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Lo he escrito antes aquí, pero aprovecho la oportunidad para responder a preguntas y comentarios que me han llegado en los últimos días. Desde mi punto de vista, el balance del Mobile World Congress de este año tiene menos que ver con los dispositivos y con el joven Zuckerberg, que con las infraestructuras sobre las que se apoyan. Es, desde luego, una apreciación discutible, pero también un paso con respecto a lo que se vio en 2013. Entonces se habló conceptualmente acerca del cambio en la arquitectura y el software de las redes; en 2014 hemos conocido las hojas de ruta de cada vendedor.
No se puede pretender que asuntos como SDN (software defined network) y NFV (network function virtualization) tengan glamur alguno, pero sin duda estaban en las bitácoras de la industria. En Barcelona se conocieron contratos relevantes en este plano como, entre otros, los de Telefónica con Alcatel Lucent, Ericsson y Huawei. En la trastienda, ha seguido la discusión sobre las tipologías de red que se necesitarán para conectar los múltiples dispositivos del Internet de las cosas.
Como todo salto tecnológico, SDN y NFV llegan cargados de promesas: mejora en la eficiencia de costes, flexibilidad, escalabilidad, seguridad, etc. Pero no todos los proveedores coinciden en sus definiciones, ni todos sus clientes tienen las mismas necesidades. Tal como las entiendo, SDN tiende a ser influído por el mundo webscale [Google, Rackspace, Facebook] y NFV responde más a los requisitos de los operadores.
No es tan grave la diferencia, si se mira con una cierta distancia histórica: a lo largo de los años, los operadores han ido desplegando redes separadas para cada tipo de tráfico (voz fija, voz móvil, datos,…) hasta llegar a una convergencia en la capa de transporte IP. Pero las capas de control y de servicio se mantuvieron fragmentadas, y ha llegado la hora de la consolidación y la «cloudificación».
Naturalmente, la magnitud de esta cuestión excede el propósito de este espacio, y excedería mi conocimiento, pero he querido traerla a colación como respuesta a quienes me preguntan qué smartphone ha sido el más chulo que he visto en Barcelona. En mi modesta opinión, la innovación en los dispositivos se está tomando una pausa, porque las características más o menos icónicas no son un factor determinante del crecimiento.
Y, por otro lado, los smartphones están dejando de ser el centro de gravedad de la industria: el hecho de que en el Mobile World Congress se expusieran 10 coches conectados [los que yo he visto, porque quizás hubo más] y se hablara tanto de Internet de las cosas, son síntomas de cambios en marcha. Para cada actor en esta industria su significado será diferente, según fabriquen componentes, dispositivos o software, o vendan servicios. Para los operadores, es una oportunidad de quitarse la espina de los OTT, que les han arrebatado sistemáticamente ingresos. Las redes vuelven a ser lo más importante, y sobre ellas se podrá articular una nueva coexistencia que no ha sido posible mientras todo pasaba por los móviles. Este es mi balance.
Sería banal que pretendiera resaltar la importancia del papel de los directores financieros o chief financial officers. No sé lo que pasa en otros sectores, pero en este del que me ocupo, varios del gremio han dejado su puesto en los últimos tiempos, por lo general antes o después de la salida del CEO al que han servido como escuderos. El caso más reciente ha sido el de Mark Loughridge en IBM. Pero la inconbustible Cathie Lesjak ha visto desfilar tres CEO sucesivos en HP; lo contrario ha ocurrido en Microsoft, que en pocos años ha tenido tres CFO antes de acertar (eso dicen) con Amy Hood como rótula en la transición de Ballmer a Nadella. Esta semana se ha sabido que Peter Oppenheimer deja idéntico puesto en Apple, y la noticia ha despertado interrogantes. Es lógico: la empresa vale 475.000 millones de dólares en bolsa, y estas cosas no pasan en silencio.
