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22 de abril 2019

22/04/2019

El acuerdo in extremis que ha puesto fin a la batalla judicial entre Apple y Qualcomm da pie a conjeturar sus connotaciones políticas. Cualquiera que fuera el desenlace del juicio en San Diego – y de los recursos que a buen seguro le seguirían – habría sido desastroso para una potencia que pretende asegurarse la supremacía sobre las tecnologías de las redes 5G. En el tribunal del circuito de San Diego, a la sazón presidido por el juez Gonzalo Curiel, se confrontaban las dos únicas empresas estadounidenses capaces de plantar cara a la competencia asiática en ese terreno.

De haber ganado Apple, habría sido dañado gravemente el modelo de negocio de Qualcomm, perdiendo valor una buena parte de su cartera de patentes, susceptibles de ser cuestionadas por terceros. Una posible victoria de Qualcomm implicaba que Apple no tendría capacidad para presentar un iPhone 5G a tiempo para el despegue del  mercado a partir del año próximo, sin contar con que esa carencia debilitaría su pregonada estrategia de servicios, cuyos primeros destinatarios son los usuarios del iPhone.

El anuncio del acuerdo es sumamente escueto, pero al menos deja claro que Apple será licenciatario directo de Qualcomm durante seis años, más otros dos años opcionales, a contar desde el 1 de abril; en consecuencia, le pagará royalties – de cuya cuantía nada se informa – que tal vez sea (o no) equivalente a los 7,50 dólares por cada iPhone vendido que Apple pagó entre 2011 y 2017 y que desde entonces ha rehusado abonar, es la raíz de este conflicto. Adicionalmente, Apple hará un desembolso único en favor de Qualcomm, aparentemente compensatorio por pagos devengados y no desembolsados.

Se reanudará de inmediato y durante varios años [atención: no se dice cuántos] el suministro de chipsets de Qualcomm. Asímismo, decae todo litigio pendiente entre las dos compañías. Los contratistas que han secundado a Apple en su cruzada (Foxconn, Pegatron, Wistron y Compal) se librar de problemas judiciales.

Con esto, de la noche a la mañana se ha producido un reordenamiento del mercado de smartphones. ¿A qué se debe la prisa por cerrar la trifulca? Una hipótesis plausible apunta que Apple optó por tirar la toalla tras ser informada por Intel de la imposibilidad de cumplir el compromiso de desarrollar un modem 5G – alternativo al ya existente de Qualcomm – que debería equipar la siguiente generación de iPhone que verá la luz en 2020.

Por tanto, ¿en qué situación queda cada uno de los protagonistas de este episodio? Empezaré por el vencedor. Qualcomm ve desvanecerse las amenazas a su modelo de negocio, consistente en desarrollar tecnologías (en este caso 5G) y en vender chips basados en ellas, además de cobrar licencias por su ingente cartera de patentes. El acuerdo cerrado con Apple es un alivio para un equipo directivo que venía de sufrir dos golpes: la oferta de compra presentada por Broadcom y bloqueada con ayuda de la Casa Blanca, y la fallida adquisición de NXP, especialista en chips para la industria de automoción.

En este momento, a Qualcomm sólo puede preocuparle lo que pase con otro juicio, una acusación de prácticas anticompetitivas iniciado por la FTC (Federal Trade Commission) e inspirado en argumentos similares a los esgrimidos por Apple. Este procedimiento está a cargo de la juez Lucy Koh – célebre por haber llevado el dilatado caso de Apple vs. Samsung, cerrado en tablas – que debería estar ya sentenciado. Ahora bien, sería un auténtico seísmo que, después de lo pactado, la juez Koh fallase contra Qualcomm.

En cualquier caso, el acuerdo habrá sido duro de tragar para Tim Cook, quien en 2011 cuestionó internamente las negociaciones de Steve Jobs con Paul Jacobs (hijo del fundador de Qualcomm) que dieron lugar al compromiso de pagar royalties sobre el valor total de un iPhone y no sólo por el de los componentes protegidos por patentes. A la muerte de Jobs, Cook tuvo que gestionar el hecho consumado; dicen que nunca se ha llevado bien con el sucesor de Jacobs, Steve Mollenkopf. En fin, que tiene motivos para consolarse: se despeja la capacidad de Apple para replicar a Samsung, que ya tiene un smartphone 5G en dos mercados (Corea y Estados Unidos) y a Huawei, que tiene el suyo a punto.

