15/09/2025

Superinteligencia según Zuck, ¿otro metaverso?

Es sabido que al fundador de Facebook y Meta no le asustan las cifras ni tampoco retrocede ante las expectativas. De ambas va bien servido en su carrera desbocada por a) contratar especialistas en inteligencia artificial, b) adquirir participaciones en startups del ramo y c) incrementar las inversiones en centros de datos. De esta triple estrategia, que parece diseñada a trompicones, emerge la creación del Meta Superintelligence Labs, unidad concebida para concentrar todos los desarrollos de tecnología y productos de la compañía relacionados con la IA en su vertiente más ambiciosa. Motivos no le faltan para espabilar en este terreno, pero aun así el volantazo sorprende y abre incógnitas.

Mark Zuckerberg

El impacto financiero es considerable. Sólo la compra de la empresa Scale AI, que lleva aparejada la incorporación de su cofundador Alexandr Wang, ha supuesto de una tacada 14.300 millones de dólares. A ello se suma la contratación de talento nada barato, procedente de OpenAI, Google y Anthropic: emisarios de Mark Zuckerberg han rastreado todo Silicon Valley en busca de ingenieros capacitados y él mismo se ha implicado invitándolos a visitar su casa del lago Tahoe (Nevada). Asimismo, ha coqueteado con la idea de comprar (o invertir en) Perplexity o Runway, especializada en generación de vídeo.

OpenAI ha sido el primer caladero. Obvio. En un mes, Meta contactó con más de cuarenta investigadores de la compañía, provocando que Sam Altman denunciara indignado que Meta andaba ofreciendo primas de hasta 100 millones de dólares quienes desertaran de su actual empleador. Esto obligó a OpenAI a contraofertar, lo que no evitó que Shengjia Zhao – uno de los creadores de ChatGPT – se pasara al adversario y una semana después amagara con arrepentirse.

Apple no se ha librado de la sangría. Ruoming Pang, responsable de modelos de IA en la compañía de la manzana, se ha incorporado a Meta merced a una generosa bonificación que – se dice – superaría los 200 millones de dólares. Se llevó consigo a dos compañeros con paquetes de 100 millones cada uno.

Tanto apremio tiene su explicación. En abril, Meta lanzó Llama 4 con expectativas infladas , a diferencia de modelos anteriores que en su día presentó con perfil bajo y recibieron buena acogida. Gracias a ellos, Meta podía ser competitiva y liderar  el nicho de los sistemas de código abierto, pero el rendimiento de Llama 4 no ha sido el esperado e investigadores independientes descubrieron que Meta había retocado los benchmarks en su favor. Sin olvidar que la versión más potente, llamada Behemoth [promemoria: monstruo de la mitología hebrea] se ha retrasado.

Para entonces, OpenAI y Google habían presentado modelos capaces de escuchar, recibir información visual y responder con voz, mientras el resto del sector estaba inmerso en la ola de los sistemas de razonamiento. Meta no supo subirse a este tren, probablemente porque no tiene experiencia en aprendizaje por refuerzo, una técnica clave en modelos avanzados de IA generativa. Además, tiempo antes la china Deep Seek había anunciado sistemas de código abierto con alto rendimiento y sin necesidad de tantos recursos.

La estrategia de código abierto de Meta, que se había percibido como una ventaja competitiva , quedaba en entredicho, así como el liderazgo en este terreno. Llama 4 se anunció en abril y en pocas semanas, la división de inteligencia artificial de Meta se había puesto patas arriba. Y no por tratarse de un equipo pequeño: son un millar de personas trabajando sobre la cuestión.

Es un grupo crucial dentro de Meta, pero zarandeado por una gran inestabilidad. La reestructuración que Zuckerberg ha puesto en marcha con la creación de su Superintelligence Labs, es la cuarta renovación en los últimos seis meses. Ahora la división se dividirá en cuatro unidades, con un equipo de producto que incluirá el asistente Meta AI, otro de infraestructura, un tercero de investigación fundamental a largo plazo y, por último, un grupo que aún no tiene nombre ni objetivo.

Cabía pensar que en la unidad de investigación fundamental se encuadraría a Yann LeCun   hasta ahora máximo responsable científico de IA de Meta, guarda silencio y Wang – torpemente – ha dicho contar con él. Entretanto, el equipo de LeCun que acompañara a LeCun desde Facebook se ha dispersado: Joelle Pineau ha sido fichada por Cohere) Antoine Bordes por la francoalemana Helsing y Jerôme Pesenti ha fundado una startup, Sizzle AI.  El perfil bajo de LeCun, pionero de las redes neuronales, indica otro cambio de rumbo de la antigua Facebook. Al parecer, se habría considerado la posibilidad de abandonar el código abierto —del que aquel ha sido insistente promotor— para centrarse en sistemas cerrados. En todo caso, las figuras clave en la nueva organización serán otras personas. Una reunión de galácticos no garantiza el éxito, ni siquiera el equilibrio, pero Zuckerberg está lanzado. Wang, cofundador de Scale AI, ha sido ungido Chief AI Officer sin tener conocimientos que justifiquen el rango: sin duda da una imagen de frescura (tiene 28 años) y tiene una surtida agenda de contactos, pero su startup se ha limitado a generar y etiquetar datos como servicio a otras que desarrollan modelos para aprendizaje.

