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Se ha calculado que en los últimos iPhone, la mayor fuente directa de beneficios para Apple es algo que el usuario no ve, la memoria NAND que, según el modelo, puede almacenar más de 200.000 fotos o docenas de películas en HD, multiplicando por 64 la capacidad de almacenamiento del iPhone original de 2007. Es una fuente de beneficio porque, según un análisis de IHS Markt, a Apple le cuesta 25 centavos de dólar y carga 78 centavos en el precio final. Esta crónica no tratará del iPhone, pero valga el ejemplo para ilustrar que la capacidad de las memorias crece vertiginosamente mientras sus precios bajan, aunque no siempre (es decir, casi nunca) la bajada se repercute en favor del cliente. Leer más
Un ejercicio que gusta a los analistas es profetizar en qué negocio penetrará Amazon próximamente. ¿Alimentos frescos? Está hecho con la absorción de Whole Foods. ¿Distribución farmacéutica? Ha dado un primer paso con la adquisición de PillPack. Toda diversificación potencial cabe en la ambición de Jeff Bezos y a ello debe en parte el haber pasado el listón del billón de dólares de valoración bursátil. Sin embargo, la fruta que tiene (casi) al alcance de la mano son los servicios financieros. Dado su peso en el comercio electrónico, sería un paso lógico. Viendo venir lo inevitable, la banca duda entre dos alternativas: luchar contra el invasor o acomodarse a acuerdos de interés recíproco. Leer más
En circunstancias normales, los resultados trimestrales que Oracle publicó la semana pasada no deberían merecer demasiada atención. Iniciar el año fiscal 2019 a mitad del año natural 2018 no es en sí mismo cíclico ni anticíclico; que la cifra se desvíe 50 millones de la esperada en Wall Street, puede ser interesante para frikis de la bolsa, pero nada más grave. No obstante, las circunstancias no son normales: en junio, la compañía anunció un cambio en la estructura con la que presenta sus resultados, despertando sospechas que tres meses después se confirman.
Los 9.190 millones de dólares de ingresos en el trimestre que va de junio a agosto representan un crecimiento casi plano del 1%, decepcionante en la medida que es inferior a la media del 6% de 2018 y al 3% del periodo precedente. Es inferior a las ratios actuales en la industria del software, a la que Oracle pertenece por derecho propio, y muy inferior a las de aquellos proveedores de cloud con los que gusta compararse.
Ahí está el problema. En el flojo crecimiento de los ingresos generados por la actividad cloud, primer elemento de juicio para verificar si la transición de Oracle de un modelo de negocio a otro está funcionando o no. El año pasado pareció que funcionaba, a condición de disimular que unos 1.000 millones de dólares de facturación eran la contribución de NetSuite, adquirida en 2016. Normalizado este factor, la comparación se torna embarazosa. Este año no habrá ninguna gran compra que cumpla el mismo papel.
Hasta el año pasado, Oracle desglosaba sus ingresos cloud en dos segmentos – software como servicio (SaaS) por un lado y por otro un agregado de infraestructura como servicio (IaaS) y plataforma como servicio (PaaS). No se ha dado explicación convincente cuando Oracle informó de que renuncia a ese desglose. Ya no hay, por tanto, manera de distinguir cuánto ingresa por cada uno de esos segmentos. En la nueva nomenclatura, el 72% de los ingresos totales queda dentro de un cajón de sastre bautizado cloud services and license support (6.609 millones, 3% de crecimiento), dejando en segundo plano otro más confuso: cloud license and on-premise license (867 millones, 1% negativo).
El truco era demasiado fácil de identificar. Tras varios años mostrando cifras inteligibles, cambiarlas por un esquema opaco sólo puede esconder el hecho – pero contrario al discurso triunfalista de la casa – de que los ingresos que el mercado considera genuinamente como cloud se estancan mientras la contribución de su legado on-premise desciende irremisiblemente.
Aunque las cifras no lo justificaban, Larry Ellison ha vuelto a atacar acerbamente a Amazon Web Services. El pretexto era volver a subrayar el lanzamiento de Oracle Autonomous Database, arma con la que busca proteger su base instalada evitando que AWS se cuele en ella. “Las bases de datos son el núcleo histórico de nuestra compañía – dijo Ellison a los analistas – y espero que la nueva oferta de base de datos autónoma sirva para revigorizar nuestro negocio PaaS e IaaS. Es cierto que tenemos menos cuota de mercado que Amazon en infraestructura, pero estamos muy por delante en tecnología, por lo que vamos a arrebatarle cuota de mercado muy pronto”.
