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De ciertos personajes «carismáticos» de esta industria, es normal esperar que de su boca salgan frases hirientes para un competidor aborrecidos. En el caso de Michael Dell, la diana preferida es HP. Poco importa quién y cuándo empezó las hostilidades: los ataques verbales han sido una regla de las relaciones entre las dos empresas durante años, y se han acentuado desde que Dell tomó la iniciativa de retirar de la bolsa su empresa, con lo que abrió una fase de debilidad que HP quiso aprovechar para arrebatarle socios y clientes. El primer año de Dell como empresa privada (es decir, no cotizada) ha coincidido con el movimiento para escindir HP en dos empresas separadas. En esta circunstancia se celebró en Austin (Texas) la conferencia Dell World 2014.
Una de las frases con las que Michael Dell animó a la audiencia de su show fue calificar el proceso abierto por Meg Whitman en HP como «innecesariamente caótico», motivado por el deseo de agradar a los accionistas, pero sin interés real para los clientes. A IBM le dedicó esta colleja: «para estar en el juego de las soluciones de extremo a extremo, hay que tener fuerza en los dos extremos o te sales de la cancha».
La conferencia de Austin tenía el propósito de cohesionar el canal a un año de la privatización. Vehementemente, el fundador y principal accionista proclamó “que la compañía ha liberado sus fuerzas de las ataduras del mercado bursátil, para enfocarlas en el futuro, con una década por delante y no el próximo trimestre o el próximo año, como hemos tenido que vivir durante un cuarto de siglo”.
Según Michael Dell, «hubiéramos podido seguir cotizando en bolsa, pero en ese caso los avances hubieran sido más lentos, afectados por la constante discusión con ciertos accionistas [referencia al inversor Carl Icahn que trató de bloquear la operación] acerca de la recompra de acciones, los dividendos y las fusiones, un conjunto de presiones ajenas al interés por la salud a largo plazo de la compañía».
Las perturbaciones que vive la industria de las TI – diría en otro momento de su keynote – han creado oportunidades. Dell pintó su compañía como «un bastión de estabilidad en un paisaje turbulento […] en su día, supimos predecir los movimientos sísmicos que ahora se observan, y por eso somos la empresa integrada de TI de más rápido crecimiento durante este último año». No mencionó el recorte de 15.000 empleos como secuela de la privatización, en la que le ha acompañado el fondo de inversión Silver Lake.
No dio cifras de resultados ni – en tanto que empresa privada no tiene por qué darlas – pero compuso ´a la carta` una serie de indicadores para ilustrar sus logros del año: 1) crecimiento interanual en todas las regiones del mundo, 2) aumento de casi el 10% en sus ventas de PC en el tercer trimestre, 3) número uno en ventas de servidores en Estados Unidos, 4) doble digito de crecimiento en su negocio de software y 5) un 14,3% de crecimiento en almacenamiento, el doble que EMC y HP. «No podría estas más satisfecho», remató la faena.
Ratificó que Dell seguirá presente en el negocio del PC, a pesar del ruido mediático en contra. Hubo tiempo para presentar nuevos productos: una arquitectura de servidores con la que se apunta a la corriente de las infraestructuras convergentes y un sistema de almacenamiento flash.
La nube fue otro tema clave en conferencia, sin el cual Dell no rompería el sambenito de empresa de hardware: se anunció el lanzamiento en beta – sólo en Estados Unidos – de su cloud marketplace, que es como Dell denomina un mecanismo por el que se perfila como broker de servicios de terceros: «estamos estrechamente alineados con Microsoft, VMware y RedHat, sólidamente establecidos en las nubes privadas, persuadidos de que sobre nuestro hardware van a ejecutarse las soluciones de estos y otros proveedores de servicios cloud«. El tiempo dirá si estas propuestas han conseguido relanzar las relaciones de Dell con su canal – de eso trataba, en realidad, el ataque a HP, que se lo ha disputado duramente.
Google ha decidido que ya está bien de ser considerado un competidor menor en el mercado de cloud computing: cuenta con una infraestructura no menor – probablemente mayor y más extendida – que Amazon (AWS) y Microsoft (Azure), y sin embargo su oferta está lejos de representar una amenaza para los dos líderes de este mercado.
Así es como interpreto lo anunciado el martes en una jornada destinada a inaugurar una nueva fase en su estrategia en la nube, de la que me ha informado Mario Kotler desde San Francisco. En octubre, Microsoft ya tuvo su conferencia para anunciar novedades en Azure, la semana entrante, Amazon tendrá la suya y se esperan novedades de las gordas.
