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Esta introducción de hoy será breve y (sólo aparentemente) ajena al sector de las TI. Voy a reproducir parcialmente la columna de Ramon Aymerich en La Vanguardia, a propósito de unas declaraciones de Juan Roig, fundador y presidente de Mercadona, quien al presentar las muy buenas cuentas de su empresa hizo un inesperado elogio de “la cultura del esfuerzo de los bazares chinos”.
Escribe Ramon, mi amigo y sin embargo jefe: “la cita de Roig tiene su aquél. Se puede hablar de la austeridad y la tecnología alemanas. Del diseño y la pasta italiana. De la capacidad comercial de los holandeses o de la creatividad de los nórdicos. Pero nunca nadie había puesto como modelo las prácticas laborales de la diáspora china, de las maneras de hacer de un país que ahora llamamos emergente y que antes era pobre. Pensábamos que los chinos nunca iban a jugar en la primera división en que nosotros creíamos estar. Los chinos, pensábamos, no son referencia porque no lo precisan: su ventaja es el precio, el bajo precio, y por eso hacen horas y más horas. ¿Es en esa dirección hacia donde vamos? La referencia de Roig al esfuerzo de los chinos dice mucho de nuestro estado de ánimo colectivo, de la profundidad de la crisis en la que vivimos. Y del estado de desorientación en que nos encontramos”. ¿Algo que añadir?
Con un poco de optimismo, se puede suponer que Apple ha escuchado las voces de algunos inversores en la compañía, a los que no les gusta el cariz que ha tomado la costosa guerra de patentes contra Google. Sí, contra Google, aunque formalmente los litigios tienen como parte contraria a fabricantes adheridos al sistema operativo Android; entre ellos se encuentra Samsung y, en lugar prominente, Motorola Mobility, a punto de convertirse en filial de Google. Por primera vez, los sucesores de Steve Jobs estarían dispuestos a flexibilizar la postura del fundador, que prometía – así consta en su biografía autorizada – luchar contra Android (“un robo”, según él) hasta su último aliento. Leer más
Que Google es el buscador más utilizado en Internet, no es novedad. Hay diversos métodos para medir su penetración, pero todos la sitúan por encima del 60% como poco, en casi cualquier país del planeta. En EEUU, el prestigioso informe Pew Internet & American Life revelaba ayer que el 84% de los americanos que hacen búsquedas online prefieran Google [recordemos que en 2004 eran el 47%]. El 74% opinan que la información que obtienen es fiable y útil. Pero no todo es positivo en los hallazgos de la investigación, porque al 65% de los encuestados no le gusta que Google almacene sus datos personales y los procese para ajustar los resultados “a su medida” para luego, en la práctica, segmentar los mensajes publicitarios que ¡inocentes! preferirían no recibir. Sólo el 23% dice que no le importa.
Esta es la gran contradicción – no exclusiva de Google, desde luego – que Kristen Purcell, directora del estudio, pone de relieve: “una clara mayoría está encantada con la existencia de los buscadores, pero lamenta que invadan su intimidad”. Una parte de esa mayoría – se supone que mejor informados – teme que los cambios introducidos recientemente por Google en su algoritmo, bajo el pomposo nombre de “nueva política de privacidad”, sea en realidad una manera de limitar los resultados, al clasificarlos para que correspondan a sus intereses y preferencias, tal como las interpreta el robot a partir de sus historias personales de búsquedas. Tengo una anécdota personal al respecto: hace unos dos años, por razones circunstanciales, un día hice en Google una búsqueda sobre Pakistán; desde entonces, recibo periódicamente spam relacionado con asuntos paquistaníes, que no me conciernen. He de decir que mis amigos en la dirección de Google se han declarado muy sorprendidos.
Dicen que en Europa somos más sensibles que en Estados Unidos a la llamada “privacidad”. Puede ser. La encuesta de Pew Research no permite comparar, pero es un indicador de nuestra incomprensión de las desconcertantes tendencias que genera un Leviatán que llamamos Internet.
Francamente, el titular de ayer de El País (La era del pospecé se llama iPad) me ha parecido y exagerado, pero no disparatado: está en el ambiente la convicción de que los usuarios se decantan por una larga coexistencia entre las tabletas y una nueva generación de PC; el mercado suma, en lugar de restar. El informe de Gartner, también conocido ayer, pronostica que este año se venderán 368 millones de PC, un incremento del 4,4%, y en 2013 la cuenta subirá a 400 millones. Con estas cifras, se hace difícil validar la idea de la “muerte del PC”. La misma consultora estima que este año se venderán 103,5 millones de tabletas, que en 2015 serán 326 millones.
Ahora bien, está a la vista que los fabricantes de PC fueron pillados a contrapié por Apple, y que Microsoft tiene como gran asignatura pendiente la transformación de Windows en un sistema operativo capaz de competir con el iPad (y con las tabletas Android, que algo tienen que decir). En esas estábamos cuando reaparece Ray Ozzie, aquel al que Gates nombró sucesor como arquitecto de software de Microsoft, y con el que Steve Ballmer nunca llegó a congeniar. ¿Qué dice Ozzie, catorce meses después de abandonar la compañía? Leamos: “si Windows 8 consigue despertar la confianza de la gente en que realmente se trata de algo diferente, Microsoft tiene por delante un gran futuro”.
