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Estas primeras semanas del año son propicias a los buenos propósitos, y bien sabemos cuántas de esas intenciones se han frustrado, y vuelven a plantearse el año siguiente. Yo mismo me propongo cada año reducir el número de horas que dedico a este blog, pero aquí me tienen, y no sé si en 2017 lo conseguiré.
Hay costumbres arraigadas. Una cada vez más extendida hace que numerosas empresas nos bombardeen con notas de prensa [el nefasto branded content] en las que formulan 5 o 10 predicciones [he recibido una con siete predicciones y media] y que invariablemente arriman el ascua a su sardina, para demostrar que están en la cresta de la ola. El optimismo corporativo forzado esteriliza el ejercicio.
Predicciones, previsiones, pronósticos… hay de todo. Por estas fechas se acentúa una pulsión futurista que induce a los medios más respetables a publicar disparates sin fundamento científico alguno, con los que creen captar a una audiencia joven. Por no hablar de las sesgadas coberturas que se han publicado sobre el CES de Las Vegas, que omiten precisamente la escasez de novedades y el estancamiento del mercado de electrónica de consumo.
No se me malinterprete: un día de diciembre escribí a los magos de oriente pidiéndoles que 2017 sea un año magnífico para la industria de las TI. Por la cuenta que me tiene, porque de ella vivo. Tengo que dejar constancia de que los primeros informes de consultoras me han devuelto la fe en Melchor, Gaspar y Baltasar: me han dicho que el PIB mundial podría crecer un 3,4% en 2017, tres décimas más que el 3,2% estimado para 2016. Y esto es, sin duda, una buena noticia.
Por supuesto, podría tener una lista de motivos para la incertidumbre, pero ya que por fin hay un buen dato para animar el año, ¿por qué chafarlo? Los analistas de Gartner afirman que «en 2017 veremos un resurgir del gasto mundial en TI. Algunas tendencias fundamentales están convergiendo [cloud, blockchain, inteligencia artificial, digitalización de los negocios] apuntalando la hipótesis según la cual el gasto global en TI será este año de 3,5 billones de dólares, un crecimiento del 2,7%», escribe John David-Lovelock, VP de esta consultora. A renglón seguido aconseja ´esperar a ver` cómo evoluciona el contexto político. Pero aun así, si se cumpliera la hipótesis de Lovelock, en 2017 el mercado daría un salto con respecto a 2016, año en el que Gartner ha calculado – provisionalmente – un descenso del 0,6%.
Escribe Lovelock que «el rango entre el crecimiento más alto y el más bajo es más amplio que en los años anteriores. Normalmente, el entorno económico es la causa de diferencias de comportamiento entre categorías; este año, será clave observar el grado de incertidumbre política. Por ahora, vemos una diferencia clara a favor de las empresas que van a gastar más y las que van a retraerse».
Cita Lovelock el avance de las plataformas cloud de Amazon, Microsoft y Google, que está impulsando la previsión de demanda de servidores, que en 2017 crecería un 5,6%, y que corregida por el declive del segmento de almacenamiento, daría como saldo un 2,6% positivo en la inversión en infraestructura de datacenter [175.000 millones de dólares] en vez del 0,6% con el que se habría cerrado 2016.
El desglose por categorías – sigo con Gartner – atribuye la cota más alta de crecimiento al software para empresas [6,8%] tras el 5,9% de 2016 y, en principio, debería repetir en 2018 con un 7%. Los servicios TI crecerán un 4,2% hasta 938.000 millones de dólares. La gran diferencia de comportamiento entre 2016 y 2017 reside en las compras de dispositivos, que el año pasado declinaron un 8,9% y este año serán planas. Otro elemento que destaca son los servicios de comunicaciones [40,6% del gasto total] que pasarán de bajar el 1,0% a subir el 1,7%.
