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En consonancia con el resto del mundo, los españoles han decidido pasar buena parte de su tiempo de ocio pegados (y apegados) a la televisión y al vídeo bajo demanda (VOD). Al menos, esta es una de las principales conclusiones que se infieren de la lectura del informe ‘TV & Media 2015 Spain‘, segmento de uno general elaborado por el Consumer Lab de Ericsson acerca de los hábitos de consumo audiovisual a partir de una amplia muestra representativa. Mientras el consumo de streaming cobra auge en los móviles de la población más joven, la televisión tradicional sigue ocupando ‘el’ espacio privilegiado en los salones hogareños. O sea que el estudio constata que no son antitéticos… pero casi. Leer más
Hay razones para sostener que el temblor bursátil del miércoles, que hundió los índices de todas las bolsas del mundo, fue una sobreactuación: no fue la respuesta a nada que no estuviera en el guión. Fue – decían ayer los economistas – la ansiedad acumulada por turbulencias que se han condensado en las últimas semanas: los indicadores de la desaceleración china [imposible creerse la hipótesis de un 7% de crecimiento del PIB], el descenso del precio del petróleo al nivel más bajo desde 2003 [un alivio inmediato para los automovilistas, pero un trastorno económico global que no va a corregirse en mucho tiempo]. Sin contar con otros factores de incertidumbre global, como la probable crisis de deuda soberana de los países emergentes, tan jaleados hasta hace poco.
Los directivos del sector de las TI se habituaron a fingir que los desajustes de la economía mundial no iban con ellos. Un discurso ritual sobre la ´innovación` y una queja sobre el impacto de las contingencias monetarias, bastaban para enmascarar problemas estructurales. En las últimas semanas, las acciones tecnológicas (salvo contadas excepciones) han entrado en barrena, justo al iniciarse la estación de presentación de resultados. Esta coincidencia es un multiplicador del el bajón.
No se trata sólo de que los resultados de Intel fueran francamente mejorables y los de IBM francamente lamentables. Estas dos compañías son tradicionalmente las primeras en dar la cara, eso es todo. Más significativo es la rapidez con la que se disipa el entusiasmo por Apple [que presentará sus cuentas el martes 26]. Ya tocará comentarlo. Pero, entretanto, cómo no tomar nota de que Gartner – que si de algo peca es de optimismo – pronostica que el gasto mundial en TI crecerá este año un 0,6%. Vamos, que de 3,5 billones de dólares subiría a 3,54 billones, una diferencia tan nimia que es como para ponerla en duda, salvo milagro.
Desde hace meses, los que escribimos sobre el sector hemos cargado las tintas sobre los ´unicornios`, como si fueran lo más representativo de este mundo. Ahora estamos viendo que la vulnerabildad del mercado se ha cebado con ellas, a veces injustamente. Muchas, es cierto, han vivido demasiado tiempo de valoraciones fantasiosas, dependiendo del capital riesgo sin necesidad de un modelo de negocio. Pero no todas las startups son así. Muchas se enfrentan estos días a la decisión de cancelar sus intenciones de salir a bolsa en 2016. De hecho, sólo 4 dicen estar listas para lanzar una OPV, cuando lo habitual a estas alturas del año era una media de 14, dicen los analistas de Renaissance Capital. Y ninguna de las cuatro ha alcanzado el listón de 1.000 millones de dólares de valoración privada que las calificaría para la etiqueta de ´unicornio`.
No necesariamente el frenazo es un mal signo para el conjunto del sector. Los temores a una burbuja han reflejado, en realidad, una imagen tan estereotipada como las fantasías que tenemos sobre las startups. La verdad es que sigue habiendo liquidez «ociosa» [demos gracias a la Fed y al BCE] pero a las empresas se les está haciendo difícil atraerla, a menos que la merezcan. Con sensatez, los inversores se mueven en función de los beneficios en lugar de las dudosas promesas de crecimiento. En el último trimestre de 2015, el dinero invertido en empresas no cotizadas ha descendido un 30%, según CB Insights.
