20Ene

20/01/2016

Microsoft se ha metido en un jardín, pero al menos tiene un buen motivo: evitar que Windows 7 se convierta en el nuevo Windows XP y llegue a ser un freno para la adopción de Windows 10. La frase anterior no es un juego de palabras: la «nueva política de soporte» es, por lo visto, tan delicada de explicar que ha requerido tres sucesivas «clarificaciones» en pocos días, y no creo que el fallo fuera del mensajero. Durante tres décadas, Microsoft ha respetado un esquema de ciclo de vida de cada versión de Windows, que ahora rompe, aunque sin decirlo así. A Terry Myerson, responsable de la maniobra desde su puesto de VP de sistemas operativos, se le está poniendo cuesta arriba convencer a los clientes corporativos de que es por su bien (el de ellos).

He dicho que el esquema se rompe, pero formalmente Windows 7 seguirá teniendo actualizaciones regulares hasta 2020, aunque sólo si está emparejado con generaciones de procesadores anteriores a la actual, Skylake. Se ha sugerido que esas actualizaciones no serán funcionales, limitándose a resolver ´problemas críticos`, que no es lo que uno espera de un compromiso de soporte decenal. Es posible que a los usuarios individuales no les importe demasiado, porque ya se ha encargado Microsoft de inyectarles el nuevo Windows mediante descargas automáticas, pero muy distinto es el caso de las empresas, invitadas a formar parte del programa GWT (Got Windows 10).

Según los analistas, en las empresas hay expectativas favorables ante Windows 10, entre otras cosas porque Windows 8.1 no les ha convencido. En la práctica, tienden a disociar la compra de hardware y la actualización de su software: para ellas, abordar la transición a Windows 10, debería llevarles más tiempo que desembolsar en nuevos PC su presupuesto de hardware. Lo normal es que cuando se renueva el parque, en los PC ´modernos` se instala inicialmente el sistema operativo ´antiguo` bien conocido por los empleados, y luego se verá cuándo actualizarlo a la nueva versión.

Así fue como Windows XP se eternizó en el seno de las empresas, que sólo espabilaron al acercarse la fecha en que Microsoft dejaría de darles soporte. Impedir que ocurra lo mismo con Windows 7 – cosecha del 2009 – es fundamental, porque funciona satisfactoriamente y representa el 55% del parque total de Windows, lo que puede traducirse como un factor de estabilidad a medio plazo. Por tanto, la migración podría ser más lenta de lo que conviene a Microsoft

Acelerar la adopción de Windows 10 conlleva alinearla con la renovación de la base instalada de PC; por esto se insiste tanto en que ya hay 200 millones con Windows 10 y que «esperamos alcanzar a final de años 300 millones, que nos van a reclamar un soporte duradero y de calidad», en palabras de Terry Myerson. Este declaraba días atrás que su plan pretende «cerrar la brecha entre el entusiasmo de los usuarios por el nuevo hardware y su satisfacción con el software anterior». La relevancia de esta declaración es obvia por venir de quien ostenta el cargo de vicepresidente ejecutivo del denominado Windows and Devices Group.

Retener la versión de Windows anterior, que ha sido práctica corriente en las empresas, no será posible con los todos los PC basados en Skylake. O sí lo será para algunos, pero sólo durante 18 meses. Mientras que esta generación de hardware viene de fábrica preparada para correr Windows 7 (o Windows 8.1), los futuros PC basados en Kaby Lake (Intel) o Bristol Ridge (AMD) sólo funcionarán con Windows 10, sin compatibilidad regresiva.

Es un hecho que las ventas de PC siguen cayendo, pese al estímulo que, se suponía, debía aportar la disponibilidad simultánea de Windows 10 y Skylake. Para que la «nueva política de soporte»no parezca precipitada, Microsoft ha concertado con la industria una «robusta lista de opciones» para quienes prefieran conjugar el último hardware con las dos versiones anteriores de Windows. La lista – al menos la publicada hasta ayer – peca de escasa, ya que comprende tres modelos de Lenovo, dos de HP y tres de Dell, únicos que Microsoft ha testeado para corroborar el funcionamiento de los drivers y el firmware asociado a Windows 7. Incluso para ellos, el soporte está asegurado hasta el 17 de julio de 2017.

