wp_head() ?>
Si finalmente se confirma la compra de Beats Electronics por Apple, no parece que el principal atractivo para pagar 3.200 millones de dólares sean los auriculares por las que esta marca es conocida. Su fundador, el veterano productor musical Jim Iovine, ha dicho alguna vez que su inspiración – y la de su socio el rapero que se hace llamar Dr.Dre – le vino gracias al iPod, y la poca calidad de sus auriculares. Ahí tenemos la nota irónica de la noticia. Pero no creo que los auriculares Beats sean el motivo de la operación, ni mucho menos justifiquen el precio. Los accesorios son un capítulo menor en las cuentas de Apple, y le sobra capacidad para mejorarlos.
La clave tiene que estar en otra parte. Beats ha lanzado este año su propio servicio de música en streaming, y aunque su audiencia es todavía débil, pudiera servir a Apple contra el avance de Spotify y otros de su estirpe {véase la crónica de hoy]
Retrospectivamente, cuando Google compró [curiosamente la misma cifra: 3.200 millones] Nest Labs, nadie interpretó que fuera por interés en un termostato y un detector de humo, sino por el afán de incorporar su software [también curiosamente, elaborado por un equipo que había trabajado para Apple]. En el interés de Apple por Beats también subyace el software. Pero, ¿realmente no podría desarrollar internamente un servicio de streaming? A Om Malik le ha faltado tiempo para escribir que la compra «es un síntoma de que Apple se está quedando sin ideas».
Lo anterior es un síntoma del ambiente con el que empieza a encontrarse Tim Cook: unos le reprochan no ser capaz de salirse del guión que le dejó Steve Jobs, y otros le miran los pies para saber si es cierto que los zapatos de Jobs le quedan grandes. Cook lleva tiempo prometiendo que en 2014 Apple presentará algo sensacional, pero no parece que la compra de Beats sirva para cumplir con la promesa.
El propósito de la operación es más simple. En términos generales, la música digital ha atenuado su crecimiento: del 11% en 2012 a sólo el 2% en 2013, y se estima en no más del 4% este año. Dentro de esa tendencia hay otra: salvo en unos pocos mercados, los ascendentes servicios de streaming no ganan terreno significativo sobre la piratería sino que van sustituyendo a las descargas. Para un usuario típico dispuesto a pagar por consumir música andante, tiene lógica pagar 9,99 por una suscripción mensual a su conveniencia, en lugar de la misma cuantía por descargar – y ser propietario de – una cantidad menor de temas.
En otras palabras, el streaming ocupa gradualmente el espacio de las descargas, mientras va articulando modelos de negocio sostenibles. Los intentos de Apple (iCloud o iTunes Radio) por introducir mansamente a sus usuarios en el streaming, no han detenido la hemorragia. Hemos observado que las notas de prensa de Apple siempre informan del total de descargas acumuladas [con ese procedimiento, un hito sigue a otro hito] pero omiten el descenso de las descargas trimestrales.
Horace Dediu señalaba en un reciente análisis que Apple ingresa 1 dólar por cada usuario al que vende música, mientras que en 2008 ingresaba 16 dólares. Un cálculo viciado por el hecho de que entretanto ha pasado de 75 a 800 millones de usuarios que le han confiado los datos de sus tarjetas de crédito.
Hay otro factor que señala el analista Mark Mulligan. iTunes ha tenido éxito en los mercados de habla inglesa – EEUU, Reino Unido, Australia y Canadá – que están entre los más numerosos pero también los de menor crecimiento; «inadvertidamente, Apple ha cedido a otros el cetro digital en los países no anglófonos» [los que siguen creciendo], sentencia Mulligan.
Tiempo habrá de analizar la otra cuestión apuntada estos días. Si el precio de la compra fuera el mencionado, sería la más alta que jamás haya hecho Apple. La anterior fueron los 400 millones pagados por NeXT en 1997, pero ni siquiera esa comparación vale, porque aquel fue el precio que la compañía pagó por reintegrar en sus filas a Steve Jobs. Dinero no le falta. Una vez rota la tacañería, ¿podemos esperar que Tim Cook vuelva a tirar de chequera con más generosidad?
