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No se sabe (ni se sabe si se sabrá alguna vez) cuál ha sido el papel de Bill Gates en la decisión de Steve Ballmer (Detroit, 1956) de abandonar el cargo de CEO de Microsoft, que ha ocupado desde enero del 2000. No se sabe, pero hay elementos para deducirlo. En su memorando a los empleados de la compañía, Ballmer les dice que su intención original era retirarse a medio camino de la transformación que él mismo ha iniciado con la reorganización anunciada el 11 de julio, dando así a entender que ha cambiado de parecer por sugerencia del consejo de la compañía, cuyo chairman a la sazón es el fundador y primer accionista, Bill Gates. A quien, por cierto, no dedica en su texto una sola palabra. Leer más
¿Todo bien? Enhorabuena por las vacaciones. Para reanudar el contacto con mis lectores, he recopilado en un post único las noticias de agosto que he encontrado más relevantes. Saltando al presente, hoy, 2 de setiembre, empieza en Santander el encuentro del sector de las telecomunicaciones, que organiza la UIMP y patrocina AMETIC. Este será un año especialmente rico en asuntos candentes. Sin ir más lejos, sigue vivo el cabreo de Vodafone y Orange por el acuerdo que han firmado Movistar y Yoigo para comercializar en común los servicios de 4G y de fibra óptica, y sin duda Francisco Román y Jean-Marc Vignolles lo reflejarán en sus ponencias, cada cual en su estilo. Como José María Álvarez-Pallete hablará el primer día, no tendrá necesidad de responder sus críticas.
El contexto regulatorio dará mucho que hablar. En primer lugar, porque ha sentido mal en el sector la decisión gubernamental de rebajar la categoría de la CMT sumergiéndola como dirección general de un nuevo supervisor único, por cuya eficacia nadie apuesta un euro. Nace la CNMC en un momento delicado, cuando en Bruselas se está dirimiendo una batalla antigua entre los comisarios Neelie Kroes y Joaquín Almunia, a menos de un año de las elecciones europeas, que gira en torno a las ideas maestras de una reforma criticada por los principales operadores. En lo inmediato, el punto de conflicto es el roaming, un asunto de indudable importancia económica, pero en el fondo se trata de saber si la CE obstaculizará o no un proceso de consolidación del sector, que está en el aire – a cambio de la promesa de invertir en redes. Dilema que mi colega Nacho ha condensado en esta fórmula: precios bajos u operadoras fuertes.
La casualidad ha querido que el encuentro se celebre en coincidencia con dos hechos que subrayan esa disyuntiva. Uno es la operación – que en este momento parece cerrada – por la cual Vodafone dispondrá de una masa financiera suficiente para revolucionar el paisaje de las telecomunicaciones en Europa, comprando operadoras móviles y de cable, con lo que ganaría mucho tamaño. El otro caso es el envite de América Móvil, que tal vez no se esperaba las reticencias holandesas a su plan para apoderarse de KPN; ante el pacto entre Carlos Slim y Telefónica para que esta pueda comprar ePlus, el mejor activo de KPN, cabe preguntarse qué han negociado a cambio estos dos gigantes que compiten entre sí ferozmente. Quien diga que todos estos asuntos no están relacionados, se equivoca o engaña.
En fin, que con tan ligeros apuntes temáticos – que desarrollaré más adelante, según lo que aprenda en Santander, donde escribo esta epístola – queda formalmente reabierto este blog.
