1/04/2013

1Abri

Si la gran innovación que nos prometen Apple y Google para este año es un adminículo como aquel con el que Sophie, la sobrina del inspector Gadget, se comunicaba por videoconferencia con su perro Sultán… hay derecho a pensar que se están quedando cortos de ideas. Vale, quizá no sea justo decirlo así: se ha hecho costumbre que ciertos blogs tecnológicos preanuncien desarrollos asombrosos – convenientemente aderezados con imágenes supuestamente robadas – que mantienen viva la fantasía de los usuarios pero que luego no comparecen cuando se presentan al mercado los productos de la siguiente generación, ni de la siguiente.

Por poner un ejemplo, es lo que ha ocurrido con el Galaxy S4, del que esos blogs (y miles de tuits) pregonaron que traerían novedades que, por alguna razón, Samsung prefirió dejar en el laboratorio. De algo ha servido esta complicidad mediática: la marca coreana ha conseguido acreditar la idea de que, hoy por hoy, innova más que Apple. Me cuesta imaginar que la única respuesta de Apple sea un reloj interactivo.

El problema es, según me explica el amigo Andreu, que la innovación industrial es normalmente incremental y funciona por fases, cada una de las cuales requiere ser validada por los usuarios antes de dar paso a la siguiente; por esto, la tecnología da a veces la impresión de haber llegado a una meseta, pero sólo está en espera de que el mercado madure para aceptarla. Al margen del comic y sus personajes, estos relojes interactivos arrastran años de experiencias fallidas (Microsoft, Sony, Samsung, Pebble, etc) y se han estrellado contra la indiferencia de los consumidores.

¿Volverán a estrellarse, como pronostica el señor Hayek, presidente de Swatch, que algo sabe del asunto? Es posible, pero si ahora mismo existiera demanda para algo supuestamente llamado iWatch, lo único seguro es que Apple no pillaría a nadie por sorpresa. Aunque sólo fuera por aguarle la fiesta, sobrarían los competidores. No está de más recordar que la primera necesidad que tiene Apple no es la apertura de nuevas categorías sino la ruptura de su autoimpuesto ciclo de productos, un modelo de negocio al que los rivales ya le han cogido el truco.


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