Aparentemente, esta transición está reservada a las empresas y no incluye a los consumidores. Tradicionalmente, estos han servido como conejillos de cada versión de Windows, pero esta vez la táctica invierte los papeles: la acogida de Windows 10 que obtenga dentro de las empresas será determinante para el éxito de un sistema operativo que representa una nueva estrategia de Microsoft.

Oficialmente, el argumento de Microsoft sostiene que está haciendo lo correcto para ofrecer a los usuarios una mejor experiencia. puesto que los nuevos PC no han sido diseñados pensando en Windows 7 sino en Windows 10. Es un buen argumento, pero ¿cómo será recogido por sus destinatarios?

Es pronto para sacar conclusiones. Escribe Mary Jo Foley, que desde luego sabe más que yo: «creo imaginar que muchas empresas se echarán atrás en sus planes [de renovación de PC] hasta tener preparada la migración simultánea al nuevo hardware junto con el nuevo software». Pero añade algo que – en mi opinión – es la clave de la película: «el resultado puede ser contradictorio […] menos compras de PC con Skylake por parte de las empresas que confiaban en su compatibilidad con Windows 7».

No me resisto a reproducir la opinión de Wes Miller, analista de Directions on Microsoft: «lo que hasta la llegada de Windows 10 era considerado un buen PC se aleja de lo lo que ahora es un buen PC… bienvenidos al mundo de la ingeniería conjunta de hardware y software».

CES 2016: los televisores ya no mandan

19/01/2016

Todos los estudios apuntan un cambio rápido en los hábitos de consumo de contenidos audiovisuales. Que es tanto como decir que el televisor, artefacto imprescindible y epicentro de los hogares contemporáneos, pierde fuelle como motor del consumo de electrónica. No hay razones definitivas para deducir que esa tendencia sea la causa del bajón en la demanda – afectada por la crisis, como cualquier otro sector – pero es un problema para los fabricantes. Han ensayado casi todo para convocar la renovación más frecuente del parque instalado. Pero lo fundamental no es el volumen sino el precio medio. Será por eso que en el CES 2016 las marcas de TV tuvieron un papel más discreto que otros años. Leer más

18Ene

18/01/2016

Decididamente, la tentación de reducir de cuatro a tres el número de operadores resulta más difícil de digerir en Francia que en Reino Unido. Ahora que la absorción de EE por BT está consumada y a la de O2 por Three le quedan algunos flecos, a este lado del canal el ambiente es muy distinto. No han faltado intentos frustrados de consolidación, y ahora mismo, hay «conversaciones preliminares» entre Orange y Bouygues Telecom – números uno y tres del mercado francés – para articular alguna fórmula aceptable para accionistas y autoridades. Con calculada ambigüedad, el comunicado evita la palabra fusión, tal vez para mantener la operación en el ámbito de la regulación nacional, porque no está claro cuál sería la línea a no traspasar si se quiere dar esquinazo a la combativa comisaria europea Marghette Vestager.

Desde que un advenedizo cuarto operador, Illiad/Free, desencadenó una guerra de precios en el mercado francés, este ha sido un campo de maniobras. La más reciente es una oferta presentada a Bouygues por el grupo Altice valorada en 10.000 millones de euros y rechazada sin llegar a negociar. Esta cifra debería ser la base del precio actual.

Entre tanta peripecia, Orange ha sido la parte más perjudicada, al ver reducidos sus ingresos por servicios móviles de 9.800 millones de euros en 2011 a 6.800 millones (estimados) en 2015. Al mismo tiempo, la antigua France Télécom tiene menos margen para escapar de su dilema: haga lo que haga, su movimiento sería objetado por reforzar una posición estadística dominante. Tiene 28,2 millones de clientes móviles y Bouygues 11,6 millones, por lo que una eventual fusión sumaría el 60% del mercado móvil y aproximadamente la mitad del de banda ancha fija. El ministro de Economía, Emmanuel Macron, ha dicho no ser dogmático mientras no se pierdan empleos, pero al final tendría que imponer medidas correctivas .

