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Acaba de perder un juicio contra Google que creía haber ganado, y ya está Oracle otra vez en los tribunales de California, en esta ocasión frente a HP en un caso que confirma la presunción de que esta industria le ha tomado gusto a la costumbre de instrumentalizar la justicia para que resuelva sus cuitas competitivas. Durante décadas, Oracle y HP mantuvieron relaciones armónicas de colaboración: el software de la primera y el hardware de la segunda se compaginaban (incluso cooperaron en el diseño de la primera máquina Exadata, en 2008), en una alianza de facto contra IBM. Las cosas se torcieron cuando Oracle compró Sun, convirtiéndose en competidor directo de los servidores de HP. Leer más
Ha sido una feliz coincidencia que la entrevista de hoy con Enrique Blanco estuviera dos meses en lista de espera hasta 24 horas después de anunciarse el acuerdo por el cual Vodafone y O2 crearán una sociedad conjunta para consolidar sus respectivas infraestructuras en Reino Unido. La consultora Ovum ha calculado que para ambos operadores el ahorro sumará al menos 1.000 millones de libras en capex y opex antes de 2015. Consolidar 18.500 torres y antenas en una sociedad gestora, supondrá aumentar un 40% el número de emplazamientos de cada uno, y reducir en un 10% el conjunto. La operación tiene que ser aprobada por el órgano regulador Ofcom.
Esta autoridad británica difícilmente podría rechazar de plano el acuerdo, más o menos calcado sobre la integración de Orange y T-Mobile (con una diferencia que salvaguarda la competencia: O2 y Vodafone no fusionarán sus marcas). Al parecer, la filial de Telefónica se hará cargo de la infraestructura en el este de Gran Bretaña, incluída Escocia, mientras Vodafone gestionará el oeste, incluyendo Gales. Londres será repartida así: el norte para O2, el sur para Vodafone. Naturalmente, la valoración de activos será el ejercicio más problemático.
Lo más interesante, a mi juicio, es el efecto sobre el futuro despliegue de LTE: la subasta de espectro no se espera hasta finales de año, con el requisito de cubrir el 98% de la población “bajo techo” en 2017. Una vez consumado ese paso, Reino Unido tendría dos redes LTE compartidas cada una por dos operadores [se ignora cómo reaccionará 3UK, el último de la fila]. Distintas voces han advertido que la puesta en marcha de servicios 4G requiere economías de escala que la actual estructura del mercado no facilita. Está por ver si Telefónica y Vodafone llevarán la experiencia a Alemania – donde ya compiten con LTE en fase comercial – y, en última instancia, si la replicarán en España, donde tienen frecuencias adjudicadas.
Séame permitido, excepcionalmente, hablar de mi profesión, el periodismo. Desde hoy a las cero horas está disponible la versión española de Huffington Post. En principio, me parece bien todo lo que añada pluralidad a la información. Además, habrá empleo para algunos periodistas, lo que es de agradecer. La brillante Montserrat Domínguez es su directora, y el grupo PRISA tiene un 50% de participación en la publicación. Lo que me perturba son unas declaraciones con las que se ha arrancado la colega Montse: “no entendemos el blog como un trabajo. Buscamos blogueros, pero no de los que escriben cómo ha amanecido, sino blogueros que cuenten cosas, y les compensaremos dándoles visibilidad”.
Con todos mis respetos por los propagandistas del periodismo ciudadano y otras zarandajas, construir los contenidos de una publicación – da lo mismo que sea online u offiline – sobre el deseo de visibilidad de los blogueros, me parece una explotación de trabajo ajeno no remunerado. Y, con demasiada frecuencia, esto lleva a la tentación de remunerarse de manera opaca.
Para que se entienda bien mi posición, contaré una anécdota personal. Hace muchos años, me contrataron para dirigir una revista, y encontré como herencia la columna semanal de un conocido jurista, al que propuse seguir colaborando a cambio de una paga estándar. Al principio se ofendió. “sabes bien, Norberto, que no necesito esa colaboración para vivir”. “Precisamente por eso te llamo – le dije – la página que tú ocupas, podría llenarla un periodista que sí vive de este oficio; así que, por favor, dime a qué ONG tenemos que enviar el dinero que no necesitas”. Así se hizo.