Por primera vez en la historia de la musical digital, el volumen de descargas ha caído: un 2% en 2013, pero sería exagerado evocar el constante descenso en las ventas de discos. En cambio, las suscripciones a servicios de streaming como Spotify, Deezer, Pandora, Beats Music o decenas más. crecieron un 51,3% hasta alcanzar unos ingresos totales de 1.100 millones de dólares, según datos de IFPI (International Federation of Phonographic Industry), que no esconde su entusiasmo por esta evolución. O sea que el streaming ha cogido carrerilla, y Apple parece que se sumará al fenòmeno, rompiendo otro dogma jobsiano. Al menos en Europa, Spotify estaría a punto de desbancar a iTunes. Leer más
Este blog no se ocupa de la industria farmacéutica, ni tengo interés en agravar mi carga de trabajo. Aunque reconozco que estudiar su estructura pudiera ser algo apasionante, y que en ciertos sentidos comparte rasgos con el sector que sí analizo en mi blog. Por si alguien no se ha enterado, en las últimas semanas se está viviendo uno de los periódicos episodios de consolidación en lo que se conoce como Big Pharma. La compañía Pfizer, de Estados Unidos, ha lanzado una oferta de compra sobre la anglosueca Astra Zeneca por una suma fabulosa: 106.000 millones de dólares. La oferta ha sido rechazada, de momento, pero podría ser convenientemente endulzada.
El intento de Pfizer ha abierto dos debates separados por un océano. Uno, sobre la fiscalidad de las empresas en Estados Unidos, el otro sobre las varias formas de estímulo tributario que aplican los miembros de la UE, y que en la práctica usan unos contra otros.
El grupo farmacéutico americano tiene decenas de miles de millones de dólares aparcados fuera de su país, que no ha repatriado para no pagar el impuesto correspondiente. En este sentido, no se diferencia de lo que hace la mayoría de la industria tecnológica y cuyo epítome es Apple. Si esa masa de dinero – me suena la cifra de 3 billones de dólares – sigue fuera de su país, en el peor de los casos produce intereses, y en el mejor sirve para comprar empresas extranjeras (a bajo precio, si se considera el ahorro fiscal). O sea, un medio de optimizar su cuenta fiscal en Estados Unidos y de recompensar a los accionistas.
Pero, como he dicho, AstraZeneca se ha negado de momento a vender. Y aquí viene el azucarillo de Pfizer en a taza de té de David Cameron: ha prometido crear un holding con sede en Londres como paraguas para cobijar los dos componentes del grupo resultante. Señuelo: se beneficiaría de un impuesto de sociedades más benévolo que el norteamericano: 21% en lugar de 28%. Esos siete puntos de distancia podrían hacer una diferencia de 1.400 millones de dólares anuales, según un análisis del Barclays.
En Washington se agitan las aguas. Hay una propuesta para alinear el impuesto de sociedades con el que pagan los individuos: todo ciudadano que resida en el extranjero paga el mismo tipo impositivo que el que vive dentro del país. Y no ha faltado quien sugiera que de esta circunstancia puede brotar una zanahoria: bajar el impuesto a cambio de la vuelta del tesoro expatriado.
Allá se las compongan, diría mi amigo Félix. Pero la otra parte de la historia es la que se ha liado en Europa. Cameron ha metido la pata al mediar sin disimulo en favor de Pfizer, con el fin de a) ingresar una buena tajada en impuestos sobre la transacción y b) ratificar que su gobierno será más o menos euroescéptico, pero sin duda es corporate friendly. El impuesto de sociedades es sólo una de las armas de que dispone para atraer empresas; otra es la promesa de bajar al 10% (a partir del 2017) la tributación sobre beneficios obtenidos de la explotación de patentes propias. Esta sí que es una tentación para las empresas de TI, algunas de las cuales empiezan a considerar la posibilidad de centralizar su propiedad intelectual en el Reino Unido, creando filiales ad hoc.
El problema que tiene el cortejo de Cameron a las corporaciones es que estas empresas residen fiscalmente en otros países de la UE, algo que se ha puesto de manifiesto cuando se publicó que Apple, Google y Microsoft, entre otras muchas, hacen que sus operaciones europeas pasen invariablemente por Irlanda, para sacar ventaja de la baja tributación del hoy desdentado ´tigre celta`. Aunque suena hipócrita, el gobierno de Dublin ha sido el primero en quejarse al de Londres. Y el de los Países Bajos, que está a punto de perder la sede europea de Starbucks.