El paso atrás de Apple es sólo relativo. No está obligada a cancelar sus planes para desarrollar su propia capacidad de producir un modem, tal como ha hecho con el procesador de aplicaciones. Provisionalmente, Cook se había puesto en manos de Intel, pero en su página web hay constancia de que busca ingenieros especializados en esa tecnología. Y de que los busca, por algo será, en la vecindad de la sede de Qualcomm en San Diego.

Por si un lector se pregunta por qué hay tanto jaleo por un módem, la respuesta es que se trata del componente clave que conecta un dispositivo móvil con la red. Una gran complejidad en un mundo en el que cada operador diseña la red según su conveniencia, usa equipos dispares y dispone de frecuencias  diferentes. Integrar un módem con tal variedad de tecnología, requiere más capas de ingeniería que casi cualquier otro semiconductor. Por otra parte, cada smartphone destinado al mercado global tiene que pasar por la certificación de cada red y por riugurosas pruebas de compatibilidad.

Si una empresa como Intel se ha echado atrás ante la magnitud de la tarea, algo querrá decir. Vamos, pues, con el perdedor de esta historia, Intel. Al poco rato de darse a publicidad el acuerdo entre Apple y Qualcomm, anunció su decisión de abandonar el desarrollo de chips para smartphones por – textualmente – no apreciar su rentabilidad futura. En realidad quería decir Intel que, si su único cliente se marcha, no tendría sentido insistir. O quizás fue la propia Intel la que, desconfiando de las intenciones de Apple, se echó a un lado y esto precipitó el acuerdo. Tómese como una hipótesis.

En todo caso, no ha sido el primer tropezón de Intel. En 1999 pagó 1.700 millones de dólares por la empresa DSP para entrar en el mercado de los móviles de entonces, pero se arrepintió y la revendió en 2003. El difunto Paul Otellini se autocriticó tardíamente por no haber acogido en 2007 la invitación de Apple a participar en el primer iPhone. Otra ocasión fallida fue la adquisición (2011) de activos de la germana Infineon por 1.400 millones.

En esta oportunidad, al menos, la frustración no hará que Intel abandone sus inversiones para estar presente en las infraestructuras de redes 5G,  tema central de su presencia en el pasado Mobile World Congress. Pero de esto me ocuparé otro día, porque me he pasado de las 1.000 palabras.

Un atributo que flaquea,la confianza

15/04/2019

Que tres conspicuos representantes de la élite financiera hagan pública su inquietud sobre la sostenibilidad del capitalismo es, como poco, desconcertante. Jamie Dimon, presidente de JPMorgan y Larry Fink, CEO de BlackRock, han coincidido en esa advertencia que no cabía esperar de ellos. Ray Dalio, cabeza del fondo Bridgewater y cuya fortuna se calcula en 18.400 millones de dólares, ha sostenido que de no encontrarse remedio al agravamiento de la desigualdad, el mundo podría enfrentarse a “alguna forma de revolución”. ¿Se habrán apeado los tres de sus limusinas para pisar la calle? Puede resultar pertinente – y didáctico – preguntarse qué piensan los ciudadanos que no son de su condición. Leer más

Disputado porvenir de 5G en la industria

12/04/2019

La evolución de los sistemas de automatización industrial ha sido lenta pero constante. En los últimos años, con ayuda de Internet y las redes inalámbricas y a una tangible bajada de costes, la excusa parecía desvanecerse. Aun así, se desconfía de las redes industriales basadas en WiFi y la opción de apoyarse en sistemas cableados presenta el inconveniente de que las líneas de producción sean poco flexibles y por tanto no competitivas.  Esto se discutió en la reciente feria de Hannover, escaparate de la industria alemana: la necesidad de redes inalámbricas cuya consumación será la introducción de 5G. Aunque, como suele pasar, es más fácil predicar que poner de acuerdo a los involucrados. Leer más

