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Si la gran innovación que nos prometen Apple y Google para este año es un adminículo como aquel con el que Sophie, la sobrina del inspector Gadget, se comunicaba por videoconferencia con su perro Sultán… hay derecho a pensar que se están quedando cortos de ideas. Vale, quizá no sea justo decirlo así: se ha hecho costumbre que ciertos blogs tecnológicos preanuncien desarrollos asombrosos – convenientemente aderezados con imágenes supuestamente robadas – que mantienen viva la fantasía de los usuarios pero que luego no comparecen cuando se presentan al mercado los productos de la siguiente generación, ni de la siguiente.
Por poner un ejemplo, es lo que ha ocurrido con el Galaxy S4, del que esos blogs (y miles de tuits) pregonaron que traerían novedades que, por alguna razón, Samsung prefirió dejar en el laboratorio. De algo ha servido esta complicidad mediática: la marca coreana ha conseguido acreditar la idea de que, hoy por hoy, innova más que Apple. Me cuesta imaginar que la única respuesta de Apple sea un reloj interactivo.
El problema es, según me explica el amigo Andreu, que la innovación industrial es normalmente incremental y funciona por fases, cada una de las cuales requiere ser validada por los usuarios antes de dar paso a la siguiente; por esto, la tecnología da a veces la impresión de haber llegado a una meseta, pero sólo está en espera de que el mercado madure para aceptarla. Al margen del comic y sus personajes, estos relojes interactivos arrastran años de experiencias fallidas (Microsoft, Sony, Samsung, Pebble, etc) y se han estrellado contra la indiferencia de los consumidores.
¿Volverán a estrellarse, como pronostica el señor Hayek, presidente de Swatch, que algo sabe del asunto? Es posible, pero si ahora mismo existiera demanda para algo supuestamente llamado iWatch, lo único seguro es que Apple no pillaría a nadie por sorpresa. Aunque sólo fuera por aguarle la fiesta, sobrarían los competidores. No está de más recordar que la primera necesidad que tiene Apple no es la apertura de nuevas categorías sino la ruptura de su autoimpuesto ciclo de productos, un modelo de negocio al que los rivales ya le han cogido el truco.
Una vez más, tenemos a Apple en el candelero, pero no por una de esas razones que suelen motivar su aparición en los medios, sino por otra que atañe directamente a los mercados europeos. Revela el New York Times que la CE le ha abierto un expediente informativo, que podría desembocar en una investigación formal por violación de las normas de competencia. La materia son los contratos firmados con los operadores para la distribución del iPhone. En 2007, cuenta con sorna el diario neoyorquino, «los operadores estaban aterrados por la posibilidad de no beneficiarse de la demanda generada por el primer iPhone». Me consta – no diré cómo ni por qué – que más de un CEO europeo peregrinó humildemente hasta Cupertino para asegurarse de que sus negociadores habían hecho lo necesario. Y, de paso, saludar brevemente a Steve Jobs.
Por la cuenta que les tiene, las partes nunca han revelado las condiciones de aquellos contratos, impuestas unilateralmente por Apple. Si un día se desvelaran, probablemente se comprobaría que eran contratos de adhesión. Inicialmente, algunos incluyeron cláusulas de revenue sharing, pero en Europa ese modelo no pasó de Reino Unido. Se generalizó otra fórmula, por la que los operadores aceptaban subvencionar el precio del iPhone «en por lo menos el mismo porcentaje de subvención aplicado al competidor más beneficiado». Por un tiempo, Apple jugó con la zanahoria de otorgar derechos de exclusividad, aunque luego – probablemente advertida por sus abogados – abrió la mano a múltiples operadores por país.
Aquellos tratos siguen vigentes – aunque el monto se ha atenuado allá donde los operadores han recortado o anulado las subvenciones sobre los terminales – y representan, en principio, el aspecto potencialmente cuestionable por los servicios de la CE. Un portavoz del comisario europeo Joaquín Almunia ha precisado: «hemos sido contactados por ciertos actores de la industria, y estamos estudiando la documentación, pero no se ha abierto ningún procedimiento formal». Sugiere el New York Times que han sido uno o más operadores franceses los que llevaron el asunto a Bruselas, y que a rebufo otros han acudido con sus contratos.
Esta versión es coherente con las periódicas quejas de los operadores europeos acerca de las ventajas de que gozan las llamadas OTT. El CEO de Orange, Stéphane Richard, ha criticado públicamente a Apple, pero reconociendo la necesidad de mantener relaciones de cooperación: «Apple gana 1.000 millones de dólares cada semana, y hay que tener la honestidad de decir que con gente así es necesario negociar, para tener unas relaciones lo menos desequilibradas que sea posible». Por las mismas fechas, marzo de 2012, el presidente de Telefónica España, Luis Miguel Gilpérez, declaraba a este blog: «Telefónica tiene las mejores relaciones con Apple, pero uno puede preguntarse si Apple valdría lo que vale en bolsa si los operadores no subvencionáramos sus móviles».
Naturalmente, no se sabe hasta dónde estarán dispuestos a llegar Almunia y los funcionarios que trabajan a sus órdenes, pero ya es significativo que, seis años después de la llegada del primer iPhone a Europa, el espinoso asunto de los contratos haya dejado de ser tabú.
La brusquedad de la renuncia de Kevin Lynch como CTO de Adobe – se anunció el miércoles y se hará efectiva mañana – deja pensar que ha habido borrasca entre él y Shantanu Narayen, CEO de la compañía. Los protagonistas conocerán los detalles, pero la decisión dejará huella: tras años defendiendo por todos los medios las virtudes de Flash contra el veto de Steve Jobs en el iPhone (hay un vídeo impagable en YouTube http://youtu.be/ZNtTfFDena4), Lynch se marcha ¡precisamente! a Apple, donde ocupará un puesto en el que, a grandes rasgos, deberá llenar el vacío dejado por la defenestración de Steve Forstall, cuya ausencia nadie lamenta.
