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  4/12/2015

4Dic

La junta de accionistas de Microsoft no ha sido tan placentera como sugieren las fotos difundidas. Tampoco ha sido escandalosa, faltaría más. Pero sí que hubo un discrepante de mucho relieve. El primer accionista a título individual [no Bill Gates, que representa a su fundación conyugal] dio la nota con un exabrupto. Su nombre es Steve Ballmer, lo que ha dado lugar a ver en ello una rabieta contra su sucesor, Satya Nadella, por la distancia que este ha puesto con el legado recibido.

Cuando alguien preguntó a Nadella por qué una aplicación muy popular, desarrollada por la cadena Starbucks [oriunda de Seattle, para más inri], no funciona en los smartphones de Microsoft, el CEO tiró balones fuera: dijo confiar en que Windows 10 servirá para atraer a los desarrolladores con la posibilidad de crear aplicaciones ´universales`, válidas para distintas plataformas. Según una crónica de Bloomberg, Ballmer reaccionó con un seco «eso no va a funcionar». Esta fue probablemente su crítica más fácil de compartir: Terry Myerson, apadrinado por Nadella, ha promovido dos iniciativas de esa naturaleza: el proyecto Islandwood pretende que las aplicaciones originalmente diseñadas para el iPhone puedan funcionar bajo Windows 10, y el proyecto Astoria persigue el mismo objetivo con las de Android.

Islandwood sigue su curso, pero nadie cree realista esperar que estimule a los usuarios de iOS a pasarse al hardware de Microsoft. Astoria podría tener más impacto, pero circulan rumores según los cuales este proyecto se encuentra en un callejón sin salida, por lo que podría ser aparcado. Ballmer fue muy directo: Microsoft debería adoptar Android como sistema operativo de sus smartphones, única manera a su juicio de salir de la marginalidad. Es una propuesta que otros han hecho, pero que él rechazaba categóricamente cuando compró la división de móviles de Nokia.

La segunda disidencia tiene que ver con el discutible cambio del método de presentación de resultados, introducido en este año fiscal por Nadella, en sustitución de la no menos discutible segmentación que heredó de Ballmer. En su día, he comentado aquí que ambas heterodoxias merecen una misma objeción: parecen concebidas para enmascarar los problemas en ciertas áreas. En su sobrevenida condición de crítico, Ballmer sostiene que la compañía debería informar sin subterfugios acerca de las ventas y los márgenes de cada línea de negocio. Dicen que dijo, por ejemplo, que el negocio de hardware debe ser identificado como tal en los resultados.

Acerca de un asunto afín, Ballmer se pasó de la raya al calificar de bullshit una afirmación de su sucesor, quien en el informe a los accionistas presumió de que el negocio cloud lleva un ritmo anual de 8.000 millones de dólares, por lo que espera que en 2018 alcance los 20.000 millones. La noción de run rate – habría dicho Ballmer – es engañosa: «lo que debería decirse es cuánto se ingresa y cuál es el margen». Da la impresión de haber olvidado que él mismo, cuando estaba al mando, usaba esa noción de run rate por las mismas razones que Nadella: esconder bajo la alfombra las malas noticias.


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