Los analistas de Forrester Research ha hecho un esfuerzo por ser lo más precisos que se puede, en estas circunstancias. El gasto mundial en TI – de empresas y gobiernos, sin contar los consumidores – crecería este año un 3,2%, que resulta ser inferior al 3,6% de su previsión anterior. El recorte lo explican porque la original daba por supuesta la continuidad demócrata en la Casa Blanca, pero la victoria de Donald Trump «ha introducido cambios significativos pero todavía no verificables en la economía estadounidense y mundial». Ya tenemos algo en qué pensar.
Forges ha conseguido ilustrar con fino humor el desprecio que le merece Donald Trump. Más difícil lo tenían los directivos presentes en la reunión del presidente electo con la élite de la industria de las TI, en la que estaban cinco de las empresas con mayor valor bursátil. A la derecha de la foto, el semblante de Tim Cook revela su comprensible incomodidad con alguien a quien, si por él fuera, no habría conocido jamás. Y no sólo ha sido el CEO de Apple: con los matices ideológicos que se quiera, el encuentro ha sido la primera manifestación pública de una actitud pragmática por ambas partes: Trump sabe cómo seducir con la promesa de una reforma fiscal que Obama les negó. Leer más
Ha dicho Peter Thiel que a Donald Trump hay que tomarlo «en serio, pero no literalmente». Thiel, un reaccionario de campeonato, fundó Pay Pal, se sienta en el consejo de Facebook y es miembro del comité de transición del presidente electo, quien le confió la organización del primer encuentro con la flor y nata de la industria de las TI. La onda expansiva del resultado electoral sigue reverberando, y su impacto dista de ser predecible. Los primeros indicios confirman que Estados Unidos – y por ende, el mundo – experimentará cambios profundos que exceden lo habitual en toda transmisión de poderes. La segunda y la tercera crónicas de la serie abordan los efectos directos sobre el sector. Leer más
Injustamente, no se ha dado suficiente importancia a una de las operaciones de Intel en torno a la Inteligencia Artificial. ¿Por qué pagar casi 400 millones de dólares por Nervana Systems, una startup con 48 empleados y menos de dos años de existencia? Poco dinero para la industria de semiconductores. Diane Bryant, vicepresidenta ejecutiva de Intel y directora general del Data Center Group, explica que la integración de Nervana «nos permitirá multiplicar por 100 el rendimiento y el ritmo de innovación en el emergente campo del deep learning«. O sea que, si tuviera éxito, sería un giro estratégico de envergadura que cambiaría el paisaje de la IA. La cuestión es: ¿tendrá el éxito esperado? Leer más
No hay más que ver las caras de los asistentes a la reunión entre Donald Trump y las primeras espadas de la industria tecnológica. La conclusión es que se trató de un paripé, diseñado para dar una imagen conciliatoria tras los exabruptos de la campaña electoral. Por no haber, no hubo siquiera una versión oficiosa de lo conversado, salvo que el presidente electo recibió a sus visitantes llamándoles «un grupo de gente admirable». La agenda era previsible: desde las relaciones con China hasta la educación, pasando por la fiscalidad, las visas H-1B y la ciberseguridad, pero se ha mantenido la confidencialidad. Dejaré este asunto para la primera crónica de enero, muy próxima a la toma de posesión del nuevo presidente.
Hoy sólo quiero adelantar un aspecto de la cuestión. Desde la sorpresa del 8 de noviembre, las bolsas estadounidenses han vivido una fase que tiene nombre: Trump rally – el índice S&P no había tenido un diciembre mejor en los últimos 30 años – inspirado aparentemente por la creencia en que el equipo de Trump, trufado de jerarcas de Goldman Sachs – iniciará una política de desregulación en sectores como el financiero o el energético, que como consecuencia han ganado protagonismo en las bolsas durante las últimas semanas. En cambio, las acciones tecnológicas lo han perdido.
El S&P, como digo, ha subido un 6% desde las elecciones; el Dow Jones alcanzaba ayer, por primera vez, el listón de los 20.000 puntos. Cuatro acciones de compañías poco o nada entusiastas con el nuevo régimen han pasado al pelotón de rezagados en este rally. Es cierto que Apple se ha valorizado casi un 4% [por tanto, menos que los índices] y Alphabet más o menos lo mismo. Otras han sufrido un descenso de sus cotizaciones. Facebook ha caído un 3% y Amazon ha perdido el 1,7% de su valor bursátil, cuando a principios de octubre estaba en máximos históricos.