Pese a su apariencia aniñada – a sus espaldas, en Adobe lo apodaban Harry Potter – Kevin Lynch (47 años) tiene una larga trayectoria como creador de software. Con la compra de Macromedia en 2005 – un golpe genial de los fundadores de Adobe – Lynch pasó a ser CTO de la compañía y máximo responsable de su estrategia de productos. El conflicto con Apple tuvo serias consecuencias, porque obligó a Narayen a ejecutar un cambio de modelo de negocio, en el que a Lynch le tocó capitanear con éxito la reconversión del software al modo cloud. Este es, posiblemente, el mérito que Apple ha visto en él para abordar una evolución en la que hasta ahora ha tenido más errores que aciertos.
Por otro lado, la compra de Omniture – el golpe genial de Narayen – abrió en Adobe una segunda vía estratégica en la que la influencia de Lynch quedó menguada. De hecho, la compañía ha anunciado que no piensa sustituirlo, sino que la orientación tecnológica quedará en manos de las dos ramas del negocio. Curiosamente, la noticia coincide con el anticipo de que el trimestre cerrado en febrero ha sido excepcional gracias a una positiva adopción del modelo en la nube.
Si se ven las cosas desde el lado de Apple, es posible interpretar que Tim Cook sigue adelante con la configuración de un núcleo duro en el que ya no es suficiente haber trabajado junto a Jobs en los años heroicos; Kevin Lynch es un outsider (y no uno cualquiera) con indudables cualidades, pero la semana próxima va a desembarcar en medio de una transformación cultural inacabada. Tendrá que abrirse paso y, sobre todo, hacer que se olviden del maldito vídeo.
Temprano llegaron los comentarios al post acerca del Galaxy S4; algunos lectores son escépticos acerca de una ruptura entre Samsung y Google (y yo también). Otros piden que me extienda sobre una alusión a los ciclos de producto de los fabricantes. Ángel y Ramiro [¿se habrán puesto de acuerdo?] hacen la pregunta con las mismas palabras: «¿cuál es el momento idóneo para lanzar al mercado un smartphone que pretenda competir con el iPhone y no morir en el intento?».
La premisa es evidente: desde 2007 Apple ha marcado la agenda de la industria. Hasta 2010, lanzaba un nuevo iPhone cada año a finales de junio o principios de julio; en los dos años siguientes lo hizo en octubre y septiembre, respectivamente. La secuencia, por tanto, se ha hecho predecible: los usuarios se han habituado a esperar, y los competidores han aprendido a contraprogramar. Estos, en lugar de batirse en vano contra el impacto mediático que genera Apple, simplemente han escogido otras ventanas, supuestamente más propicias a sus estrategias.
En 2011, Apple dio un viraje que descolocó a la industria, y mareó a sus más fieles: todos esperaban un iPhone 5 radicalmente nuevo, pero sacó el iPhone 4S, una táctica con la que ha conseguido mantener vivo lo esencial del diseño durante dos años (economía de escala) y destinar recursos a mejoras funcionales, manteniendo alto su margen. Era, en principio, una buena idea mientras estuviera en condiciones de dictar las reglas. Pero tenía dos inconvenientes: 1) la predictibilidad tiende a frenar la demanda del modelo anterior, y 2) desde que los dos coexisten, las ventas del 4S han vuelto a dispararse como alternativa de buena relación precio/rendimiento.
Hasta hace poco, todos asumíamos que en 2013 habría una alternancia equivalente: el próximo sería iPhone 5S, y así sucesivamente, pero no tiene por qué ser así. Las condiciones han cambiado realmente con la aparición del Galaxy S4: si, como se esperaba, el próximo iPhone apareciera ante el mundo como otro modelo intermedio, no faltaría quien dijera que Apple ha perdido energía innovadora. O incluso se interpretaría como una renuncia a competir frontalmente con Samsung.
2013 está siendo un año difícil para Apple [y no sólo por la sorprendente caída bursátil http://www.norbertogallego.com/pero-%c2%bfque-diablos-pasa-con-apple/2012/11/13/]: algunos analistas empiezan a recortar su entusiasmo incondicional y algunos cronistas admiten que tal vez no le vendría mal que un rival – que, en este momento, sólo puede ser Samsung – le bajara un los humos. Es curioso que, en este contexto, se haya apagado la cháchara sobre la entrada de Apple en la televisión, y que el supuesto proyecto iWatch fuera recibido con tibia curiosidad. Porque, la verdad, los resultados de Apple siguen dependiendo fundamentalmente del iPhone. Y como el iPhone es único, todo acaba dependiendo de su gestión del ciclo de producto.
Los números son extraoficiales, pero no pueden estar muy lejos de los reales: según una crónica de Bloomberg, Microsoft habría vendido un millón y medio de tabletas Surface desde su lanzamiento. Básicamente, en el mercado estadounidense, pero ya es suficiente como señal de alarma. Son pocas unidades, por debajo de las expectativas – se dice que Microsoft esperaba el doble – y no sería difícil encontrar motivos para cifra tan decepcionante: la hostilidad de los fabricantes y la indiferencia de los minoristas ante una estrategia mal explicada y torpemente aplicada por Microsoft. El desglose del millón y medio es lo más interesante, en la medida que anticipa un probable fracaso de Windows RT y una posible vindicación de Windows 8.