Google App Engine, una de las primeras plataformas cloud (2008) estaba orientada inicialmente a reclutar desarrolladores y startups, pero los años han pasado sin que la compañía acertara con el modelo de negocio y los procedimientos de marketing susceptibles de atraer a otro tipo de clientes, las empresas. Salvo excepciones, estas nunca han llegado a ver razones suficientes para considerar Google Cloud Engine, su otra oferta en la nube, como una alternativa.
Un rasgo importante del modelo IaaS de nube pública es la elasticidad – capacidad para achicar y expandir la capacidad de servicio, acorde con las necesidades del cliente – un concepto que con éxito ha explotado AWS en su servicio EC2, y que Microsoft ha incorporado recientemente en Azure. A partir de ahora, Google Cloud Engine introduce la función de autoescalado, para hacer posible correr aplicaciones cuyo patrón de cargas sea impredecible.
Por otro lado, Google es un caso único de compañía fuerte a la vez en los móviles y en la nube. Microsoft y Amazon van muy por detrás en los primeros y muy por delante en la segunda. De manera que no ha podido aprovechar el tirón para que la comunidad de desarrolladores de Android utilice masivamente su infraestructura cloud. Tras la adquisición de la empresa Firebase, ese problema parece en vías de resolverse.
El problema de Google no es la tecnología, sino su modelo de negocio en este campo. Si no diera un paso adelante, podría estar condenada a ser ignorada por las empresas que se suman a la corriente cloud. El martes, exteriorizó su voluntad de establecer un canal para la comercialización de su oferta en la nube. Es un propósito encomiable, pero nada sencillo de materializar, porque el canal es un gran desconocido para Google. Los servicios cloud viven una periódica – casi semanal – guerra de precios entre los tres actores principales. Amazon cuenta con su reconocimiento como líder, mientras Microsoft tiene una larga relación con las empresas… Google necesita diferenciarse de sus rivales creando oportunidades para unos partners que se atrevan a ir más allá del modelo convencional de reventa. Para estos, asociarse con Google puede ser atractivo, pero los márgenes no lo son, ¿cómo sacarle rentabilidad a la nube de Google?
La anécdota de la jornada: con ostensible orgullo, los ejecutivos de Google informaron de que un grupo de clientes de AWS [Airbnb, Netflix y Rovio] ha decidido repartir sus cargas entre la infraestructura de Amazon y la de Google. Son usuarios voluminosos, que AWS ha jaleado como pruebas de su superioridad, pero que parecen haber llegado a la conclusión de que tener dos proveedores compitiendo entre sí es mejor que tener uno solo.
Este newsletter de hoy es, digamos, especial. Normalmente su extensión es de unas 1.000 palabras, el de hoy lleva una imagen, que según la frase tópica debería valer más que 1.000 palabras. Personalmente, mantengo mi fidelidad a la prensa impresa, por lo que me identifico en la primera viñeta, e inevitablemente en la segunda. Reproduzco el comic, cuya fuente es http://www.geekculture.com.
¿Gracioso, verdad? Más que eso, en verdad, si se repara en los personajes reconocibles que rodean al inocente protagonista de la segunda viñeta. De izquierda a derecha vemos a Mark Zuckerberg (Facebook), Jeff Bezos (Amazon), Marissa Mayer (Yahoo), Dick Costolo (Twitter) y Sergey Brin (Google), pero echo de menos a Tim Cook (Apple). No falta una rica fauna de publicitarios y espías. Lo que el comic sugiere, según interpreto, son tres problemas de gran calado por resolver: quién es el dueño de los datos personales, cómo se remunera al usuario si este acepta cederlos, y cómo protegerlo de interferencias lícitas o ilícitas. Otro día hablaremos, más en serio, de la nueva directiva europea sobre protección de datos.
Aparentemente, habrían cambiado las tornas: el crecimiento de las ventas de PC en los mercados maduros en el tercer trimestre ha sido eclipsado por la floja demanda en los emergentes; lo contrario de lo que venía ocurriendo. Los informes publicados por las consultoras dejan un balance cuyo saldo no es concluyente: el mercado se estabiliza, pero sigue achicándose. El tercero de 2014 ha sido el noveno de diez trimestres en descenso, aunque más pequeño porcentualmente: -1,7% según IDC o -0,5% según estima Gartner. En números absolutos, se ha quedado a las puertas de los 80 millones de unidades, gracias (¿o pese?) al impulso estacional que fabricantes y minoristas llaman back-to-school. Leer más
Si yo fuera César Alierta, quizá pensaría que hay justicia poética en la situación que está viviendo Portugal Telecom. Los dueños del operador portugués han recibido una oferta de compra por 7.000 millones de euros del grupo francés Altice, propietario de Numericable y que recientemente compró SFR a Vivendi. Es el desenlace poco edificante de una ambición, la de su dimitido CEO Zeinal Bava, que en su día rechazó el proyecto de fusionarse con Telefónica, con la que compartía inversiones en Brasil, aduciendo que su objetivo era comandar el mercado lusófono de las telecomunicaciones para, desde esa posición, consolidarse como competidor global.
