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Los feligreses de la secta digital llamada Bitcoin no saben si alegrarse o inquietarse por una circular del Internal Revenue Service (IRS), la agencia tributaria de Estados Unidos, en la que instruye a los contribuyentes sobre cómo reflejar en sus declaraciones las operaciones con esta criptomoneda (u otras, que las hay). Alegrarse, en la medida que el IRS otorga legitimidad a la moneda virtual al regularla como activos de capital convertibles por otro valor real expresado en dólares. O inquietarse porque, cuando el fisco se entromete, desvirtúa el sueño libertario de que cada individuo pueda llegar a ´acuñar` su propio instrumento monetario para escapar al control de las autoridades.
Para los contribuyentes, implica que las ganancias derivadas de la tenencia de activos en bitcoins son imponibles, según unos tipos mínimos del 15%; consiguientemente, las pérdidas son deducibles de otras ganancias de capital o de la renta, con un límite de 3.000 dólares/año. Para quien compra y vende bitcoins como inversión, el tratamiento no es diferente al que se le aplica por comprar y vender acciones, he ahí el argumento de la legitimidad. No es fácil escaquearse: toda transacción en moneda virtual hay que declararla como si se pagara en moneda real, haciendo constar su equivalencia en dólares a la fecha de pago.
La circulación de bitcoins no es despreciable, unos 3.800 millones de dólares [el doble que alguna moneda latinoamericana], pero Gavin Andresen, chief scientist de la Bitcoin Foundation – que parece ser la depositaria del código fuente – es el primero en advertir que todavía está en su fase infantil: tal como está diseñada, toda la red [de emisores] de bitcoins no puede procesar más de 7 transacciones por segundo; en comparación, Visa procesa un máximo de 50.000 transacciones por segundo.
Los adalides de la moneda virtual han vivido un mal año 2014: su tipo de cambio llegó a ser cuatro veces más alto que los 271 dólares/229 euros de ayer, según el boletín Coindesk. Una constante fluctuación a la baja ha hecho que su comportamiento fuera peor que el del hryvnia de Ucrania, que ya es decir. El peor momento por el que ha pasado el ´ecosistema` fue la quiebra de MtGox, autoinfligida por el estallido de su burbuja especulativa; aunque menos dramático, es significativo que Bitstamp haya suspendido la semana pasada sus operaciones tras descubrir que intrusos anónimos habían hecho desvanecer 19.000 unidades de bitcoins. Los problemas de seguridad son periódicos: Blockchain – «una billetera virtual en moneda virtual» – ha reconocido un apagón de su sistema debido a cierta vulnerabilidad del software que verifica la identidad del usuario.
Las noticias sobre el bitcoin tienen siempre un lado bueno y un lado malo o no tan bueno. Los entusiastas han celebrado el anuncio de que Microsoft, Dell y Time aceptan bitcoins como medio de pago por software y suscripciones, una práctica que ya era corriente en Overstock y Starbucks. Cuando se indaga un poco más, resulta que no es tan así: no ´aceptan` bitcoins per se, sino que han firmado acuerdos con dos empresas de intermediación, Coinbase y BitPay, que cogen los bitcoins de sus clientes – cobrándoles una comisión – e inmediatamente los convierten en dólares con los que pagan a los vendedores.
Michael Casey, columnista del Wall Street Journal, discrepa de quienes dan por muerto al bitcoin. «Su precio es irrelevante para valorar las tendencias subyacentes de una tecnología capaz de subvertir las finanzas – escribe – Muchos inversores serios están aportando dinero y experiencia para que los desarrolladores de software usen código open source con el fin de crear aplicaciones que faciliten unos nuevos modelos de transacciones digitales, que podrían amenazar algunos de los servicios que hoy prestan los bancos». Lo que importa observar, según Casey, no es el tipo de cambio del bitcoin, sino la innovación en el software que rodea las criptomonedas.