El único informe creíble de que disponemos hasta ahora es de Canalys, consultora que contabiliza 722.000 Surface RT despachados en el cuarto trimestre de 2012. Jugando un poco con los números, podría deducirse que en el primer cuarto de 2013 habrá otras 800.000 tabletas despachadas con la marca propia de Microsoft. Pero en estas 800.000 entrarán unas 400.000 Surface Pro, que están disponibles – y con cuentagotas – desde febrero. Si efectivamente resultara que en tan poco tiempo la versión Pro suma una cuarta parte del millón y medio de unidades, ya puede Microsoft ir sacando conclusiones.
Es sabido que Surface RT no es compatible con las aplicaciones escritas para las versiones clásicas de Windows, una tremenda desventaja imposible de resolver, por la contradicción entre su arquitectura ARM – procesadores Qualcomm – y la x86 suministrada por Intel. Esta es una de las razones por la que Samsung y Toshiba han renunciado a su inicial apoyo a Windows RE; la otra razón es el el malestar que les provoca tener a Microsoft como competidor directo. Acer, que nunca ocultó su fastidio con RT, ha postergado formalmente sus planes, aparente preludio de abandono de la incierta plataforma.
Si, como parece, Microsoft quiso dar una lección a la industria sobre cómo debería desarrollarse una tableta competitiva con el iPad y, de paso, que era factible desarbolar su vieja alianza con Intel, tendrá que pensárselo otra vez. Las previsiones de IDC, publicadas la semana pasada, anticipan que hay en la demanda un espacio limitado para las tabletas basadas en Windows 7 y Windows 8 – el 2,8% del mercado este año, el 7,4% en 2017 – pero no hay espacio para Windows RT. Lo mejor que podría hacer Microsoft, entonces, es centrarse en mejorar Windows 8 para luchar por una cuota de mercado decente. ¿Qué quiere decir decente? Pues, veamos: Android tendría este año el 48,8% de cuota y Apple el 46%.
Sólo hay un enigma en la inesperada separación entre Android y su creador, Andy Rubin, y ese enigma es ¿cuál será el nuevo capítulo en la historia de Google que, según expresión de Larry Page, va a escribir a partir de ahora? No parece que sea una frase hipócrita, pero tampoco se entiende por qué no decirlo ya, y apagar especulaciones. En realidad, tiene muchalógica que el hombre que fundó Android y lo vendió a Google en 2005, y que en lugar de largarse con la pasta se quedó ocho años en la compañía, tenga ahora ganas de dedicarse a otra cosa. Conjeturas hay muchas, y a su debido tiempo se sabrá el destino de Rubin.
El destino de Android, en cambio, no es enigmático: unificarse con Chrome OS en un sistema operativo que abarque desde los smartphones hasta la familia Chromebook, pasando por las tabletas. Tocará a Sundar Pichai, vicepresidente senior hasta ahora a cargo del desarrollo de Chrome, sustituir a Rubin y acumular ambas responsabilidades. Puestos a consolidar, ¿por qué Pichai y no Rubin? Buena pregunta. La consolidación es un viejo augurio de quienes nunca vieron la lógica de mantener los sistemas operativos como divisiones separadas. Por otra parte, el gran rival, Microsoft, avanza a ojos vista hacia la unificación de Windows 8 y Windows Phone, y es posible que Apple esté tramando la aproximación creciente de iOS y OSX.
Fusionar un sistema operativo creado para smartphones con otro pensado originalmente para competir con Windows, pudo parecer un capricho de ingenieros hace varios años, pero no ahora: con el auge de las tabletas y la proliferación de interfaces táctiles, las fronteras entre dispositivos tienden a diluirse. La coexistencia entre Android y Chrome ha sido sencilla mientras ambos ocupaban sus sitios respectivos sin molestarse, pero muchas cosas están cambiando: el mercado en plena convergencia, los procesadores pasan por una revolución, y las relaciones de Google con los fabricantes ya no son las mismas.
Muchos OEM que han seguido fielmente la estela de Android se quejan en voz alta de las restricciones que les impone Google a la hora de diferenciar sus productos [el único que no se queja es Samsung, que por lo visto tiene su agenda propia, aunque no exactamente la misma que Google]. Un factor externo que ha cambiado es la confusión creada por Microsoft con su tableta Surface.
Puede suponerse que, como dicen los que saben, técnicamente la unificación es posible: ambos tienen sus raíces en Linux, pero no está exento de interpretaciones: las licencias que decenas de fabricantes de smartphones Android pagan a Microsoft por un sistema operativo supuestamente gratuito, revelan que incluso el control de Google sobre Android podría ser cuestionado. Sobre estas cuestiones sería pueril seguir especulando sólo porque Pichai toma el puesto de Rubin. Lo mejor será esperarse a que alguna pista asome en mayo, en la tradicional conferencia I/O para desarrolladores.
En estos tiempos de Twitter, puede hasta parecer raro que para encontrar una frase reveladora haya que bucear en tochos de 288 páginas, ¡cielos, un libro! Es el caso del informe que Nokia ha presentado a la SEC de Estados Unidos, puesto que aun siendo una empresa extranjera cotiza en Wall Street. Allí, en la página 23, en el capítulo de «riesgos conocidos», un sabueso ha encontrado esta frase: «los acuerdos con Microsoft podrían (sic) tener consecuencias desfavorables [para Nokia] si Microsoft tomara la decisión de ofrecer mejor soporte a otro fabricante de dispositivos bajo la plataforma Windows Phone».
Desde el inicio se dijo que el noviazgo entre ambas compañías estaba dictado por una necesidad mutua y que esta sería suficiente para que el respeto también fuera mutuo. Ya no es tan evidente: los intereses podrían diferir, y esto es lo que viene a avisar el informe a la SEC. Es verdad que Nokia representa el 80% de las ventas de Windows Phone, pero esto se debe a que sólo un puñado de fabricantes se han interesado, y los que lo han hecho dan preferencia a Android, o a otras estrategias. ¿Podría cambiar este paisaje? No lo parece, pero es obligación legal de Nokia advertirlo. Una situación inquietante se produciría si Microsoft, por ejemplo, tomara la decisión de lanzar su propio smartphone.