Es lógico preguntarse por qué estas acciones no han acompañado el rally generado por la elección de Trump. ¿Son razones genuinas, atribuibles a la marcha de sus negocios, o es que los inversores temen que el contexto político que viene no les será favorable? Lo que está claro, para empezar, es que los inversores tienen otras alternativas de rendimiento a la vista, y se han dejado impresionar por los puyazos del Trump candidato al sector (y al revés, en ciertos asuntos). El único aspecto de la agenda económica del Trump presidente será bien recibida es la repatriación de la tesorería aparcada fuera de Estados Unidos.
Este parece ser el principal motivo por el que Apple destaca, pese a que 2016 no ha sido un año propicio, y se teme que los resultados del cuarto trimestre sean mediocres. En sentido contrario pueden haber actuado los temores a que Apple acabe siendo la primera víctima propiciatoria de la mentalidad proteccionista y de una guerra comercial con China.
Según los medios económicos de Estados Unidos, los inversores tienen una visión ´mixta` acerca de las relaciones de Alphabet con la nueva Casa Blanca, después de que Eric Schmidt fuera una especie de asesor áulico de Barack Obama. Según lo poco que ha trascendido, en el encuentro de la Trump Tower, Larry Page sólo abrió la boca para pedir que se mantenga el sistema de visados para trabajadores extranjeros cualificados [muchos de ellos entrenados en universidades donde son reclutados por Alphabet y otras empresas del sector; al fin y al cabo, el cofundador de Google, Sergey Brin es un inmigrante de origen ruso].
Facebook puede ser un caso especial. Su acción empezó a caer a finales de octubre, cuando llevaba un 25% de subida en el año. Los errores repetidos con la métrica de la publicidad en vídeo y la errática política ante las noticias falsas [que, en general, han favorecido la campaña de Trump] han puesto el foco en aspectos negativos que Facebook quisiera olvidar. Pero, sobre todo, quisiera que Trump olvide la antipatía que le guardan Mark Zuckerberg y Sheryl Sandberg, que representó a la compañía en la reunión. Pero estos tienen un amigo a quien recurrir: Peter Thiel, que ha apoyado a Trump, es miembro del consejo de Facebook.
Lo mismo ocurre con Amazon. Durante la campaña, Donald Trump sugirió que merecería ser investigada por las autoridades, a lo que Jeff Bezos replicó con humor [ahora se ve que inoportuno] ofreciéndole una plaza en un vuelo fuera de la atmósfera terrestre. Un factor indirecto, para nada subjetivo, es el hecho de que Bezos es propietario a título personal del Washington Post, y Trump es de los que piensan que los medios deberían bailar al son de sus ocurrencias.
El año se acaba, y los analistas discuten si la fiebre decembrina será coyuntural o duradera. Según algunos, la promesa republicana de rebajar del 24 al 16,5% el tributo sobre ganancias de capital hará que quienes tomaron posiciones en las últimas semanas posterguen la venta de las acciones adquiridas. Se daría así un caso inverso al tradicional January effect, por el que normalmente se vende a finales de diciembre para reconstruir las carteras en enero, por razones fiscales. En pocas palabras: una reforma impositiva favorable al establishment era la receta que Donald Trump ocultaba a sus votantes. Dudo mucho que Apple, Alphabet, Facebook y Amazon, capitalistas de nuevo cuño, vayan a criticarle por ello.
