiso pronunciarse, aunque respondió que llevar ante los tribunales a una agencia de espionaje sería perder el tiempo.
The Intercept siguió su campaña, atribuyendo a varios especialistas en criptografía la opinión de que es imposible que en seis días Gemalto reuniera la información necesaria para completar una investigación forense y desmentir el documento de (presuntamente) la NSA. El catedrático Matt Green, de la universidad John Hopkins, fue más allá: «[…] parece haber sido diseñada para producir un resultado positivo». Entretanto, las acciones de Gemalto habían sufrido una caída en la bolsa de Amsterdam.
El principal competidor de Gemalto, la firma alemana Giesecke & Devrient (G&D), reaccionó con una declaración formal en la que ratifica que las tarjetas SIM – que suministra a 350 operadores tarjetas que en parte produce en su fábrica de Barcelona – son un medio seguro basado en estándares probados durante más de dos décadas.
«No tenemos conocimiento de que una sola de nuestras tarjetas haya sido atacada – dice el comunicado de G&D – pero hemos tomado medidas adicionales para reforzar la seguridad de nuestros procesos de seguridad». Stefan Auerbach, director de la compañía germana, agrego una frase sagaz: «[la tarjeta SIM] es una tecnología tan segura que, en el caso de que se trata, incluso organismos de inteligencia habrían preferido robar las claves en lugar de atacar la lógica de las tarjetas como medio de autentificación del usuario de una red móvil».
El episodio coincide – no me tomen por suspicaz – con una situación muy revuelta en el mundo de los pagos a través de dispositivos móviles. La aparición de ApplePay, que introduce un método de autentificación por tokens ha tenido como consecuencia que todas las partes implicadas empiecen a hablar de las virtudes de la ´tokenización`. Visa Europa, por ejemplo, implementará esta técnica en los próximos meses. Me ha interesado la opinión de Will Graylin, CEO de LoopPay, startup especializada que acaba de ser comprada por Samsung: «[En el mejor de los casos] la ´tokenización` será un estándar adicional sobre los que ya existen. Retirar cualquier componente del actual ecosistema de pagos, necesariamente va a llevar tiempo».
Será uno de los temas de mi agenda en el Mobile World Congress, donde tengo previstos varios encuentros en torno a la cuestión de los pagos móviles y los distintos métodos de autentificación. Ya los contaré, no sé todavía si en el newsletter o en una crónica del sitio web.
Tendré que dejar para otro día un análisis de los resultados trimestrales de Hewlett Packard, presentados el martes por la noche. No habría espacio suficiente en este comentario para abarcar las cifras de una empresa que es proteica por definición y, en este momento, más compleja si cabe por el proceso de separación entre dos grandes ramas que el 1 de noviembre serán empresas distintas. Pero hay un aspecto que me parece relevante. Tiempo atrás, advertí aquí que los cambios en la paridad entre monedas de diferentes bloques económicos provocarían perturbaciones en las cuentas de las empresas. Esas perturbaciones ya eran visibles al cerrar su ejercicio 2014, pero es ahora cuando se manifiestan con crudeza.
«Hay un par de factores que han tenido impacto sobre nuestros resultados financieros – empezó diciendo Meg Whitman, CEO de HP – y creemos que probablemente se mantendrán durante el resto del año. El entorno macroeconómico repercute en movimientos monetarios desfavorables». Para una empresa que genera el 65% de sus ingresos fuera de Estados Unidos, la apreciación del dólar provoca una distorsión que tiene varias dimensiones.
En los últimos doce meses, el tipo cambiario del dólar con respecto al euro ha ganado un 21%. Lo que erosiona el valor de los ingresos que esta compañía estadounidense recauda fuera de su país [en el caso de IBM, la proporción sería del 55% y en el de Intel del 83%]. Para una filial europea de HP, significa que para cumplir los objetivos comprometidos ante la corporación, debería facturar un 21% más en euros. Y para el grupo en su conjunto, significa que sus ingresos del primer trimestre del año fiscal han sido un 4,7% inferiores en moneda corriente y un 2% inferiores en moneda constante. El impacto financiero, según dijo Cathy Lesjak, CFO de HP, se puede estimar en unos 800 millones de dólares. El gráfico habla por sí solo:
La distorsión cambiaria se traslada a los precios y eventualmente podría afectar las decisiones de inversión/gasto de los clientes. En los servicios – intensivos en recursos locales – el efecto se atenúa porque costes e ingresos se pagan en la misma moneda; lo contrario ocurre en las operaciones de los grupos Enterprise y Personal Systems. Con el agravante de que, considerando el contexto económico y competitivo, es poco probable que HP pueda corregir sus precios para compensar. Tendrá que actuar sobre los costes operativos para tratar de restablecer el equilibrio, pero la distancia se antoja demasiado grande.