Esta variante, una movida parecida – y si cabe más justificada – al lanzamiento de la tableta Surface, puede parecer extrema, pero no tanto como esta otra advertencia de Nokia: «si Microsoft redujera la inversión en su sistema operativo, o lo discontinuara, nuestra estrategia en los smartphones podría verse afectada negativamente». ¡Vaya, esto sí que sería una plataforma en llamas!, frase que empleó Stephen Elop para justificar la alianza desesperada.
Como el capítulo de «riesgos conocidos» no es una chorrada en 140 caracteres, Nokia aprovecha el espacio para hacer patente su disconformidad con las limitaciones que Microsoft impone al hardware diseñado para Windows Phone y que – dice – podría reducir nuestra influencia sobre las funciones y características de la plataforma». No hay que tomar estas advertencias a la tremenda, pero sí como un reflejo de que la dinámica del mercado está cambiando, con la aparición de nuevos sistemas operativos que podrían romper el duopolio. Tal vez Nokia tiene alguna reflexión interna acerca de qué hacer ante una situación dramática como la que describe el documento. Y que, de momento, es apenas imaginable.
Aquí estoy otra vez en la brecha, tras mis contratiempos de salud. Vamos a ello: el jueves próximo, Samsung presentará en Nueva York su nuevo Galaxy S4, supongo que con el despliegue de luz y sonido del que la marca coreana es adicta. Según me han comentado, las innovaciones que diferencian este modelo de su predecesor son muchas y asombrosas. El envite es enorme; según el analista Peter Misek cree saber que la cuota de producción prevista es de 100 millones de unidades antes de finales del 2013, y su colega Neil Mawston pronostica del Galaxy S4 se venderán más unidades que del iPhone 5, lanzado por Apple en septiembre pasado. No cree Mawston, sin embargo, que se trate de una tendencia definitiva: «el liderazgo a este nivel de la categoría cambiará de manos varias veces entre las dos marcas en los próximos dos o tres años».
Con que sólo se cumplieran estos pronósticos, el cambio sería de peso. En 2010, la familia iPhone multiplicaba por4,3 las ventas de la familia Galaxy; al año siguiente, la proporción bajó al 2,6x y ya en 2012 volvió a bajar a 1,8x. Individualmente, el modelo más vendido de Apple es el iPhone 4S, que necesitó quince meses para pasar el listón de los 100 millones. Estos juegos estadísticos no son banales: se dice que Apple ha acelerado el paso de su próximo iPhone [presuntamente el 5S] para poder presentarlo en junio, en lugar de septiembre, como se suponía.
La batalla entre iPhones y Galaxys es altamente simbólica, sin duda, pero no toda la guerra entre Apple y Samsung se libra allí. Si de dominar el mercado mundial se trata, la marca coreana parece llevar ventaja, porque su catálogo es muy amplio y su cobertura geográfica superior. Si, en cambio, se pone énfasis en la rentabilidad, Apple va por delante gracias a sus altos márgenes, pero también en este capítulo se avizoran cambios: de hecho, el sistemático declive de los márgenes es uno de los argumentos que se esgrimen para explicar el estancamiento bursátil de Apple en los últimos meses. Y también habría tela que cortar en el interminable litigio en torno a las patentes.
Es normal que la atención mediática en torno al Mobile World Congress de la semana próxima vaya a centrarse en los anuncios de dispositivos y aplicaciones para usuarios finales. Sin embargo, los fabricantes de equipos para operadores estarán otra vez presentes, y echarán el resto: se trata de un excelente escaparate para recibir a sus clientes, los operadores, que acudirán de todo el mundo a Barcelona. Consciente de esta circunstancia, Ericsson ha querido adelantarse en dos semanas, al convocar en Londres a periodistas y analistas, para contarles lo que va a presentar en el MWC: una docena de novedades y actualizaciones de productos. Todo en nombre de un tópico reconocible: la eficiencia de las redes.
Del paquete preanunciado destaca el nuevo (o futuro, porque no estará disponible hasta 2014) Cloud System. Ericsson lanza un mensaje a los operadores: lo que necesitáis es contar con soluciones carrier-grade, no esas plataformas ´tuneadas` pero estándar que vienen del mundo de las TI.
El mayor enemigo de las telcos – reverbera el mensaje – es la diversidad y complejidad de sus redes, agobiadas por la demanda de los usuarios, la adopción de nuevas tecnologías y las limitaciones de inversión. Por tanto, no pedimos a nadie que desguace sus infraestructuras, basadas en el hardware que ya tienen, sino que nos permitan actualizarlas para trabajar en entornos virtualizados. El Cloud System de Ericsson ha sido desarrollado sobre la plataforma OpenStack y, para virtualizar las redes, la compañía sueca tendrá su propio controlador SDN.
Con todo, Ericsson no quiere presumir de disrupción, sino de mejora continua. La explicación es simple: las inversiones de los operadores son de largo alcance, una década o más, en lugar de los ciclos de dos o tres años que rigen en los datacenter. Una interpretación personal: el fabricante sueco ha descubierto que sus competidores ya no son sólo los sospechosos habituales sino también las compañías de TI, que podrían relegarla a un papel desfasado como proveedor.