En estos días en los que España (una parte) parecería haber vuelto al frenesí consumista de años atrás, es oportuno leer el informe eEspaña: transformación digital en el sector retail, publicado por la Fundación Orange. Recorre el impacto de cuatro tecnologías: cloud computing, movilidad, Internet de las Cosas y Social (redes sociales y economía colaborativa) en el comercio minorista, y enumera tendencias: probadores inteligentes, interacción a través de beacons, supermercados virtuales, etiquetas RFID, pago móvil, etc. Como telón de fondo, la convergencia entre los ámbitos offline y online, que precipita la conversión del punto de venta en punto de contacto y la omnicanalidad. Leer más
Con la aprobación final de la Comisión Europea, sujeta a condiciones, Microsoft ha podido cerrar definitivamente la absorción de LinkedIn, pactada en junio al bonito precio de 26.000 millones de dólares, la adquisición más cara de su historia, que duplica la cifra pagada en 2012 por la división de móviles de Nokia. La diferencia es que en el caso presente la transacción ha sido bien recibida por los inversores.
Como ya había recibido la luz verde en Estados Unidos, Canadá y otros países, no quedan obstáculos para una integración que los equipos de ambas compañías han venido preparando durante los últimos meses: las identidades y la red de LinkedIn se acoplarán de inmediato con la suite Office y con Outlook. El interés de Microsoft en la red social profesional no se detiene ahí, pero su CEO, Satya Nadella, parece dispuesto a no enajenarse la buena voluntad de los usuarios de LinkedIn, escarmentado por la torpeza de su antecesor en la digestión de Skype. En privado, fuentes de la compañía prefieren citar como modelos a seguir las compras de Instagram y WhatsApp por Facebook [un argumento discutible, porque Facebook ha tardado años en apoderarse de los datos de los usuarios de sus filiales, cosa que Microsoft lo hará desde el primer día].
La primera decisión de Microsoft ha consistido en cerrar el paso a cualquier conjetura y mantener el empleo de Jeff Weiner, hasta ahora CEO de LinkedIn y, por cierto, muy popular entre sus empleados. Esto tampoco quiere decir gran cosa: otros en circunstancias similares se han quedado el tiempo justo para gozar de contratos blindados – normalmente dos años – y luego abandonar Microsoft sin hacer ruido.
Lo realmente importante es que LinkedIn sólo será independiente de cara a la galería: sus resultados serán consolidados con los de la unidad de negocio de Productividad, que depende de Scott Guthrie, protegido de Nadella. Por esto, la prueba del algodón serán los resultados financieros. En los últimos doce meses hasta septiembre, LinkedIn registró ingresos de 3.614 millones de dólares y pérdidas de 202 millones. Ahora viene la peor parte: justificar los 26.000 millones pagados, un precio que ha podido estar inflado por la necesidad de derrotar a Salesforce, que había hecho una oferta inferior.
Se ha comentado que Steve Ballmer ya tuvo a principios de esta década la tentación de comprar LinkedIn, pero el fundador de esta, Reid Hoffman y los inversores que le han respaldado, pensaron que sería mejor dejar pasar la oportunidad. La espera les ha hecho aún más ricos.
Ya habrá ocasión de analizar la marcha de la integración. De momento, es mucho más entretenido fijarse en un daño colateral que Nadella ha asumido conscientemente: la compra de LinkedIn ha provocado la ruptura de sus relaciones con Marc Benioff, fundador y CEO de Salesforce, con quien parecía haber congeniado.
Salesforce ha sido muy insistente en que la CE debía bloquear, o al menos condicionar, la operación. A la vista de que ha sido autorizada sin muchos contratiempos, ahora promete vigilar que se cumpla una condición explícitamente aceptada por Microsoft: los competidores tendrán acceso a los datos de LinkedIn para desarrollar sus acciones de venta o integrarlos en sus propias plataformas.
«Dados los antecedentes de Microsoft como monopolista, hemos pedido que las autoridades verifiquen de manera fehaciente que no se vale de su propiedad para asfixiar la competencia. En tiempos en que la inteligencia artificial, machine learning y otras tecnologías son cruciales, es fundamental asegurar que nadie pueda ejercer una exclusividad sobre los datos de los usuarios», advierte una declaración formal de Salesforce.
Durante años, Benioff fue un crítico pertinaz de Microsoft, pero cuando Nadella reemplazó a Steve Ballmer, en enero de 2014, el nuevo CEO se declaró dispuesto a cooperar con el resto de la industria. En mayo de aquel año, las dos compañías anunciaron un acuerdo de soporte recíproco a sus productos: aunque seguirían compitiendo en el mercado de CRM, los usuarios de Windows y Windows Phone tendrían acceso directo a la plataforma de Salesforce, y esta sería compatible con Office 365.