La ruptura accionarial con Telefónica dio lugar a que esta se hiciera con el control de la filial común a ambos socios ibéricos en Brasil, Vivo, que hoy es una pieza clave en su negocio. Bava puso entonces su ambición en otro objetivo, el cuarto operador brasileño, Oi, un condensado de sucesivas fusiones. Para quien conozca la historia de Portugal, esta peripecia le traerá una leve referencia a la de Pedro de Braganza y Borbón (el rey soldado), quien tras la invasión napoleónica se trasladó a Brasil, donde se declaró independiente de la metrópolis, adoptando el título de emperador. En 1826, Pedro I aspiró brevemente a recuperar el trono portugués; su hijo Pedro II (el magnánimo) se quedó en Brasil donde reinó durante 58 años hasta la proclamación de la república.
En cierto modo, Bava – nacido en Mozambique y educado en Cambridge – pretendió forjar un imperio. Supuso que podría dirigir PT instalándose en Rio de Janeiro, sede de Oi, que había comprado con los recursos de la venta de su participación en Vivo. Ocurrió, en realidad, que el excepcional auge del mercado brasileño contrastaba con el declive del portugués, hasta que el fiel de la balanza bursátil derrumbó aquel plan, y Bava tuvo que renegociar a la baja el porcentaje atribuido a los accionistas de la parte portuguesa. De 15 dólares que llegó a valer la acción de PT en 2010, cayó hasta 1,69 dólares al cierre de ayer, y esto tras subir su cotización al publicarse la oferta francesa.
La suerte de Bava quedó sellada con la escandalosa quiebra del Banco Espirito Santo, al que una subsidiaria de PT había prestado 900 millones de euros que no fueron suficientes para salvarlo. El otro ingrediente de la historia es que Oi – que ha acabado controlando PT – necesita hacer caja para participar en la consolidación del mercado brasileño. Se discuten dos posibilidades. Una fusión entre Oi y TIM (filial de Telecom Italia y segundo operador del país) o que este se lo repartan sus competidores. Según el diario Folha de São Paulo, el precio de TIM Brasil sería de 13.000 millones de dólares, de los que América Móvil desembolsaría el 40%, Telefónica el 32% y Oi el 28% restante. Pero hay una contraoferta italiana que quizá tenga el objetivo de subir el precio: comprar Oi para fusionarla con TIM, pagando el doble del precio actual de sus acciones.
Con este despliegue de fuerzas, las dos transacciones están relacionadas directamente. Habría cinco interesados en PT: la oferta de Altice está sobre la mesa, otras podrían llegar de los fondos Apax y Bain, y hay quien contempla algún movimiento de Vodafone. Un colega francés me llamó el lunes preguntando si Telefónica tendría interés en retomar su antiguo papel en el mercado portugués. Le dije que, en mi opinión, aquel papel tuvo más que ver con Brasil que con Portugal, y la historia lo confirma factualmente. Todo puede ser, y hasta tendría lógica interesarse por la cuota que PT tiene en la televisión de pago, obsesión presente del grupo español. Pero la experiencia ha dejado mal sabor, y no parece que una expansión ibérica esté entre las prioridades de César Alierta. Mucho menos si tuviera que pujar multiplicando por cinco o más veces el valor actual de PT en bolsa, lo que sería mal acogido por sus accionistas. Recuerdo muy bien la respuesta de Alierta en setiembre, cuando le preguntamos en Santander por qué fracasó su inversión en Telecom Italia: «porque no somos italianos».
Ahora que el DRAE recoge una nueva acepción de ´nube` [espacio de almacenamiento y procesamiento de datos y archivos ubicado en Internet, al que puede acceder el usuario desde cualquier dispositivo] queda resuelta la traducción de cloud computing, nos llega otra metáfora que, si llegara a imponerse, habrá que traducir: fog computing. Tarea sencilla en apariencia: computación en la niebla, sobre la que conviene detenerse. Irving Wladawsky-Berger, quien durante años fue estratega tecnológico de IBM, ha escrito un excelente resumen de la cuestión, que yo me permitiré resumir a mi vez, con la (vana) esperanza de que un concepto interesante no acabe machacado prematuralemente en papilla publicitaria.
