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Se define como una nube pública, pero con un segundo adjetivo: sindicada. Acaba de inventarla Microsoft con su decisión de implantar en Alemania dos centros de datos que prestarán servicios cloud a las empresas europeas que no se fíen de poner sus datos más preciados al alcance de las autoridades estadounidenses. Su peculiaridad consiste en que Microsoft no los explotará directamente: dejará en manos de T-Systems, filial de Deutsche Telekom, la custodia de los datos de sus clientes, bajo una fórmula fiduciaria [trustee, es la palabra inglesa] ajustada a las leyes alemanas. Por consiguiente, ni Microsoft ni su personal tendrán acceso a esos datos, y aun en el caso de ser obligada por una orden gubernamental o una sentencia judicial en su país, sólo podría acceder con la conformidad simultánea del cliente y del gestor fiduciario, bajo la supervisión de este.
El procedimiento protege a los titulares de los datos: el 83% de las empresas alemanas condicionan su adopción de la nube a que los datos se alojen en su país. Pero también protege a Microsoft, que lleva tiempo resistiendo en los tribunales una orden federal de entregar correos electrónicos de clientes que están alojados en su datacenter de Irlanda. Brad Smith, presidente de asuntos legales de la compañía, ha afirmado que está dispuesto a llegar hasta la máxima instancia judicial si fuera necesario.
El episodio está íntimamente relacionado con el colapso del acuerdo Safe Harbor, entre Estados Unidos y la Unión Europea, que después de años de vigencia ha sido declarado nulo por el más alto tribunal europeo, abriendo una situación inédita que cada proveedor de servicio concernido trata de atender a su manera. Amazon, Google, IBM, Oracle y Salesforce – por citar algunas – cuentan ya, o están instalando con premura centros de datos localizados en Europa para no infringir las leyes en materia de protección de datos.
La propia Microsoft ha destinado unos 1.200 millones de dólares para expandir su red de dacenters en Europa, que forman parte de una infraestructura de 24 ´regiones` en todo el mundo para prestar servicios cloud. Pero subsiste la contradicción básica: un servidor instalado en territorio europeo gestionado por una empresa estadounidense tiene que cumplir una doble legislación: la de protección de datos – especialmente prolija en Alemania – y la de su país de origen. ¿Qué podría hacer Microsoft en caso de conflicto entre ambas legislaciones? Desobedecer a una u otra implicaría sanciones, y en cualquier caso sería un factor de desconfianza de sus clientes. Este es el dilema que se busca resolver mediante la fórmula del data trustee.
El uso de infraestructuras ajenas para prestar servicio cloud bajo la marca propia es una práctica habitual entre los grandes proveedores, aunque sin llegar a la naturaleza jurídica del acuerdo entre Microsoft y T-Systems. IBM/SoftLayer, por ejemplo, es un importante cliente de Digital Realty Trust, suministrador mayorista de capacidad en sus datacenters. AWS tiene un datacenter en régimen de leasing en Ashburn (Virginia). En China, tanto IBM como Microsoft son clientes de 21Vianet, para la prestación de servicios en ese complicado mercado.
Sin embargo, el caso alemán es excepcional. La elección de T-Systems para tal función ofrece garantías, aunque no han faltado comentarios sarcásticos acerca de la incapacidad de Deutsche Telekom para evitar que las comunicaciones de Angela Merkel fueran interceptadas por la NSA, según se ha sabido por el chivatazo de Edward Snowden. Satya Nadella, CEO de Microsoft, reconoció al Financial Times la necesidad de «conjugar una doble preocupación: preservar la confianza de los clientes globales y operar globalmente».
Durante una reciente visita a Alemania, la secretaria de Comercio, Penny Pritzker insistió en que la declaración de invalidez del acuerdo Safe Harbor «socava los negocios transatlánticos». Frase que relativiza el director de comunicaciones de Microsoft Deutschland, Thomas Mickeleit: «en Europa, prevalece un escepticismo fundamental hacia los servicios cloud si implican transferir datos fuera el área judicial europea».
