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CES 2016: muchos coches, pero no autónomos

12/01/2016

La edición del CES de este año ha sido extraña. A falta de nuevos productos de electrónica de consumo capaces de dinamizar una demanda vacilante y así incrementar la facturación del sector con dispositivos y servicios innovadores y atractivos, se confiaba a priori que los coches serían el nuevo generador de valor para las compañías de TI e Internet, generalmente afincadas en el Silicon Valley. En cierto modo será así pero no exactamente como se vaticinaba. Los coches de los próximos años llevarán más electrónica, más ayudas al conductor y más conexiones con el mundo, pero la industria del automóvil se las ha arreglado para que no escapen a su control y el de sus marcas. Leer más

11Ene

11/01/2016

La primera semana del 2016, las bolsas europeas sufrieron la mayor caída en casi cinco años. En Estados Unidos, las empresas cotizadas perdieron de lunes a viernes 1,3 billones de dólares de capitalización bursátil, y de esta no se salvaron siquiera las estrellas del firmamento tecnológico. Hay una explicación inmediata: fueron arrastradas por el pánico provocado por el colapso de las bolsas chinas. Algunos recordaron que en febrero de 2007 una caída del 9% en Shanghai precipitó una corrida bursáril en Nueva York a los pocos segundos. La economía china no se inmutó: siguió creciendo, y la burbuja siguió inflándose hasta que, al final del año, llegó el rebote de la crisis financiera occidental.

La incertumbre ha vuelto – y no sólo a España, conviene no mirarse demasiado el ombligo – por una combinación de circunstancias que amenazan los muy débiles signos de recuperación de la economía mundial. Afortunadamente (?) el abaratamiento del petróleo equivale a una subvención temporal de nuestras economías, por no hablar de la lluvia de billetes que arrojan los bancos centrales. Las acciones que más influyen en los índices de EEUU y Europa han gozado de una liquidez que no encuentra mejor destino que el atesoramiento y la especulación, porque inversión se ve muy poquita. Así hemos arrancado este año en el que quisiéramos ser felices, por fin.

Vale, aceptemos la simpleza de que China ha sido el disparador. Las bolsas de Shanghai y Shenzhen sufrieron sucesivos batacazos, interrumpidos por las autoridades mediante el mecanismo de ´corto circuito`, que suspende las cotizaciones cuando los índices descienden un 7%. Una solución que es forzosamente transitoria, por dos razones: 1) su repetición acentuaría la desconfianza y 2) al gobierno chino no les disgustaría que las exageradas valoraciones en bolsa se enfriaran, siempre que fuera gradualmente para dar sensación de que controlan.

Tres analistas (chinos) de Bank of America/Merrill Lynch firman un paper según el cual la inestabilidad del sistema financiero chino será este año la regla, no la excepción, y aconsejan acostumbrarse sin dramatizar. Al fin y al cabo, incluso tras lo ocurrido, el Shanghai Composite Index está un 40% más alto que hace dos años, cuando empezó su carrera alcista. Por lo tanto, deberían producirse nuevos descensos, quizá no tan bruscos, y sus correspondientes paliativos.

El principal problema, dice el documento, es el elevado nivel alcanzado por la deuda del sector privado, que entre 2009 y 2014 ha subido hasta un 75% del PIB. «Históricamente, cualquier país en circunstancias similares se vería abocado a una dislocación de su sistema financiero, a recapitalzar los bancos, y a una o más devaluaciones, además de una inflación más allá de lo razonable».

Lo específico del caso chino es que el gobierno ha estimulado el fenómeno durante años, con garantías explícitas o implícitas, parte de una política de reconversión del modelo. Se buscaba que el consumo tomara el relevo (parcial) de la exportación como principal motor económico, Así ha sido: más que «fábrica del mundo», China pasó a ser el principal mercado en el que todo el mundo quería vender. Hasta que el genio escapó de la botella y la estrategia dejó de ser sostenible: la deuda acumulada tropezó con la disminución del retorno financiero.