Pero esta frase no da para un titular de impacto, y entonces va un colega y escribe: “Ray Ozzie says the PC is dead”. No es eso lo que dijo, pero tiene gancho. Por cierto, ¿en qué aventura anda ahora Ozzie, que se hizo rico tras vender las dos compañías que fundó años atrás? Ha fundado otra, sobre cuya actividad ha sido parco; sólo ha dicho que su núcleo será la movilidad y las comunicaciones, y que su definición de movilidad incluye la Web y los sistemas cloud: “es apasionante explorar nuevos escenarios sobre cómo la gente se conectará entre sí”. Tampoco aclara mucho, pero desde luego no parece estar pensando en Windows.
Recapitulando: históricamente, la moderna industria del almacenamiento de datos se ha levantado sobre un mercado de sistemas externos, con EMC y NetApp como primeros exponentes, que arrastraron detrás a los fabricantes generalistas. Este peculiar reparto del mercado es representativo de una visión estadística del sector, pero no refleja cabalmente la pluralidad de tecnologías que han aparecido en los últimos años. El fruto de estos movimientos ha sido la proliferación de compañías innovadoras que alimentan la dinámica del mercado. Si la primera parte de la crónica estaba dedicada a la tecnología flash, esta segunda parte corresponde a la de almacenamiento basado en objetos. Leer más
Ya está. Apple presentó anoche su esperado iPad 3. Durante semanas, los idólatras han contribuído a elevar las expectativas, y ahora tocará que unos presuman de aciertos y otros justifiquen patinazos. Es lo que pasa por querer anticiparse a los hechos, y todo por captar audiencia. He seguido con atención el lanzamiento, que aporta un montón de importantes novedades – y también me he fijado en la nueva aproximación paso a paso al mercado de la televisión – pero he creído mejor dejar el asunto hasta la semana próxima, para apartarme provisionalmente del ruido. Espero que se entienda.
Difícilmente podría ser mayor el contraste entre el glamur de los productos de Apple y el tema de mi post de hoy. Sin embargo, la experiencia me dice que el mercado de almacenamiento es un campo de interés para gran parte de mis lectores habituales. Seguro que hoy habrá miles de blogs que se ocupen de los detalles del iPad 2, de modo que nadie echará en falta mi opinión. En cambio, la tecnología de almacenamiento es fértil para hablar de quién y cómo se hace la innovación en esta industria, y de quién y por qué hace adquisiciones. A cada uno su rollo,
Este post es el fruto de un viaje profesional al Silicon Valley. Contra la imagen tópica que difunden los medios, las empresas de la web 2.0 no es mayoritaria en número ni en inversiones. Esta gira, como otra anterior, ha estado dedicada en buena medida a visitar empresas innovadoras en las tecnologías de almacenamiento de datos. En este campo se observa un desequilibrio de fuerzas: los sistemas de disco siguen dominando el mercado, pero en los últimos años han aparecido nuevas alternativas: la tecnología flash y el almacenamiento basado en objetos, impulsadas por startups y creadas por tránsfugas de las grandes compañías para competir con ellas. ¿Podrán mantenerse independientes? Leer más
Prometí cambiar de tema, y cumplo. La historia de las turbulentas relaciones entre Intel y AMD merecería un libro que, según creo, no se ha escrito. La brecha es tan ancha hoy como lo ha sido durante tres décadas, pero AMD está dando signos de su disposición a no empeñarse más de la cuenta en la inútil persecución de un rival doce veces mayor.
Está en el post de hoy; lo que no está es la última noticia: AMD ha decidido desprenderse de la participación que conservaba en GlobalFoundries, la empresa que segregó en 2009 para hacerse cargo de su actividad de fabricación. Del 34% que retuvo entonces, bajó al 14%, que ahora se ha quedado en nada. El 100% pasa a ser propiedad del emirato de Abu Dhabi, que a su vez busca otras alianzas industriales. La salida de AMD no será gratuita: desembolsará más de 400 millones de dólares para liquidar una intrincada trama de contratos pendientes, pero quedará libre de fabricar donde le plazca.
Al parecer, AMD no estaba satisfecha con el rendimiento de los chips de 32 nm producidos por GlobalFoundries en la que fuera su factoría de Dresden. Por consiguiente, pasará el contrato de producción de obleas de 28nm al mayor fabricante del mundo, la compañía taiwanesa TSMC. Imagino que no a todos los lectores les interesan estos asuntos; a mí me parecen un signo de los tiempos que corren.
Rory Read, CEO de AMD desde agosto del año pasado, se mueve rápido, consciente de que se dan las condiciones para librar a la compañía de su trayectoria como sparring de Intel. Y para esa maniobra ha escogido el mercado de los servidores, que se encuentra en plena ebullición. Read ha usado un curioso adjetivo para describir su estrategia: ambidextro. Quiere decir que para AMD ya no tiene sentido empeñarse en perseguir a distancia a un rival inalcanzable, ni encadenarse a la arquitectura x86, que ambas comparten. La nueva actitud explica la compra por 334 millones de dólares de la pequeña empresa SeaMicro, un golpe que no habrá hecho ninguna gracia en el cuartel general de Intel. Leer más