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Desde que Oracle empezó a desglosar sus resultados para reflejar su adscripción al negocio cloud, cada trimestre se plantea el mismo dilema: ¿hay que dar más importancia al ritmo con el que suben los ingresos por cloud o al de bajada ¿correlativa? de los generados por la venta de licencias de software? Con la presentación de las cuentas del primer tramo del año fiscal 2016, cerrado en agosto, ha vuelto a plantearse. El vuelo de Oracle hacia la nube se acelera: la facturación de SaaS y PaaS creció un 34% y la de IaaS un 16%. La suma de ambas categorías arroja 616 millones de dólares, con lo que la contribución del cloud es del 7% sobre el total de 8.448 millones ingresados.
Nuevamente, había dudas de si esa contribución sería suficiente para compensar el descenso, lento pero firme, de los ingresos tradicionales. Estos, con un mayor peso relativo [un 69% del total] están condenados a seguir bajando. ¿A qué velocidad? Entre junio y agosto, las nuevas licencias retrocedieron un 16% y, unidas a las actualizaciones y soporte, el descenso fue del 4%. Parece sostenible, pero condicionará los resultados del año fiscal, que se prevén entre el 2% negativo y el 1% positivo.
Hasta aquí, mi resumen sería este: Oracle ha conseguido meterse tardíamente en la batalla por el mercado cloud, pero está lejos de ser un actor de primera línea en el segmento IaaS donde no puede igualar a Amazon y Microsoft. Al mismo tiempo, defiende razonablemente bien, dadas las circunstancias, su legacy business.
Larry Ellison ya no ejerce como CEO, pero volvió a llevar la voz cantante en la sesión. Lo primero que dijo fue que estos últimos años han sido para Oracle la «fase startup» del negocio cloud, y aun así se ha colocado como número dos del mercado SaaS/PaaS, acercándose rápidamente al número uno (Salesforce, su némesis favorita de los últimos tiempos).
Frederich Grieb, analista de Nomura Securities se quedó con una impresión positiva, pero no dejó de consignar que «los resultados del Q1 pueden haber decepcionado a los inversores escépticos sobre cómo se está ejecutando la transición». Distingue Grieb tres razones para esa inquietud de sus clientes: 1) los márgenes del negocio cloud tienden inexorablemente a bajar, 2) no está claro en qué medida el crecimiento del cloud se consigue canibalizando ingresos por licencias ni a qué presión competitiva están expuestos y 3) el cash flow podría sufrir por las inversiones en infraestructura para atender las necesidades del cloud«.
El argumento de los márgenes fue respondido por la co-CEO, Safra Catz, quien pronosticó que el margen de beneficio operativo generado por cloud subirá este año del 40% al 60% y alcanzará el 80% en 2017. Para marcar la línea de rentabilidad, recordó que los contratos de cloud implican ingresos recurrentes por suscripción, por tanto diferidos, mientras las licencias on-premise se contabilizan de una vez. «Las dos partes hay que verlas por separado, pero el software on-premise, con un crecimiento modesto, es una base preciosa para mantener la lealtad de nuestros clientes».
A la segunda objeción pareció responder Ellison cuando destacó – el estilo es el hombre – que entre los grandes clientes que usan productos de Oracle en sus centros de datos se encuentran algunos de sus competidores: «SAP usa Oracle para Ariba, usa Oracle para SuccessFactors y usa Oracle para Concur; NetSuite usa Oracle y, como todo el mundo sabe, Salesforce es uno de los mayores usuarios de Oracle».
En cuanto al impacto del capex, tocó a Mark Hurd, el otro CEO, precisar que la infraestructura cloud de Oracle ya está instalada, por lo que la inversión se estabilizará ajustándose al negocio: «hemos desplegado 19 datacenter en 14 países, multiplicando 90 veces nuestra capacidad de entrega […] con más de 40.000 dispositivos físicos, más de 100.000 máquinas virtuales y más de 8 petabytes de almacenamiento».
Por supuesto, el dilema inicial no estará resuelto durante bastante tiempo. El modelo cloud es visto generalmente como el futuro de los servicios TI, pero no todas las compañías de software han sido igual de rápidas en sumarse a él. Oracle ha tenido motivos para llegar tarde, pero ahora está irremediablemente jugada a esa carta.