Lógicamente, esta evolución está teniendo consecuencias sobre el negocio de las empresas tecnológicas occidentales en China, y pronto se verá de qué magnitud, cuando presenten sus resultados. La primera reacción del gobierno de Pekín ha sido depreciar otra vez su moneda, por segunda vez desde noviembre. En lugar de vincular el renminbi (o yuan, como se prefiera) al dólar, la referencia pasa a ser una cesta de trece monedas, una manera sibilina de devaluación con finalidades competitivas. En este contexto, incluso los analistas que elucubraban acerca de las cifras publicadas por Pekín han comenzado a decir que las estadísticas chinas no son verosímiles. No hay mayor incertidumbre que volar a ciegas; por cierto, ¿qué tal por casa?

8Ene

8/01/2016

Feliz año. Como hoy es viernes, no escribiré sobre el seísmo bursátil chino del lunes pasado y sus réplicas en las bolsas occidentales, que nada bueno auguran. Dedicaré este primer newsletter del 2016 a otro asunto, que tampoco es exactamente una alegría: el Consumer Electronics Show de Las Vegas ha dejado la impresión de que el mercado de gadgets languidece, o al menos parece afectado por la apatía de los consumidores. Un estudio desvelado estos días por Accenture lleva un título que, con o sin cálculo, resulta irónico: Igniting Growth in Consumer Technology. Digo que es irónico porque, tras haber entrevistado a 28.000 personas en 28 países (España entre ellos) lleva a la conclusión de que al crecimiento le falta chispa. A continuación, algunos datos:

* El mercado de smartphones ha alcanzado su madurez, y se desacelera. Globalmente, un 48% de los encuestados piensa comprar en 2016 un nuevo smartphone, nueve puntos porcentuales menos que un año antes. Las mayores caídas se esperan en países que hasta ahora han tenido los mayores crecimientos, como China o India [aunque la intención de compra es todavía superior al 60%].

* Aunque en teoría 2016 debería ser un año favorable para la venta de televisores, debido a los eventos deportivos internacionales, sólo el 30% tiene previsto comprar uno nuevo, porcentaje que implica nueve puntos menos que en 2015. También está de capa caída el ánimo con respecto a portátiles (30%) y tabletas (20%)

¿La explicación? Los consumidores se dicen «satisfechos» con los gadgets que tienen: un 56% con sus televisores, el 49% con sus portátiles, un 47% con sus smartphones y un 36% con sus tabletas. De media, el 47% no ve motivos para renovar sus dispositivos en uso. Quienes presumen que la luz al final del túnel está a la vista, deberían saber que el precio es un factor que echa para atrás al 62% de los usuarios de estas tecnologías. El segundo obstáculo (47%) es la inquietud con la privacidad y la seguridad: en otras palabras, el 42% esperarán a que la industria resuelva esos problemas y el 21% declara estar «hartos» de sufrirlos.

Sami Luukkonen, uno de los tres directores del estudio, resume así la situación con tres adjetivos: «la desaceleración de este mercado es irrefutable, seria y global […] se ha pasado el tiempo de lucir gadgets ostentosos, sólo porque están de moda; por el contrario, se busca que sean seguros, con preferencia para aquellos que presten algún servicio digital práctico y faciliten una colaboración más abierta».

Ante este cuadro, la primera reacción de la industria – se ha visto en el CES – es volcarse en nuevos dispositivos que encajen con el pretendido auge de IoT, pero Accenture alerta sobre resultados decepcionantes: las llamadas smart things estaría muy lejos de compensar el descenso de las categorías convencionales. Sólo el 13% de los encuestados tiene previsto – o eso dice – comprar un smartwatch este año. En cuanto a los cascos de realidad virtual, que han convocado multitudes en la feria de Las Vegas, sólo despiertan ganas de compra en el 8% de los entrevistados.

«No todo es lóbrego – añade Accenture. «El crecimiento de las nuevas categorías llegará, y cuando llegue será muy rápido, pero la industria tiene que tomar medidas AHORA MISMO [mayúsculas en el original] para que así ocurra. Los vencedores serán aquellos que trabajen con sus partners para impulsar innovaciones disruptivas que conecten a los humanos con la tecnología de manera que satisfaga sus necesidades fundamentales». Como recomendación, no está mal.

Ahora bien: Ben Bajarin, un analista al que respeto y consulto, ha escrito que el CES de este año abre una fase en la que la industria compite más con prototipos que con productos reales: «casi todo lo visto me ha parecido inacabado». Compañeros periodistas que han estado en Las Vegas me cuentan en privado – otra cosa es lo que publiquen los medios, de algo hay que vivir – que, aparte de prototipos de coches, no han visto novedades capaces de dar un vuelco a la demanda, e incluso esos coches fantásticos no llegarán pronto al mercado, o no van a incorporar pronto las tecnologías que han mostrado inmaduras.