Un compromiso posible sería redistribuir clientes entre los competidores hasta dejar su cuota de mercado por debajo del 50%, calmando así la inquietud de Vestager. Podría combinarse con una cesión de espectro o concesiones sobre los derechos audiovisuales que controla Orange. ¿Valdría la pena el sacrificio de Orange? Quizá, si el principio fuera aplicable a otros países europeos donde no está pero quisiera estar. Financieramente, tendría que pagar el máximo posible en acciones y desprenderse de activos para asegurarse de que el rating de su deuda no se degrade.

Stéphane Richard, CEO de Orange endosa la situación del mercado francés al contexto de la UE: «Veinte años de regulación en Europa han fragilizado a los operadores europeos», declaraba la semana pasada – y lo viene diciendo desde hace años – al confirmar que no ha sido él quien tomó la iniciativa sino el magnate Martin Bouygues. «Esta vez, la dinámica es diferente».

Según Richard, cualquier otra combinación – todas en torno a Bouygues, predispuesto a vender, en ningún caso a comprar – sería peor. Pero la complejidad de un acuerdo reside en que debería contar con la complicidad de los otros dos operadores, para que sea toda la industria la que se beneficie de un saneamiento de sus resultados.

Conceptualmente, el fondo de la cuestión es el mismo en tota la UE: ¿es preferible que haya menos operadores móviles con más capacidad para invertir en la renovación de las redes, o que haya tantos competidores como soporte el mercado, con lo que los precios bajarían, lo que es bueno para los consumidores pero no para los operadores?

La convergencia está consiguiendo que ese debate pierda relevancia, y los planes competitivos tengan más que ver con la fibra que con las redes móviles. En Alemania, por ejemplo, Deutsche Telekom ha sido forzada a un acuerdo VULA [virtual unbundled local access] en beneficio de las filiales germanas de Telefónica y Vodafone. En este contexto, resucitan los rumores sobre la negociación entre Liberty Global [con activos de cable en varios países europeos] y Vodafone, que se ha quedado muy debilitada en Reino Unido. Lo curioso es que ambas están ausentes de Francia.

Imagino que algún lector se estará preguntando qué tiene que ver todo lo anterior con España «que es lo que a mí me interesa». Bueno, pues… los puntos de vista aldeanos me parecen, con perdón, poco lúcidos, pero aun así respondería a ese lector que la fibra es hoy por hoy en España, la clave del futuro del mercado de las telecos.

CES 2016: Samsung explora otras galaxias

15/01/2016

No era el lugar ni el momento para presumir de un nuevo smartphone: Samsung tiene previsto presentar su nuevo Galaxy S7 en febrero, en Barcelona. Pero el CES de Las Vegas era el escenario idóneo para anunciar al mundo que la compañía coreana no se duerme en los laureles y que su futuro inmediato pasa por crear dos ´ecosistemas abiertos`, uno en torno a sus dispositivos Galaxy y Gear, y otro bajo el paraguas del Internet de las Cosas. Los altos directivos presentes abundaron en prometer un mayor énfasis en el software y los servicios; «el entorno nos obliga a competir por vías que no habíamos explorado en el pasado», declaró por esos días a Bloomberg el vicechairman y co-CEO Kwon Oh-Hyun. Leer más

14Ene

14/01/2016

Que un alto directivo se retire tras 43 años de carrera en una empresa, no debería ser motivo de controversia. Que lo haga a finales de diciembre, no tendría nada de particular. Que se vaya al mismo tiempo que otros dos responsables de áreas fundamentales, es lógico que despierte suspicacias. Hablo del anuncio de que Steve Mills, máximo responsable de la división Software & Systems de IBM, se retira con efectos inmediatos. Simultáneamente, salen de la compañía Danny Sabbah, CTO del negocio cloud y Brendan Hannigan, director general de IBM Security. En principio, lo más relevante debería ser el ´caso Mills`: pese a sus méritos, no hubiera podido ser el sucesor de Sam Palmisano, de su misma quinta, pero permaneció en IBM más allá de la edad recomendada para la jubilación, con el fin de acompañar a Virginia Giny Rometty en una difícil reconversión de la compañía.