Lo que es evidente y cotidiano para cualquier habitante de esta península, la digitalización de la señal de televisión, es todavía una migración inexorable para casi la mitad de los habitantes del planeta: en 2013, el 55% de los hogares con al menos un aparato receptor recibía TV codificada en ceros y unos, frente al 30% de 2008. Lo dice el capítulo 5 del estudio Measuring the Information Society 2013, publicado por la Unión Internacional de Telecomunicaciones (en adelante UIT). Como resultado de la digitalización, el panorama global de la televisión se hace más y más competitivo: IPTV, TDT, cable y satélite DTH rivalizan por ganar cuotas de mercado, en espectadores y… en ingresos. Leer más
Que el número tres (o cuatro) de una multinacional deje su cargo de la noche a la mañana por «razones personales», inevitablemente despierta sospechas. Es lo que ha hecho Vishal Sikka, CTO de SAP y máximo responsable del desarrollo de productos e innovación: anunciar su marcha dos semanas antes de la junta de accionistas en la que Bill McDermott será ungido como único CEO de la compañía, y un mes antes de Sapphire, evento anual para clientes y partners, en el que le estaba reservado un papel estelar. ¡Cómo para no sospechar que las razones personales son un pretexto!
Llueve sobre mojado, porque SAP se caracteriza por los continuos cambios en su cúpula en los últimos diez años. Cuando parecía haber alcanzado la estabilidad con el dúo formado por McDermott y su co-CEO Jim Hagemann Snabe, el segundo ha decidido dejar a su colega solo al mando, siempre tutelado por el fundador Hasso Plattner. He leído que Sikka tenía la ambición de ser promovido para compartir el puesto de CEO con McDermott, y que al no serle concedido decidió renunciar. La verdad es que tampoco resulta creíble una rabieta pueril en alguien de su experiencia: Sikka, doctorado por Stanford, fundó y vendió dos empresas de software antes de fichar por SAP en 2002, y en 2007 se convirtió en CTO.
La revista alemana E3 ha publicado detalles sobre una supuesta batalla interna, que enfrentaría a dos bandos: ciertos miembros del consejo defienden que el centro de decisión siga en Alemania, pero otros – no por ello menos germánicos – se resignan a que el eje se desplace a Estados Unidos, como requisito para estar en la punta de la innovación. A la vez, en Estados Unidos se habrían configurado dos polos: uno en Pennsylvania (cuartel general de McDermott) y otro en Palo Alto (dirigido por Sikka).
Justo antes de dimitir, el CTO reaccionó en su blog personal, descalificando el artículo como una colección de chismes sin fundamento. Pero no pudo evitar que las preguntas siguieran circulando.
Gracias a la profunda renovación intelectual que introdujo Sikka – exponente de la muy poderosa diáspora india en el Silicon Valley – con la invención de la plataforma de base de datos en memoria HANA, la oferta de la compañía ha dado un vuelco en los últimos años, y los resultados justifican la inversión orgánica. Por otro lado, las varias adquisiciones que debían situarla en primer plano como competidor en el emergente mundo del cloud computing (SuccessFactors y Ariba) no han dado los frutos que se esperaban; asimismo, desde que Sanjay Poonen abandonó la compañía el año pasado para irse a VMware, no ha habido progresos en la estrategia de SAP en materia de movilidad, supuestamente ambiciosa.
Si estos razonamientos se llevan a su consecuencia lógica, estaríamos ante la reapertura de un dilema de prioridades: plataforma o aplicaciones, que las funciones duales de Sikka ayudaba a diluir. De momento, su responsabilidad de supervisar el desarrollo de productos ha recaído en un veterano directivo alemán, que dirigía la venta de aplicaciones, pero se ha dejado para más adelante la búsqueda de un nuevo CTO.
Entretanto, ¿qué futuro espera a Sikka (46 años), aparte de su familia? Tal vez un regreso a India: hay rumores que asocian su nombre a la próxima sustitución del CEO de Infosys, uno de los grandes grupos de servicios informáticos de ese país, Infosys necesita un cambio radical para adaptarse a un mercado mundial en el que los servicios de outsourcing han perdido relevancia. El actual CEO, S.D [Sarojni Damodaran] Shibulal, quiere retirarse, y ha sugerido públicamente que la compañía necesita un revulsivo semejante al que vivió IBM tras la llegada de Louis Gerstner. La comparación no sería del todo pertinente [Gerstner venía de la industria de consumo] pero ha dado lugar a que Times of India desvele que Vishal Sikka estaba en la short list para ocupar el puesto. Extraño giro en su carrera, pase lo que pase.