Hace quince meses, BlackBerry estaba al borde de la bancarrota, y sus directivos – entre ellos el fundador, Mike Lazaridis – dieron un paso en falso al anunciar su disposición a vender la compañía a algún competidor; saltaron los rumores y cundió el temor a que cayera en manos chinas, puesto que los sistemas de la marca canadiense son una pieza clave en las comunicaciones gubernamentales y corporativas en Estados Unidos y Europa. En noviembre de 2013, un fondo de inversión tomó el control, y fichó como consejero delegado al experimentado John Chen, quien en poco más de un año ha puesto a BlackBerry otra vez en pie. El momento sigue siendo delicado, pero la supervivencia parece asegurada. Leer más
Mañana (por hoy) puede haber un anuncio sensacional sobre IBM, me avisa desde Londres un colega para el que los domingos no son sagrados. Virginia Rometty acaba de cumplir tres años como CEO de IBM y está en vísperas de una profunda reestructuración, tanto o más profunda que la acometida en su día por Lou Gerstner. Ya dejó entrever algo en una entrevista de octubre con David Faber: «no hay duda de que la velocidad de transformación del mercado se ha acelerado […] nuestros clientes toman decisiones en semanas, a veces en horas, pero nuestra capacidad [de respuesta] no soporta esos plazos». Rometty repitió tres palabras clave: velocidad, flexibilidad y simplicidad. Insisto en que ocurría en octubre, pero imagino que las repetirá estos días.
Versiones que circulan en sordina dentro de la compañía indican que la estructura de tres grandes grupos con la cual la compañía ha operado durante años, tiene que cambiar, y el cambio se anunciará esta semana. Esa estructura – sugiere el argumento – ha dejado de ser eficaz en una era dominada por el consumo de TI, que exige un modelo de negocio acorde. La separación funcional entre hardware y software tuvo sentido hasta que Rometty decidió vender la deficitaria rama de servidores x86; en los nuevos tiempos, la actividad que cohesionará el conjunto es el cloud, que representa una minoría de la cifra de negocio, pero crece al 50%, y que Rometty presenta como prueba de la necesidad de reconducir la compañía para que pivote sobre las actividades «de valor».
La víctima propiciatoria de esta reorganización será la división de software, a la que Rometty achacaba, en la entrevista citada, «insuficiente flexibilidad». Desaparecerá para, en principio, ser disuelta en un nuevo Business Partner Group. En contraste, se refuerza un nuevo ´supergrupo`, que será dirigido por Rober LeBlanc, que pasa de VP de ser Sofware and Cloud Solutions a ocupar la nueva posición de Senior VP, IBM Cloud, creada a su medida, responsable de «todo el portfolio de tecnología y servicios cloud, incluyendo la estrategia, el diseño de productos, desarrollo de la oferta, marketing, ventas y servicio». Nada menos.
El antecedente que ha convertido la reorganización en inaplazable, está en los resultados del tercer trimestre. Cuando se presenten las cuentas anuales, el martes 20, Rometty ya tendrá en marcha su iniciativa, y con ello habrá acallado cualquier pregunta suspicaz. Más que de crecer, hablará de detener el achicamiento: en los pasados diez años, los ingresos de IBM habrán pasado de 97.000 a 97.400 millones de dólares (+0,4%), habiendo tocado los 110.000 millones en 2011. El ejercicio que acaba de empezar, tras la venta de los servidores x86 y de la división de microelectrónica, debería ser más chica pero rentable. Pese a esta trayectoria poco atractiva, la acción de IBM se ha sostenido gracias al dividendo y la compra de acciones propias, por una suma superior al total de inversiones de capital. Y aun así, en los dos últimos años, la cotización de IBM perdió un 17%, en contraste con el 40% de ganancia del índice S&P del que forma parte. Así las cosas, en octubre, Rometty cortó por lo sano abandonando la promesa de su antecesor, Sam Palmisano, de garantizar 20 dólares de beneficio por acción en 2015.
En los últimos meses se ha anticipado el giro en la estrategia de IBM. Ha firmado acuerdos con Apple, entre otros partners, y ha conseguido contratos de servicios de envergadura, además de crear una división específica para explotar su sistema Watson y seguir invirtiendo en centros de datos para prestar servicios cloud. Con esas cartas en la mano inicia Rometty el cuarto año de su mandato.