La carta de Intel es el datacenter a la carta

10/04/2019

Con el anuncio estelar de una amplia gama de procesadores Xeon, Intel dispone de un arsenal para proteger su dominio del mercado de servidores. A diferencia del deslucido Data Center Summit de 2018,  el de este año ha sido eufórico. A destacar, su carácter masivo: nada menos que 52 nuevas referencias, con las que Intel abre la puerta para que fabricantes e integradores diseñen centros de datos a la medida de las necesidades de sus clientes. Ese medio centenar de nuevos procesadores, con prestaciones muy variadas, en la segunda mitad del año acompañarán aplicaciones aún más específicas gracias a las memorias persistentes Optane DC y a los dispositivos programables (FPGA) bajo su nueva marca Agilex. Leer más

Stadia no es un juego, es un terremoto

8/04/2019

Entre varios interrogantes, la presentación de Google Scania ha dejado una certeza: es un torpedo dirigido a la línea de flotación de la industria de los videojuegos. Lo confirmaba Apple, días después, al presentar su propio servicio de juegos Arcade. La cadena de valor construida durante años en torno a las consolas afronta una transformación dolorosa, precipitada por la irrupción de un actor ajeno al que todos esperaban. El movimiento de Google podría tener otras consecuencias. Reducir las ventas de PC de alto  rendimiento, últimamente en racha, y alterar los equilibrios de la industria de semiconductores. Y dentro de Google, reforzará a YouTube, evitándole hacer la guerra a Netflix. Leer más

El espectro de Autonomy vuelve a rondar

5/04/2019

Mike Lynch

Ha resurgido en las noticias un personaje que llevaba más de siete años desaparecido, Leo Apotheker, quien fuera CEO de HP durante once meses entre 2010 y 2011. Estaba citado en un tribunal de Londres para declarar en el juicio que su antigua compañía – hoy trasmutada en Hewlett Packard Enterprise – contra Mike Lynch y Sushovan Hussain, respectivamente CEO y CFO de la británica Autonomy, por la que Apotheker accedió a pagar la increíble suma de 11.000 millones de dólares antes de ser destituido por un consejo que, sin embargo, decidió seguir adelante con la adquisición. Al año siguiente, HP amortizó 8.800 millones en sus libros e inició un proceso que no tiene visos de acabar pronto. Leer más

3 de abril 2019

3/04/2019

En palabras de Tim Cook, Apple Card es “la mayor innovación [de los sistemas de pago] en 50 años”. Le secundó David Solomon, CEO de Goldman Sachs, para quien “cambia por completo la experiencia [de los usuarios] de tarjetas de crédito”. Si esto es así, ¿por qué razón Apple decidió ´empaquetar` el anuncio en el mismo acto de presentación de nuevos servicios: Apple TV+, Apple Arcade y Apple News? Mi hipótesis es que se quiere transmitir la idea de “una tarjeta de crédito diseñada por Apple”, con guiños al consumidor que ratifican una estrategia de ”jardín vallado” que la compañía ha cultivado al menos desde el lanzamiento del primer iPhone.

No es un producto (como sería un dispositivo o un accesorio) ni estrictamente es un servicio por suscripción (como iTunes o Apple TV+). La innovación que trae Apple Card es su aportación al modelo de negocio: no se trata de que el iPhone deje de ser el centro de su sistema solar, sino de que el astro irradie un flujo añadido de dinero generado por los servicios y contenidos propios, además de explotar  otras oportunidades de gasto lúdico, financiadas con deuda.

Para que así sea, se requiere disponer de un instrumento financiero ex profeso, un medio de pago bajo su estricto control. La tarjeta está embebida en el wallet virtual de Apple, cuyo exponente hasta ahora ha sido la aplicación Apple Pay. Por lo visto, ha alcanzado un volumen y una fidelidad entre los usuarios de la marca que permite ir más lejos.

La semana pasada encontré un titular según el cual Apple se transforma en banco.  Esta simplificación es falsa. En primer lugar, para actuar como banco, necesitaría una “ficha” en cada jurisdicción y ajustarse a las normativas, dos requisitos que no están entre las intenciones de la compañía. Y, si  damos por sentado que un banco asume riesgos, la verdad es que con el lanzamiento de su tarjeta Apple no corre ningún riesgo financiero: los asume enteramente Goldman Sachs. Un socio que aúna dos peculiaridades a tener en cuenta: a) no es emisor de tarjetas bajo su marca y b) más que minoritario, su negocio minorista es periférico. Eso sí,  Goldman Sachs remunerará a Apple por cada usuario. Hay un tercer actor necesario: Mastercard contribuye con su tecnología de `tokenización` y de paso se apunta puntos en su rivalidad con Visa.