Demasiado guapa. Aunque parezca increíble, este fue el estúpido comentario de un conocido bloguero ante la contratación de Marissa Mayer como CEO de Yahoo. Sólo le faltó decir que, estando por entonces embarazada, no estaría a la altura del reto de rescatar a la compañía tras años de múltiples tribulaciones. Han pasado siete meses, y parece que lo va consiguiendo. Días atrás, en una conferencia de Goldman Sachs, enumeró sus planes para las cuatro áreas principales: buscador, publicidad display, móviles y vídeo. Sobre la primera, dejó caer que los frutos del acuerdo con Microsoft están por debajo de sus expectativas: en diciembre, Yahoo tenía sólo el 12% del mercado estadounidense, y Bing el 16%, proporciones matemáticamente inversas a las de hace dos años: lo que supone que ni juntos ni separados han debilitado el dominio de Google. ¿Pretende Mayer renegociar los términos del acuerdo, del que la otra parte dice estar muy satisfecha? Ha de andarse con cuidado, porque todo indica que Steve Ballmer está aún más satisfecho del acuerdo que Microsoft tiene con Facebook.
En el segundo foco, Yahoo está muy por detrás Google, y Mayer lo sabe bien porque, precisamente, dirigió ese negocio como ejecutiva de Google antes de cambiar de empleador. La clave, dijo a los analistas reunidos en San Francisco, está en la calidad de los contenidos, aunque dejó claro que descarta retomar los abandonados planes de producción propia, que hundieron las finanzas de la compañía.
Los móviles son el futuro, nadie osaría decir lo contrario. Con 200 millones de visitantes únicos mensuales a sus aplicaciones móviles, Yahoo podría ser una potencia; el problema es que Mayer no ha encontrado (todavía) un modelo de negocio para monetizar esa masa crítica. Aunque no olvidó señalar que ningún competidor lo ha encontrado (todavía).
Al cierre del primer trimestre del que ella puede sentirse responsable, Yahoo registró un modesto 2% de aumento en los ingresos, pero superó el beneficio que esperaban los analistas. Suficiente para revalidar la confianza de los inversores en Marissa Mayer: la acción de Yahoo está en la cotización más alta desde septiembre de 2008 y, desde que ella se ha hecho cargo de la compañía, la ha incrementado un 36%.
A Oracle le ha saltado un problema de reputación donde menos lo esperaba. Justo cuando intenta reactivar su demanda contra Google, que ha sido desestimada por un tribunal californiano, Java (parte de la herencia recibida con la compra de Sun) ha sido denunciado como vulnerable por el departamento de Seguridad Interior de EEUU, que recomienda desactivarlo de los navegadores «a menos que sea absolutamente necesario». Por otro lado, el informe anual de seguridad de Cisco afirma que «instalado en más de 3.000 millones de dispositivos, Java es una invitación a los hackers para lanzar ataques en gran escala».
Milton Smith, responsable de seguridad de Java, ha reconocido que Oracle necesita recuperar la confianza del público en este software y, con ese fin, «resolverá definitivamente sus fallos, número uno, y número dos, comunicará mejor sus esfuerzos». Sobre lo primero prima el escepticismo, y lo segundo deja bastante que desear. Sophos, empresa de seguridad informática, opina que esos esfuerzos son reales pero no suficientes para rellenar «la brecha de credibilidad» de Oracle. Lo cierto es que, tras conocerse las primeras vulnerabildades, la compañía publicó de inmediato un parche, y otro más voluminoso el 1 de febrero.
No ha sido suficiente. Mozilla ha bloqueado Java en su navegador Firefox, a menos que el usuario lo habilite. Apple, que lo había desactivado en sus Mac, lo ha restablecido tras la actualización. Pero Jaime Blasco, de la compañía AlienVault, cree que es cuestión de tiempo antes de que aparezcan nuevas vulnerabilidades. Para resolver realmente los fallos, Oracle debería acometer una inversión millonaria para rehacer prácticamente desde cero Java – cuyo diseño original data de los 90 – añade Blasco.
De lo que dijo John Chambers durante la presentación de resultados trimestrales de Cisco, extraigo esta frase: «no piensen que Europa es una Europa, sino cuatro. Vemos signos precoces de mejoría en tres de ellas, aunque es pronto para decir que es un cambio de tendencia. Nuestra cartera de pedidos nos permite ser optimistas en Alemania y los países nórdicos, y el Reino Unido está cogiendo velocidad. En los mercados del Sur, las cosas seguirán duras durante un tiempo […]». En consecuencia, Chambers recomendó a los analistas ser prudentes en sus modelos de previsión de los próximos meses. Llegado el momento, los comentaristas juzgarán los resultados del trimestre comparándolos con las expectativas de los analistas de guardia, un ejercicio voluntarista que se lleva mucho en Wall Street y pone de los nervios a más de un director financiero.
Crecer un 44% en beneficio neto habiendo crecido un 5% en ingresos, puede parece una proeza, pero no lo es tanto. Si uno se toma el trabajo de ir más allá de la nota de prensa, encuentra 754 millones de dólares de ingresos fruto de la resolución favorable a Cisco de una auditoría del IRS (la agencia tributaria americana) sobre los resultados de 2002. Hay otros 132 millones de créditos fiscales por I+D del 2012; por lo que el beneficio neto de 3.140 millones se quedaría en 2.214 millones, en definitiva un crecimiento plano.
Hay otros aspectos reseñables, reveladores del giro positivo que van tomando los negocios de Cisco. 1) los servicios ya representan el 22% de los ingresos totales, y algunas adquisiciones recientes elevarán esa proporción al contribuir con ingresos recurrentes por suscripción. 2) los capítulos datacenter y wireless siguen ganando peso en las cuentas. Y 3) los servidores UCS han aportado 548 millones de dólares, un incremento del 65%, y ya tienen casi 20.000 clientes, según Chambers.