No estará de más poner las cosas en perspectiva. El año ha comenzado con una volatilidad más que justificada. Todo lo que he querido destacar en este comentario es que el sector tecnológico no es una excepción. No podría serlo, si el FMI ha corregido a la baja por tercera vez su proyección de crecimiento global. Take it easy,
Microsoft se ha metido en un jardín, pero al menos tiene un buen motivo: evitar que Windows 7 se convierta en el nuevo Windows XP y llegue a ser un freno para la adopción de Windows 10. La frase anterior no es un juego de palabras: la «nueva política de soporte» es, por lo visto, tan delicada de explicar que ha requerido tres sucesivas «clarificaciones» en pocos días, y no creo que el fallo fuera del mensajero. Durante tres décadas, Microsoft ha respetado un esquema de ciclo de vida de cada versión de Windows, que ahora rompe, aunque sin decirlo así. A Terry Myerson, responsable de la maniobra desde su puesto de VP de sistemas operativos, se le está poniendo cuesta arriba convencer a los clientes corporativos de que es por su bien (el de ellos).
He dicho que el esquema se rompe, pero formalmente Windows 7 seguirá teniendo actualizaciones regulares hasta 2020, aunque sólo si está emparejado con generaciones de procesadores anteriores a la actual, Skylake. Se ha sugerido que esas actualizaciones no serán funcionales, limitándose a resolver ´problemas críticos`, que no es lo que uno espera de un compromiso de soporte decenal. Es posible que a los usuarios individuales no les importe demasiado, porque ya se ha encargado Microsoft de inyectarles el nuevo Windows mediante descargas automáticas, pero muy distinto es el caso de las empresas, invitadas a formar parte del programa GWT (Got Windows 10).
Según los analistas, en las empresas hay expectativas favorables ante Windows 10, entre otras cosas porque Windows 8.1 no les ha convencido. En la práctica, tienden a disociar la compra de hardware y la actualización de su software: para ellas, abordar la transición a Windows 10, debería llevarles más tiempo que desembolsar en nuevos PC su presupuesto de hardware. Lo normal es que cuando se renueva el parque, en los PC ´modernos` se instala inicialmente el sistema operativo ´antiguo` bien conocido por los empleados, y luego se verá cuándo actualizarlo a la nueva versión.
Así fue como Windows XP se eternizó en el seno de las empresas, que sólo espabilaron al acercarse la fecha en que Microsoft dejaría de darles soporte. Impedir que ocurra lo mismo con Windows 7 – cosecha del 2009 – es fundamental, porque funciona satisfactoriamente y representa el 55% del parque total de Windows, lo que puede traducirse como un factor de estabilidad a medio plazo. Por tanto, la migración podría ser más lenta de lo que conviene a Microsoft
Acelerar la adopción de Windows 10 conlleva alinearla con la renovación de la base instalada de PC; por esto se insiste tanto en que ya hay 200 millones con Windows 10 y que «esperamos alcanzar a final de años 300 millones, que nos van a reclamar un soporte duradero y de calidad», en palabras de Terry Myerson. Este declaraba días atrás que su plan pretende «cerrar la brecha entre el entusiasmo de los usuarios por el nuevo hardware y su satisfacción con el software anterior». La relevancia de esta declaración es obvia por venir de quien ostenta el cargo de vicepresidente ejecutivo del denominado Windows and Devices Group.
Retener la versión de Windows anterior, que ha sido práctica corriente en las empresas, no será posible con los todos los PC basados en Skylake. O sí lo será para algunos, pero sólo durante 18 meses. Mientras que esta generación de hardware viene de fábrica preparada para correr Windows 7 (o Windows 8.1), los futuros PC basados en Kaby Lake (Intel) o Bristol Ridge (AMD) sólo funcionarán con Windows 10, sin compatibilidad regresiva.
Es un hecho que las ventas de PC siguen cayendo, pese al estímulo que, se suponía, debía aportar la disponibilidad simultánea de Windows 10 y Skylake. Para que la «nueva política de soporte»no parezca precipitada, Microsoft ha concertado con la industria una «robusta lista de opciones» para quienes prefieran conjugar el último hardware con las dos versiones anteriores de Windows. La lista – al menos la publicada hasta ayer – peca de escasa, ya que comprende tres modelos de Lenovo, dos de HP y tres de Dell, únicos que Microsoft ha testeado para corroborar el funcionamiento de los drivers y el firmware asociado a Windows 7. Incluso para ellos, el soporte está asegurado hasta el 17 de julio de 2017.