Esta combinación tripartita hace posible afirmar, faltando sólo un poquito a la verdad, que Apple no traiciona a los bancos que durante cinco años han acompañado su sistema Apple Pay, del que la nueva tarjeta vendría a ser un complemento físico. Esos bancos podrán quejarse o no, pero tendrían motivo: en lugar de un ´ecosistema abierto` – como el que preconiza Samsung Pay, por ejemplo  – en el que el usuario decide con qué plataforma bancaria quiere operar, Apple les pone otra cortapisa, acorde con su naturaleza.

Durante años, consultores, columnistas (y banqueros) han alertado sobre un fantasma bautizado como fintech. Al calor de esa prédica han proliferado en todo el mundo iniciativas oportunistas que han picoteado en segmentos menores – pero rentables – del negocio bancario. No es el caso de Apple, pero resulta innegable que los bancos se enfrentan a un escenario nuevo. No tanto como para encarnar una amenaza sistémica.

Como es habitual, la presentación del lunes fue vistosa pero escasa en detalles. Se sabe que Apple Card estará disponible en Estados Unidos este verano [por supuesto, ninguna indicación sobre su internacionalización o la entrada de otros bancos emisores]. Abundaron las menciones a las garantías de privacidad con las que Apple – que al no vivir de la publicidad no necesita recoger más datos personales de los necesarios ni distribuirlos a terceros – marca diferencias con Alphabet y Facebook (eventualmente también con Amazon).

La privacidad – y la seguridad que conlleva – podrían no ser suficientes para que los consumidores usuarios de Apple se apunten masivamente. Por esto, la novedad más atractiva de Apple Card es Daily Cash: para preservar la fidelidad a Apple Pay, el usuario tendrá una bonificación del 2% de cada compra hecha con la app; si sólo usara la tarjeta física, sería del 1% y si se tratara de una compra en la App Store o de un servicio de la marca, del 3%. Con la particularidad de que el reembolso se haría efectivo inmediatamente después de cerrada la transacción, y el consumidor tendrá en todo momento en pantalla la información de sus movimientos y saldo disponible.

Otro argumento a favor es la ausencia de cuota anual y comisiones por exceso de gasto. Ante tanta facilidad, es razonable preguntarse por qué Apple (y Goldman Sachs) descartan la emisión de una tarjeta de débito. La respuesta, elusiva, está en el tipo de interés aplicable. Según Cook, “están entre los más bajos del mercado”. No me atrevería a contradecirlo, pero en una nota al pie de la página informática se especifica que los intereses serán variables, en un rango que – calculado en marzo de 2019 – oscilaría entre el 13,24% y el 24,24% anual, dependiendo de la calificación del deudor. Lo que se llama un chollo.

Norberto

Red Hat cambiará el metabolismo de IBM

1/04/2019

Jim Whitehurst

Sería vano aducir las circunstancias por las que esta será una crónica tardía de la conferencia Think 2019, que IBM convocó en  San Francisco a mediados de febrero. La tardanza no resta  actualidad a un evento en el que las miradas se centraban en el baile nupcial entre IBM y Red Hat, unidas por una boda cuya dote ha costado la friolera de 34.000 millones de dólares. Para consumarlo habrá que esperar al final de las autorizaciones preceptiva. Tras  escuchar la keynote de Virginia Rometty, chairman y CEO de IBM, la audiencia salió convencida de que la  fusión será la joya del  legado que Rometty dejará, probablemente en 2020, a un sucesor que al parecer no ha sido escogido. Leer más

IoT vuela alto sin esperar el despegue de 5G

29/03/2019

 

Hasta los medios más obedientes al marketing reconocen que, cuando se trata de jalear ´casos de uso` de las futuras redes 5G, no pueden esperar demasiado de los smartphones. Hay sobradas razones por las que incluso si volvieran los tiempos de crecimiento alocado y expansión global, un despliegue acelerado no se justificaría ni sería rentable. De modo que las miradas de la industria y los operadores se vuelven hacia lo que se conoce como Internet de las Cosas. Nadie pone en duda que 5G será fundamental para aplicaciones de IoT en las que sea crítica la rapidez de respuesta y el proceso simultáneo de múltiples entradas y salidas. Pero ¿y si fuera suficiente con las actuales redes 4G-LTE? Leer más


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