La paridad entre el dólar y el yen plantea otra disyuntiva interesante. La política de depreciación de la moneda japonesa no ha disipado del todo la prolongada recesión interna, pero ha favorecido las exportaciones de los competidores de HP en el negocio de impresión, que ahora están en condiciones de ser agresivos en precios. No es menos cierto que, por otro lado, HP también se beneficia del menor coste de los componentes que compra en Japón.
HP no es, ni mucho menos, la única empresa estadounidense afectada, pero se le nota más. Otras, con un desglose diferente de sus ingresos, van a acusar la cuestión en otro tema sensible: sus beneficios que acumulan fuera de Estados Unidos – para evitar el coste fiscal de su repatriación – se devalúan en la proporción correspondiente. Son los epifenómenos de la globalización.
Norberto La presentación de resultados anuales de Orange ha tenido un colofón que ha desplazado el eje de atención, de los datos a la intersección entre la política e Internet. Stéphane Richard, CEO del grupo francés, no dejó pasar la oportunidad de criticar duramente lo dicho 48 horas antes por Barack Obama en una inusual entrevista al portal Re/code. «Europa no es el felpudo digital [paillasson numérique] de Estados Unidos», comentó Richard, declarándose estupefacto por las declaraciones de Obama a Kara Swisher.
Para situar al lector, ¿qué dijo Obama? «Nosotros [EEUU] financiamos la invención de Internet, y nuestras empresas lo han extendido de manera que ellos [Europa] no serían capaces de igualar […] la respuesta europea acerca de ciertos problemas, presentada como nobles intenciones, no es en realidad otra cosa que la protección de intereses económicos». Con esta frase, Obama respondía a una pregunta sobre la ´hostilidad` europea hacia los campeones estadounidenses de Internet [a los que la prensa francesa ha bautizado con el acrónimo GAFA: Google, Apple, Facebook, Amazon]. El CEO de Orange replicó, a su vez, que «Internet es hoy un bien de toda la humanidad, y todos contribuimos a su desarrollo […] Europa es tan capaz de innovar como Estados Unidos». En cambio, sólo tuvo elogios hacia la nueva Comisión Europea.
Aparte de este episodio, los resultados de Orange en 2014 muestran un descenso del 2,5% en sus ingresos, aunque inferior al que se registró en el tránsito de 2012 a 2013. El EBITDA también cayó un 2,5%, pero Richard proclamó el cumplimiento de su objetivo de estabilización de las cuentas de la compañía. Ramón Fernández, director financiero y de estrategia, indicó que cada trimestre de 2014 ha sido mejor que el anterior. En 2015, sin embargo, el grupo espera otro descenso del EBITDA. La intención de llegar a un total de 300 millones de usuarios este año, parece difícil de conseguir (cerró 2014 con 244,2 millones] a menos que Richard acometa alguna adquisición importante. Richard se negó a comentar los rumores según los cuales Orange estaría negociando la compra de los activos de Bharti en África.
Los resultados europeos han sido buenos en Francia, España y Bélgica. «La compra de Jazztel – dijo Richard – será fundamental para la progresión de nuestro negocio en España, sin abandonar nuestro programa de inversión en despliegue de fibra»
Preguntado por la consolidación del número de operadores en Europa, el CEO de Orange puso como ejemplo de esa tendencia la compra de EE por BT en Reino Unido y la de O2 por el grupo Hutchinson, pero no olvidó advertir que Orange no sería parte de ninguna operación similar en Francia, y sólo podría aspirar a adquirir algunos activos que el regulador obligara a desinvertir.
Stéphane Richard, que recientemente ha visto renovado su mandato, reiteró ante los analistas que una línea maestra del plan estratégico hasta 2020, que presentará el próximo 17 de marzo, se basará en establecer la compañía como un operador convergente en todos los mercados donde opera, ya sea mediante inversión orgánica o comprando otras empresas. Fernández tranquilizó a un analista preguntón advirtiendo que la creciente penetración de ofertas convergentes ha restablecido la posición competitiva de Orange a la vez que contribuía a una sensible caída de la ratio de fuga de clientes (churn rate).