A varios lectores les ha gustado la crónica sobre los dilemas de Apple con su tesorería [por cierto, ya que no lo dije ayer: Tim Cook ha dado una larga cambiada, a la vez que tiempo que calificaba de «distracción necia» la demanda presentada por un inversor]. Como me incitan a perseverar en ese tipo de análisis, les daré gusto, aclarando que los asuntos bursátiles no me apasionan en absoluto. El caso es que la operación por la cual Dell Inc. dejará de cotizar en bolsa no está del todo cerrada, como pudieron dar a entender los titulares.
Primero: hay un período obligatorio de go shop, de 45 días durante los cuales el consejo podrá recibir (o en su caso solicitar) ofertas superiores, que Michael Dell y sus socios podrían a su vez igualar. Nadie toma en serio esa posibilidad, pero el mes y medio de espera da tiempo para muchas maniobras. Dos fondos de inversión, que en conjunto suman el 13% del capital – con el aparente apoyo de otro 5% – sostienen que la oferta aceptada en principio por el consejo «no refleja el valor de la compañía», con lo que vienen a sugerir que el precio de compra ha sido orquestado para facilitar que al fundador le salga barato tomar el control, en perjuicio del resto de los accionistas.
La oferta de compra por 13,65 dólares por acción, equivalente a 24.400 millones de dólares, estaba referenciada a un valor precedente, pero ayer Dell cotizaba a 13,80 dólares, y parece difícil que baje de ese nivel; más bien, si la resistencia prosigue, lo más probable es que suba. De manera que algunos analistas recomiendan a Michael Dell y al fondo Silver Lake elevar cuanto antes la oferta a 15 dólares para cortar el paso a la controversia. No acaban ahí las objeciones. La estructura de la oferta tiene puntos opacos acerca de su financiación; se sospecha que una proporción de cash-in-hands no procede de los recursos de la familia Dell sino de la tesorería de la compañía Dell. Es legal, pero poco elegante, usar un activo propiedad de los accionistas para pagar a los accionistas que no se llaman Michael Dell.
Habría que remontarse a febrero del 2012 para encontrar un precio tan bajo de la acción de Apple, que ayer tocaba los 480 dólares. Desde septiembre, se han desvanecido 200 millones de dólares de capitalización bursátil. Es comprensible el ruido sobre este fenómeno, aunque nadie ha dado todavía una explicación convincente. Sobre llovido, mojado: ante la proximidad de la junta de accionistas, un inversor ´activista´, llamado David Einhorn, ha reclamado que se apruebe una emisión de acciones preferentes para distribuir entre los accionistas una parte de los 137.000 millones de liquidez, que crece sin cesar. Hace un año, la cifra era de 98.000 millones, y el director financiero admitía cándidamente que esa cantidad era «mucho más de lo que necesitamos».
Anoche se esperaba la intervención de Tim Cook en un foro de Goldman Sachs, en la que podría decir algo al respecto. De momento, sólo se ha comprometido a considerar la idea de Einhorn, pero rechaza presiones. El momento no podría ser más inoportuno, porque muchos inversores institucionales se han desprendido de acciones de Apple, temerosos de que el crecimiemto haya tocado techo [no es lo que sugieren las cuentas, pero seguro que ellos saben cosas que este cronista ignora]. Interesante: un profesor de corporate finance [les evito el nombre impronunciable] escribía ayer que Apple «debe cambiar su narrativa, que hasta ahora ha girado casi exclusivamente en torno a los smartphones, un mercado lucrativo en el que la competencia forzará inevitablemente una caída de los márgenes».
Dejando esto de la narrativa para otro día, resulta que Apple no es una empresa rácana con sus dividendos; todo lo contrario. El problema mayúsculo es que un 70% de los activos líquidos, unos 94 millones de dólares, están inmovilizados fuera de Estados Unidos. Si, para satisfacer a Einhorn y otros como él, Apple decidiera repatriar esos fondos, el coste fiscal podría implicar una merma entre el 8 y el 10% en su beneficio neto.
Llama la atención el interés creciente que en Occidente despierta el año nuevo chino. Un interés que tiene poco de folclórico, lo que es lógico al tratarse de la segunda economía del mundo, con ambición de ser la primera. Mientras millones de chinos vuelven por una semana a sus aldeas, y los festejos se extienden por Asia, aquí tenemos columnistas escribiendo sobre el «año de la serpiente», que empezó ayer. Pedro Nueno, que dirige una escuela de negocios en Shanghai, ilustraba a los lectores de su columna en La Vanguardia: «los chinos, que son optimistas, se lo han arreglado para darle un signo positivo. Han popularizado la leyenda de la Serpiente Blanca y asocian este año a la búsqueda del cariño y la felicidad. Nos lo podríamos tomar así: este año nos llevará a la felicidad».
En la tradición china, la serpiente no tiene la mala imagen que tiene entre nosotros – entre otras cosas porque ellos no cargan con el pecado original – sino que la asocian con la creación de riqueza. Los estadísticos pronostican para este año un 8% de crecimiento en China, que tal vez sea poco para su economía pero ya quisiera para sí cualquier país occidental. En las bolsas de Shanghai y Hongkong, los valores chinos están baratos por comparación a otros mercados, así que nadie se sorprenda si la serpiente nos prepara una burbuja para este año.
«Una buena serpiente – se exalta el profesor Nueno – tendrá que ser humilde, cuidadosa, eficaz, oportunista y sobre todo realista: va más allá de tener los pies en el suelo; tiene todo el cuerpo en el suelo». Sin compartir esa pasión por las metáforas, los analistas de CMC Markets se han hecho una pregunta directa: ¿qué ha pasado en años precedentes bajo la advocación de la serpiente? Sin ir más lejos, el último, 2002, pilló a China en medio de una crisis, pero fue una excepción (al fin y al cabo no lleva tanto tiempo integrada en la economía global). En el peor de los casos, esta peculiar teoría de los ciclos nos dice que el año del cerdo normalmente trae buenas noticias. Pero eso será en 2014.