Lo que no me encaja es que Juan Luis Cebrián, respetado fundador de El País y hoy consejero delegado del grupo PRISA, haya lamentado en público que el esfuerzo de los profesionales del periodismo no sea “suficientemente reconocido por los lectores, ni por los colegas, ni por las empresas editoras […]”. A propósito, he de añadir que la crónica de ayer de El País sobre la aparición del HuffPo venía firmada por un cronista cuya gran hazaña es haber entrevistado a Julian Assange calificándolo de “periodista”.
Los números pueden variar, según la fuente que se tome como referencia – cada consultora necesita diferenciarse – pero indican que entre el cuarto trimestre de 2011 y el primero de 2012 el mercado mundial de móviles ha perdido el brillo habitual; no bruscamente, porque se veía venir, pero por primera vez en años el total de unidades ha descendido en comparación interanual: la consultora ABI Research ha calculado las entregas (no las ventas finales) en 363 millones, que equivalen al 98,7% de la cifra registrada un año antes. Es pronto para saber si es una pausa estacional, pero con este traspié se hace arduo creer que 2012 pueda repetir el 15,1% de crecimiento del año anterior. Leer más
Hoy, además de San Norberto (resplandor del norte), es el día de IPv6, ocasión con la que se pretende estimular a los remisos para que se sumen al proceso de ampliación de Internet. Que no empieza hoy, pero ha sido lento, hasta que las circunstancias han obligado a acelerar. Si, técnicamente, la posibilidad ha existido desde 1999, ¿por qué se ha esperado a estar al borde del agotamiento de las direcciones posibles bajo el vigente IPv4? Sencillamente, porque no había incentivos ni prisa ni demanda real. Ahora, sólo ahora, se está dando un salto gigantesco: de los 4.300 millones de direcciones (109) actuales, insuficientes para la proliferación de dispositivos conectados, el potencial pasa a ser de 340 sextillones (1036). No se hace en un día, desde luego.
Todos los grandes de Internet (Google, Microsoft, Facebook, Yahoo, y entre nosotros Telefónica) ya han hecho su conversión, lo que les deja espacio para crecer durante muchos años. Según los estudios de Cisco – que ha jugado un papel en la renovación de los routers – “en 2016 habrá 8.000 millones de dispositivos, fijos o móviles, habilitados para usar direcciones IPv6, ocho veces más que en 2011”. Globalmente, el 40% de los dispositivos conectados tendrán una dirección de 128 bit [ocho bloques de cuatro digitos, en lugar de cuatro de tres, como hasta ahora].
¿Seguirán los contenidos el mismo ritmo? Más del 50% estará disponible bajo IPv6 a finales del año en curso. Una barrera es, todavía, la resistencia de muchas empresas a abandonar el vetusto Windows XP, ahora mismo a punto de ser superado por Windows 7 como sistema operativo más usado. Entre el 30 y el 40% de la base instalada de PC no está preparada por defecto para IPv6, pero en un par de años la proporción puede reducirse a menos del 5%. En los dispositivos móviles – uno de los inductores del cambio, junto con las conexiones machine-to-machine – tanto Android como iOS soportan direcciones largas. Lo que significa que, cuando las redes estén convenientemente equipadas y rodadas, los usuarios no deberían tener problemas en su propia transición. Al menos, este es el mensaje tranquilizador que se transmite tal día como hoy.
Es comprensible que un consumidor, el usuario de cualquier gadget o de algún servicio online, ignore qué tecnologías subyacen en ellos. Carecen de glamur, es cierto, pero casi todo en la vida cotidiana, desde un e-mail a una transacción en un cajero, desde una multa de tráfico a la consulta de una historia clínica, etc, requiere un eficiente soporte de almacenamiento de datos. Viendo las cosas en perspectiva, los cuatro pilares de inversión en tecnologías de la información de los próximos años (movilidad, cloud computing, redes sociales y big data) tienen como hilo conductor ese requisito, el almacenamiento. A su vez, tiene efectos expansivos sobre una industria que no da signos de flaqueza. Leer más
Hoy día, casi cualquiera parece tener opinión acerca de Alemania y el papel que juega (y el que debería jugar) en las varias crisis superpuestas que vive Europa. Como mi opinión no vale nada, quisiera compartir un resumen del texto de Marshall Auerback en Economonitor. El autor parte de la idea de que la actitud alemana se entiende mejor si se distinguen “tres Alemanias”. ¡Vaya! Una, que llama la Alemania del Bundesbank, reflejaría una fobia histórica por la inflación y una adhesión teológica a la disciplina monetaria. La segunda sería, en este esquema, la Alemania internacionalista, cuyo máximo exponente fue Helmut Kohl, convencido de que el mundo sólo desterrará los prejuicios sobre Alemania si esta contribuye a fortalecer las instituciones europeas impregnándolas de federalismo.