Aparentemente, esta transición está reservada a las empresas y no incluye a los consumidores. Tradicionalmente, estos han servido como conejillos de cada versión de Windows, pero esta vez la táctica invierte los papeles: la acogida de Windows 10 que obtenga dentro de las empresas será determinante para el éxito de un sistema operativo que representa una nueva estrategia de Microsoft.
Oficialmente, el argumento de Microsoft sostiene que está haciendo lo correcto para ofrecer a los usuarios una mejor experiencia. puesto que los nuevos PC no han sido diseñados pensando en Windows 7 sino en Windows 10. Es un buen argumento, pero ¿cómo será recogido por sus destinatarios?
Es pronto para sacar conclusiones. Escribe Mary Jo Foley, que desde luego sabe más que yo: «creo imaginar que muchas empresas se echarán atrás en sus planes [de renovación de PC] hasta tener preparada la migración simultánea al nuevo hardware junto con el nuevo software». Pero añade algo que – en mi opinión – es la clave de la película: «el resultado puede ser contradictorio […] menos compras de PC con Skylake por parte de las empresas que confiaban en su compatibilidad con Windows 7».
No me resisto a reproducir la opinión de Wes Miller, analista de Directions on Microsoft: «lo que hasta la llegada de Windows 10 era considerado un buen PC se aleja de lo lo que ahora es un buen PC… bienvenidos al mundo de la ingeniería conjunta de hardware y software».
Todos los estudios apuntan un cambio rápido en los hábitos de consumo de contenidos audiovisuales. Que es tanto como decir que el televisor, artefacto imprescindible y epicentro de los hogares contemporáneos, pierde fuelle como motor del consumo de electrónica. No hay razones definitivas para deducir que esa tendencia sea la causa del bajón en la demanda – afectada por la crisis, como cualquier otro sector – pero es un problema para los fabricantes. Han ensayado casi todo para convocar la renovación más frecuente del parque instalado. Pero lo fundamental no es el volumen sino el precio medio. Será por eso que en el CES 2016 las marcas de TV tuvieron un papel más discreto que otros años. Leer más
Decididamente, la tentación de reducir de cuatro a tres el número de operadores resulta más difícil de digerir en Francia que en Reino Unido. Ahora que la absorción de EE por BT está consumada y a la de O2 por Three le quedan algunos flecos, a este lado del canal el ambiente es muy distinto. No han faltado intentos frustrados de consolidación, y ahora mismo, hay «conversaciones preliminares» entre Orange y Bouygues Telecom – números uno y tres del mercado francés – para articular alguna fórmula aceptable para accionistas y autoridades. Con calculada ambigüedad, el comunicado evita la palabra fusión, tal vez para mantener la operación en el ámbito de la regulación nacional, porque no está claro cuál sería la línea a no traspasar si se quiere dar esquinazo a la combativa comisaria europea Marghette Vestager.
Desde que un advenedizo cuarto operador, Illiad/Free, desencadenó una guerra de precios en el mercado francés, este ha sido un campo de maniobras. La más reciente es una oferta presentada a Bouygues por el grupo Altice valorada en 10.000 millones de euros y rechazada sin llegar a negociar. Esta cifra debería ser la base del precio actual.
Entre tanta peripecia, Orange ha sido la parte más perjudicada, al ver reducidos sus ingresos por servicios móviles de 9.800 millones de euros en 2011 a 6.800 millones (estimados) en 2015. Al mismo tiempo, la antigua France Télécom tiene menos margen para escapar de su dilema: haga lo que haga, su movimiento sería objetado por reforzar una posición estadística dominante. Tiene 28,2 millones de clientes móviles y Bouygues 11,6 millones, por lo que una eventual fusión sumaría el 60% del mercado móvil y aproximadamente la mitad del de banda ancha fija. El ministro de Economía, Emmanuel Macron, ha dicho no ser dogmático mientras no se pierdan empleos, pero al final tendría que imponer medidas correctivas .