Hasta aquí, el comentario podía limitarse a los resultados trimestrales. Pero, sorpresivamente, el vicepresidente de Oracle a cargo de desarrollo de productos, Thomas Kurian, con 35.000 empleados bajo su supervisión, ha comunicado que extenderá indefinidamente su baja laboral, sin dar ningún motivo. A los pocos días, trascendía que Kurian – veterano de 22 años en la empresa – ha mantenido últimamente una discrepancia esencial con Ellison acerca de la estrategia cloud que está entre sus competencias.
Según esa versión, tímidamente desmentida por Oracle, Kurian habría propuesto un cambio de estrategia. hacer lo necesario para que el software de Oracle pueda integrarse en las nubes rivales de AWS y Microsoft, medida que Kurian ve como la forma más al alcance de acelerar las ventas, en lugar de persistir en batallas que no puede ganar. La idea habría tropezado con la radical oposición de Ellison, lo que explicaría la actitud de este. Si la historia es correcta, será difícil que vuelva a su puesto: nadie echa pulsos al fundador. Hasta mañana,
Norberto
Para mantenerse en la cresta de la ola, Samsung invertirá en los próximos tres años 22.000 millones de dólares adicionales, añadidos a los 138.000 millones ya comprometidos para el mismo período. Objetivos declarados: estimular la innovación en componentes clave y asegurar su crecimiento futuro. La compañía también trata de congraciarse con el gobierno de su país, para dejar atrás los escándalos judiciales, por lo que el programa de inversión contempla crear hasta 400.000 empleos. En parte, la espoleta del ambicioso plan ha sido la caída de los resultados del segundo trimestre cerrado en junio, reveladora de la urgencia de renovar el catálogo y abrir nuevas líneas de negocio. Leer más
Lo malo no es que el mercado mundial de smartphones esté oficialmente estancado. Lo peor es que a la industria se le hace difícil esgrimir el argumento de la innovación y presentar dispositivos que se distingan de sus competidores y/o parientes. En la práctica, todos los modelos de gama alta tienen una pantalla generosa, una cámara asombrosa, una batería razonablemente duradera y, externamente se parecen demasiado. Por consiguiente, las marcas de postín procuran afanosamente un rasgo que las diferencie. Samsung, líder mundial, cree haberlo encontrado en el atractivo – y en cierto modo adictivo – puntero del Galaxy Note 9, una apuesta singular que no tiene equivalencia en sus rivales. Leer más
Si hoy se habla tanto de coches eléctricos es, en buena medida, mérito de Tesla (la empresa) que hizo de ellos un foco de atención pública. Primero con un barniz de exclusividad que convirtió a Tesla (el coche) en objeto de deseo y así empujó el cambio en una industria de por sí conservadora. Con este currículo, habiendo forzado en pocos años aquello que los fabricantes habían resistido durante décadas, sorprende que la compañía confíe en un plan industrial insostenible que existe sólo en la cabeza de su fundador. Todas las miradas se concentran en Elon Musk, aunque lo más al alcance es regocijarse con la anécdota de la marihuana o bien perderse en los entresijos bursátiles. Leer más
Dos empresas emparentadas por su enorme éxito, Google y Facebook, atraviesan las mismas turbulencias políticas. Les acompaña Twitter, que comparte con ellas una exposición mediática proporcional a su influencia en la creación de opinión. Son distintas, pero tienen en común el haber sido instrumentos de una gigantesca manipulación que quizá podría repetirse en las elecciones de noviembre. Con un rasgo añadido: estas tres empresas que decían cambiar el mundo tropiezan con la rebelión de una parte de sus empleados porque su estrategia contradice los valores que postulan.
Este sería sólo el marco de mi comentario. A simple vista, otro actor involucrado es Rusia, presunta comanditaria de las interferencias que han desestabilizado el sistema político estadounidense. Pero lo que en estos días se dirime no es tanto lo que hicieron o toleraron Facebook, Google (propietaria de YouTube) y Twitter, sino el blindaje de que han gozado en lo que respecta a la responsabilidad legal sobre los contenidos que circulan por sus redes.
La actitud hacia estas empresas ha cambiado radicalmente en Washington. Como quinto protagonista, un tal Donald Trump, les atiza – a través de Twitter, paradójicamente – sin pruebas de estar a su vez manipulando los algoritmos para privilegiar los contenidos contrarios a los conservadores. El siguiente paso ha sido la amenaza de promover su regulación.