Mills era el último miembro del equipo directivo de Palmisano que seguía en nómina. Por natural que sea retirarse a los 64 años – es la explicación oficiosa de IBM – no deja de ser materia de interpretación. ¿Está en marcha otra fase de la reorganización emprendida por Rometty? Misión cumplida, podría decir Mills: hace sólo un año, a sus funciones como VP ejecutivo a cargo del software – posición que ha ocupado durante 15 años – añadió la responsabilidad sobre el hardware, y como tal supervisó la venta de los sistemas x86 a Lenovo. En la nomenclatura de IBM, el nivel más alto suele ser senior VP, por lo que el puesto de Mills a la vera de Giny Rometty ha sido considerado excepcional.

En la hoja de servicios de Mills hay que contar 30 adquisiciones desde 2001 [Lotus, Websphere, Tivoli y Rational, entre ellas] con las que reorganizó la cartera de software de IBM desde la adopción de Linux hasta la decidida apuesta por business analytics iniciada con la compra de Cognos. Cuando el viento empezó a soplar en favor de cloud computing, IBM tardó en reaccionar, hasta que compró SoftLayer, núcleo duro de su oferta en la nube.

Aunque encumbrado orgánicamente, Steve Mills quedó marginado de la máxima prioridad actual de IBM, que gira en torno a la computación cognitiva y la nueva unidad de negocio Watson y fuera de su jurisdicción quedó la importante alianza con Apple. Observadores que conocen los entresijos de IBM comentan que la reorganización de la parcela de Mills comenzó en coincidencia con su último ascenso, más aparente que real.

Rometty fragmentó la división de software en tres grandes unidades de negocio: Analytics [a cargo de Bob Picciano], Commerce [Deepak Advani] y Security [Brendan Hannigan]. Otros activos pasaron a depender de la división Cloud [responsabilidad de Robert LeBlanc], con lo que su VP ejecutivo pasó a desempeñar un papel más propio de asesor áulico de la CEO.

El pretexto de la edad no vale para Sabbah y Hannigan, que no eran miembros de la vieja guardia. Este factor está avivando los rumores según los cuales Rometty ha empezado a configurar el equipo del que debería salir su sucesor o sucesora, previsiblemente, dentro de dos o tres años. Con todo lo que tienen de prematuras estas especulaciones, el nombre que suena como ascendente es el de Tom Rosamilia, que desde hace un año manda efectivamente sobre la división de Sistemas, con atribuciones sobre varias categorías de software.

En el curriculo de Rosamilia publicado en LinkedIn hay un detalle llamativo: se ha desempeñado recientemente como asesor económico del gobernador de la provincia china de Guangdong, donde se asienta la flor y nata de la industria TI de ese país.

Outsourcing, siempre de temporada

14/01/2016

Cloud computing, big data analytics, Internet de las Cosas, movilidad, drones… Estas son algunas de las impetuosas tecnologías que se disputan el protagonismo en los medios especializados (o no) y entre las consultoras que analizan el mercado TI. Hasta el punto de haber desplazado en atención a otros conceptos bien arraigados y que siguen teniendo un impacto que para sí quisieran algunos inventos de moda. No faltará quien ha olvidado que el outsourcing existe: la externacionalización de servicios TI se ha transformado para seguir vigente, de lo que da fe la tercera edición del estudio sobre este mercado en Español, que han elaborado en común Whitelane Research y Quint Welllington Redwood. Leer más

CES 2016: muchos coches, pero no autónomos

12/01/2016

La edición del CES de este año ha sido extraña. A falta de nuevos productos de electrónica de consumo capaces de dinamizar una demanda vacilante y así incrementar la facturación del sector con dispositivos y servicios innovadores y atractivos, se confiaba a priori que los coches serían el nuevo generador de valor para las compañías de TI e Internet, generalmente afincadas en el Silicon Valley. En cierto modo será así pero no exactamente como se vaticinaba. Los coches de los próximos años llevarán más electrónica, más ayudas al conductor y más conexiones con el mundo, pero la industria del automóvil se las ha arreglado para que no escapen a su control y el de sus marcas. Leer más

11Ene

11/01/2016

La primera semana del 2016, las bolsas europeas sufrieron la mayor caída en casi cinco años. En Estados Unidos, las empresas cotizadas perdieron de lunes a viernes 1,3 billones de dólares de capitalización bursátil, y de esta no se salvaron siquiera las estrellas del firmamento tecnológico. Hay una explicación inmediata: fueron arrastradas por el pánico provocado por el colapso de las bolsas chinas. Algunos recordaron que en febrero de 2007 una caída del 9% en Shanghai precipitó una corrida bursáril en Nueva York a los pocos segundos. La economía china no se inmutó: siguió creciendo, y la burbuja siguió inflándose hasta que, al final del año, llegó el rebote de la crisis financiera occidental.