Mario Kotler, colaborador de este blog, me escribe el siguiente mail: «creo que podría contar con los dedos de las manos los anuncios del CES 2015 que doce meses después han resistido la prueba del mercado». Teme Mario que ocurra lo mismo en 2016. Ya veremos, pero el hecho de que la industria del automóvil acaparara el estrellato y las noticias invita a la reflexión: nunca había ocurrido que Las Vegas fuera poco más que un prólogo del salón de Detroit. Permitan una coda: que Intel tuviera que contratar a Lady Gaga para dar empaque (?) al inevitable viraje de su empresa hacia campos cuya fertilidad está por comprobar, no me parece un buen síntoma. Con todos mis respetos por Brian Krzanich.

La banca prefiere colaborar con su sombra

8/01/2016

Como suele pasar con los de su género, el estudioFintech 2.0: rebooting financial services, no viene del limbo ni pretende ser neutral. Tiene un objetivo marcado a priori: argumentar a favor de la colaboración de la banca con esos nuevos competidores colectivamente bautizados como Fintech, otras veces llamados «banca en la sombra», que penetran con audacia en segmentos – en principio los más rentables – del negocio bancario. Es lógico que el documento adopte ese punto de vista: ha sido promovido por Innoventures, filial del Banco Santander, y pone de manifiesto que las entidades financieras no se quedarán de brazos cruzados ante el desembarco, pero eludirán la confrontación directa. Leer más

Polifacética gestión de los datos (y 2)

5/01/2016

Esta es la segunda parte del post de ayer, que presentaba varias propuestas cuyo común denominador es la gestión de los datos corporativos mediante herramientas y plataformas que siguen casuísticas variables según el entorno de que se trate. El origen de la crónica es, nuevamente, la participación de este blog como miembro español del grupo IT Press Tour, formado por una docena de periodistas europeos que regularmente visitan empresas del Silicon Valley [en esta ocasión orientadas a aplicaciones; otras centradas en la infraestructura]. Normalmente, dejan como lección un contraste con ciertos mitos circulantes en España acerca de cómo funcionan las startups californianas. Leer más

Polifacética gestión de los datos (1)

4/01/2016

Por activa y por pasiva, se ha dicho y repetido que los datos son fuente de valor – hay quien afirma que la primera fuente – para cualquier empresa de nuestros días. A menudo se habla de los datos como «materia prima» de los negocios, una afirmación discutible si no se consideran factores que completan la ecuación. Aun así, no hay duda de que es fundamental para las empresas tener acceso a toda la información relativa a sus clientes, su marca, sus productos, sus empleados y sus proveedores, y así de seguido. La fórmula consagrada lo resume en dos palabras: Big Data. Pero es una fórmula, una aproximación genérica. Tanto o más importante que el acceso es la gestión que se haga de los datos. Leer más

Basho, otro paladín de NoSQL

22/12/2015

El volumen de datos creados en el mundo ha pasado de 1.800 millones de gigabytes en 2011 a 7.900 millones en 2015, entre otras razones por la multiplicación de los terminales móviles y los sensores relacionados con IoT, según un informe de IDC. En estas cifras se apoyó Dave McCrory, CTO de Basho Technologies, con el argumento de que «las bases de datos relacionales no son capaces de soportar esta evolución inevitable». Este fue la premisa que McCrory sostuvo durante el encuentro con periodistas europeos para presentar su compañía, uno de los adalides de las bases de datos NoSQL, que han encontrado en IoT una nueva razón de ser tras 40 años de existir como tecnología minoritaria. Leer más

18Dic

18/12/2015

Llevan razón quienes me han dicho que mi comentario del miércoles apenas aludía a China, protagonista ineludible de la economía mundial. Llevan razón, digo, pero han de entender que el espacio de un newsletter es limitado. Trataré de no excederme hoy, pero tendré que relacionar la cuestión con su impacto sobre sector de las TI.