Aunque otras crónicas digan lo contrario, el CES 2015 se ha caracterizado por mostrar pocas cosas nuevas: un número creciente de expositores ha aportado un número decreciente de novedades auténticas. De siempre se ha sabido que mucho de lo que se ve en enero en Las Vegas no llegará al mercado, pero nunca había sido tan notoria la redundancia en esta feria. Esto no significa que no hubiera destellos de innovación, sino que en buena parte se han perdido en medio de una cacofonía de marcas cutres que chupan rueda de la proximidad de las grandes. El lado bueno es que podría evitar que el CES sea víctima de la consolidación, como le pasó al Comdex, desaparecido por confiar demasiado en el PC. Leer más
Hace un año, o más, algunos daban por muerto al PC, seguros de que las tabletas acabarían con esa antigualla. Los mismos que descubren el descenso de ventas de las tabletas, cuando la ida y la vuelta sólo reflejan un ajuste en las prioridades de compra de los consumidores. Cuando se publiquen las cifras del cuarto trimestre, probable revelen que el mercado mundial habrá cerrado 2014 con una recuperación, más cercana al valle de 2013 (314 millones de unidades) que del pico de 2011 (365 millones). Estos días, en el pletórico CES de Las Vegas, el PC no ha sido ciertamente el protagonista, pero ha quedado en evidencia que la industria ha hecho los deberes, y en 2015 asistiremos a un movimiento ascendente, una evolución en lugar de la fantasiosa muerte del PC.
De eso me ocuparé otro día. Mi tema de hoy es algo que puede explicar al menos en parte el perezoso despertar del mercado del PC: la estrategia (¿o es sólo una táctica?) de Microsoft para asegurarse de que los Chromebook, promovidos por Google, no detraen la cuota de mercado de Windows. La agresiva política de precios de Microsoft, que se suponía temporal para fortalecer Windows 8, se expresa en una rebaja de las licencias – que en ciertos formatos llegan a ser gratuitas – para dar a los fabricantes un motivo de fidelidad compatible con la rentabilidad.
Se puede ver en la maniobra un anticipo de lo que puede aportar Windows 10 como sistema operativo transversal a distintas familias de dispositivos y, se supone, con diferentes escalas de precio. En una presentación reciente para analistas, Kevin Turner – chief operating officer de Microsoft en la era Ballmer que sigue en el puesto tras el cambio de CEO – dijo que la compañía no está dispuesta a que Windows 10 sea una fuente de pérdidas, pero que explorará «otras maneras de monetizarlo», de lo que algunos entendieron que se refería a distintas combinaciones de Windows y Office. Históricamente, Microsoft ha cargado en la cuenta de las marcas afines unos 50 dólares por cada licencia de Windows, pero el estrechamiento de los márgenes hace imposible que, en esas condiciones, un fabricante venda un PC a 200 dólares.
El resultado del movimiento de Microsoft (para la galería enmascarado como promoción de Bing) ha sido un recorte significativo del precio medio de los PC vendidos en el último tramo de 2014. Por esta razón, no todos los fabricantes han acogido por igual la iniciativa: ganar cuota de mercado está bien, pero no a cualquier precio. Es posible que HP, con su portátil Stream, haya avanzado algo en su carrera contra Lenovo, ejemplo que ha seguido Acer y, por lo visto en Las Vegas, imitará este año también Lenovo.
En comparación con los Chromebook, estas máquinas de bajo precio neutralizan la ventaja que Google creía haber adquirido y son un aviso de que su confianza en que «todo está en la nube» no convence a todos los usuarios. Chromebook puede haber ganado espacio en ciertos mercados, pero no así en el español, donde hasta septiembre se habían vendido unos pocos miles de unidades, gracias a operaciones con escuelas privadas.
Si lo que Microsoft pretendía era frenar la tentación de los fabricantes de echarse en brazos de Google, lo ha conseguido. Ahora bien, para que no se lo reprochen, tendrá que controlar que no está resucitando el efecto que hace unos años tuvieron los netbooks, de los que la industria tiene recuerdos ambivalentes. Ya se verá qué pasa con Windows 10, pero de momento, en el CES, la industria parece apuntar en todas direcciones para evitar una caída mayor del precio medio: por un lado, competir con los modelos baratos, mientras por otro experimenta con nuevos formatos, más capacidades y más prestaciones como manera de diferenciar distintos puntos de precio para mejorar sus márgenes. Mejor lo dejamos por hoy, si les parece.
Un repaso superficial a la lista de expositores en el CES 2015 revela que una de cada cuatro empresas presentes es de origen chino. Normal, me dirán, puesto que todo consumidor tiene su casa llena de gadgets fabricados en China. La diferencia es que, salvo unas pocas excepciones, las marcas chinas son poco o nada conocidas en Estados Unidos – mercado al que se dirige la feria de Las Vegas – aun cuando sean líderes en su propio mercado. Ahí reside la clave del despliegue promocional de esta semana.