Todavía no ha llegado a casa el paquete de Amazon, pero he leído tantos comentarios sobre Le Capital au XXIe Siècle, de Thomas Piketty, que me atrevo a escribir una líneas acerca de este libro que alguien ha calificado como el mejor sobre economía que se haya publicado en muchos años. ¿Será para tanto? No lo sé, pero de entrada parece que Piketty ha conectado con la necesidad de poner el pensamiento económico en el eje del debate público. Algo debe estar ocurriendo para que un libro que bebe de fuentes académicas, con decenas de gráficos, haya escalado a la lista de más vendidos del New York Times, ese ´algo` es la perplejidad ante una crisis que, aunque la propaganda insista en lo contrario, está viva y coleará por bastante tiempo.
La tesis de Piketty es, reducida en extremo, muy simple: la desigualdad es una amenaza para el capitalismo. Para sostenerla, pasa revista a 200 años de evolución en la concentración de ingresos y riqueza. Durante los siglos 18 y 19, las sociedades occidentales [tengo entendido que no se mete a analizar las nuevas fuerzas asiáticas] fueron profundamente desiguales, con rígidas estructuras de clase. La industrialización elevó gradualmente los salarios, sin modificar lo esencial. En el siglo 20, la sucesión de guerras, revueltas, recesíón, inflación y quiebras, condujo a la invención del estado de bienestar: «la existencia de un contramodelo fue una de las razones por las que ciertas reformas fueron aceptadas»
Lo que vienen a demostrar las series históricas de Piketty es que el retorno que recompensa al capital está aumentando más rápido – cada vez más rápido – que el crecimiento de la economía. Y que, de seguir así, la desigualdad llegará a ser insostenible tanto económica como políticamente. Hasta el FMI sostiene algo parecido en su estudio Redistribution, Inequality and Growth, publicado en febrero [curiosa coincidencia con la edición americana del libro de Piketty].
De la cuantiosa recopilación estadística del libro, un colega que sí lo ha leído extrae esta descripción: «los niveles de desigualdades de renta y patrimonio durante los bulliciosos años veinte del siglo pasado. La extrema concentración. Tanto en Europa en 1910 como en Estados Unidos en 2010, el reparto del pastel es muy desigual: el 1% más rico se queda con el 20% del total, el 9% restante con el 30%: la mitad para el 10% más rico. El 40% siguiente se repartió otro 30% y el 50% restante se las arregló con el 20%».
Martin Wolf, admirado columnista económico del Financial Times, asume la idea central del libro: una sociedad menos desigual sería una bendición, no una amenaza, para el crecimiento que se echa en falta en la economía mundial. Extrañamente, los columnistas conservadores se han mostrado cautos en sus críticas a Piketty, más allá de ventilar no sé qué episodio conyugal. Superado el espantajo de la reforma sanitaria de Obama, la derecha republicana tiene una nueva prioridad: bloquear la subida del salario mínimo porque, según un editorial del Wall Street Journal, llevaría a la ruina a sectores como las cadenas de restaurantes, «que están entre los verdaderos creadores de empleo» [sic].
Por lo que me han dicho, Le Capital au XXIe Siècle [todavía no editado en España, esto no es Sombras de Grey] no se limita a revisar históricamente la cuestión. Se apunta a la tesis del estancamiento secular, que otros han acuñado como el problema de nuestro tiempo. Piketty predice que el crecimiento será bajo durante el resto del siglo, que los retornos sobre el capital se mantendrán altos y la riqueza se concentrará en menos manos.
Supongo que volveré sobre el tema, que sin duda apreciaré mejor cuando pueda leer directamente el libro. Me detengo en este punto, pues.
Es, puede decirse sin exagerar, uno de los proyectos tecnológicos más atractivos de los últimos tiempos, desde los puntos de vista filosófico, humano y técnico. Watson representa el intento más serio de casar el concepto de inteligencia artificial con los campos de interés estratégico para la sociedad; ha salido de los laboratorios de una empresa como IBM, por lo que ha de ser coherente con objetivos comerciales. Pero las circunstancias presionan para forzar el mayor impacto económico, porque hay prisa por abrir nuevos yacimientos de crecimiento. Virgina Rometty, la CEO de IBM, ha dicho que Watson puede ser un negocio de 10.000 millones de dólares en una década. Leer más
Ingeniosos tuiteros inventaron el hashtag #appsung para el proceso en el que ambas partes han sido declaradas culpables. Algo tiene de justicia poética: abundan los síntomas de hartazgo con el circo legal que Apple y Samsung [principalmente, pero no los únicos] han llevado de gira por el mundo durante años. El último episodio, o tal vez no el último, ha culminado, o tal vez no todavía, con el veredicto por el que los ocho miembros del jurado dictaminaron que Samsung ha violado dos patentes registradas por Apple, y que Apple ha violado una registrada por Samsung. Sería un error pensar que no ha habido vencedores ni vencidos.