Los dos centros de datos, en Francfort y Magdeburgo, respectivamente, entrarían en servicio a mediados del año que viene y estarán conectados por una red privada, aislados de Internet para garantizar su integridad contra interferencias durante operaciones de backup. La gama de servicios que ofrecerán abarca Azure, Office 365 y Dynamics CRM Online. Como es de suponer, la iniciativa tiene un valor competitivo en la lucha por el negocio cloud en un argumentario de Microsoft acerca de las ventajas de Azure sobre Amazon Web Services, uno de los puntos es el siguiente: «minimice sus riesgos; Microsoft lidera la industria en su compromiso con la protección de sus datos». Mensaje recibido.
Según se ha informado, Microsoft prestará los mismos servicios desde Reino Unido, pero no ha dicho si para hacerlo empleará la misma fórmula [aunque se puede suponer que la actitud británica es, «más comprensiva» con el punto de vista estadounidense]. En definitiva, la cuestión clave es quién tiene acceso a los datos y dentro de qué límites. Un proveedor de cloud está obligado contractualmente a proteger los datos de sus clientes, pero un mundo de clientes globales y con la proliferación de centros de datos, el movimiento y almacenamiento de esos datos tiene implicaciones legales. En el caso que afecta a su centro de Irlanda, Microsoft refuta el argumento del magistrado, quien sostiene que «la ubicación de una pieza de información es inmaterial». Así están las cosas.
En un comentario titulado Has Safe Harbor´s Ship Sailed?, un analista de Gartner, Carsten Casper, escribe: «parecería que Microsoft tuviera que soportar un coste adicional por ser una empresa estadounidense». A propósito de costes: es obvio que todo lo que añade complejidad, añade costes, pero no es impertinente empezar a preguntar si el servicio cloud fiduciario tendrá para los clientes el mismo precio que el prestado en las condiciones actuales. Mientras tanto, después de tres años negociando infructuosamente una actualización del tratado Safe Harbor, es difícil creer que las partes vayan a encontrar forma de rehacerlo acorde con las circunstancias.
La crónica de la semana pasada sobre el estado del mercado mundial de smartphones ha generado una interesante discusión con lectores atentos a su contenido. En ese intercambio, alguien ha hecho llegar al autor de este blog el enlace a una noticia de la que se desprende que Alphabet (ex Google) se prepara para diseñar su propio microprocesador, para lo que ya estaría en conversaciones con varios fabricantes de semiconductores a los que, llegado el momento, encomendaría la fase industrial. Sería, con variantes, lo que viene haciendo Apple desde que adquirió PA Semi para encomendar a Samsung (y luego también a TSMC) la fabricación de los chips que equipan los sucesivos iPhones. Leer más
Trece meses ha durado la búsqueda de una fórmula que tiene muchas de las ventajas de una fusión entre Cisco y Ericsson, pero no es una fusión: las dos compañías unirán fuerzas en el mercado, pero tendrán vidas (y cuentas) separadas. El futuro dirá si les interesa ir a más. Evitan así someter sus planes a unos procedimientos en los que podrían aflorar objeciones de las autoridades de alguno de los muchos países donde coinciden. El acuerdo es aplicable inmediatamente, en contraste con la compleja unión de Alcatel Lucent y Nokia, que aunque fue anunciada en abril aún tardará varios meses en consumarse. Para entonces, Cisco y Ericsson ya estarán compitiendo de la mano, acumulando sinergias. Leer más
Apple vendió 48 millones de iPhone en el tercer trimestre del año, y un total de 231 millones en el conjunto de su ejercicio fiscal, cerrado en septiembre. Esta abrumadora cantidad anual de un único modelo, justifica con creces que los principales fabricantes de chips y componentes pugnen por ser los suministradores del próximo iPhone, que se supone saldrá al mercado en 2016 y llevará el número 7. Claro está que el nivel de exigencia – estricto régimen de entregas semanales, especificaciones muy precisas y uso de la tecnología más avanzada – es tan alto que no cualquiera pasa el corte para ser escogido. Ganar un contrato con Apple es vital para un fabricante; perderlo es una desgracia. Leer más
Me perdonarán, pero hoy me he puesto las gafas de lejos, de manera que empezaré por comentar los resultados de Vodafone (grupo) antes de pasar a los de Vodafone (filial española). De lo general a lo particularm vamos.