Puede que, acostumbrados como estamos a pensar en el euro, prestemos menos atención a otras monedas. Hoy, al menos, enmendaré esa visión dever la economía con la mirada del euro, Hace un par de semanas, el renminbi, la divisa oficial china [yuan es el nombre de la unidad monetaria] tocó el cambio más bajo frente al dólar en cuatro años, fruto de una decisión política que pretende mantener su valor en una banda fija. Esa política, inducida por el alza reciente del dólar, ha dado como resultado que las reservas de moneda extranjera cayeran un 14% en dos años. Esta es la relación directa entre la decisión que se anticipaba tomaría la Fed y la presunta intención de Pekín de devaluar su moneda. El peligro – dicen los que saben – es que la depreciación del RMB degenere en una guerra monetaria inicialmente limitada a las divisas asiáticas por razones de competitividad en el comercio exterior.

Por otro lado, el FMI ha acordado incluir el RMB en la cesta de monedas que determina el valor de sus derechos especiales de giro, lo que equivale a legitimar su rol como moneda internacional de reserva. Esto no significa que el RMB sea convertible [el gobierno chino ha prometido esa decisión para 2020] pero evidencia un hecho: la integración de China en la economía global exige una traducción política, como ha reconocido Christine Lagarde.

Leyendo entre líneas, uno puede entender que se trata de evitar que China alimente la fantasía de montar una esfera monetaria propia a partir de la influencia que ha ganado en países subdesarrollados muy descontentos con las instituciones dirigidas desde Washington.¿Una exageración? Quizás. Es fácil equivocarse con las proporciones cuando se habla de China: no es de esperar que el RMB juegue un papel relevante en el sistema financiero internacional: el 90% del comercio mundial se denomina en dólares. Lo que no obsta para que el impetuoso crecimiento de la economía china haya contribuído al crecimiento de la economía global en los últimos 20 años. No verlo sería miopía.

Pero, ahora mismo, las estadísticas revelan que la economía china pasa por una fase – probablemente prolongada – de debilitamiento. El crecimiento del PIB ha sido en septiembre del 6,9%, el más flojo desde el 2009, las exportaciones han caído un 6,8% en un año; el discurso gubernamental sugiere que es consecuencia de la sustitución deliberada de una economía basada en la exportación por otra que privilegie el consumo interno. Ese es el objetivo, pero el coste en los últimos años ha sido la pérdida de 20 millones de puestos de trabajo, pese a los estímulos que combinan crédito barato con inversiones en infraestructuras.

Los propios economistas chinos admiten, sin alejarse de la doctrina, que el crecimiento basado en inversiones masivas toca techo, y que es necesario otro modelo. Mientras tanto, la incertidumbre es lógica.

Ahora bien, a lo nuestro: ¿qué efecto tienen estas circunstancias sobre las empresas de TI de las que se ocupa este blog? En principio, las que – como Apple – necesitan apoyar su propio crecimiento en el del mercado chino, una depreciación del RMB significaría menos ingresos en dólares. Y, por seguir con el ejemplo, implicaría que el principal contratista de Apple, la empresa china Foxconn, podrá producir más barato en casa y recibir más dólares por su papel en la cadena de valor. Cito intencionadamente la relación entre Apple y Foxcon, porque para la primera las ventas en China se han duplicado en los últimos trimestres, lo que da una idea del trastorno que podría significar que Pekin adoptara una política moenetaria más competitiva.

Una portavoz de Apple en China ha declarado que la compañía ajustará sus precios locales para compensar la depreciación – todavía débil – del RMB, pero la frase sugiere que podría abrirse una renegociación con su proveedor, que depende en gran medida de ese cliente que le paga en dólares.

Las marcas chinas, cada vez más incisivas en los mercados occidentales, saldrían beneficiadas. Lenovo y Huawei – que facturan en dólares sus ventas en Occidente – tendrían ventajas no sólo por sus costes de fabricación sino por la diferencia cambiaria.

Si ya en los últimos dos años se ha hecho costumbre que las empresas del sector tecnológico desglosen sus cuentas de modo que refleje el impacto cambiario, más habitual será en los tiempos que se avecinan. Ninguna de ellas puede renunciar a estar presente en la segunda economía del mundo.

Casi no hay directivo importante de una gran compañía de Estados Unidos que no haya peregrinado a Pekin para sondear las aguas de la política china. Es previsible que capitales chinos se ofrezcan como partners privilegiados para «ayudarlos» a manejarse en la nueva realidad monetaria.

Pionera en este modelo de relación ha sido HP [ahora HPE] al firmar un acuerdo con el ascendente grupo Tsinghua, el mismo que anda presentando ofertas por fabricantes estadounidenses de semiconductores pese a saber que serán vetados. Estos asuntos colaterales me llevarían demasiado lejos.