La incertumbre ha vuelto – y no sólo a España, conviene no mirarse demasiado el ombligo – por una combinación de circunstancias que amenazan los muy débiles signos de recuperación de la economía mundial. Afortunadamente (?) el abaratamiento del petróleo equivale a una subvención temporal de nuestras economías, por no hablar de la lluvia de billetes que arrojan los bancos centrales. Las acciones que más influyen en los índices de EEUU y Europa han gozado de una liquidez que no encuentra mejor destino que el atesoramiento y la especulación, porque inversión se ve muy poquita. Así hemos arrancado este año en el que quisiéramos ser felices, por fin.

Vale, aceptemos la simpleza de que China ha sido el disparador. Las bolsas de Shanghai y Shenzhen sufrieron sucesivos batacazos, interrumpidos por las autoridades mediante el mecanismo de ´corto circuito`, que suspende las cotizaciones cuando los índices descienden un 7%. Una solución que es forzosamente transitoria, por dos razones: 1) su repetición acentuaría la desconfianza y 2) al gobierno chino no les disgustaría que las exageradas valoraciones en bolsa se enfriaran, siempre que fuera gradualmente para dar sensación de que controlan.

Tres analistas (chinos) de Bank of America/Merrill Lynch firman un paper según el cual la inestabilidad del sistema financiero chino será este año la regla, no la excepción, y aconsejan acostumbrarse sin dramatizar. Al fin y al cabo, incluso tras lo ocurrido, el Shanghai Composite Index está un 40% más alto que hace dos años, cuando empezó su carrera alcista. Por lo tanto, deberían producirse nuevos descensos, quizá no tan bruscos, y sus correspondientes paliativos.

El principal problema, dice el documento, es el elevado nivel alcanzado por la deuda del sector privado, que entre 2009 y 2014 ha subido hasta un 75% del PIB. «Históricamente, cualquier país en circunstancias similares se vería abocado a una dislocación de su sistema financiero, a recapitalzar los bancos, y a una o más devaluaciones, además de una inflación más allá de lo razonable».

Lo específico del caso chino es que el gobierno ha estimulado el fenómeno durante años, con garantías explícitas o implícitas, parte de una política de reconversión del modelo. Se buscaba que el consumo tomara el relevo (parcial) de la exportación como principal motor económico, Así ha sido: más que «fábrica del mundo», China pasó a ser el principal mercado en el que todo el mundo quería vender. Hasta que el genio escapó de la botella y la estrategia dejó de ser sostenible: la deuda acumulada tropezó con la disminución del retorno financiero.

Lógicamente, esta evolución está teniendo consecuencias sobre el negocio de las empresas tecnológicas occidentales en China, y pronto se verá de qué magnitud, cuando presenten sus resultados. La primera reacción del gobierno de Pekín ha sido depreciar otra vez su moneda, por segunda vez desde noviembre. En lugar de vincular el renminbi (o yuan, como se prefiera) al dólar, la referencia pasa a ser una cesta de trece monedas, una manera sibilina de devaluación con finalidades competitivas. En este contexto, incluso los analistas que elucubraban acerca de las cifras publicadas por Pekín han comenzado a decir que las estadísticas chinas no son verosímiles. No hay mayor incertidumbre que volar a ciegas; por cierto, ¿qué tal por casa?

8Ene

8/01/2016

Feliz año. Como hoy es viernes, no escribiré sobre el seísmo bursátil chino del lunes pasado y sus réplicas en las bolsas occidentales, que nada bueno auguran. Dedicaré este primer newsletter del 2016 a otro asunto, que tampoco es exactamente una alegría: el Consumer Electronics Show de Las Vegas ha dejado la impresión de que el mercado de gadgets languidece, o al menos parece afectado por la apatía de los consumidores. Un estudio desvelado estos días por Accenture lleva un título que, con o sin cálculo, resulta irónico: Igniting Growth in Consumer Technology. Digo que es irónico porque, tras haber entrevistado a 28.000 personas en 28 países (España entre ellos) lleva a la conclusión de que al crecimiento le falta chispa. A continuación, algunos datos:

* El mercado de smartphones ha alcanzado su madurez, y se desacelera. Globalmente, un 48% de los encuestados piensa comprar en 2016 un nuevo smartphone, nueve puntos porcentuales menos que un año antes. Las mayores caídas se esperan en países que hasta ahora han tenido los mayores crecimientos, como China o India [aunque la intención de compra es todavía superior al 60%].