Primera noticia relevante: a partir de su próximo año fiscal, Vodafone – que cotiza en Londres – presentará sus cuentas en euros, no en libras. No es, ha dicho el CEO Vittorio Colao, CEO del grupo, una toma de posición en el debate sobre la eventual salida de Reino Unido de la UE. Aunque lo parece: sólo tres de las diez grandes compañías del índice FTSE-100 publican sus resultados en libras. La decisión reflejaría la pérdida de influencia de la libra, y por tanto de Londres, en la economía mundial. En el caso de Vodafone, desde que vendió su participación en Verizon Wireless, la mitad de los ingresos del grupo se generan en euros.
Dicho llanamente, Vodafone es cada vez menos británica: Reino Unido representa sólo el 10,2% de sus ingresos totales en la primera mitad de 2015, y a menos que cambie la tendencia irá a la baja: mientras el negocio del grupo se recupera en otras áreas del mundo, en su país de residencia fiscal los ingresos se han estancado y el ebitda ha retrocedido.
Ya me acerco al mercado español (un guiño a Javier), pero antes me gustaría indicar que Colao ha abandonado la idea de segregar en una empresa aparte los negocios en los mercados emergentes. Esa iniciativa sólo tenía sentido como elemento de la negociación con Liberty Global para repartirse activos europeos; una vez rotas las conversaciones, lo único que subsiste es la posibilidad de sacar a bolsa la filial india.
Se esperaba que un acuerdo con Liberty Global facilitaría a Vodafone una mejor posición en el ultracompetitivo mercado británico, donde juega de local. Cerrada esa puerta por diferencias en la valoración de los activos, Colao retoma ahora su discurso reivindicativo y reclama a las autoridades europeas que eviten una «remonopolización» del mercado. «Como resultado de la consolidación, un solo actor controla el 90% de la red troncal y el 60% de las frecuencias disponibles para 4G», denunció. Pero, como la fusión entre BT y EE ha sido aprobada por el regulador británico, queda una posibilidad: presionar para que bloquee o condicione la compra de O2 por el grupo Hutchinson, todavía pendiente.
Los resultados globales del primer semestre muestran un progreso apreciable, bien recibido por los inversores: por primera vez en cuatro años, crecen los beneficios del grupo. Y esto se atribuye, básicamente, a los primeros frutos del esfuerzo inversor conocido como Plan Spring. Siete de los trece mercados europeos, entre ellos ¡finalmente! España, han elevado sus ingresos por servicios y su ebitda. «Un punto de retorno a la normalidad», sentenció Colao.
En España, que los ahorros de 240 millones de euros por la integración de Ono han dado la vuelta a los resultados. En el semestre, los ingresos han aumentado el 1,1% (1.254 millones de euros) en el trimestre y 0,2% si se considera la mitad del año fiscal (2.489 millones. El componente ingresos por servicios aumentó el 1%. El El ebitda ha dado una grata sorpresa al subir un 16,3% (659,4%) con un margen que pasa del 22,8% al 26,5%; variable fundamental para una empresa que necesita seguir invirtiendo a un ritmo anual de más o menos 900 millones. En la presentación a la prensa, António Coimbra enfatizó que los ingresos han recuperado el crecimiento después de siete años de descenso.
Sin embargo, nada garantiza que ahora vengan siete años de vacas gordas. Coimbra advirtió que en los próximos meses el ebitda volverá por donde solía, debido al impacto del coste de los derechos del fútbol. La batalla entre los tres primeros operadores del mercado español se ha desplazado a las respectivas ofertas convergentes, en las que la televisión sería un arma contundente: Vodafone España, con 1,8 millones de clientes de su fibra, tiene ya 900.000 clientes de su servicio de televisión, en parte gracias a la adición de Netflix al fúrbol pero también a la adición de Netflix a su catálogo. Es otra manera de evidenciar lo trascendente que ha sido la compra de Ono.