16Dic

16/12/2015

Llama la atención que en la campaña electoral, los candidatos (los cuatro principales, al menos) luzcan tan convencidos de que la economía española va por libre y la política económica se decide en Madrid, contra toda evidencia. No he leído ni escuchado – ni de ellos ni de sus asesores – argumentos que incorporen una variante fundamental, los avatares de la economía mundial y las decisiones ajenas que condicionarán sus márgenes de maniobra, en el gobierno como en la oposición, durante la legislatura que se elegirá el domingo próximo.

Sin más rodeos, hoy por la tarde se espera que la Reserva Federal eleve su tipo de interés de referencia, por primera vez desde 2008. Será sólo un cuarto de punto, pero si tuviera que volver a subirlo en 2016, la presidenta de la Fed, Janet Yellen, se cuidará mucho de decirlo ahora mismo. Los mercados de bonos, cada vez más poderosos, y a su manera las bolsas, ya tienen descontada la subida del precio del dinero, así que no habrá sorpresas ni polémica. A su vez, los agentes de la economía real –entre ellos las empresas de TI y sus clientes – no tienen tan claros los efectos del movimiento. Saben, por supuesto, que es un reconocimiento oficial de que los riesgos recesivos han pasado para la economía estadounidense, embarcada en una fase ascendente pero que no puede tirar sola de la economía mundial, si otros bloques y países no acompañan.

El primer objetivo de la Fed es generar inflación – lo que para muchos hubiera sido anatema tiempo atrás – y mantenerla bajo control. El índice de precios al consumo en EEUU ha subido sólo el 0,2% en los últimos doce meses, y la inflación subyacente [que excluye alimentos y energía] está en el 1,9%. Al dar un empujoncito al precio dinero, se busca provocar que el CPI [nuestro IPC] alcance en dos años al 2%. El desempleo ha caído del 10% al 5%, creando 13 millones de empleos, por lo general precarios y mal pagados [¿a alguien le suena?] situación que, en teoría, debería inducir a las empresas a subir los salarios para contratar mano de obra. Pero no mucho, porque la producción podría desplazarse fuera. Por cierto: la productividad ha bajado.

Una consecuencia probable sería la apreciación del dólar, perspectiva que dislocaría nuevamente el comercio mundial, sobre todo ahora que China juega sin disimulo a la depreciación del yuan . En fin, nadie ignora que la economía mundial es un ´ecosistema` interconectado, y que la divergencia del ciclo a ambos lados del Atlántico es un factor de riesgo.

A diferencia de Estados Unidos, Europa sigue estancada en un crecimiento mínimo y, en el mejor de los casos, francamente lento. En el conjunto de la zona euro, la demanda es todavía inferior a la anterior a la crisis, y el desempleo ha bajado sólo unas décimas desde el pico que alcanzó en 2013. Conviene no engañarse ni engañar: los europeos seguiremos dependiendo de la metadona que se administra en Frankfurt: el BCE ha tomado la inusitada iniciativa de avisar desde ya que tiene intención de prolongar las inyecciones de liquidez [60.000 millones mensuales, que se dice pronto] por seis meses adicionales, hasta marzo de 2017 («y más allá si fuera necesario», según Mario Draghi).

El economista italiano Marco Valli, que conoce bien a su paisano Draghi, comenta que el presidente del BCE «quiere guardarse pólvora seca por si fueran necesarios más estímulos». Una mayor agresividad del BCE probablemente tropezaría con la resistencia alemana, ortodoxamente obsesionada con una inflación que no se ve por ningún lado: cerrará 2015 al 0.1% y, de seguir así las cosas, no iría más lejos que el 1% a finales del año próximo.

En estas condiciones, algunos indicadores españoles podrían resultar engañosos: es cierto que el consumo se ha reactivado, pero en general es un consumo cutre, espoleado por los descuentos [y salga el sol por Antequera] o que acentúa la dualidad social [francamente, no me parece un buen síntoma que los coches con más demanda sean los de gama alta]. La inversión, que probablemente es lo que anhelan muchos lectores, sigue adormecida, cuando no congelada; no pocos de mis interlocutores opinan que no se despertará hasta que se supere lo que ellos interpretan como incertidumbre política.


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