La trayectoria de Oppenheimer ha sido singular porque la de Apple lo es. Con él sale del comité ejecutivo otro veterano que vivió toda la segunda era de Steve Jobs. Ingresó como controller en 1996 y alcanzó el puesto de CFO en 2004, desde entonces las ventas de Apple se multiplicaron por 21. Más directamente relacionado con su labor está el hecho de que deja la tesorería de la corporación en unos 142.000 millones, una vez descontada la deuda. Este tesoro es el origen de los cotilleos en torno a su inesperada partida.
Me cuenta Mario Kotler que en los restaurantes de Cupertino se habla desde hace tiempo de discrepancias entre el CFO y el CEO de Apple, que giraban en torno a la política de recompra de acciones, a la que Tim Cook ha accedido para ganar tiempo ante las exigencias de los inversores activistas, pero que ni así ha conseguido que la cotización remonte. Es probable que lo que a Mario le dijeron entre chuleta y chuleta cenando en Faultline, no sea del todo fiable, pero él me asegura que Jobs nunca hubiera aceptado el órdago de bucaneros como Carl Icahn y que, en esta materia, Oppenheimer seguía al pie de la letra el guión del fundador, y obedecía a regañadientes el del discípulo.
No es que me conmueva en absoluto el futuro de Oppenheimer. Al fin y al cabo, se lleva su bonus y sus opciones de muchos millones, a los 51 años de edad. Pero llama mucho la atención que su dimisión haya sido tan comentada en la prensa financiera como el nombre de su sustituto: un veterano es reemplazado por un recién llegado, es el resumen en titular. El nuevo CFO nació en Italia, se llama Luca Maestri y es descrito por un analista como «acérrimo partidario de asegurar el retorno de valor a los accionistas» [para sostener el precio de la acción, se entiende] en sus anteriores empleos, el último de ellos en Xerox. No tengo opinión formada, pero era impensable que Cook no moviera otra ficha (ya van dos) para formar su propia cuadrilla con gente que no trabajó con Steve Jobs.
Dicen que el estilo hace al hombre. Durante sus 14 años como CEO de Microsoft, los memorandos de Steve Ballmer al personal rezumaban una prosa voluntarista y enfática, propia del entrenador de baloncesto que fue en su juventud. Su sucesor, Satya Nadella, comunicó esta semana en un mail los primeros cambios en la cúspide de Microsoft, con un símil extraído de otro deporte, el remo: «a veces pasa en el remo algo que es difícil definir – escribe Nadella – y que sólo ocurre cuando los ocho miembros del equipo reman al unísono, de tal forma que ningún factor individual deje de sincronizar con el resto… que ese algo, que en este deporte llaman swing, yo diría que es poético».
No hay constancia de que a Ballmer le interesara la poesía. Nadella, en cambio, la incluyó entre las aficiones (junto con el cricket, no así el remo) que enumera su biografía corporativa. Como lo poético no quita lo eficaz, el memorando tiene consecuencias prosaicas e inmediatas: la nueva configuración del estado mayor en el que se apoyará el CEO, y que en el glosario de siglas de uso interno se conoce como SLT (senior leadership team). Se parecerá poco al que acompañó a Ballmer en su última etapa.
Tres son, de momento, las novedades reseñables. Sale Tony Bates, que llegó como CEO de Skype y al que Ballmer designó EVP (executive vice president) a cargo de Desarrollo de Negocio y Evangelismo. El nombre de Bates se aireó como candidato a sucesor, pero es tradición que los perdedores decidan que «es el momento de buscar otra oportunidad» (así de poético se pone Nadella cuando escribe que Bates podrá llamarlo por Skype cuando quiera).
Distinto es el caso de Tami Reller, que el año pasado fue promovida a EVP de Marketing, pero – se dice que desairada por cierta pérdida de competencias – ha decidido «tomarse un tiempo antes de perseguir otros intereses fuera de la compañía». Su responsabilidad recaerá sobre Chris Capossela, nuevo CMO (chief marketing officer) con rango de EVP y plaza en el SLT. Reportará directamente a Nadella, lo que le evitará el riesgo de chocar con otro EVP, Mark Penn, nuevo CSO (chief strategy officer), que fuera uno de los fichajes más controvertidos de Ballmer. Penn procedía de su propia consultora de public affairs [antes estuvo en Burson Masteller] y durante un tiempo asesoró a Bill Clinton y a Tony Blair en asuntos de imagen.