Comparado con cosas peores de los últimos tiempos, el hallazgo de una vulnerabilidad en el software instalado por defecto en ciertos portátiles de Lenovo, puede parecer peccata minuta, pero de mi infancia salesiana creo recordar que también los pecados veniales requieren arrepentimiento y propósito de enmienda: no estoy seguro de que Lenovo haya cumplido de buena gana con este precepto. O quizá fuera una tormenta en un vaso de agua, que ya se ha disipado.
Los primeros indicios aparecieron en foros de usuarios de Lenovo en enero: Superfish, un programa de «descubrimiento visual» preinstalado en máquinas vendidas desde septiembre, resultó ser una amenaza potencial. En la práctica, no se han denunciado casos reales de sustracción de datos de usuarios, pero los expertos sostienen que es posible, sobre todo en conexiones wifi desde hoteles y cafeterías. A una pregunta sobre la disparidad de pareceres entre Lenovo y las empresas de seguridad, el CTO de Lenovo, Peter Hortensius, ha respondido: «no voy a polemizar con quienes trabajan con modelos teóricos, pero estoy de acuerdo en que es algo que no merecería estar en nuestros PC». Como líder mundial del mercado de PC «nuestra reputación está por encima de todo», concluye la frase.
El objetivo proclamado por Lenovo de la preinstalación de Superfish es «mejorar la experiencia de shopping de los consumidores». Es obligado creerle, porque la mínima comisión que la compañía recibe por instalar el adware no puede ser la causa de su adopción. Parece más bien un fallo de discernimiento, provocado por el deseo de diferenciar sus productos de los de la competencia, añadiendo por defecto aplicaciones de terceros.
Superfish ha sido desarrollado por una empresa californiana-israelí que tiene otras aplicaciones de reconocimiento de imágenes en buscadores móviles, es un software que se define como auxiliar de navegación. Cuando el usuario busca un producto, lanza una búsqueda de imágenes en la web para presentarle productos idénticos o similares que podría adquirir en más de 70.000 tiendas y compara para optimizar (sic) su decisión de compra», explica la documentación. Lenovo se defiende así: «no rastrea los datos de los usuarios ni vigila su comportamiento ni Lenovo acumula información alguna».
Como tecnología, Superfish no es nada excepcional, y representa una categoría muy usual, no peligrosa en sí misma pero casi siempre intrusiva: ¿quién no ha visto su PC invadido por una extensión del navegador o del buscador, que supuestamente optimiza su experiencia online?. Según los expertos de Microsoft que lo han analizado, el problema no está en el adware propiamente dicho sino en que genera automáticamente un certificado raíz que podría ser aprovechado por intrusos para acceder a los datos de navegación. Es lo que se conoce como ataque de intermediario [man-in-the-middle] que interfiere las conexiones seguras HTTPS. El certificado así creado se aloja profundamente en Windows, y un hacker podría – eventualmente – usarlo como firma SSL en otros sitios web ilegítimos, sin que el usuario se entere.
No ha ocurrido, sostiene Hortensius en su entrevista al Wall Street Journal. Pero podría ocurrir, motivo por el que el veterano CTO admite que «deberíamos haber sido más diligentes» antes de instalarlo. En todo caso, aclara, «los usuarios nos han hecho ver que no era útil, y dejamos de instalarlo en enero». Microsoft Defender y McAfee [ahora Intel Security] han sido los primeros en presentar herramientas para detectar y eliminar tanto la aplicación como el certificado generado por ella. Lenovo ha lanzado la suya el pasado fin de semana.
Corregida la torpeza, por tanto. Pero no creo que pueda decirse que muerto el perro se acabó la rabia. Ha sido un episodio desgraciado, que se inscribe entre otros – conocidos o por conocer – de creatividad irresponsable, en el mejor caso de ingenuidad, por parte de algún desarrollador. La revista Forbes, que hace dos años clasificó a Superfish en el puesto 64 de su ranking de «promesas empresariales americanas», ha descubierto ahora que Adi Pinhas, su fundador y CEO de la empresa, «tiene una larga historia de violaciones de la privacidad mediante la diseminación de adware, spyware, malware y crapware«. Qué miedo me dan los que me quieren ´optimizar`.