En un mercado tan agitado como el de Big Data, se han precipitado los acontecimientos desde la última visita de este blog al cuartel general de Hortonworks. Entre otros, la apuesta de IBM por Spark la ha distanciado del ´ecosistema` Hadoop. Ya advertía Gartner, en mayo de este año, que la adopción de Hadoop está siendo más lenta de lo esperado, y de hecho vaticina que así será durante los próximos años, tanto en el número de despliegues como en la ampliación de los existentes. Herb Cunitz, presidente de Hortonworks lo niega, al menos en lo que respecta a su empresa: la cartera de clientes – dice – no ha dejado de aumentar (son 560 actualmente) y el número de proyectos crece a buen ritmo. Leer más
Los 355,2 millones de smarphones despachados en el tercer trimestre dan para muchas lecturas. Esta, por ejemplo: a pesar del récord del del iPhone (48 millones), Apple no consigue recortar la distancia que separa su sistema iOS del 81% del mercado mundial controlado por Android. Ni lo conseguirá, porque el crecimiento actual se concentra en mercados como China e India, muy sensibles al precio final. IDC pronostica que Apple pasará de 192,7 millones de iPhones despachados en 2014 a 269,6 millones en 2019, pero entretanto Android subirá de 1.060 millones de unidades a 1.540 millones. O esta otra lectura: Samsung, el líder, vende casi tantas unidades como las tres marcas que le siguen. Leer más
Square, empresa fundada por Jack Dorsey, que también fue el creador de Twitter, ha comunicado a la comisión de valores de Estados Unidos su intención de salir próximamente a bolsa. La noticia tiene de particular que anticipa una horquilla de salida que (en el mejor de los casos) equivaldría a valorarla en 4.000 millones de dólares, dos tercios del valor atribuído en la última ronda de captación de capital. De momento, lo único cierto es que Square perdió 54 millones de dólares en el tercer trimestre, sobre unos ingresos de 332 millones.
¿A quién se le habrá ocurrido poner el nombre de un animal quimérico a esas empresas que, antes de atreverse con Wall Street, cruzan el listón de los 1.000 millones de dólares de valor hipotético? Quienquiera que fuese el bautista, ha acertado en algo: esas valoraciones son tan fantasiosas como la leyenda del unicornio. Véase el caso de Snapchat, que supuestamente valía 1.000 millones incluso antes de facturar su primer dólar. O el del ´unicornio` más famoso de esta fauna, Uber, que en teoría vale 50.000 millones de dólares. ¿Los vale? Si así fuera, Uber – que no publica sus cuentas ni está obligada a hacerlo, pero necesita atraer más inversión para seguir funcionando y extenderse por el mundo – estaría condenada a no sallir nunca a bolsa, aunque sólo fuera para no desvelar que su valor es ficticio.
Siempre hay algo de ficción en la confianza que un inversor deposita en una idea presentada por alguien con antecedentes de éxito. Ha habido algunos ejemplos cuyo suceso puede medirse por el retorno que han obtenido sus inversores originales. La ratio más alta la tiene LinkedIn (12,6 veces su valoración previa); le siguen Workday (5,3), FireEye (4,8) y Facebook, que tras un comienzo azaroso ha cuadruplicado el valor con el que salió a bolsa. Aparte de estas excepciones, el retorno medio sobre inversión no es para entusiasmar: de 3,3 en 2011 ha bajado a 1,1 en 2014 y ha vuelto a subir a 1,5 veces en la primera mitad de 2015. Si esta es la media, significa que muchas veces el retorno ha sido negativo.
Renaissance Capital informa que más del 60% de las salidas a bolsa de empresas tecnológicas de los dos últimos años cotizan por debajo de su precio de salida. Algunas, como Box, han perdido la mitad de su supuesto valor del primer día; Pure Storage, de la que se esperaba mucho, ni siquiera el primer día consiguió alcanzar la cotización prevista. Square sería un caso extremo, la primera que anticipa una rebaja de sus expectativas. Aunque, quizá, la maniobra puede consistir en provocar un salto a partir de un precio de salida bajo.
La tasa de natalidad de los ´unicornios` es fabulosa: 23 el pasado trimestre (17 en Estados Unidos), que elevan el total provisional de 2015 a 58 nacimientos. Según estima CB Insights, hay globalmente 143 compañías que merecen ese nombre, cuyo valor conjunto sería de unos 508.000 millones de dólares. El problema es que muchas de esas compañías carecen de un verdadero modelo de negocio: a menudo amagan con la posibilidad de salir a bolsa sólo para atribuirse un valor que les permita buscar un comprador.