Hasta que a mediados de 2015 corrió el rumor de que Microsoft habría explorado la compra de Salesforce, circunstancia que nunca comentaron en público. Llegado octubre, Nadella fue invitado a hablar ante la conferencia Dreamforce, pero Benioff dice (lo dijo el mes pasado) que por las mismas fechas se reunió con Scott Guthrie y ambos esbozaron la idea de que Salesforce se uniera a la plataforma Azure. Poco después, Guthrie se hizo cargo de Dynamics, el producto CRM de Microsoft, y Benioff sospechó que el encuentro había sido un subterfugio para sonsacarle detalles estratégicos.
El fundador de Salesforce se queja de haber sido engañado por Nadella: no ve ninguna diferencia entre la «nueva» y la «vieja» Microsoft. Y lo explica así: «quienes estaban en la segunda línea detrás de Ballmer han subido al primer plano, y aplican los mismos trucos que aquél». Aduce como prueba unas palabras de Guthrie ante analistas de Deutsche Bank, el pasado septiembre: «la compra de LinkedIn nos permitirá crear una herramienta de ventas imbatible, con la que ningún otro vendedor podrá competir». Fuera por esta u otra razón, Salesforce se decantó por Amazon Web Services, en lugar de Azure.
Cambio de tercio. Mientras ambas compañías negociaban por separado con Weiner la posible compraventa, este les garantizó el acceso a los datos de LinkedIn a través de una herramienta llamada Sales Navigator. La continuidad de esa garantía es una de las condiciones fijadas por la CE para aprobar la compra, pero Microsoft se había adelantado preventivamente al asegurar que, cuando LinkedIn fuera suya, Sales Navigator estaría a disposición de terceros a través de un widget.
Resulta llamativo que Salesforce no presentara objeciones ante las autoridades estadounidenses sobre la compra de LinkedIn por Microsoft y, en cambio, pidiera el bloqueo en Europa. Finalmente, la Comisión ha fijado una condición que tendrá vigencia en su espacio económico: Microsoft dará a los fabricantes de PC la opción de habilitar o no dentro de Windows la instalación por defecto de la aplicación de LinkedIn. Adicionalmente, no podrá discriminar a ningún fabricante que quiera preinstalar el software de un competidor de LinkedIn.
Este blog empezó la semana con una entrevista centrada en la visión de Intel sobre el mercado de Internet de las Cosas y la cierra glosando un estudio de Vodafone que trata la misma cuestión. En ambos casos, el cómo resulta más importante que el cuánto. El barómetro anual de IoT, que ha comisionado el grupo de telecomunicaciones, analiza la prioridad que para las empresas representa invertir en IoT. Con base en más de 1.000 entrevistas en 17 países, ofrece una ilustrativa colección de datos. Por ejemplo, estos: el 28% ya utilizan IoT y un 35% tiene planeado algún proyecto en su próximo año fiscal. Con estas evidencias de realidad, ahora la pregunta es cómo optimizar las inversiones. Leer más
El Barcelona Supercomputing Center (BSC) de Barcelona tendrá su nuevo superordenador. Se llamará Mare Nostrum 4, siguiendo la línea dinástica de sus predecesores. Sería vano (además de prematuro) incurrir en el vicio de ubicarlo en el ranking de los Top 500, en el que la actual generación ocupa el puesto 129º. El primero de la serie, instalado en 2004, tenía capacidad de cálculo de 42,35 Teraflops, que con la actualización de 2012 alcanzó 1,1 Petaflops. El próximo la elevará a 13,7 Petaflops.
Dejo para el año entrante la conveniencia de una crónica sobre el Mare Nostrum 4. Bastará con decir que el suministrador de los tres anteriores, IBM, es adjudicataria del cuarto, esta vez acompañada por Lenovo y Fujitsu como responsables de elementos de su configuración. Si hoy me adelanto es porque al recibir el anuncio me he llevado una sorpresa: no había caído en que Lenovo es el fabricante número dos en cantidad de máquinas del ranking Top500 [y número uno en China, por cierto].