Según la consultora de branding Millward Brown, sólo el 6% de los estadounisenses sabe nombrar una marca china. El ranking de Interbrand de 100 marcas globales incluye sólo una china, Huawei. Los estudios de mercado apuntan que los productos chinos están asociados a un tríptico formado por las palabras falsificación, copia e inseguridad. De hecho, aunque Huawei ocupa el puesto 94º en el ranking de Interbrand, en la práctica sus productos están vetados en EEUU tras una virulenta campaña de desprestigio. Hace pocos meses, Huawei presentó en ese mercado su smartphone Ascend Mate y, luego, la marca secundaria Honor. Su presencia en el CES 2015 obedece a un plan para situarse en dos años como la tercera marca del mercado norteamericano, detrás de Apple y Samsung. Si consigue superar barreras de diversa naturaleza.
ZTE, cuya rivalidad con Huawei es notoria [ambas tienen sus sedes, a corta distancia, en Shenzen] ha hecho coincidir con el acontecimiento el «refresco» de su marca y un nuevo logo. Según sus directivos, la meta es cambiar la percepción del público alineando sus smartphones en la gama alta del mercado. Por cierto, la marca china del momento, Xiaomi, dice no tener planes para vender sus smartphones en Estados Unidos, lo que no ha sido óbice para que, con 61 millones de unidades vendidas, haya desplazado a Lenovo y Huawei del ranking global.
La marca china más conocida es, por supuesto, Lenovo, con la reputación de convertir en rentables las divisiones de IBM que ha comprado a lo largo de los años, y que espera repetir la jugada con la adquisición de Motorola. Nótese que es el primero de la tabla mundial de venta de PC, con una cuota del 20%, pero sólo tiene el 10,7% del mercado estadounidense, en el que sus ventas de smartphones son mínimas. Esta compañía china ha contratado como protagonista de sus acciones de marketing al actor Ashton Kutcher [sí, el mismo que encarnó a Steve Jobs en el cine].
No se trata sólo de móviles, tabletas y PC. Dos marcas de televisores chinos han dado el do de pecho en esta edición del CES de Las Vegas. Haier y Hisense son marcas poco conocidas pero poderosas, que han seguido distintas trayectorias: la primera ha comprado casi cualquier marca de electrodomésticos aquejado por los problemas de este mercado; la segunda empezó fabricando televisores de marca blanca para cadenas de supermercados. Esta semana, Haier ha presentado en Las Vegas un modelo de 105 pulgadas y ultra alta definición, además de otro de pantalla OLED curva de 55 pulgadas. También Hisense ha cruzado la barrera de las 100 pulgadas, y un colega me escribe que sus vallas publicitarias están en los lugares más ´emblemáticos` de Sin City.
La verdad es que la idea de este comentario me ha venido tras enterarme que los organizadores de la feria de Las Vegas han anunciado que a finales de mayo se celebrará en Shanghai la versión asiática del CES, en la que los fabricantes chinos jugarán de locales y de anfitriones de las marcas estadounidense. Una jugada que inquieta a la vecina Taiwan, cuya feria de electrónica Computex está convocada para algunas semanas después.
Casi dos terceras partes de la inversión global en infraestructura TI (servidores, almacenamiento y networking) del tercer trimestre de 2014 fue destinada a despliegues de cloud. Según un informe de IDC, los 6.500 millones de dólares invertidos en infraestructuras cloud durante el período se repartieron entre proveedores de nube pública y despliegues de cloud privada. Las cifras son relevantes, sobre todo porque anticipan la tendencia dominante y fundamentan las predicciones de IDC para 2015. Tienen dos implicaciones: a) los CIOs menos propensos al riesgo prefieren mantener sus operaciones bajo control y b) la industria de las TI se enfrentan a una radical alteración de sus ingresos. Leer más
Feliz Año, lectores. Un adagio ingenioso sostiene que cuando dos o más economistas coinciden en un diagnóstico, es muy probable que el diagnóstico sea erróneo. En estas semanas de tránsito interanual, puede parecer que hay coincidencia en prever que 2015 será mejor que 2014, lo que tampoco dice mucho pero alegra saberlo. Tres factores concurren en ese consenso: la revitalización de la economía estadounidense, la consiguiente apreciación del dólar [y abaratamiento del euro entre otras monedas] y, el que más discrepancias suscita, el precio del petróleo.