Un compromiso posible sería redistribuir clientes entre los competidores hasta dejar su cuota de mercado por debajo del 50%, calmando así la inquietud de Vestager. Podría combinarse con una cesión de espectro o concesiones sobre los derechos audiovisuales que controla Orange. ¿Valdría la pena el sacrificio de Orange? Quizá, si el principio fuera aplicable a otros países europeos donde no está pero quisiera estar. Financieramente, tendría que pagar el máximo posible en acciones y desprenderse de activos para asegurarse de que el rating de su deuda no se degrade.
Stéphane Richard, CEO de Orange endosa la situación del mercado francés al contexto de la UE: «Veinte años de regulación en Europa han fragilizado a los operadores europeos», declaraba la semana pasada – y lo viene diciendo desde hace años – al confirmar que no ha sido él quien tomó la iniciativa sino el magnate Martin Bouygues. «Esta vez, la dinámica es diferente».
Según Richard, cualquier otra combinación – todas en torno a Bouygues, predispuesto a vender, en ningún caso a comprar – sería peor. Pero la complejidad de un acuerdo reside en que debería contar con la complicidad de los otros dos operadores, para que sea toda la industria la que se beneficie de un saneamiento de sus resultados.
Conceptualmente, el fondo de la cuestión es el mismo en tota la UE: ¿es preferible que haya menos operadores móviles con más capacidad para invertir en la renovación de las redes, o que haya tantos competidores como soporte el mercado, con lo que los precios bajarían, lo que es bueno para los consumidores pero no para los operadores?
La convergencia está consiguiendo que ese debate pierda relevancia, y los planes competitivos tengan más que ver con la fibra que con las redes móviles. En Alemania, por ejemplo, Deutsche Telekom ha sido forzada a un acuerdo VULA [virtual unbundled local access] en beneficio de las filiales germanas de Telefónica y Vodafone. En este contexto, resucitan los rumores sobre la negociación entre Liberty Global [con activos de cable en varios países europeos] y Vodafone, que se ha quedado muy debilitada en Reino Unido. Lo curioso es que ambas están ausentes de Francia.
Imagino que algún lector se estará preguntando qué tiene que ver todo lo anterior con España «que es lo que a mí me interesa». Bueno, pues… los puntos de vista aldeanos me parecen, con perdón, poco lúcidos, pero aun así respondería a ese lector que la fibra es hoy por hoy en España, la clave del futuro del mercado de las telecos.
No era el lugar ni el momento para presumir de un nuevo smartphone: Samsung tiene previsto presentar su nuevo Galaxy S7 en febrero, en Barcelona. Pero el CES de Las Vegas era el escenario idóneo para anunciar al mundo que la compañía coreana no se duerme en los laureles y que su futuro inmediato pasa por crear dos ´ecosistemas abiertos`, uno en torno a sus dispositivos Galaxy y Gear, y otro bajo el paraguas del Internet de las Cosas. Los altos directivos presentes abundaron en prometer un mayor énfasis en el software y los servicios; «el entorno nos obliga a competir por vías que no habíamos explorado en el pasado», declaró por esos días a Bloomberg el vicechairman y co-CEO Kwon Oh-Hyun. Leer más
Que un alto directivo se retire tras 43 años de carrera en una empresa, no debería ser motivo de controversia. Que lo haga a finales de diciembre, no tendría nada de particular. Que se vaya al mismo tiempo que otros dos responsables de áreas fundamentales, es lógico que despierte suspicacias. Hablo del anuncio de que Steve Mills, máximo responsable de la división Software & Systems de IBM, se retira con efectos inmediatos. Simultáneamente, salen de la compañía Danny Sabbah, CTO del negocio cloud y Brendan Hannigan, director general de IBM Security. En principio, lo más relevante debería ser el ´caso Mills`: pese a sus méritos, no hubiera podido ser el sucesor de Sam Palmisano, de su misma quinta, pero permaneció en IBM más allá de la edad recomendada para la jubilación, con el fin de acompañar a Virginia Giny Rometty en una difícil reconversión de la compañía.