La mayoría de los miles de millones de dispositivos y objetos que forman el universo que llamamos Internet de las Cosas (IoT) se encuentran «extramuros», fuera de los límites físicos de Internet. Su primera cualidad es la de generar volúmenes de datos que sólo son útiles si no conducen a acciones en tiempo real.
«No sería práctico mover los datos a una nube central para analizarlos y poner en marcha esas acciones; la computación y la inteligencia deberían estar lo más cerca posible del borde de Internet, único modo de facilitar su transporte y acelerar el tiempo de respuesta». De ahí nace la idea de fog computing, abanderada por Cisco en su reciente conferencia de Chicago .
En la definición de Cisco, fog computing es «una plataforma altamente virtualizada que provee servicios de computación, almacenamiento y networking entre los dispositivos finales y un centro de datos en la nube, típicamente localizado en el borde de la red». De lo que se deduce que la metáfora de fog complementa la de cloud en el sentido figurado de una nube que se acerca a la superficie terrestre. En la ´nube`, los datos generados por los sensores se transfieren y almacenan en el centro, donde son analizados para luego fluir por la red ordenando las acciones correspondientes. En ´la niebla`, el análisis se podría hacer en tiempo real muy cerca o en el mismo borde de Internet, por lo que las órdenes podrían tomar atajos a través de la red, y sólo los datos serían transferidos a la nube central.
Hacerlo sobre la actual Internet ´de las personas` requeriría un drástico cambio de tipología, y entrañaría al menos tres riesgos, explica Irving W-B, citando los trabajos de dos cientìficos de IBM: el coste de la conectividad sería prohibitivamente alto para un mercado que dependerá de modelos de negocio distintos, aún por identificar. «Mientras los usuarios tienden a sustituir sus dispositivos cada 18 a 36 meses, las piezas de IoT podrían durar años, tal vez décadas, sin necesidad de reemplazo».
Por otra parte, muchas de las soluciones propuestas para IoT carecen de valor intrínseco: la conectividad y la inteligencia son sólo un medio, no un fin en sí mismo, por lo que el valor (y la monetización) dependerá de otros factores que asociamos con la capacidad de analizar los datos recogidos. «[Sin embargo] sería poco realista pensar en que IoT se apoyará en la venta de los datos de los usuarios o en la publicidad […] el coste marginal de la capacidad adicional (publicidad) o la oferta incremental (datos de usuarios) es igual a cero».
Como el lector imaginará, el concepto de fog computing abre un fértil campo a la reflexión, de modo que con seguridad reaparecerá en crónicas de este blog. Entretanto, no está de más advertir que la niebla, como la nube, están semánticamente emparentadas con la bruma y la confusión.
El informe que se comenta en esta ocasión identifica a través de seis tendencias la figura del usuario español de tecnologías de la información: 1) es de los más digitales del mundo, 2) es multidispositivo, 3) exterioriza hábitos arraigados de acceso a contenidos digitales, 4) demanda velocidad y más velocidad, 5) no está dispuesto a aumentar su gasto en servicios digitales y 6) se dice preocupado por la seguridad y privacidad, pero tiene más confianza que la media global en sus proveedores de servicios digitales. Esta radiografía sucinta debería llevar a la industria de las TIC a un sinfín de oportunidades, pero estas no se manifiestan en las cifras del sector, tal como se presentan en el mismo documento. ¿Dónde está el problema?
El miércoles de la semana pasada, la (todavía) primera economía mundial se despertó sin la metadona que desde 2008 ha evitado su recaída en la Gran Depresión. En concreto, la Reserva Federal ha dado por terminado el ciclo de estímulo monetario conocido como Quantitative Easying, en el que ha desembolsado 3,5 billones [trillions] de dólares. La presidenta de la entidad, Janet Yellen, ha amagado con volver próximamente a los tipos de interés positivos, por considerar que se están dando en Estados Unidos las condiciones para volver a la normalidad: crecimiento del 3,5% en el PIB en el tercer trimestre, inflación del 1,7%, desempleo del 6% y déficit público en proporciones manejables. Son macroindicadores, habrá que ver cómo funcionan a partir de ahora.
