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  18/12/2015

18Dic

Llevan razón quienes me han dicho que mi comentario del miércoles apenas aludía a China, protagonista ineludible de la economía mundial. Llevan razón, digo, pero han de entender que el espacio de un newsletter es limitado. Trataré de no excederme hoy, pero tendré que relacionar la cuestión con su impacto sobre sector de las TI.

Puede que, acostumbrados como estamos a pensar en el euro, prestemos menos atención a otras monedas. Hoy, al menos, enmendaré esa visión dever la economía con la mirada del euro, Hace un par de semanas, el renminbi, la divisa oficial china [yuan es el nombre de la unidad monetaria] tocó el cambio más bajo frente al dólar en cuatro años, fruto de una decisión política que pretende mantener su valor en una banda fija. Esa política, inducida por el alza reciente del dólar, ha dado como resultado que las reservas de moneda extranjera cayeran un 14% en dos años. Esta es la relación directa entre la decisión que se anticipaba tomaría la Fed y la presunta intención de Pekín de devaluar su moneda. El peligro – dicen los que saben – es que la depreciación del RMB degenere en una guerra monetaria inicialmente limitada a las divisas asiáticas por razones de competitividad en el comercio exterior.

Por otro lado, el FMI ha acordado incluir el RMB en la cesta de monedas que determina el valor de sus derechos especiales de giro, lo que equivale a legitimar su rol como moneda internacional de reserva. Esto no significa que el RMB sea convertible [el gobierno chino ha prometido esa decisión para 2020] pero evidencia un hecho: la integración de China en la economía global exige una traducción política, como ha reconocido Christine Lagarde.

Leyendo entre líneas, uno puede entender que se trata de evitar que China alimente la fantasía de montar una esfera monetaria propia a partir de la influencia que ha ganado en países subdesarrollados muy descontentos con las instituciones dirigidas desde Washington.¿Una exageración? Quizás. Es fácil equivocarse con las proporciones cuando se habla de China: no es de esperar que el RMB juegue un papel relevante en el sistema financiero internacional: el 90% del comercio mundial se denomina en dólares. Lo que no obsta para que el impetuoso crecimiento de la economía china haya contribuído al crecimiento de la economía global en los últimos 20 años. No verlo sería miopía.

Pero, ahora mismo, las estadísticas revelan que la economía china pasa por una fase – probablemente prolongada – de debilitamiento. El crecimiento del PIB ha sido en septiembre del 6,9%, el más flojo desde el 2009, las exportaciones han caído un 6,8% en un año; el discurso gubernamental sugiere que es consecuencia de la sustitución deliberada de una economía basada en la exportación por otra que privilegie el consumo interno. Ese es el objetivo, pero el coste en los últimos años ha sido la pérdida de 20 millones de puestos de trabajo, pese a los estímulos que combinan crédito barato con inversiones en infraestructuras.

Los propios economistas chinos admiten, sin alejarse de la doctrina, que el crecimiento basado en inversiones masivas toca techo, y que es necesario otro modelo. Mientras tanto, la incertidumbre es lógica.

Ahora bien, a lo nuestro: ¿qué efecto tienen estas circunstancias sobre las empresas de TI de las que se ocupa este blog? En principio, las que – como Apple – necesitan apoyar su propio crecimiento en el del mercado chino, una depreciación del RMB significaría menos ingresos en dólares. Y, por seguir con el ejemplo, implicaría que el principal contratista de Apple, la empresa china Foxconn, podrá producir más barato en casa y recibir más dólares por su papel en la cadena de valor. Cito intencionadamente la relación entre Apple y Foxcon, porque para la primera las ventas en China se han duplicado en los últimos trimestres, lo que da una idea del trastorno que podría significar que Pekin adoptara una política moenetaria más competitiva.

Una portavoz de Apple en China ha declarado que la compañía ajustará sus precios locales para compensar la depreciación – todavía débil – del RMB, pero la frase sugiere que podría abrirse una renegociación con su proveedor, que depende en gran medida de ese cliente que le paga en dólares.

Las marcas chinas, cada vez más incisivas en los mercados occidentales, saldrían beneficiadas. Lenovo y Huawei – que facturan en dólares sus ventas en Occidente – tendrían ventajas no sólo por sus costes de fabricación sino por la diferencia cambiaria.

Si ya en los últimos dos años se ha hecho costumbre que las empresas del sector tecnológico desglosen sus cuentas de modo que refleje el impacto cambiario, más habitual será en los tiempos que se avecinan. Ninguna de ellas puede renunciar a estar presente en la segunda economía del mundo.

Casi no hay directivo importante de una gran compañía de Estados Unidos que no haya peregrinado a Pekin para sondear las aguas de la política china. Es previsible que capitales chinos se ofrezcan como partners privilegiados para «ayudarlos» a manejarse en la nueva realidad monetaria.

Pionera en este modelo de relación ha sido HP [ahora HPE] al firmar un acuerdo con el ascendente grupo Tsinghua, el mismo que anda presentando ofertas por fabricantes estadounidenses de semiconductores pese a saber que serán vetados. Estos asuntos colaterales me llevarían demasiado lejos.


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