Cambia de despacho Julie Larson-Green, que se ha comido el marrón de Windows 8: pierde su rango de EVP y su puesto en el SLT para desempeñarse ahora como chief experience officer a las órdenes del ascendente EVP Qi Lu. Este, a cargo del grupo Aplicaciones y Servicios, y la CFO (chief financial officer) Amy Hood, que ha ganado enteros en los últimos meses, se perfilan como las dos figuras más influyentes del equipo del CEO. Junto a ellos estará Scott Guthrie, que toma el anterior puesto de Nadella, EVP de la división Cloud & Enterprise. Otro (presunto) candidato perdedor, Stephen Elop, retiene su puesto en el organigrama, aunque puede que sólo transitoriamente, hasta que se consume la integración de la división de móviles de Nokia. El equipo de Nadella empieza a remar; queda por ver si tan al unísono y tan poéticamente como quisiera el nuevo timonel.
Lo desconocido siempre ha fascinado, sobre todo cuando mucha gente habla de ello, una circunstancia que tiene su punto irónico. El trabajo de científico de datos, al que le ha quedado adherida su expresión inglesa, tiene algo de esa fascinación. Es un puesto importante, al que se supone capaz de mejorar el rendimiento de una empresa, y a la vez un hueco atractivo para hacer carrera, pues ofrece oportunidades de empleo estable y salario alto. Se dice que su papel es convertir la información en valor, porque el data scientist es quien sabe hacer las preguntas adecuadas para obtenerlo. Es una nueva disciplina, que aún no tiene una carrera específica, pero sí hay demanda creciente de formación. Leer más
Está probado que las redes de cable pueden ser la tabla de salvación a la que se aferren los operadores móviles europeos (y no sólo los europeos) para escapar, o eso creen, de la feroz competencia y de la ineficaz regulación que sigue tratando al sector con reglas que tenían sentido hace tiempo pero hoy son un castigo para sus cuentas de resultados. SFR, segundo operador francés, propiedad del grupo Vivendi, intenta cerrar su fusión con Numericable. No es la primera vez que se habla de ello, pero en la anterior la operación se frustró ante el riesgo de no pasar el filtro de la regulación.
La valoración de SFR podría ser esta vez el obstáculo, pero hace tiempo que Vivendi trata de aligerar la carga que las pérdidas de esta filial hacen recaer sobre las actividades multimedia del grupo (Canal+, Universal Music, Activision). En el origen del problema está la entrada en servicio del cuarto operador, Illiad, que bajo la marca Free ha roto el tablero iniciando una guerra de precios que los demás operadores, desde el incumbente Orange al tercero, Bouygues, no han podido aguantar financieramente.
La semana pasada, SFT desveló que en 2013 sus ingresos cayeron un 10% y su ebitda un 33%. No le van mejor las cosas a Orange, al que el capital que necesita para invertir le cuesta un 8% para obtener un retorno del 4% [fuente: IQ Capital]. La consolidación es, en estos casos, una solución vista con malos ojos por Bruselas, de ahí la búsqueda de un modelo de negocio diferente.
Si las noticias publicadas se ajustan a la verdad de las negociaciones, la valoración implícita de SFR equivaldría a unos 15.000 millones de euros, cifra que estaría por debajo del precio que Vivendi pagó a Vodafone por el 44% que el grupo británico poseía en el operador francés.
Una fusión entre SFR y Numericable tiene lógica económica y operativa. Por escala, gracias a la suma de clientes y de infraestructura, y porque el primero podría acceder a la red de fibra del segundo para tener en común una oferta de servicios convergentes, con los que podría contrarrestar los subsidios cruzados en los que se basa la estrategia de Illiad. De paso, SFR reduciría sus costes, ya que no dependería de alquilar líneas a Orange. El operador antes llamado France Télécom perdería una fuente no despreciable de ingresos por este capítulo.