¿Por qué me entretengo con esta cuestión distante? Desde luego, no lo hago para reabrir el periódico miedo al estallido de una burbuja renacida, que de eso ya hay quien se ocupa, sino porque desvela un mecanismo enfermizo, potencialmente insostenible. Que luego estalle o no, ya lo veremos.
Hasta el célebre Marc Andreessen, que lleva años negando la eventual repetición de una burbuja como la de hace ahora quince años, ha reconocido que no todo lo que reluce es oro: «los nuevos creadores de empresas durante los últimos años han vivido un ambiente en el que le ha sido muy fácil obtener valoraciones altas, pero esto no puede durar […] cuando el mercado vire, que virará, una parte de esas empresas se evaporarán».
Andreessen no teme personalmente por la desconexión entre las valoraciones privadas y públicas: su receta es que la cartera de Andreessen Horowitz sea suficientemente variada como para compensar grandes triunfos con derrotas relativas. El modelo clásico de venture capital consiste en invertir en la fase temprana de una empresa, hacerse con un buen paquete de acciones y esperar – in vigilando – hasta que la salida a bolsa recompense el riesgo asumido. Esto no funciona como se dice. Las rondas de financiación se cierran bajo contratos leoninos, en los cuales el fondo inversor se asegura «acciones preferentes participativas», una argucia que les habilita para recuperar siempre con ganancias su dinero, aunque signifique dejar en la estacada a los empleados que han aceptado levantar la empresa a cambio de ser remunerados más adelante con opciones de cuyo valor nadie responde.
Raúl dice no haber entendido por qué, habiendo sufrido Microsoft una caída del 7% en los ingresos del primer trimestre de su año fiscal, y con nulo aumento del beneficio, los inversores la han premiado con una subida de la cotización. Pide que se lo explique, pero no puedo satisfacerlo. Lo que sí puedo hacer, es repetir aquí lo que han dicho los analistas: el margen operativo, que llevaba más de dos años en descenso, ha vuelto a subir, y el mérito se atribuye a la progresión del negocio cloud.
Satya Nadella está modificando las prácticas que heredó de su antecesor. Una de ellas, que a Raúl le habrá pasado inadvertida, es la estructura con la que se desglosan los resultados trimestrales de la compañía. Ha reclasificado los seis segmentos operativos definidos en 2013, y los ha reducido a tres. Tiene una explicación evidente, alinear el formato de las cuentas con la orientación estratégica, que pone énfasis en los negocios y en las ´plataformas de productividad`. A partir de este año fiscal, las cuentas se desglosan en tres grupos: Intelligent Cloud, Productivity and Business Process y More Personal Computing. El primero abarca los productos y servicios de Azure, Enterprise Services y Windows Server; el segundo es un agregado de Office y Office 365 tanto para clientes de empresa como consumidores, más Dynamics CRM. El tercero, como sugiere su nombre, incluye las licencias de Windows, así como todos los dispositivos (Surface, Lumia y Xbox) y el buscador Bing.
Hace dos años, la clasificación anterior fue criticada por los analistas. Para facilitar la comparación, se publicaron entonces a la vez los datos de la antigua y la nueva segmentación. Poco duró aquella posibilidad de rastreo histórico: ahora se recurre al mismo procedimiento.
Pero la queja de los analistas se repite: sus modelos de forecasting se ven alterados por una «contabilidad creativa» que parece diseñada para resaltar los éxitos y disimular los fracasos. La combinación de componentes dispares podría servir, llegado el caso, para escamotear problemas. Por ejemplo, a menos que se facilite información adicional, no habrá manera de diferenciar el rendimiento de Windows y de las varias líneas de hardware que ahora están unificadas en la misma división, bajo responsabilidad de Terry Myerson.
A la menor «granularidad» en el reporting, se añade que, en lugar del margen bruto (ingresos menos coste de mercancía), se privilegia el beneficio operativo (en el que se deducen los gastos de ventas, marketing y administración) y no se desglosa el beneficio neto, que globalmente fue de 4.620 millones de dólares. Ahí tiene Raúl una explicación plausible del entusiasmo de los inversores.