Mills era el último miembro del equipo directivo de Palmisano que seguía en nómina. Por natural que sea retirarse a los 64 años – es la explicación oficiosa de IBM – no deja de ser materia de interpretación. ¿Está en marcha otra fase de la reorganización emprendida por Rometty? Misión cumplida, podría decir Mills: hace sólo un año, a sus funciones como VP ejecutivo a cargo del software – posición que ha ocupado durante 15 años – añadió la responsabilidad sobre el hardware, y como tal supervisó la venta de los sistemas x86 a Lenovo. En la nomenclatura de IBM, el nivel más alto suele ser senior VP, por lo que el puesto de Mills a la vera de Giny Rometty ha sido considerado excepcional.
En la hoja de servicios de Mills hay que contar 30 adquisiciones desde 2001 [Lotus, Websphere, Tivoli y Rational, entre ellas] con las que reorganizó la cartera de software de IBM desde la adopción de Linux hasta la decidida apuesta por business analytics iniciada con la compra de Cognos. Cuando el viento empezó a soplar en favor de cloud computing, IBM tardó en reaccionar, hasta que compró SoftLayer, núcleo duro de su oferta en la nube.
Aunque encumbrado orgánicamente, Steve Mills quedó marginado de la máxima prioridad actual de IBM, que gira en torno a la computación cognitiva y la nueva unidad de negocio Watson y fuera de su jurisdicción quedó la importante alianza con Apple. Observadores que conocen los entresijos de IBM comentan que la reorganización de la parcela de Mills comenzó en coincidencia con su último ascenso, más aparente que real.
Rometty fragmentó la división de software en tres grandes unidades de negocio: Analytics [a cargo de Bob Picciano], Commerce [Deepak Advani] y Security [Brendan Hannigan]. Otros activos pasaron a depender de la división Cloud [responsabilidad de Robert LeBlanc], con lo que su VP ejecutivo pasó a desempeñar un papel más propio de asesor áulico de la CEO.
El pretexto de la edad no vale para Sabbah y Hannigan, que no eran miembros de la vieja guardia. Este factor está avivando los rumores según los cuales Rometty ha empezado a configurar el equipo del que debería salir su sucesor o sucesora, previsiblemente, dentro de dos o tres años. Con todo lo que tienen de prematuras estas especulaciones, el nombre que suena como ascendente es el de Tom Rosamilia, que desde hace un año manda efectivamente sobre la división de Sistemas, con atribuciones sobre varias categorías de software.
En el curriculo de Rosamilia publicado en LinkedIn hay un detalle llamativo: se ha desempeñado recientemente como asesor económico del gobernador de la provincia china de Guangdong, donde se asienta la flor y nata de la industria TI de ese país.
Cloud computing, big data analytics, Internet de las Cosas, movilidad, drones… Estas son algunas de las impetuosas tecnologías que se disputan el protagonismo en los medios especializados (o no) y entre las consultoras que analizan el mercado TI. Hasta el punto de haber desplazado en atención a otros conceptos bien arraigados y que siguen teniendo un impacto que para sí quisieran algunos inventos de moda. No faltará quien ha olvidado que el outsourcing existe: la externacionalización de servicios TI se ha transformado para seguir vigente, de lo que da fe la tercera edición del estudio sobre este mercado en Español, que han elaborado en común Whitelane Research y Quint Welllington Redwood. Leer más
La edición del CES de este año ha sido extraña. A falta de nuevos productos de electrónica de consumo capaces de dinamizar una demanda vacilante y así incrementar la facturación del sector con dispositivos y servicios innovadores y atractivos, se confiaba a priori que los coches serían el nuevo generador de valor para las compañías de TI e Internet, generalmente afincadas en el Silicon Valley. En cierto modo será así pero no exactamente como se vaticinaba. Los coches de los próximos años llevarán más electrónica, más ayudas al conductor y más conexiones con el mundo, pero la industria del automóvil se las ha arreglado para que no escapen a su control y el de sus marcas. Leer más