Ha florecido estos días otro rumor sobre Apple, cosa que suele ocurrir cuando se acerca el Mobile World Congress. Pero esta vez el rumor no tiene que ver con dispositivos móviles, a menos que uno acepte que no hay artefacto más móvil que un coche. Dicen que Apple se prepara para saltar los muros de la industria de automoción, y algunos entusiastas han interpretado que podría haber iniciado el desarrollo de un coche bajo su marca. La bola nace de una información según la cual la compañía habría fichado unos cuantos ingenieros de esa industria para ponerlos a trabajar en un laboratorio secreto. Francamente, no significa que vayan a diseñar un supuesto iCar, pero algo significa y nos quedaremos con las ganas de saberlo.
En lugar de especular con futuribles, lo oportuno sería centrarse en unos hechos verificables. Según un informe de Boston Consulting Group, el coste de las partes electrónicas de un vehículo medio era del 20% de su valor en 2004 y del 40% diez años después, y la mayor parte de ese 40% es suministrado por cuatro compañías (Bosch, Delphi, Denso y Continental) proveedoras de los ´fabricantes` que todos conocemos. Un coche de gama media-alta lleva en sus tripas un centenar de microprocesadores y al menos 100 millones de líneas de código, dice el informe de BCG. No digamos el prototipo de coche autónomo de Google, que es producto de la colaboración entre el software de la casa y una multitud de sensores de Bosch.
La conclusión es que, para un ingeniero de software, un coche contemporáneo tiene mucho parentesco con un ordenador – definido como dispositivo electrónico cuyas funciones reposan en software y aplicaciones – cuyo hardware se compone de módulos fabricados bajo contrato en alguna parte del mundo y ensamblados por los dueños de la marca.
Si seguimos el razonamiento de BCG, no estaremos lejos de aquella frase de Marc Andreessen que hace tres o cuatro años causó sensación: «el software se está comiendo el mundo». Henry Ford y Aldred Sloan (fundador de GM) se revolverían en sus tumbas, pero dos noticias recientes nos cuentan que Ford ha abierto un centro de I+D en Silicon Valley y General Motors ha contratado 800 programadores. O sea que el titular ´Silicon Valley contra Detroit` es ingenioso pero esencialmente falaz, aunque como tuit seguro que cuela. El tema da para mucho más, así que volveremos sobre él otro día.
Si no fuera una metáfora socorrida, me atrevería a decir que las noticias sobre ataques cibernéticos nos muestran que es tarea imposible hacer que el genio vuelva a la botella de la que escapó en mala hora. Una tras otra, vamos conociendo – demasiado tarde – las andanzas de hackers, mercenarios y servicios de espionaje que parecen no tener fin ni arreglo. Kaspersky Lab, una de las empresas líderes en el mercado de la ciberseguridad, ha publicado un tremebundo informe en el que desenmascara una APT (amenaza avanzada persistente) bautizada como Equation Group. El documento describe en detalle más de una década de ataques contra objetivos diplomáticos y vulnerabilidades emparentadas con Stuxnet, aquel malware presuntamente desarrollado al alimón por Estados Unidos e Israel para desbaratar los planes nucleares de Irán.
Eugene Kaspersky, el extrovertido fundador de la compañía, ha precisado que no está en condiciones de confirmar si Equation es una creación de la NSA, porque sus expertos «sólo se ocupan del análisis técnico, no de atribuir la autoría del malware». Aunque no identificó a los autores, los describió como «uno de los más grupos de ciberatacantes más sofisticados del mundo y la amenaza más avanzada que hemos visto». La lista de países afectados por la prolongada infección incluye Irán, Rusia, Afganistán, Pakistán, India y China, y en menor escala Indonesia y Vietnam. Los objetivos han sido organismos gubernamentales, empresas de telecomunicaciones, energía, petróleo e investigación nuclear. Este malware contiene un mecanismo de autodestrucción, que ha dificultado su detección durante los 14 años que se estima ha permanecido activo.
El instrumento del que se han valido los atacantes ha sido la inoculación de un código malicioso en el firmware de discos duros de la mayoría de marcas conocidas: Western Digital, Seagate, Toshiba, Maxtor, Samsung e Hitachi. Al alojarse en el firmware, el código no puede ser escaneado y sobrevive al reformateado del disco. Sólo el fabricante podría removerlo, según el informe. Las distintas variantes del virus creada a lo largo de los años reciben nombres como DoubleFantasy, Fanny, GreyFisch y Equation Drug, además del celebérrimo y letal Stuxnet. Todos siguen vivos, bien agazapados en alguna parte.