La profusa e interesante documentación preparada para el Analyst Day de HP [puede consultarse en] era el pastel, pero los comensales se lanzaron a por la guinda. Del briefing de Meg Whitman, lo que saltó a los titulares fue el anuncio, a mes y medio de la segregación de la compañía, de que serán necesarios entre 25.000 y 30.000 despidos adicionales, que «eliminarán la necesidad de futuras reestructuraciones». Lo que sin duda eliminarán será el 10% de una plantilla que a finales del 2014 contaba con 302.000 empleados. El ahorro se estima en 2.700 millones de dólares anuales, pero lo concreto e inmediato serán unos costes de reestructuración de – curiosamente – 2.700 millones de dólares a provisionar de los resultados de este año.
Desde que en septiembre del 2011 asumió el puesto de CEO, con la compañía desquiciada, Meg Whitman habrá eliminado en total 88.000 empleos. La secuencia ha sido consistente con la trayectoria que han seguido los ingresos [pasaron de 127.200 millones en 2011 a 111.400 millones en 2014] y los beneficios [de 7.074 millones a 5.013 millones, respectivamente].
Con esta nueva ronda de despidos se pretende que HP Enterprise (HPE) nazca el 1 de noviembre con una estructura de costes sin rémoras, valora Crawford del Prete, consultor senior de IDC, quien apostilla que Meg Whitman será la CEO de la compañía segregada. En lo fundamental, se aplicará a la rama Enterprise Services, el negocio más vulnerable de la compañía. En una entrevista al programa Squawk on the Street, de la CNBC, Whitman explicó que el cambio tecnológico, al ser más rápido de lo que nadie esperaba, obliga a desplazar actividades intensivas en mano de obra a países de bajos costes, «con mucha más automatización de la que hoy tenemos». Se espera que la proporción de empleados en la prestación de servicios en países low cost pase del 42% actual al 60%
También la otra mitad de la histórica compañía, HP Inc (HPQ), tendrá que sacrificar empleos, pero en menor medida. Según Cathy Lesjak, CFO designada, el año próximo se eliminarán 1.200 puestos de trabajo, y así hasta un total de 3.300 al llegar 2018.
Tras haber hecho de la promesa de turnaround su caballo de batalla durante cuatro años, Meg Whitman el martes dijo a los analistas que la compañía está viviendo un cambio ´from turnaround mode to growth mode` y predijo que la tasa de crecimiento anual de HPE será del 4,4% en los próximos tres años. Se curó en salud precisando que en gran medida va a depender de la economía mundial. En primera instancia, cosechó escepticismo: «¿es una previsión realista, cuando la mitad del portfolio está condenada a no crecer?», le preguntó el respetado analista Toni Sacconaghi. A lo que la CEO respondió: «es realista, siempre y cuando cortemos el achicamiento de los servicios».
Esta cadena de acontecimientos sería contraproducente si algún día Meg Whitman pensara en volver a la política [que se lo digan estos días a la precandidata Carly Fiorina, a quien sus rivales le reprochan los despidos de los años en que dirigió HP]. Pero, a lo que importa: la noticia de los despidos ha tenido el efecto más apreciado, una subida del 4% de la acción en Wall Street.
El anuncio conjunto de la futura memoria no volátil, que a priori sería revolucionaria, no es una noticia para enterados. O no debería serlo, por cuanto implicaría una gran mejora en el almacenamiento de datos, crucial para la industria y los usuarios. Intel y Micron, socios del proyecto, están comprometidos a que sus productos salgan al mercado a mediados del año que viene. Sin embargo, no serán el mismo producto: se han puesto de relieve discrepancias entre ambos. Con ocasión del IDF, convocado por Intel en agosto, se ha confirmado que el sistema de entrada y salida que cada compañía propone es diferente, y por consiguiente las memorias no serían intercambiables. Un problema muy serio. Leer más
De pronto, la adquisición de O2, filial británica de Telefónica, por el grupo grupo Hutchinson, que se creía despejada, aparece ensombrecida por lo que está ocurriendo… en Dinamarca. En Bruselas circula la especie de que Margrethe Vestager, comisaria europea a cargo de la cartera de Competencia, es más dura que su antecesor Joaquín Almunia. Un juicio elemental – y pelín sexista – que se esgrime ante las primeras decisiones de Vestagher en relación con el sector de las telecomunicaciones: las restricciones impuestas a la compra de Jazztel por Orange y las objeciones a la fusión de las filiales de Telia Sonera y Telenor en Dinamarca, cuyo resultado ha sido que las compañías renunciaran al intento.