No es frecuente que el asunto de este newsletter coincida con el del post del día, pero tampoco es un dogma que deban ser distintos. En este caso, además, resulta que son complementarios. Oracle ha anunciado esta semana la compra de Acme Packet, por 1.700 millones de dólares. Para Larry Ellison, será otra adquisición de precio medio, pero para la estrategia de su compañía, es relevante. Sin perjuicio de volver otro día sobre el asunto, dos aspectos destacan a bote pronto: 1) la compra valida lo que muchos barruntaban, la entrada de Oracle en el mercado de networking, por una puerta lateral; y 2) entre los clientes de Acme están 89 de los 100 mayores operadores de comunicaciones del mundo. No es aventurado pensar que la combinación de estos dos aspectos perturbará las relaciones entre Oracle y Cisco.
Las redes son uno de los pocos campos del sector en los que Oracle ha estado ausente. Si alguien piensa en el perfil tradicional de Oracle, le resultará rara esta operación, pero quienes hemos seguido su trayectoria podemos decir que estaba en el guión. Si los especialistas tradicionales de redes – el caso de Cisco es notorio, pero no el único – han irrumpido últimamente en las batallas del mercado TI, hubiera sido ingenuo suponer que Oracle se abstendría de cruzar la frontera en sentido opuesto. En julio, compró Xsigo, una pequeña compañía que opera en el movimiento de virtualización de las redes, pero nadie creyó que se conformaría con eso.
Acme, que cerró 2012 con pérdidas, necesitaba un partner potente en comunicaciones unificadas [se había mencionado a Cisco, Huawei y Alcatel Lucent] para sacar más partido a su tecnología. Potencialmente, esta podría aplicarse a otros sectores, además de las telecomunicaciones, pero estas ya serían un rico bocado para el comprador. El activo más valioso de la compañía es su software, que Oracle podría integrar en un appliance especializado para los mismos operadores a los que ya vende bases de datos y otro software para la gestión de sus recursos de red.
El movimiento de Oracle podría avivar el interés de sus competidores por adquirir compañías especializadas en networking. El analista Brian White conjetura que IBM estaría en posición compradora – últimamente se le atribuyen muchas novias – y señala como objetivos posibles a Juniper y F5 Networks. White lleva las cosas un poco lejos, pero no por eso suena descabellado.
La operación estaba tan cantada y comentada que no ha dado el menor margen para la sorpresa. Michael Dell ha reunido los apoyos financieros que necesitaba para que Dell Inc. deje de cotizar en bolsa, en una transacción por valor de 24.400 millones de dólares. Pero sí que ha habido un giro extraño: Microsoft, que se esperaba entrara como inversor, lo hará sólo como prestamista – técnicamente, una deuda subordinada – de 2.000 millones. ¿Por qué este cambio de actitud? Tal vez por temor a objeciones del regulador, o – lo que resulta plausible – para tranquilizar a otros partners de Microsoft, recelosos de ver a un competidor disfrutando de una posición privilegiada. HP, que durante tantos años fuera un referente para Windows, ha hecho patente un gesto de disgusto al anunciar que lanzará portátiles Chromebook, de la mano de Google.
Queda en pie la pregunta de días atrás: ¿por qué Microsoft se mete a socorrer a Michael Dell para que retome el control de su compañía? Tomar una posición estratégica que le asegure la fidelidad de un aliado, no es nuevo para Steve Ballmer. Pudo haber adquirido un porcentaje de Nokia, pero ha preferido pagarle 250 millones de dólares trimestrales para subsidiar la adopción de Windows Phone [y Nokia le paga, según su último informe, 1.000 millones en royalties, o sea que lo comido por lo servido]. Más recientemente, Microsoft ha tomado el 17,5% de una filial de Barnes & Noble como parte de un acuerdo por la que esta utilizará Windows 8 como sistema operativo de sus e-readers Nook, que compiten con los de Amazon.
Los 2.000 millones del préstamo a Dell se describen retóricamente como una prueba de confianza en el futuro del ´ecosistema` montado en torno al PC (¿alguien esperaba otra cosa de Microsoft?). En la práctica, es muy probable que estén atados a un compromiso de que la marca se mantendrá en el mercado de PC y, por tanto, que esos PC llevarán Windows. El coqueteo de Dell con Ubuntu/Linux puede darse por concluído. En todo caso, se supone que un préstamo como este debería tener rentabilidad garantizada que una inversión no necesariamente tendría.
Etiquetas: Dell, Michael Dell, Microsoft, Windows 8, Ubuntu
Vuelve a hablarse de ¨guerra de divisas», una expresión que ha resurgido varias veces desde el inicio de la crisis financiera del 2008. Esta vez, a propósito de las medidas que está tomando el nuevo gobierno de Japón para corregir la apreciación de su moneda. Los banqueros centrales de Rusia, Alemania y Corea han dado la voz de alarma, y el fundamentalista presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, llegó a quejarse de la creciente «politización»(sic) de la gestión monetaria en otros países.
Podría decirse que la expresión «guerra de divisas» es equívoco, porque sugiere que las divisas han coexistido pacíficamente: en realidad, la política monetaria es, entre otras cosas, un instrumento clásico para elevar la competitividad mediante un ajuste del tipo de cambio [¿no es esto lo que hacen Estados Unidos y China para fomentar sus exportaciones? ¿no es manipulación lo que se está haciendo con la libra frente al euro?] No me metería en estas aguas revueltas si no fuera porque ya me he mojado antes en ellas, sobre una cuestión que es primordial para empresas y segmentos muy importantes del sector tecnológico. Hay otras manifestaciones del fenómeno, pero aquí me interesa una, la rivalidad entre Japón y Corea en la electrónica de consumo. No por nada las acciones de Sony, Panasonic y Sharp han subido en las últimas semanas.