Cuando Lenovo compró en 2014 la división de Sistemas X de IBM, por la que pagó 2.300 millones de dólares, todas las miradas se fijaron en los servidores x86 como razón de la adquisición. Y era así, pero junto con estos activos, la parte compradora se quedaba con una porción del negocio de IBM en HPC [High Performance Computing], basada en procesadores Xeon. Una tajada no desdeñable, como se ha visto después.
La suma de las dos compañías en ese mercado específico representaba por entonces unos 4.000 millones de dólares, obviamente con aportes dispares. Scott Tease, que fue director de HPC en IBM durante doce años, antes de pasar a ocupar el mismo puesto en Lenovo, reconoce haber pensado que la poderosa imagen de IBM sería una carga difícil de llevar, pero «hoy puedo decir que nos está yendo mejor que si esta división hubiera permanecido dentro de IBM: seguimos ganando contratos en todo el mundo, y nos hemos reforzado en el rango de entre 500.000 y 1 millón de dólares, que no era interesante para IBM pero encaja muy bien en la estrategia global de Lenovo».
Lenovo no desglosa de sus resultados el segmento HPC, pero está claro que ha salido ganando con la transacción: además de los servidores x86 de propósito general y una franja afín de almacenamiento y middleware, está en condiciones de proponer infraestructura scale-out a grandes empresas.
En la agenda HPC de Lenovo tiene un lugar destacado la competencia con Hewlett-Packard Enterprise (HPE), y hasta se podría decir que esta ha sido una de las razones por las que HPE ha comprado este año SGI. También Dell tiene buenas posiciones en el ranking, y la compra de EMC añade una dosis a su negocio HPC. Se espera una fase de agresividad en las ofertas de estos tres competidores.
En el caso de Lenovo, su mejor escaparate en Europa es Italia, donde ha suministrado tres superordenadores – uno de ellos el más potente del país y número 12 del mundo – al consorcio académico CINECA, y otros dos a la petrolera ENI. En España no tenía hasta ahora ninguno instalado, por lo que el contrato con el BSC es una referencia de cara a su participación en proyectos de la red europea PRACE [Partnership for Advanced Computing in Europe].
El papel de Lenovo en el Mare Nostrum 4 tiene dos partes: un elemento de propósito general, con 48 racks y más de 3.400 nodos, cuya potencia máxima será de 11 Petaflops [11 billones de operaciones por segundo], y otro, un cluster compartido con Fujitsu que incorpora tecnologías que ahora mismo sólo están disponibles en un laboratorio del departamento de Energía de Estados Unidos.
Por otro lado, la participación de Fujitsu en el contrato liderado por IBM tiene otro rasgo excepcional: suministrará, además, otro cluster basado en procesadores ARMv8 de 64 bits, como prototipo de las tecnologías que la compañía implementará en el futuro superordenador japonés Post-K. Con estos elementos, parece plausible concluir que el BSC se propone preparar a sus investigadores para trabajar con la siguiente generación, supuestamente Mare Nostrum 5.
Una de las ventajas que puede argunentar Lenovo en este mercado es que tiene una capacidad de fabricación que IBM nunca tuvo, y ha diseñado su organización para bajar el listón de HPC, orientando sus productos a funciones de simulación, modelización, análisis y machine learning. Tease explicaba en una entrevista la semana pasada: «nuestro pan con mantequilla son los clusters de menos de un millón de dólares, pero contratos como el de CINECA o el del BSC tienen el mérito de demostrar que somos capaces de afrontar retos mayores».
Las fuentes que he consultado – y que piden no ser nombradas – dicen que se hace cada vez más difícil rentabilizar el negocio HPC. Por un lado, la abundancia de aspirantes fortalece la posición negociadora de los clientes y, por otro, la dinámica de precios característica de los servidores de gama baja se está contagiando a un mercado que no hace mucho parecía protegido en las altas cumbres.