«Las discusiones con la Comisión Europea han alcanzado un punto en el que no es posible para nosotros seguir adelante con la operación», dice el comunicado de las operadoras sueca y noruega difundido el viernes 11. Por su lado, un portavoz de Vestagher ha dicho que «es obligación de la DG Comp asegurarse de que ninguna fusión reduzca la innovación ni eleve los precios al limitar las opciones de los consumidores […] En este caso concreto, basándonos en los análisis de nuestros servicios técnicos, estamos convencidos de que la operación sólo podría autorizarse con significativas correcciones».
El contratiempo desbarata las esperanzas de que la nueva Comisión Juncker fuera más comprensiva hacia la consolidación de operadores, y tiende una nube sobre dos transacciones pendientes de aprobación: la antes mencionada en Reino Unido, y la fusión en Italia de 3 (Hutchinson) y Wind (controlado por la rusa Vimpelcom). Mientras este enredo no se aclare, es improbable que se planteen otros movimientos de concentración entre telecos europeas, que muchos consideran imprescindible para estimular la inversión en el sector.
La comisaria Vestagher, de nacionalidad danesa, ha declarado que el número idóneo de operadores en Dinamarca debería ser cuatro. Un argumento discutible porque las filiales de Telia Sonera y Telenor – segundo y tercera en ese mercado – comparten la misma red bajo una sociedad conjunta y comercializan sus servicios con marcas separadas. Lo que significa que la fusión no se hubiera reducido de cuatro a tres el número de redes: en Dinamarca hay tres redes, cuatro operadores – los otros son el incumbente TDC y el pequeño HI3G, participado por Hutchinson – además de cuarenta virtuales. Esto, en un mercado de 5,5 millones de usuarios [no mayor que el de una metrópolis europea] a repartir entre 4 concesionarias de espectro y 40 virtuales. El precio medio al usuario final es de los más bajos del continente.
Ninguno de los operadores que han entrado al mercado danés tras la liberalización ha conseguido ser rentable: Orange tiró la toalla al vender sus activos a Telia Sonera, y HI3G tardó una década en tener cash flow positivo. La semana pasada, Telia Sonera y Telenor han avisado que a la vista de los obstáculos, van a cancelar proyectos de inversión en el país.
Según el consultor John Strand (que vive en Copenhague, por cierto), «irónicamente, lo que está a punto de ocurrir en Dinamarca es lo contrario de lo que teme Vestager: los precios subirán, no por culpa de una fusión sino por la falta de fusión».
Una interpretación que conecta con la primera frase de este texto apunta a que Vestager – ex ministra de casi todo en Dinamarca – quiere evitar que sus compatriotas la vean como «blanda» ante los intereses suecos y noruegos. Sin hilar tan fino en los patriotismos nórdicos, su postura puede entenderse como un aviso a la industria a la vez que un anticipo de los problemas que esperan a Google , el expediente más engorroso que ha heredado de Almunia.
Hay otra derivada interesante: la aparente falta de sintonía dentro de la CE entre Vestager y sus colegas Andrus Ansip (Mercado Único Digital) y Gunther Oettinger (Economía y Sociedad Digital). Ansip es de jure responsable del mercado de telecomunicaciones, pero Vestager ejerce de facto una influencia decisiva como vigilante de las reglas de competencia. Esta especie de esquizofrenia normativa fue un tema de conversación durante el reciente encuentro de las telecos en Santander, pero algún falso pudor hizo que no aflorara en público.
La expectativa era tal que Apple escogió el Bill Graham Civic Auditorium, 7.000 plazas de aforo, como escenario de su presentación de nuevos productos, el pasado día 9 en San Francisco. La cobertura mediática fue buena, pero los inversores no se dejaron impresionar. Según el Wall Street Journal, «que la acción de Apple siga cotizando muy por debajo de su máximo del año, es una muestra de inquietud por el hecho de que la compañía no tiene productos revolucionarios que anunciar». Desde el punto de vista bursátil, poco ha cambiado en los días siguientes: la acción sigue baja. Hace poco, cuestionar las decisiones de Tim Cook y su equipo era anatema; de un tiempo a esta parte es un juego corriente.