El célebre cazador ruso de virus se ha apuntado otro tanto al desvelar que una red de hackers formada por individuos de Rusia, Ucrania, otros países del este de Europa y China, se han valido desde 2013 de un software que Kaspersky llama Carbanak para sustraer dinero de un centenar de bancos – no especificados – en 30 países. Prácticamente toda la banca rusa ha sido víctima del engaño, pero ninguna entidad estadounidense. El monto total se estima en 1.000 millones de dólares, segmentado en paquetes inferiores a 10 millones «para no llamar la atención» (sic), y sin afectar a cuentas de clientes. A un solo banco le sustrajeron 7,3 millones reprogramando el sistema de sus cajeros automáticos, y a otro 10 millones apoderándose de su plataforma online. Se trata de una banda de ladrones de bancos «muy creativa», según Sergey Golovanov, director de investigación de Kaspersky Lab. A ver qué sorpresa nos depara su próximo boletín.
Los departamentos de asuntos públicos se hacen más visibles en las estructuras de las empresas de tecnología, solapados entre los servicios jurídicos y las relaciones públicas. Sus presupuestos aumentan, porque los problemas proliferan. Publicidad, privacidad, ciberseguridad, patentes, fiscalidad, inmigración, energía, drones, wearables, protección de datos y pagos móviles son algunos de los dosieres que maneja un ejército de lobistas. A veces, las empresas tecnológicas forman alianzas en unos temas pero lo más frecuente es que sus intereses sólo coincidan, como ahora, en considerar que la vigilancia de la NSA ha sido nefasta para sus estrategias corporativas.
En Estados Unidos, influenciar en las decisiones políticas es considerado como una inversión tan legítima como desvelar preferencias ideológicas o contribuir a campañas electorales. Y el lobby es un negocio moderadamente regulado que, según los registros formales, mueve 3.200 millones de dólares en Estados Unidos (dato final de 2014). Las empresas de TI detentan la tercera plaza, con 380,4 millones, precedidas por los sectores financiero y sanitario. ¿En qué y quiénes se gastan ese dinero?
Un paradigma es Apple, quinta del ranking del sector: ha pasado del olímpico desprecio de Steve Jobs por los políticos a dedicar 4,1 millones de dólares en 2014 (un 24% más que en 2013) para contrarrestar las suspicacias de Washington hacia, entre otros asuntos, el control sobre los datos de usuarios de sus productos, entre ellos HealthKit y el smartwatch próximo a aparecer.
Apple es sólo una de las diez empresas de esta industria que más dinero destinan a actividades de lobby. La que más, Google, que el año pasado gastó 17 millones y tiene una vasta oficina de representación en el DC, calle I entre 11 y 12, dirigida por una ex representante republicana, Susan Molinari. En el ranking del Centre for Responsive Politics – sin sumar las contribuciones a campañas políticas – aparece en segundo lugar Facebook, con 9,3 millones (6,4 millones en 2013), que publica un detallado informe de su actividad para ´evangelizar` a los legisladores acerca de asuntos vitales para ella, como la privacidad y la seguridad, o incluso lograr apoyo diplomático en los países que le ponen trabas.
Amazon tiene varios tentáculos en la capital estadounidense: por un lado, necesita contrarrestar las críticas de sus competidores Microsoft e IBM, disconformes con que la CIA le haya otorgado un contrato de cloud, pero en su faceta comercial se ha visto envuelta en controversias acerca de su proyecto de entrega de paquetes mediante drones, o el mínimo de edad autorizado para comprar aplicaciones. Jeff Bezos tiene una baza adicional que jugar: en su condición de propietario del Washington Post, se le ve a menudo comiendo con políticos en la ciudad donde se hacen las leyes.
Históricamente, Microsoft ha dedicado mucho dinero a actividades de lobby y, pese a ello ha encajado varias derrotas, pero últimamente parecen haber remitido sus contenciosos: su gasto en Estados Unidos ha bajado de 9,5 a 8,2 millones de dólares. En Europa, no obstante, sigue siendo la primera de la lista compilada por Lobby Facts, con 4,5 millones de euros. Un caso curioso es Huawei, a la que el registro europeo de transparencia atribuye un gasto total de 3 millones de euros, en contraste con los modestos 300.000 dólares que habría dedicado en Estados Unidos a combatir, infructuosamente, la hostilidad política que afronta desde hace años.