Este tipo de movimientos tiene antecedentes recientes en Europa. Vodafone ha comprado Kabel Deutschland y ha presentado una oferta por Ono, que de momento no ha sido aceptada, pero tampoco rechazada de plano. El runrún del sector hace circular versiones sobre otras operaciones del mismo cuño.
Según el diario económico Les Echos, Vivendi retendría un 32% de la empresa fusionada, con lo que al menos de momento su desinversión en el mercado de comunicaciones móviles sería limitada. Queda por ver qué hará con otros activos: tras la venta a Etisalat de su participación en Maroc Télécom, le quedan operaciones en varios países africanos y su posición en Brasil a través del operador GVT, que podría entrar en alguna otra jugada. Un analista de Berstein cree saber que al nuevo equipo dirigente de Vivendi – controlada por el multimillonario Vincent Bolloré – se le abren dos opciones: retornar dinero a los accionistas o invertir en nuevas actividades. Queda claro, en cualquier caso, que el centro de gravedad de Vivendi dejará de ser las telecomunicaciones.
Sin discusión, Mark Zuckerberg fue la estrella del Mobile World Congress, y su brillo eclipsó el de los habituales protagonistas del evento. Hasta el punto de que los operadores, que soportan la mayor carga económica del ente organizador, parecieron asumir resignados un papel de secundarios en el reparto. En una mesa redonda, el moderador preguntó al CEO de Vodafone, Vittorio Colao, por su opinión sobre la consolidación del sector en Irlanda. Entre molesto y zumbón, Colao respondió: «anda por aquí un tipo que tiene 1.000 millones de usuarios y acaba de comprar otros 500 millones, pero a mí se me pregunta por Irlanda». Según un cotilleo de la prensa británica, esa noche Colao cenó con Zuckerberg. Leer más
Desmesurada y desasosegante. Estos son mis adjetivos para la cobertura mediática de la aparición de Mark Zuckerberg y su nuevo socio Jan Koum ante el Mobile World Congress. El diario de mayor circulación en Cataluña les dedicó nada menos que tres páginas el miércoles. Se justifica, seguro, por las expectativas en torno a la compra de What´s App por Facebook. Prueba de ellos es que Felipe y Letizia, príncipes de Asturias, estaban en primera fila para escuchar a Zuckerberg. El mismo diario persiguió y consiguió un scoop planetario, la entrevista exclusiva en la que Koum confirma que prepara la extensión de What´s App como servicio de voz sobre IP.
En tres páginas de periódico caben informaciones interesantísimas. Como que Koum llegó a Barcelona el sábado con una tropa de los suyos, pero tuvo que largarse del gastrobar Tickets, para ocuparse de resolver la caída de los sistemas de su servicio de mensajería. Por otra parte, el esquivo inmigrante ucranio de 38 años está «profundamente preocupado y conscientemente optimista» sobre lo que ocurre en su país natal, pero se autoproclama «un genuino producto del sueño americano».
Un cronista de El País, por su parte, nos ilustra sobre detalles sabrosos de una fiesta con la que Koum festejó su cumpleaños y su pelotazo, acompañado de Zuckerberg y pandilla, en un local llamado Boujis, que «para la ocasión había preparado un cóctel a base de tequila, gin, kiwi, mucho hielo y una frambuesa flotando». Dicen que al día siguiente Koum estaba bastante «perjudicado». Dada su preocupación por Ucrania, no me extraña.
Hasta aquí he tratado de reseñar lo importante que viene en la prensa. Ahora dedicaré tres párrafos a lo accesorio, mi interpretación de sendos mensajes poco edificantes que creo leer entrelíneas.
Primer mensaje. Joven que temes por tu futuro: si has llegado a cursar una carrera – aunque sea de esas cortas y ´con salida´ que se inventaron en Bolonia – abandona cuanto antes. Ya sabes que los héroes de nuestro tiempo no son biólogos, ni arquitectos ni historiadores ni tampoco físicos o ingenieros. Los conocemos por sus nombres (Bill, Steve, Larry o Mark) y se han forrado tras desertar de la universidad. ¿Por qué no haces tú como ellos? Si quieres tener futuro, apúntate a un cursillo – los llaman máster, para que veas – donde sin estudiar asignaturas inútiles podrás aprender diseño de páginas web o cómo hacer un plan de marketing online. Hay algunos cursos muy baratos, chico. Y si eres listo, podrás declararte emprendedor. El crowdfunding puede serte de gran ayuda (para perder amigos, quiero decir).