Si la juez Lucy Koh confirma el veredicto, los 2.191 millones de dólares que reclamaba Apple se habrán quedado en sólo 119 millones. La cifra es tan baja, un 5,4%, que ha sido interpretada como una bofetada a la seriedad de la demanda: hace un mes, Apple presentó al juzgado un documento en el que estimaba en 60 millones la minuta del bufete Morrison & Foerster.
Por su lado, Samsung debería estar contenta con esa cuantía – muy inferior a los 930 millones con la que se saldó un litigio anterior en el mismo juzgado – y también con los 158.400 dólares – mucho menos de los 6 millones que le reclamaba su adversario – que deberá pagarle Apple por violar su patente sobre codecs de video registrada por su competidor coreano. En definitiva, la infracción de Samsung ha sido justipreciada en 40 dólares por cada dispositivo declarado infractor, y la de Apple en 2 dólares.
A diferencia del 2012, la juez Koh no invitó esta vez a las partes a buscar un acuerdo extrajudicial. Aun así, el desenlace no es lo más interesante: los abogados de Apple presentaron como evidencia un documento por el que Google se habría comprometido a reembolsar a Samsung la indemnización que pudiera recaer sobre ella. Fue un error, aunque insistieron en que el jurado no debería considerar a Google como parte. Samsung acertó en su táctica procesal de involucrar a Google: personas que trabajaron o trabajan en Google testificaron que ciertas características que Apple dice haber inventado forman parte de Android.
Lo cierto es que entre el final del juicio de 2012 y el veredicto del viernes, el iPhone ha perdido cuota de mercado frente a los smartphones basados en Android (particularmente los de Samsung), por lo que la juez advirtió al jurado que no debía dejarse influir por esa información, que según ella no es relevante para decidir quién tiene razón sobre las patentes.
Durante el juicio reapareció aquel famoso mail de un cabreado Steve Jobs, prometiendo librar una ´guerra santa termonuclear` contra Google tras el lanzamiento de Android. De modo que la alegación de que el objetivo no confesado de la demanda era Google resultó creíble para el jurado, según el especialista Florian Mueller. Tampoco funcionó el argumento patriótico que los abogados de Apple hicieron valer en el juicio de 2012 [en aquella ocasión se discutía sobre diseño, esta vez sobre funcionalidades]. Mueller sostiene que Google ha sido el vencedor de la batalla: Samsung se ha escudado tras ella, y Apple parece que no tiene armas para atacarla directamente.
Puede ser una mera coincidencia, pero el martes 29 la Comisión Europea alcanzaba un acuerdo con Samsung por el que esta se abstendrá durante cinco años de pedir medidas coercitivas contra sus rivales (obviamente, Apple) en defensa de sus SEP (standard essential patents). En caso de conflicto, las partes tendrán 12 meses para negociar, y en última instancia los términos de una licencia serán decididos por un tribunal o por un árbitro. En concreto, implica que Apple tendrá que pagar a Samsung por el uso de sus patentes ´esenciales`, pero la segunda no podrá fijar unilateralmente las condiciones ni el precio. Como contrapartida, la CE renuncia a seguir un procedimiento antitrust que tenía en marcha contra Samsung.
La línea divisoria entre la impresión por inyección de tinta o por láser, no es tan evidente como lo ha sido históricamente. Hasta ahora, la frontera pasaba por las 500 páginas al mes, lo que significaba que la primera se reservara a los consumidores y la segunda a las empresas. Pues bien ya no es así: la línea se ha movido hasta las 4.000 impresiones mensuales con la misma o superior eficiencia de costes y consumo. Este argumento, con el que HP arropa sus nuevas OfficeJet, presenta un interés especial: más que el «ascenso» de una tecnología de consumo, implica generalizar en las empresas la que ya usa en sus impresoras de escala industrial, no sin consecuencias económicas. Leer más