Aunque los medios norteamericanos suelen quejarse del acoso al que estarían sometidas las empresas de su país en una Europa demasiado regulada, su esfuerzo de lobby en Bruselas es limitado: en total, los 10 primeros de cada lista han gastado 18 millones de euros en Europa y el equivalente a 53 millones de euros en Estados Unidos. Una desproporción que puede explicarse porque en Estados Unidos, la política está imbricada en su contexto operativo. Las múltiples ramificaciones del caso Snowden, y la presión de la Casa Blanca para que las empresas de Internet colaboren con su política de ciberseguridad son temas que tienen gran calado, como ha demostrado la tibia, más que tibia acogida, que ha merecido la semana pasada la visita de Barack Obama al Silicon Valley, territorio donde tuvo en tiempos grandes valedores que ahora prefieren eludirlo.
Parece que Cisco ha dejado atrás una larga serie de trimestres en declive: el cerrado en enero – segundo de su año fiscal – ha devuelto la confianza a los inversores, con lo que la capitalización bursátil subió hasta los 150.000 millones de dólares, cifra desconocida desde noviembre del 2007. Los ingresos crecieron un 7% [11.900 millones] y el beneficio neto subió de 1.400 a 2.400 millones, sorprendiendo a Wall Street por segunda vez consecutiva. La única mancha en los resultados ha sido el retroceso del 1% en las ventas a proveedores de servicios, pero incluso este dato resulta mucho mejor que el retroceso medio del 10% en un año y medio. Es un buen signo, según John Chambers; aunque el capex de esa categoría de clientes seguirá cayendo, Cisco espera mejorar cuota de mercado en detrimento de sus competidores.
No faltaron anécdotas durante la conferencia con analistas. Chambers replicó secamente a Rod Hall, de JP Morgan, quien había sugerido que el negocio de switching [el 30% de los ingresos totales de Cisco] ha tocado techo tras crecer un 11% gracias a las ventas de su renovada línea Nexus. «No estoy de acuerdo en absoluto – replicó el CEO de la compañía – porque me consta que estamos cerrando acuerdos que no hubiéramos podido cerrar hace un año». El pique pudo obedecer a una pregunta anterior de Hall, que le reclamó precisiones acerca de sus planes de sucesión. «[…] la próxima vez que usted sepa algo sobre el tema, Rod, será el día en que yo tenga algo que anunciar». En 2012, Chambers dejó caer que estaba pensando dejar el puesto que ocupa desde enero de 1995 y a partir de entonces, toda mención a la sucesión ha sido acallada en el mismo tono.
A poco que se repasen las cifras del trimestre, es fácil entender que Chambers prefiera consumar los objetivos de una transformación que inició hace más de tres años antes de salir de escena con todos los méritos para seguir como chairman. En términos generales, puede decirse que Cisco ha cambiado en estos años su eje de gravedad, de las telecos a los centros de datos, el software y los servicios. En estos segmentos de negocio [cloud, seguridad, analytics] el crecimiento ha sido de dos dígitos. Por otro lado, su oferta ´convergente` que tiene a medias con NetApp ha desbaratado la alianza con EMC y VMware, y fue encomiada como uno de los éxitos del trimestre «sin solapamiento competitivo».
No anda descaminado el analista Ittai Kidron cuando escribe: «la racha descendente que ha vivido Cisco ha tenido mucho que ver con un exceso de dependencia respecto de los operadores […] he visto a otras compañías hundirse cuando uno o más de estos clientes, tras prometerles que ampliarían sus capacidades, se echaban atrás a la hora de invertir. En una industria tan regulada como esta, las promesas de los operadores suelen ser un instrumento para obtener concesiones, pero luego las inversiones se aparcan hasta que el beneficio esté suficientemente garantizado».
Una de las satisfacciones de las que presumió Chambers ante los analistas fue el haber duplicado la base de clientes de su propuesta de Application Centric Infrastructure (ACI) nombre comercial que aplica a lo que el resto de la industria conoce con la sigla SDN (software-defined networking): de 580 pasó a 970 y luego a 1.700 clientes. «We´re back with a vengeance«, dijo, y como alguien le preguntó si se estaba refiriendo a VMware, la respùesta fue punzante: «Vemos a VMware como un competidor ´aspiracional` al que derrotar, y cuando le derrotemos nos vamos a divertir; quisiera ser mejor persona y poder decir otra cosa, pero así son las cosas».