En rigor, la legislación vigente que eventualmente se podría esgrimir para sancionarlas seria la Communications Decency Act de 1996, pero sólo si se demostrara que esas empresas actúan como medios de comunicación y no, como ellas mismas sostienen, en condición de intermediarios de una ´comunidad de usuarios`. Esta distinción es su escudo protector.
A preservar esa impunidad han dedicado mucho dinero en abogados y lobistas. La situación resultaba plausible mientras eran compañías jóvenes, antes de convertirse en tres colosos de influencia inaudita. Se calcula que representan un caudal de al menos 3.200 millones de usuarios. Pues bien, hace menos de una década, Facebook contaba con un 100 millones de usuarios – básicamente en Estados Unidos – cifra que desde entonces ha multiplicado y globalizado hasta alcanzar los 2.100 millones globales. Un elemento político clave es la constatación de que siete de cada diez estadounidenses reconocen que Facebook es su primera y casi siempre única fuente de información.
En este punto estaba el lio cuando saltó el nombre de otro villano, China. Que Google no enviara a su CEO, Sundar Pichai, a responder preguntas de un comité del Senado, mientras sí acudieran Sheryl Sandberg, número dos de Facebook, y Jack Dorsey, fundador y CEO de Twitter, ha centrado la crítica en aquela. Para subrayarlo, se colocó una silla vacía.
Con el trasfondo de una animadversión creciente contra China en Estados Unidos – azuzada, pero no creada, por Trump – la espantada de Pichai fue entendida como motivada por el deseo de quedar bien con Pekín para no frustrar su pretendido retorno al mercado chino.
Como base de esta suspicacia se ha revelado un proyecto de Google para relanzar en China su buscador en una versión ad hoc, que no indexaría determinados contenidos que las autoridades proscriben. Desde dentro, muchos empleados de la compañía clamaron contra ese favor al régimen chino, igual que contra un proyecto conjunto con el Pentágono para usar y perfeccionar la inteligencia artificial de Google. Visto lo visto, Pichai arrió velas: renunció a este segundo proyecto y aclaró que el primero es sólo una hipótesis de trabajo que, en todo caso, no se concretaría próximamente.
Facebook, que durante meses pudo sentirse abandonada por su pares ha mostrado otra actitud. En abril, cuando Mark Zuckerberg fue convocado al Senado, llamó la atención que, ante una sugerencia marginal de escisión de la compañía – fórmula que no funciona cuando es fruto de una imposición política – replicó que en tal caso se reforzaría el avance de las empresas chinas hacia los mercados occidentales.
En esto siempre ha habido diferencias entre Facebook y Google. Tengo buena memoria: en 2010, mientras Google presumía de retirarse de China como adalid de la libertad de expresión, Facebook trataba de seducir a las autoridades: durante un tiempo estudió mandarín, visitó Pekín con frecuencia [a Zuck todavía le afean una célebre foto paseando por Tiananmen] lo que hiciera para merecer la autorización de operar en China. No ha alcanzado ese objetivo, pero no renuncia a ello.
Mucho ha llovido desde 2008, año de la primera incursión de Google en el negocio cloud con su App Engine. Para entonces, Amazon Web Services llevaba dos años quemando dinero y pasarían otros dos años antes de que Microsoft Azure entrase en batalla. La propuesta original de Google pretendía convencer a los desarrolladores de usar su infraestructura para alojar aplicaciones: un modelo PaaS que era una traslación de lo que la compañía hacía internamente, pero pocas empresas estaban dispuestas a dar ese paso. Aprendida la lección, presentó Google Cloud Platform (GCP), pero no fue suficiente para sacudirse el sambenito de ser el tercero en una carrera dominada por dos campeones al parecer imbatibles. Leer más
La banca, sobre todo en su vertiente minorista, lleva años enfrentándose al reto de abrirse a nuevos canales de negocio. Consiguientemente, el soso discurso de “modernización de las TIC”, ha sido reemplazado por un cliché que en sí mismo no dice mucho, “transformación digital”, pero en el fondo encierra el mismo problema: dar con la clave para fidelizar a una clientela voluble, a la vez que seducir a nueva y novísimas camadas de usuarios de servicios financieros. La filosofía es la misma, pero la aparición del fenómeno fintech y de la tecnología blockchain han cambiado la ecuación. Este es un resumen posible del informe Top 10 Trends in Retail Banking 2018, publicado por Capgemini. Leer más