Vaya si ha cundido el mes de agosto. Cada uno ha pasado sus vacaciones lo mejor que ha podido, pero las noticias no saben de pausas. Sin duda, la sorprendente retirada de Steve Ballmer ha sido la más relevante del mes: no elimina per se los problemas de la compañía, pero le permitirá instrumentar la reorganización en ciernes. En este sentido, es un game changer, como se dice ahora, y por ello merece encabezar la recopilación que compensa la ausencia temporal de este blog y el descanso de su autor. No ha sido la única de relieve, porque – como ha dicho con razón Meg Whitman, CEO de HP – toda la industria procura tomar posiciones ante el cambio de paisaje que no todos asimilan igual. Leer más
No es más de lo mismo, aunque lo parezca. El duopolio formado por Samsung y Apple sigue marcando el paso al mercado de los smartphones (ambos suman el 43,5% del total, según IDC) desde lo alto del podio, y no parece que vayan a aflojar, pero en el segundo trimestre han crecido menos que el conjunto del mercado, lo que pone en evidencia que otras marcas van ganando terreno. En los peldaños siguientes se observan movimientos inteligibles, que son la salsa de los estudios de mercado publicados días atrás por IDC y Strategy Analytics. Para empezar por el principio: los smartphones representan entre el 55 y el 59% del total de móviles despachados, según la fuente que se elija. Leer más
Circula estos días una polémica, previsible en gente que cree necesario (o conveniente a sus intereses) tomar partido por Apple o por Google en cuanto terreno se enfrentan estas marcas rivales. En su versión actual, la polémica gira en torno a las virtudes, y en su caso carencias, de Chromecast comparadas con las de AirPlay. Los dos son dispositivos para streaming y, por tanto, rivalizan como opciones para quienes sueñan con llevar la televisión en el bolsillo. El primero tiene apariencia externa de dongle, y apenas se han publicado pruebas reales porque Google lo ha presentado hace unos días, por lo que se ha puesto el acento en su precio, 35 dólares en Estados Unidos (suponemos que, según la práctica habitual, será de 35 euros en Europa), que sin duda será un gancho pero no una garantía de uso real. Del otro, lo menos que puede decirse es que está en el mercado desde hace tres años sin haber conseguido el éxito esperado.
Como en este blog no se comparan productos, voy a limitarme a señalar lo que ambas propuestas tienen en común: asegurar a sus respectivas marcas un asiento de primera fila en el llamado futuro de la televisión, ya sea como alternativa o como complemento de la Smart TV que predica la industria especializada. Hablando claro, a esto se reducen las opciones: incorporar la capacidad de interacción en el televisor o bien utilizar un dispositivo externo conectado, se trate de un bluray, un set-top-box, una consola o los que, cada uno por su lado, promueven los protagonistas de esta batalla de una guerra que tendrá otros invitados (Microsoft y Amazon, con seguridad, tal vez Samsung y Sony).
Escribidores alineados con Apple sostienen que Chromecast es poco más que un dispositivo HDMI subordinado a YouTube, mientras que la marca de su preferencia tiene acuerdos con grandes proveedores de contenidos. Tienen parte de razón, si se omite que está en la rampa de lanzamiento, y que para Google es sólo un paso adelante en un camino que Apple abrió hace tres años y por el que, seamos claros, no ha avanzado mucho. Otro bando, los blogueros adictos a Google, replican con no menos razón que Chromecast presenta la flexibilidad de ser compatible con contenidos ´enviados` por cualquier dispositivo Android o iOS; a diferencia de AirPlay, que sólo funciona en el entorno cerrado de Apple.
Personalmente, me interesa mucho más un aspecto de esta polémica: ¿habrá pluralidad de plataformas versátiles y compatibles o prevalecerán los dispositivos dedicados?
La oferta de Cisco para comprar SourceFire, aceptada la semana pasada, no es estrictamente una sorpresa: desde hace meses se sabía que Cisco buscaba con tenacidad la oportunidad de crecer inorgánicamente en el crucial negocio de la seguridad de redes, en el que ha perdido peso durante los tres últimos años. El precio pactado, 2.700 millones de dólares, es alto, un múltiplo de once veces los ingresos de SourceFire y una prima del 29% sobre su cotización del día anterior, pero Cisco no estaba en las mejores condiciones para regatear: tras fracasar en el intento de comprar Palo Alto Networks, las alternativas de adquisición disponibles son escasas o podrían ser incluso más caras. Leer más
Amazon se aparta de la norma. Quizá sea la empresa del sector que no se deja impresionar por la obsesión de dar cada trimestre lo que el mercado bursátil espera: una y otra vez, los analistas alertan sobre los riesgo de una estrategia que apunta más al crecimiento que al beneficio inmediato. Lo singular de Amazon es que esta actitud, que sería imperdonable en otras compañías, ha sido premiada con una cotización siempre en ascenso. La semana pasada, sus resultados trimestrales anunciaban unas pérdidas de 7 millones de dólares, que puede parecer poco dinero para una facturación de 15.700 millones (pero a nadie le gusta perder dinero). ¡Sorpresa! Al día siguiente la cotización volvía a batir su propio récord en Wall Street.