La apreciación del dólar podría ser un problema en el siguiente trimestre, porque las ventas fuera de Estados Unidos representan el 51% de los ingresos de Cisco. Por ahora, no ha calculado ese impacto, y los resultados son buenos en todas las geografías. En Europa, el crecimiento fue del 7% interanual, claro que la comparación tiene truco: hace seis trimestres, era un 4% negativo y hace un año el 2% negativo. «Cuando vemos que en el sur de Europa hemos crecido un 20%, mi conclusión es que ninguno de nuestros competidores crece tanto en esta región, y algunos ni siquiera crecen». Por lo que se ve, Chambers está pletórico.
Como cada vez que una tecnología, o un conjunto de tecnologías, es jaleada acríticamente como «nuevo paradigma», se está hablando y escribiendo últimamente sobre Internet de las Cosas como si no planteara incógnitas ni problemas. Es un boom, una promesa de negocios, y por tanto una fuente inagotable de notas de prensa triviales. La industria tiene que tomar posiciones ante un fenómeno que no puede ignorar, y una manera de hacerlo es mediante adquisiciones preventivas.
Según un informe de Ernst & Young (E&Y), 2014 registró el mayor número (959), y el mayor valor (237.000 millones de dólares) de adquisiciones de empresas tecnológicas – en sentido amplio – niveles desconocidos desde los tiempos de la burbuja del 2000. No quiere decir que hoy haya riesgo de burbuja, qué va: por el contrario, E&Y señala que se están evitando los errores de entonces, cuando el fulgor de unos (pocos) éxitos alentó la euforia colectiva a la hora de poner precio a empresas que no tenían ingresos, ni beneficio ni tesorería ni, en muchos casos, nada útil que ofrecer.
En este panorama, el informe destaca el entusiasmo por una categoría «paradigmática»: IoT. Si las previsiones sobre el futuro de Internet de las cosas son atinadas, habrá que resolver problemas de conectividad, seguridad, procesamiento y análisis de la información, sin contar con la habilidad para ajustarse a unos estándares y una regulación que aún no existen. Es la razón por la que se espera un aluvión de adquisiciones en 2015. Ya en 2014, dos de las diez mayores operaciones tuvieron por protagonista a la industria de semiconductores y sensores, precisamente por su interés en controlar tecnologías asociadas al variable perímetro de IoT.
Por otro lado, 451 Research ha puesto números a esta tendencia, al reseñar 60 startups vinculadas a IoT que en 2014 se vendieron por 14.000 millones en total. Cuatro veces más que en 2013 en número, y el doble en valor. Compañías como Google, Cisco, Samsung, Intel y Qualcomm han tomado iniciativas para colocar IoT como uno de los ejes de sus estrategias. Los autores deducen que no se van a quedar quietas en 2015 y que suscitarán imitación a todos los niveles.
Jeff Liu, analista de E&Y, escribe: «las compañías tecnológicas seguirán haciendo adquisiciones para mantener el sorprendente ritmo de cambio y reorientar sus operaciones hacia nuevas realidades del mercado; buscarán gemas ocultas en empresas innovadoras cuyos nombres desconocemos».
Entre las adquisiciones de IoT en 2014 hay que distinguir las horizontales (de infraestructura) de las verticales (de aplicaciones). Entre las primeras, hubo 20 de especialistas en sensores, semiconductores, plataformas de software, seguridad y conectividad. Entre las verticales, la actividad más notoria es la de transporte y logística (11 transacciones), seguida por ese cajón de sastre llamado fitness and healthcare. El resto, no desglosado, correspondería a una miscelánea en la que parece prevalecer el segmento de home automation. Supongo – ninguno de los informes que he visto lo mencionan – que han quedado fuera las operaciones relacionadas con la corriente del coche conectado, que no han de ser pocas pero se registran como otra industria.
Resumo las principales adquisiciones identificadas por 451 Research: los 3.200 millones que Google pagó por Nest Labs, que a su vez compró luego Dropcam por 555 millones; la de Axeda por PTC (170 millones); la de Basis Science por Intel, que sigue reforzando su cartera en estas tecnologías con la reciente decisión, ya en 2015, de Lantiq; el desembolso no revelado de ARM para tomar el control de Offspak, especialista de seguridad embebida; por último, BlueGiga ha caído en manos de Silicon Labs, empresa ascendente en el diseño de semiconductores para M2M. Cisco juega en varios tableros a la vez, pero en el de IoT ha adquirido dos startups indias que previamente había apoyado a través de su fondo de inversiones. Samsung se ha reforzado en este campo, nuevo para ella, con SmartThings, que compró en agosto; desde entonces, ha duplicado el número de aplicaciones para esta plataforma, que espero podamos conocer dentro de unos días en el Mobile World Congress.