Se ha calculado que desde el 2007 y hasta mediados del 2012, el tipo de cambio efectivo del yen se apreció un 27%, con la consecuencia de que ha sido más difícil competir en el extranjero con mercancías fabricadas en Japón. El cierre de fábricas y la externalización han sido paliativos útiles, pero entretanto el espacio de la industria japonesa ha sido ocupado por sus competidores coreanos, gracias a que en el mismo periodo, el tipo de cambio efectivo del won declinó (es decir, se depreció) un 19%.
Esta situación ha dado un giro en últimos meses: el won ha vuelto a subir casi un 5% frente al dólar y un 16% frente al yen. Sumando a esto la crisis compradora en la eurozona, los exportadores coreanos han convencido a su gobierno para que ponga el grito en el cielo. O en Moscú, donde dentro de diez días se reunierán los ministros de Finanzas del G-20 y Corea exigirá un pronunciamiento, pero como no se hace ilusiones, ya ha sugerido que está considerando medidas «de baja intensidad». Por suerte para la industria coreana, el litigio patriotero entre China y Japón ha llegado oportunamente para cambiar en su favor la corriente comercial.
No he tenido la suerte de los compañeros que asistieron la semana pasada a la presentación global de la nueva familia BlackBerry. No obstante, la información que he recogido es suficiente para confirmar las cualidades de los dos modelos anunciados. Las novedades son muchas e importantes, y han sido integradas de tal modo que la plataforma resulte atractiva para los usuarios de la marca. No es poco, porque esos usuarios suman 80 millones y tienen una fidelidad demostrada, pero aun así no es escala suficiente para que BlackBerry llegue a erigirse como tercera plataforma alternativa frente a iOS y Android.
BlackBerry [por fin se ha acabado la dicotomía entre marca y razón social] sólo podría recuperar predicamento de dos maneras: atrayendo a un buen número de usuarios de las plataformas líderes, o convenciendo a quienes nunca han tenido un smartphone. Las dos tareas se antojan gigantescas. La primera porque, incluso en la hipótesis de insatisfacción, los usuarios de iOS y Android están atrapados por las aplicaciones descargadas y, quizás, por los contenidos asociados, que son la verdadera causa de su adicción. La segunda vía también es problemática, porque el yacimiento de nuevos usuarios se encuentra en mercados donde la resonancia de la marca BlackBerry es limitada [en los que hay que incluir a la mitad de los estadounidenses que no tienen un smartphone].
El analista Kevin Burden cree observar una cierta «fatiga» en los usuarios de las dos plataformas dominantes, «especialmente por los que van por la tercera o cuarta generación de dispositivos sin innovaciones relevantes». Sería un espacio posible para BlackBerry, aunque la experiencia de Windows Phone parece contradecir la tesis de Burden. Por otro lado, el mercado mundial de los smartphones muestra síntomas de estar iniciando una transición, o varias transiciones a la vez. En la fase que se atisba los servicios serán, mucho más que los atributos del hardware, e incluso que las sobrevaloradas aplicaciones, la clave para que los usuarios se decanten por una u otra plataforma (o una marca, ya me entienden) y lo más probable es que una vez enganchados no la abandonen.
Si esta conjetura se cumpliera, BlackBerry podría remontar la corriente: a diferencia de otros para los que los dispositivos han sido el medio para vender servicios, BlackBerry siempre ha sido primordialmente un servicio, aunque el público sólo viera el dispositivo. Nos espera un interesante caso de estudio.
He recibido un reproche, muy amable pero reproche al fin, por no haber comentado los resultados de Intel. Es verdad, pero no por ello me parece justo: Intel ha merecido una cobertura muy asidua en este blog, y si no he comentado sus resultados del 2012 es porque mis fuerzas son limitadas. No obstante, recojo el guante con interés intelectual, porque Intel es un espejo de la marcha de la industria.
Al grano. Los resultados del 2012 han sido malos, pero estaban en el guión. Ingresos de 53.300 millones de dólares, inferiores a los 54.000 millones del 2011. Este descenso del 1% tiene interpretación fácil: menos demanda. Más grave es la caída de un 15% en los beneficios, en principio explicable por el esfuerzo de I+D y la debilidad del margen bruto, a su vez vinculada al exceso de capacidad. La previsión del primer trimestre es preocupante: un guidance promedio de -6% y un posible retorno a fin de año a la cifra del 2011, no sería el broche al que aspiraba Paul Otellini, que dejará su puesto próximamente.
Hasta aquí, los números. Where is the beef? En 2013, los productos para datacenter ganarán peso en el negocio global de Intel (más unidades, altos márgenes, precios sostenidos). La aproximación que se insinúa entre PC y tablets, ambos basados en Windows 8, es una buena noticia para Intel, a la que el fracaso inicial de Windows RT añade un tono de revancha (aunque no sea elegante confesarlo).
Intel va a dar mucha guerra este año. Su gran baza es, como siempre, de naturaleza industrial: en la segunda mitad del año, estará disponible la plataforma Bay Trial, fabricada con densidad de 22 nanometros, mientras sus competidores (Qualcomm, Nvidia y Samsung) estarán por bastante tiempo en 28 nm. No es un pequeño detalle, porque permitirá a Intel equipar tabletas Android. En contraste, una mala noticia: la dolorosa marcha de Intel para entrar en los smartphones no ha traspasado los bordes de la marginalidad, por lo que a menos que nos dé alguna sorpresa, este será el punto flaco en la herencia que deje Otellini a su sucesor, cuyo nombre nadie parece capaz de adivinar.