El reproche recurrente sobre la supuesta pérdida de energía innovadora de Apple – que suele aderezarse de nostalgia por el difunto Steve Jobs – resulta cansino, pero tiene la virtud de mover las redes sociales. «Apple ya no es capaz de reiventar el mundo», escribía un sabihondo. Otro se quejaba de que los productos anunciados en los últimos tiempos «son evolutivos, no revolucionarios».
Estas opiniones parten de un equívoco: ninguna tecnología es realmente revolucionaria, puesto que todas se apoyan en el estadio precedente. A quienes dicen que Apple no ha creado nada nuevo desde la muerte de Jobs, habría que recordarles que su mayor éxito, el iPhone, antes de revolucionar el mercado fue la resultante evolutiva de tecnologías (ajenas) que confluyeron en aquel preciso momento. Por no hablar del iPod, que seis años antes había iniciado una revolución en el mercado musical – que se consumaría con iTunes – siendo a priori «otro» reproductor de música. En cambio, el Newton (1987) salió demasiado pronto, mientras que Palm retomó el concepto en el momento oportuno.
Puede decirse que la única sorpresa de la presente ola de nuevos productos es, en todo caso, la ausencia de sorpresa. Todas las novedades eran esperadas. Por primera vez, el iPhone – los modelos 6S y 6S+ – no fue el protagonista, y lo más destacable es la sensibilidad de su pantalla (3D Touch). Se trata, pues, de una novedad típicamente evolutiva, con la que Apple no busca una ´disrupción` sino mantener la costumbre de presentar modelos S en años impares. Como respuesta a las objeciones, Apple hizo saber ayer que el pasado fin de semana, el primero desde el anuncio, las órdenes anticipadas han superado las del año pasado en similar ocasión.
Puede que el anuncio más relevante fuera el iPad Pro, con el que Apple eleva el listón de los ´casos de uso` profesionales. Quiere contrarrestar la pérdida de vigor del mercado de tabletas, incluída la suya; a la vez, trata de reforzar sus acuerdos con IBM y Cisco, de los que espera ganar un lugar en el mercado empresarial. Durante la presentación en San Francisco, incluso se sugirió que el papel futuro de iPad Pro es ocupar un segmento de mercado que ahora se considera ´natural` del Mac Air [por cierto, el último Mac fue anunciado en diciembre del 2013, curioso estancamiento].
El iPad Pro es el más potente de la familia y presenta la particularidad de una nueva CPU basada en el procesador A9x. Es 1,8 veces más rápido que la presente generación, y duplica su rendimiento gráfico. Aparte del tamaño de pantalla, el mayor cambio es la adopción del lápiz [rompiendo con otro dogma jobsiano] y un teclado, que Apple venderá directamente en perjuicio de los fabricantes de accesorios.
En cuanto al famoso Watch, el único cambio es significativo: tendrá un sistema operativo nativo: Watch OS2, que es una manera de reconocer las dificultades para atraer desarrolladores de aplicaciones. Si esto confirma o niega los rumores sobre un arranque mediocre de las ventas, no será Tim Cook quien lo aclare. Algo parecido ocurre con Apple TV, que incorpora un sistema operativo ad hoc, además del asistente virtual Siri. Son pasos en la buena dirección, pero no revolucionarios. No hay motivo para que nadie se sienta defraudado. Al menos es mi opinión, como usuario no incondicional de la marca.
Que tres grandes de la industria de automoción alemana – Audi, BMW y Daimler – hayan pactado la comprar de Here, división de cartografía de Nokia, revela que prefieren unirse a sus competidores antes que dejar en manos de Google o Apple un activo que es, y será, un elemento clave para sus estrategias. Contar con esa herramienta les evita compartir los datos de sus usuarios con dos adversarios potenciales de los que recelan. Incluso podrían desarrollar una suerte de estándar que atraiga a otros fabricantes. No sólo está en juego la navegación de los actuales coches conectados: para la futura conducción autónoma serán necesarios mapas en 3D que por ahora sólo tienen Here y Google. Leer más
Reanudo con explicable retraso la publicación de este newsletter, pero no me arrepiento de haber mantenido cierta continuidad de las crónicas del blog durante agosto. En realidad, arrastro la carga de tantos asuntos pendientes que un par de lectores me han afeado estos días la demora en tratar alguno de ellos. Paciencia: todo se andará. Con la regularidad de cada año, septiembre ha empezado mí con dos eventos noticiables: el encuentro del sector de las telecomunicaciones en Santander y la feria IFA en Berlín. Sobre la segunda, ya hay dos publicadas; al primero dedicaré hoy un comentario y tiempo habrá de volver sobre lo más relevante.