Por tanto, este primer newsletter de 2015 pasa sumariamente revista a esos factores, y se complementa con una crónica de las predicciones de IDC sobre el mercado de las TIC.
En primer lugar, el comportamiento divergente de las economías desarrolladas. La Reserva Federal ha inundado Estados Unidos con una liquidez masiva, hasta el momento en que la consideró suficiente: el empleo se ha recuperado aunque con calidad y salarios degradados; en 2015 probará qué pasa si sube un poco los tipos de interés. Mientras, en la eurozona, seguimos confiando en la habilidad verbal de Mario Draghi, pero con la oposición del Bundesbank a un plan de compra de bonos que sería el equivalente del BCE a la facilidad monetaria de la Fed. Los economistas consultados por el Financial Times son más escépticos que esperanzados. Por su lado, la Comisión Europea esboza un impreciso programa de inversiones públicas que, si se le añadiera el multiplicador privado, podría aportar otra inyección de recursos para la reactivación. En el fondo de la escena, se eleva el temor a la deflación.
Durante al menos el primer semestre de 2015 podremos disfrutar de un ingrediente con el que no contábamos meses atrás: el petróleo oscilará entre 55 y 70 dólares por barril, lo que daría como resultado que una masa de dinero se desplace de los países productores (menos ingresos) a los consumidores (energía más barata) según apunta el profesor Mariano Marzo: entre el 0,5% y el 1% de crecimiento del PIB cambiará de manos, dependiendo de las circunstancias. Conviene saber que el programa plurianual que el gobierno español envió a Bruselas contemplaba para 2015 un petróleo a 103 dólares de media.
En este contexto, el dólar debería mantener su apreciación frente al resto de las monedas, e incluso llegar a situarse en torno a 1,10 por euro. En principio, debería ser positivo para las exportaciones españolas, que empezaban a flaquear tras haber oxigenado a muchas empresas en sustitución de una demanda interna anémica. Hay que advertir que la mayor parte de nuestras exportaciones se dirige a países con los que compartimos moneda, por lo que el efecto se neutralizaría. El desajuste, caso de prolongarse, afectaría a economías latinoamericanas a las que las empresas españolas se han aferrado en años críticos, como Brasil y México.
Estados Unidos vuelve a ser el motor del mundo desarrollado, con un crecimiento del PIB estimado para este año por encima del 3%. En Europa, las hipótesis oscilas en la mitad de ese porcentaje, o incluso menos: Alemania lleva tres años con una tasa de inversión prácticamente plana, Francia sigue perdiendo competitividad e Italia está demasiado endeudada para encontrar otro rumbo. Un resumen de la situación europea actual sería este: bajo crecimiento, baja inflación, bajo empleo. Además de la deuda, son nuestras tres dolencias, por lo que el forzado optimismo gubernamental resulta inverosímil.
Las incógnitas son de naturaleza política. Este año habrá una sucesión de de elecciones generales, empezando por Grecia y Portugal, dos países «rescatados», ciclo que deberá cerrarse en España. Se ha apretado el nudo de la austeridad y se ha profundizado la desigualdad, ¿cómo extrañarnos de que los ciudadanos no compartan el diagnóstico de la troika? Grecia fue el laboratorio que, al inicio de la crisis, debía servir de escarmiento para los perezosos europeos del sur. Uno de los desenlaces posibles es una moratoria de la deuda griega [que, seamos claros, nunca podría pagar] y la correlativa salida del euro. Angela Merkel opina ahora que esto último no sería tan grave, dicen que pensando en tensar la cuerda como aviso a otros electorados. En fin, pido disculpas por la extensión de este comentario, e invito a leer la crónica del día.
Como tiene por costumbre, IDC ha elaborado y difundido un conjunto de predicciones sobre las tendencias de los mercados de TIC en 2015. Globalmente, prevé un crecimiento del 3,8%, hasta superar los 3,8 billones de dólares. Algo menos de la mitad – 1,7 billones – se atribuye a las telecomunicaciones, y el resto a las TI propiamente dichas. Corrobora la existencia de dos velocidades de marcha: los mercados emergentes crecerán un 7,1%, cinco veces superior al modesto 1,4% de los países desarrollados. Europa será una vez más el eslabón débil, con crecimiento plano. Que conste que la excepción relativa será el mercado español, del que se espera un incremento del 1,7%. Leer más