Los analistas, que en promedio habían pronosticado beneficios de 28 millones, no salían de su asombro; uno escribió «ya es hora de que Jeff Bezos (fundador y primer accionista) empiece a justificar con ganancias el valor que el mercado atribuye a su empresa». Según las cuentas presentadas, el margen operativo ha sido más escuálido que de costumbre, que ya es decir. Bastaría con la fórmula clásica de frenar el gasto para que Bezos cumpliera con el precepto de los analistas, pero ha hecho lo contrario: los gastos operativos aumentaron un 23% debido al esfuerzo de adquisición de contenidos (libros, música y vídeo) para sus dispositivos Kindle y a desarrollar un futuro dispositivo para que esos contenidos lleguen por streaming al televisor de cada hogar. La ampliación del negocio de cloud computing es otro de esos capítulos en los que Bezos sigue inyectando dinero.
No hay manera de saber cuánto factura la rama Web Services. Todo lo más, se sabe que forma parte del agregado Otros, que en el segundo trimestre ingresó 892 millones (12% más que en el primero, 64% más que hace un año), y aunque el subconjunto abarca otras fuentes menores, se mantiene la hipótesis según la cual la nube de Amazon alcanzará este año los 3.000 millones de dólares. No sólo se confirma como el líder de los servicios de cloud pública, sino que acumula fuerzas para irrumpir con una oferta de nubes privadas e híbridas, en principio más voluminoso. Si Bezos adoptara la misma actitud que en sus otros negocios online, ya se pueden ir preparando los competidores. Que, por cierto, no pueden esperar de los inversores un tratamiento tan benévolo.
De la crónica de hoy, he dejado fuera un tramo de la conversación con Jerôme Lecat que creo merece tratamiento aparte. No está relacionado directamente con el almacenamiento de ´objetos` ni tiene extensión suficiente para ser publicado como entrevista, pero revela el pensamiento que anima a una startup, Scality, atípica entre otras razones por su doble nacionalidad: francesa y estadounidense. El mes pasado, en su charla con un grupo de periodistas europeos, les contó Lecat que vender sus productos en Europa cuesta el doble que en Estados Unidos, una circunstancia que corrige sólo en parte gracias a su actividad de I+D en Francia, con costes más bajos que los del Silicon Valley [donde los especialistas en almacenamiento son cortejados y sus salarios se han disparado]. Citó otro factor: la dispersión de los mercados europeos exige contar con equipos de venta locales y producir documentación técnica y de marketing en diferentes idiomas. ¿Por qué, entonces, vender en Europa? Primero, porque los fundadores de la compañía son europeos; segundo, porque para los competidores americanos, habituados como mucho a diferenciar entre costa este y costa oeste, esos problemas se agravan, salvo que se trate de grandes compañías.
El diálogo continuó con tres preguntas al hilo. ¿Podría Scality ser objeto de compra por alguna de esas grandes compañías? Sí. ¿Estaría Scality interesada en recibir una oferta de compra? «Cualquier compañía que pueda pagar 1.000 millones de dólares sería un comprador potencial, y escucharíamos lo que tenga que proponer; mientras tanto, vamos a seguir haciendo crecer el valor de la compañía a través de nuestros productos y la conquista de nuevos clientes». ¿Podría ser atractiva la tecnología de object storage para llenar un vacío en el catálogo de otras compañías de almacenamiento? Al respecto, Lecat se remitió al juicio del analista Terry McClure, quien pronostica que en 2015 el 80% del almacenamiento se hará con tecnologías escalables, no sólo de objetos pero incluyendo la de objetos.
Es desconcertante: nadie parece tener claro qué es realmente el object storage, ni siquiera entre las empresas que comercializan esta tecnología. Más correcto sería decir que cada una tiene claro lo que vende y contra quién compite, pero en el mercado sobrevuela cierta confusión. Eso sí, se han acuñado términos que están en el glosario de toda persona relacionada con este campo: contenedores, estructura de jerarquía e identificador son palabras que no faltan en ninguna presentación. Al menos, aclaran lo esencial de una tecnología que, sin ser nueva, está floreciendo con energía renovada, y es impulsada por interesantes startups con la aquiescencia perezosa de los grandes del sector. Leer más