El nombre de Lu Wei no nos dice nada, pero la prensa lo identifica a veces como «el zar de Internet en China», título que probablemente le queda corto porque es el número dos del departamento de propaganda del Partido Comunista. De visita en Washington, declaró hace poco que las empresas extranjeras que quieran hacer negocios en su país, deberían preocuparse menos por ganar dinero que por «comportarse como amigos». La frase viene muy a cuento del desenlace hallado al largo contencioso entre Qualcomm y la NDRC, sigla en inglés de la comisión ´de desarrollo y reforma` que se ocupa de vigilar el cumplimiento de las leyes chinas contra las prácticas monopólicas, la corrupción y la evasión fiscal.
La querella se ha cerrado esta semana con una multa de 975 millones de dólares que Qualcomm ha pagado de inmediato, por haber abusado de su posición dominante en el mercado de procesadores y chipsets para smartphones. Al mismo tiempo, la empresa ha renunciado a recurrir la sanción. La cotización de Qualcomm subió un 4% al quedar liberada del problema que ha tenido en vilo a la compañía. ¿Aquí paz y después gloria? No lo creo. El «acuerdo» estipula cambios esenciales en la política de licencias de la empresa en un mercado que representa aproximadamente la mitad de sus ingresos, y puede crearle problemas en otros mercados.
Qualcomm cobraba a los fabricantes chinos royalties calculados en el 5% del precio mayorista de los móviles 3G y el 3,5% de los 4G fabricados en China. La NDRC objetaba este modo de cálculo, sosteniendo que sería más justo relacionar los royalties con el valor de las patentes involucradas. De haberse aplicado esta fórmula, justa o no, los conflictos hubieran sido constantes, por lo que la comisión prefirió no insistir. Por esta razón, el único triunfo del que pudo presumir Derek Aberle, presidente de la compañía, es que la tarifa seguirá intacta. El truco está en que se aplicará sobre el 65% del precio de los dispositivos concernidos, en lugar del 100% como ocurría hasta ahora, por lo que el coste bajará. Aunque China es el primer origen de los smartphones que se venden en el mundo – ya sea por marcas locales o por los contratos de facturación para marcas extranjeras – el riesgo potencial es que clientes de otros países pregunten por la diferencia de tratamiento: de hecho, el resultado es un doble rasero injustificable. Si a esto se añade que el precio mayorista medio de un smartphone ha bajado de 135 a 102 dólares el año pasado, Qualcomm hace bien en seguir buscando otras fuentes de ingresos.
Como parte de la solución, Qualcomm ha accedido a cambiar su práctica de exigir a sus clientes pactos de licencias cruzadas. Esto lo hacía para protegerse contra eventuales disputas, pero también para tener derecho a incorporar esa propiedad intelectual a los productos que vendía a terceros. Esa fórmula penalizaba a los fabricantes que poseen fuertes carteras de patentes, como Huawei o ZTE, y favorecía a otras, como Xiaomi, que carecen de tales activos. Según Aberle, este desequilibrio será corregido.
Las ramificaciones industriales del litigio son varias. Huawei, por ejemplo, ha optado por usar en algunos modelos de alta gama su procesador HiSilicon en lugar de la familia Snapdragon. Recientemente, trascendió la renuncia de Samsung a utilizar el Snapdragon 810 de Qualcomm en su Galaxy S6, que presentará dentro de un par de semanas.
La sanción económica contra Qualcomm equivale al doble del total de multas aplicadas por violación de la ley antimonopolio en 2014, año en el que las autoridades chinas exacerbaron su severo nacionalismo tecnológico. Otras compañías – Microsoft y Google son casos notorios pero no los únicos – han sufrido trabas y amenazas económicas. Un caso singular es el de Intel, que ante ese peligro optó por «inocularse» contra esas amenazas firmando un acuerdo para invertir 1.500 millones en un fabricante chino de chips Tsinghua.
De los problemas de Qualcomm con las autoridades chinas ha sacado tajada MediaTek, fabricante taiwanés que en los últimos tiempos se ha dedicado a seducir a los clientes de aquella. Pero la política oficial es muy clara: desarrollar una industria china de semiconductores; finalidad de una task force dotada de recursos para invertir en el sector e incluso comprar pequeñas empresas occidentales que tengan capacidad de diseño de procesadores especializados.