Sólo 48 horas después, el Banco de Japón tomaba la dirección contraria: ponía en marcha un programa de compra de bonos [similar al abandonado por la Fed pero desde luego muy inferior] con la finalidad de recortar sus rendimientos, provocar una devaluación del yen y, por este medio, promover las exportaciones, componente vital para las empresas japonesas, que han vuelto a subir en la bolsa de Tokio, y salvar el empleo.
Liquidez. Es la palabra clave en las dos noticias de signo y timing opuesto. En EEUU, las tres rondas de QE han servido para reactivar la economía, pero también han facilitado ese desajuste que suele resumirse como ´financierización` de la economía real, con una secuela de desigualdad muy grave y que acabará pasando factura política, como podrá comprobar Barack Obama mañana en las elecciones de mitad de mandato.
La dicotomía entre bloques económicos se está manifestado en forma de perturbaciones de sus respectivas divisas: el dólar sube, el yen baja y el euro se deprecia correlativamente. Por ahora, es lo normal, pero esconde el peligro de que países con estructuras económicas dispares se lancen a la emulación con el mismo truco al mismo tiempo, como avisa el agudo John Authers.
Queda así demostrado que los bancos centrales tienen, entre otras cualidades, el poder de crear y gestionar expectativas. Una lección que sin duda conoce Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo. Esta semana – por otro lado, la primera de funcionamiento de la nueva Comisión Europea – puede ser crucial, si Draghi consigue sacudirse la retórica, desafiar a sus críticos y dar un golpe de timón monetario. El programa de compra de activos LTRO [que nuestros ingenios autóctonos bautizaron como ´litrona`] ha sido tímido, y ha tropezado con los prejuicios ideológicos de quienes siguen diciendo que la austeridad habrá sido buena sólo si se continúan las llamadas reformas estructurales [el Wall Street Journal, impertérrito, editorializaba el otro día sobre la necesidad de que España liberalize aún más el mercado laboral].
La faena que tienen por delante Draghi y el BCE es delicada: evitar que el estancamiento cíclico en el que Europa se ha instalado se convierta en estancamiento secular, como se advierte desde el otro lado del Atlántico, y evitar una réplica de la década perdida japonesa, que por lo visto es el camino que llevamos. Ningún economista podría sostener seriamente que en Europa la inflación es un riesgo; sin embargo, esta es la doctrina que subyace en algunas opiniones recientes.
La gran pregunta es ¿hasta dónde puede llegar Draghi?, ¿cuántos activos debería incorporar el BCE a su balance? Se ha sugerido que sería necesario hasta el 1% del PIB conjunto de la eurozona durante un par de años [entre 500.000 y 750.000 millones de euros] y concentrar el esfuerzo en los países meridionales desfasados con los septentrionales; quizás podría empezar a desmontar la bomba de relojería de la deuda soberana, ahora que parece tener encauzada la solvencia de los bancos de la eurozona, alicatados de nuevas. Me temo que el zorruno presidente del BCE tendrá que vencer la resistencia de los partidarios de seguir con el escarmiento.
Mientras tanto, en este mundillo en que me muevo, seguimos hablando de eficiencia, de ´hacer más con menos`, de ´innovación disruptiva`, empredimiento, marketing online y aplicaciones mágicas [lean mi crónica de hoy]. Hay quien disimula su escepticismo con la supuesta recuperación, etcétera, etcétera.
No quiero ni puedo extenderme, sólo decir que la economía no es en absoluto off topic para este blog. Un lector y buen amigo, alto directivo de una multinacional en España, me incitaba estos días a perseverar, con – cito casi literalmente – esta frase de sobremesa: «Leo con mucho interés tu newsletter cuando escribes sobre mi empresa y mis competidores; lo aprecio, pero echo en falta tus comentarios económicos de antes del verano». Gracias, amigo NN [nomen nescio], me da mucho gusto retomar la costumbre hoy, en este otoño tan raro que nos ha tocado.
Dice Travis Kalanick (38), fundador de Uber: «la industria del taxi estaba necesitando un revulsivo desde hace años, pero sólo la tecnología lo ha hecho realidad». Escribe John Gapper, columnista del Financial Times, «los taxistas [especialmente los de París, ya se sabe… cheesemongers] son una casta corporativa, incapaz de entender que la titularidad de una licencia no podrá por mucho tiempo ser un activo sustituto de un fondo de pensión». Con argumentos así, no extraña que los taxistas se revuelvan en las ciudades europeas donde opera Uber. El invento del emprendedor en serie Kalanick es el más elogiado y el más odiado de los nacidos en la era de las aplicaciones móviles. Leer más