Otro de los fichajes de postín es Nat Friedman, quien estuvo entre los fundadores de GitHub  , sin dejar huella en investigación sobre IA, área que todas las compañías quieren reforzar. Por su parte, Daniel Gross sí dirigió hasta 2017 proyectos de IA y búsquedas en Apple antes de participar en la fundación de la startup Safe Superintelligence, junto con Ilya Sutskever, ex científico jefe de Open AI, a quien Zuckerberg ha intentado en vano contratar. A sus horas, Gross y Friedman dirigen la firma de capital riesgo NFG, partícipe en Safe Superintelligence.

El lanzamiento del Meta Superintelligence Labs se acompaña de anuncios de inversiones en infraestructura, presuntamente por cientos de miles de millones de dólares. Para este año, la compañía aumentó a 66.000 millones de dólares esta partida de capex y se estima que podría cerrar 2025 con unos 72.000 millones. No le faltará financiación externa, si hiciera falta.

Todo va esbozando lo que Zuckerberg pretende con su ambicioso Superintelligence Labs. En el argot, el término superinteligencia vale para denominar una IA por desarrollar y que superaría con creces las capacidades de una persona en cualquier campo. Así definida, sería el siguiente paso a la IAG (inteligencia artificial general, equiparable a la de un ser humano). En realidad, el escalón entre una y otra es difuso.

Zuckerberg ha aireado que su objetivo es proponer una “superinteligencia personal para todo el mundo”. Este es un enfoque con más pretensiones que el habitual cuando se persigue la automatización de cualquier tarea productiva. Sin embargo, más allá de la palabrería, el omnipotente jefe de Meta no ha explicado todavía en qué consiste este carísimo discurso.

Es inevitable que las aspiraciones y el dispendio de dinero recuerden una jugada anterior de Zuckerberg, su célebre apuesta por el metaverso que iba a cambiar la forma de relacionarse pero cuyo legado ha sido un boquete en las cuentas de Meta. Como se lo puede permitir, Zuckerberg sigue soltando aquella chorrada según la cual el estadounidense medio tiene sólo tres amigos, pero la IA podría añadir otros doce a su agenda sin hacer el esfuerzo de socializar en el mundo real.

Para la compañía continuadora de Facebook, se trata sobre todo de no perder comba en este terreno. La IA tendrá un impacto transformador en el sector de la publicidad, fuente casi única de ingresos de las redes sociales, por lo que Meta va a necesitar modelos propios de calidad para nutrir —tal vez incluso reinventar— su negocio. Esto se entiende mejor ¿a que sí?.

En la práctica, salvo catástrofe, parece improbable que las redes sociales, entre ellas las de Meta, pierdan usuarios o tiempo de interacción. De hecho, la máquina de hacer dinero de Zuckerberg va de maravilla: 47.500 millones de dólares de ingresos en el segundo trimestre, un 22% más, y 18.300 millones de beneficio (+36%). En junio, las plataformas de Meta sumaban 3.480 millones de usuarios, un 6% más que doce meses antes.

Admítase que, frente a los muchos síntomas que apuntan al descrédito de las redes sociales, la IA puede servir a sus promotores como mecanismo de defensa del modelo relacional. Estar en la cresta de la ola sirve a Meta para ofrecer a sus usuarios herramientas automáticas para crear contenidos, de forma que estos hagan crecer por sí mismos la interacción. También puede abrirles una vía para eliminar intermediarios en el negocio de la publicidad: la compañía ensaya una fórmula en la que los anunciantes dicen a la IA cuál es su objetivo y esta diseña toda la campaña (creatividades, mensajes, imágenes y vídeos, segmentación del público) en base al presupuesto fijado. Las marcas podrían hacer ajustes a medida que se desarrolle la campaña, pero no necesitarán agencias ni diseñadores ni especialistas de marketing. Esto, previsiblemente, liberará presupuestos, antes destinados a la cadena de producción de los anuncios: Instagram y Facebook saldrían beneficiadas.

A otro nivel, hay quien espera de Meta que se entronice como rey de las gafas inteligentes. Hay una pretensión más compartida de lo que parece por materializar la IA en algún dispositivo  , pero está por ver que este sean unas gafas interactivas, una costosa apuesta de Zuckerberg. Por ahora, la filial de Meta, Reality Labs, ha perdido 4.530 millones de dólares en el segundo trimestre del año. El tiempo dirá cómo remata Zuckerberg este complicado movimiento de fichas.

[informe de Pablo G. Bejerano]


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