Manos a la obra. Quiero poner por escrito conversaciones que he tenido los días del encuentro de Santander organizado por AMETIC, pero que mis interlocutores preferirían pronunciar con sordina: tras esta 29ª edición, veo que el formato está anquilosado, y en mi opinión esto se debe a una excesiva institucionalización. La indispensable buena educación – con más razón ateniéndonos a su pretendida filiación universitaria – no obliga a ser condescendientes. Cuatro años de gestión del ministro José Manuel Soria (esta vez ausente) y su secretario de Estado Víctor Calvo Sotelo (insulso), no suscitaron comentarios, cosa rara; los ponentes – menos uno – evitaron enunciar en público las críticas que sí hacían en privado, con el argumento de que a estas alturas de la legislatura no valdría la pena y el futuro electoral está muy abierto. Se dio por aceptado que España ha entrado en un ciclo de crecimiento económico, lo que aunque fuera cierto no debería excluir la reflexión sobre lo acontecido.
Por supuesto, la regulación fue un tema dominante: fueron seguidas con visible atención las dos intervenciones de la CNMC [tan interesantes que las reservo para una crónica ad hoc]. Estaba más que justificado que se hablara mucho de Europa, y así ocurrió, pero el cansino vídeo final del comisario Gunther Ottinger decepcionó pese a que insistiera en la prioridad que la CE asigna al sector. Antes, el lunes 31, la mesa redonda inicial prometía mucho sobre el papel, pero fue estropeada por la tediosa monografía de la eurodiputada Pilar del Castillo (reincidente).
Como es natural, la agenda preparada por AMETIC asignó espacio a algunas de sus empresas asociadas para expresarse ante un auditorio de naturaleza profesional. Sería injusto meter a todas en el mismo saco, pero he vuelto con la sensación de que esas oportunidades se desaprovechan si el ponente equivoca la audiencia y suelta un discurso marketinero.
En una visión general, el rasgo más clásico de este encuentro – llevo unos cuantos años asistiendo y no es la primera vez que lo observo – es que se trata de un evento blando, sin verdaderos debates o que, como mucho, quedan reducidos a un simulacro formal. Haciendo uso de escribir a toro pasado, me atrevo a postular que AMETIC debería buscar otra fórmula, provocar la discusión abierta, montar auténticas mesas redondas con moderadores que no se limiten a recitar curriculos, disuadir a los propagandistas de sí mismos. Sinceramente, he echado en falta más contradicción, o contradicción sin más. Porque la que hubo fueron las descontadas pullas entre los tres grandes operadores repartidos para no cruzarse [lunes Telefónica, martes Vodafone, miércoles Orange] que dejaron, como mucho, algún titular de vida efímera.
PCs, tabletas, smartphones –y ahora wearables – formaban un segundo (o tercer) hemisferio de IFA 2015. La industria de electrónica de consumo lleva más de dos años acariciando la muñeca de los consumidores, con la idea de una nueva categoría que complemente sus ventas en declive o estancadas. No puede decirse, por el momento, que los smartwatches o, genéricamente, los wearables, hayan cumplido con las expectativas, pero en Berlín se vieron muchos modelos apuntando síntomas de lo que pudiera ser una nueva fuente de ingresos para los fabricantes y, sobre todo, para los minoristas, que buena falta les hace. Todo ello con permiso de la industria relojera, que no se queda de brazos cruzados. Leer más
Es sabido que las empresas muestran en las ferias su mejor cara y presentan productos «aspiracionales», de esos que dan chicha a los medios. Ha sido el caso de IFA 2015, que hoy cierra sus puertas en Berlín: el desfase entre lo que se exhibe y lo que se vende en las tiendas nunca ha sido tan amplio. Casi todos los productos presentados eran de gama alta, como si la gama media no fuera la que concentra el grueso de las ventas. Por no hablar de la gama baja, ausente. La explicación es sencilla: se prevé que las ventas en unidades caerán en los próximos meses, sobre todo en Europa, y se intenta paliar la situación promocionando productos llamativos y más caros, que suban el precio medio. Leer más