Segundo mensaje. Joven que no tienes trabajo: no pierdas el tiempo enviando currículos que no tendrán respuesta. ¿Por qué no pruebas a inventar una aplicación para móviles y la subes a una app store? Has de saber que es improbable que ganes dinero con ella, pero no más improbable que ganarlo como asalariado.
Tercer mensaje. Joven perplejo: toma buena nota de la inspiración de Mark y Jan. Tú sigue soplando, por si suena la flauta.
La más que probable bancarrota de la empresa Mt.Gox, que gestiona la mayor plataforma de intercambio de la moneda virtual bitcoin, viene a confirmar los peores presagios sobre este experimento que apasiona a tanto papanatas y que trae de cabeza a los economistas serios, que han predicado en el desierto la falsedad intrínseca del invento pseudomoderno. Entre las numerosas compañías que se han montado en los últimos años para explotar el fenómeno, Mt Gox es una de las más grandes, y en su caída ha arrastrado – además de unos cuantos especuladores o ingenuos, que de todo hay – la propia cotización del bitcoin en las bolsas informales (y desreguladas, vaya mérito) que han proliferado en los últimos tiempos.
Es fácil imaginar el cataclismo que produciría una caída del 30% en un solo día del valor de cualquier moneda soberana. Pues eso mismo es lo que ha pasado con el bitcoin, una volatilidad extrema y súbita. Con la diferencia de que una moneda real siempre podría enderezar las cosas con medidas de ortodoxia económica. De los 1.200 dólares a los que en noviembre llegó a “cotizar” el bitcoin, en febrero ha bajado hasta los 510 dólares, y el futuro inmediato no luce mejor. El caso Mt Gox ha evaporado las fantasías de los poseedores de 750.000 bitcoins, que equivalen al 6% del total en circulación. Ciertamente, es poco dinero frente a la masa monetaria de cualquier país, pero ha cortado la fiebre alcista.
Que estas cosas ocurran no debería sorprender, a la vista de otros entusiasmos y de que tanta gente se ha dejado engatusar. Lo que me llama poderosamente la atención es que alguien tan listo y bien informado como el inversor Marc Andreessen, haya salido a defender el bitcoin, sugiriendo que probablemente Mt Gox ha sido víctima de un fraude.
“Es un hecho aislado”, ha declarado Andreessen, cuya inclinación a tomar partido es directamente proporcional al dinero que ha invertido en varias startup de este cotarro. Ha sugerido que podría tratarse de una reedición de la quiebra de la compañía financiera MF Global, lo que resulta aún más ominoso porque MF Global colapsó como consecuencia de haber captado recursos mediante un esquema piramidal insostenible.
Justamente por esa comparación, merece la pena preguntarse si la quiebra de Mt Gox significa que el bitcoin morirá como consecuencia de esta crisis. Probablemente, no, o no en el corto plazo. La verdad es que el bitcoin no reúne los atributos que se necesitan para tener confianza en una moneda, sea real o virtual. Sin confianza y sin regulación, es difícil que tenga salvación.
El acuerdo que Apple firmó el pasado año con el productor de cristal de zafiro GT Advanced Technologies ha dado pie a todo un conjunto de conjeturas. La primera especula con un futuro iPhone cuya pantalla entera sería fabricada con este material, más duro y más fuerte que el Gorilla Glass, aunque también más caro. No ha faltado quien hablara de un supuesto iWatch de zafiro, sin contar con el habitual aliciente para la imaginación que representa el registro de una patente por parte de Apple, que también. En realidad, pese a que sea la opción menos entusiasta, la lógica empresarial sugiere que se trata más bien de una mejora impulsada por Tim Cook, maestro de la logística. Leer más