La primera corriente tiene ahora vara alta en Berlín y Frankfurt (y en Bruselas), mientras que la segunda ha sido gradualmente acorralada por los sucesores de Kohl. Habría una tercera variante en ascenso, que Auerback llama la Alemania industrial, cohesionada por los grandes grupos industriales (Siemens, Daimler, Volkswagen y la industria química), que son beneficiarios de la disciplina monetaria impuesta por el Bundesbank, pero a la vez reconocen que un mercado europeo abierto e integrado es lo que les da vida como empresas. Este componente de la sociedad germana habría comprendido – mucho antes que la mayoría de los otros europeos – que en esencia la moneda única ha conseguido la proeza de atraer al redil a los países que denominan “devaluacionistas crónicos”.
En otras palabras, esta tercera Alemania promovió en su día el euro por razones adyacentes a las de Kohl: para que fuera un artefacto monetario al servicio de la competitividad de los productos y servicios alemanes en Europa y en el mundo. La moraleja de Auerback sugiere que si los fundamentalistas de Frankfurt prevalecen, algunos países saldrían del euro (expulsados o voluntariamente, a estos efectos da lo mismo) y el cinturón de seguridad que estabiliza la economía alemana se aflojaría peligrosamente. Espero que nadie se moleste por haberme apartado unos milímetros de las inquietudes del sector para el que escribo.
A finales de mayo se reunió en Barcelona la llamada LTE World Summit, secuela del Mobile World Congress de febrero y a la vez consecuencia de que la capital catalana haya sido designada “capital mundial del móvil”. Asistieron más de 2.000 delegados venidos de un centenar de países, pero como el evento no colapsó los hoteles ni los taxis de la ciudad, la prensa local no encontró materia para ocuparse de materia tan exótica. Sin embargo, aunque “cumbre” parece una denominación pretenciosa, allí se debatieron asuntos de mucho interés. Tiene mucho sentido adelantar uno: LTE avanza lentamente en Europa, entre dudas acerca de la rentabilidad de las inversiones necesarias. Leer más
El Nasdaq, donde cotiza la mayoría de las empresas tecnológicas de Estados Unidos, ha cerrado mayo con una caída del 2,8% en su índice compuesto: el peor mes de los últimos dos años. Si la salida a bolsa de Facebook hubiera sido el éxito que muchos esperaban, tal vez habría enmascarado estadísticamente la tendencia a la baja, en la que han sucumbido casi todas las cotizadas que dan volumen al mercado (entre ellas un “valor seguro” como Apple). Pero la OPV no fue un éxito, y el los inversores han tomado buena nota. Habría que ser optimistas para pensar que Facebook puede cotizar pronto por encima de los 30 dólares (el viernes cerró a 27,72). En este contexto, agravado por las dudas sobre la economía, los analistas predicen que se congelarán las salidas a bolsa previstas para los próximos meses.
¿Y si las consecuencias fueran de más largo alcance? El veterano William Hambrecht, fundador de la banca de inversión que lleva su nombre, es de los que piensan que la ansiedad de Facebook y el oportunismo de sus banqueros se han cargado la legitimidad de las OPV al convertirlas en un meecanismo “disfuncional”. La raíz se remonta a finales de los 90, pero la obsesión con la burbuja subsiguiente impidió que se tomara conciencia de la naturaleza del problema. Durante el boom de las puntocom, razona Hambrecht, los gestores profesionales de fondos se hicieron a la idea de que cualquier acción nueva, por el hecho de serlo, produciría beneficio rápido. “Con Facebook, el truco no ha funcionado, y mucho me temo que los inversores minoristas han perdido la ingenuidad”.