* Aunque en teoría 2016 debería ser un año favorable para la venta de televisores, debido a los eventos deportivos internacionales, sólo el 30% tiene previsto comprar uno nuevo, porcentaje que implica nueve puntos menos que en 2015. También está de capa caída el ánimo con respecto a portátiles (30%) y tabletas (20%)

¿La explicación? Los consumidores se dicen «satisfechos» con los gadgets que tienen: un 56% con sus televisores, el 49% con sus portátiles, un 47% con sus smartphones y un 36% con sus tabletas. De media, el 47% no ve motivos para renovar sus dispositivos en uso. Quienes presumen que la luz al final del túnel está a la vista, deberían saber que el precio es un factor que echa para atrás al 62% de los usuarios de estas tecnologías. El segundo obstáculo (47%) es la inquietud con la privacidad y la seguridad: en otras palabras, el 42% esperarán a que la industria resuelva esos problemas y el 21% declara estar «hartos» de sufrirlos.

Sami Luukkonen, uno de los tres directores del estudio, resume así la situación con tres adjetivos: «la desaceleración de este mercado es irrefutable, seria y global […] se ha pasado el tiempo de lucir gadgets ostentosos, sólo porque están de moda; por el contrario, se busca que sean seguros, con preferencia para aquellos que presten algún servicio digital práctico y faciliten una colaboración más abierta».

Ante este cuadro, la primera reacción de la industria – se ha visto en el CES – es volcarse en nuevos dispositivos que encajen con el pretendido auge de IoT, pero Accenture alerta sobre resultados decepcionantes: las llamadas smart things estaría muy lejos de compensar el descenso de las categorías convencionales. Sólo el 13% de los encuestados tiene previsto – o eso dice – comprar un smartwatch este año. En cuanto a los cascos de realidad virtual, que han convocado multitudes en la feria de Las Vegas, sólo despiertan ganas de compra en el 8% de los entrevistados.

«No todo es lóbrego – añade Accenture. «El crecimiento de las nuevas categorías llegará, y cuando llegue será muy rápido, pero la industria tiene que tomar medidas AHORA MISMO [mayúsculas en el original] para que así ocurra. Los vencedores serán aquellos que trabajen con sus partners para impulsar innovaciones disruptivas que conecten a los humanos con la tecnología de manera que satisfaga sus necesidades fundamentales». Como recomendación, no está mal.

Ahora bien: Ben Bajarin, un analista al que respeto y consulto, ha escrito que el CES de este año abre una fase en la que la industria compite más con prototipos que con productos reales: «casi todo lo visto me ha parecido inacabado». Compañeros periodistas que han estado en Las Vegas me cuentan en privado – otra cosa es lo que publiquen los medios, de algo hay que vivir – que, aparte de prototipos de coches, no han visto novedades capaces de dar un vuelco a la demanda, e incluso esos coches fantásticos no llegarán pronto al mercado, o no van a incorporar pronto las tecnologías que han mostrado inmaduras.

Mario Kotler, colaborador de este blog, me escribe el siguiente mail: «creo que podría contar con los dedos de las manos los anuncios del CES 2015 que doce meses después han resistido la prueba del mercado». Teme Mario que ocurra lo mismo en 2016. Ya veremos, pero el hecho de que la industria del automóvil acaparara el estrellato y las noticias invita a la reflexión: nunca había ocurrido que Las Vegas fuera poco más que un prólogo del salón de Detroit. Permitan una coda: que Intel tuviera que contratar a Lady Gaga para dar empaque (?) al inevitable viraje de su empresa hacia campos cuya fertilidad está por comprobar, no me parece un buen síntoma. Con todos mis respetos por Brian Krzanich.


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