21/12/2016

21Dic

No hay más que ver las caras de los asistentes a la reunión entre Donald Trump y las primeras espadas de la industria tecnológica. La conclusión es que se trató de un paripé, diseñado para dar una imagen conciliatoria tras los exabruptos de la campaña electoral. Por no haber, no hubo siquiera una versión oficiosa de lo conversado, salvo que el presidente electo recibió a sus visitantes llamándoles «un grupo de gente admirable». La agenda era previsible: desde las relaciones con China hasta la educación, pasando por la fiscalidad, las visas H-1B y la ciberseguridad, pero se ha mantenido la confidencialidad. Dejaré este asunto para la primera crónica de enero, muy próxima a la toma de posesión del nuevo presidente.

Hoy sólo quiero adelantar un aspecto de la cuestión. Desde la sorpresa del 8 de noviembre, las bolsas estadounidenses han vivido una fase que tiene nombre: Trump rally – el índice S&P no había tenido un diciembre mejor en los últimos 30 años – inspirado aparentemente por la creencia en que el equipo de Trump, trufado de jerarcas de Goldman Sachs – iniciará una política de desregulación en sectores como el financiero o el energético, que como consecuencia han ganado protagonismo en las bolsas durante las últimas semanas. En cambio, las acciones tecnológicas lo han perdido.

El S&P, como digo, ha subido un 6% desde las elecciones; el Dow Jones alcanzaba ayer, por primera vez, el listón de los 20.000 puntos. Cuatro acciones de compañías poco o nada entusiastas con el nuevo régimen han pasado al pelotón de rezagados en este rally. Es cierto que Apple se ha valorizado casi un 4% [por tanto, menos que los índices] y Alphabet más o menos lo mismo. Otras han sufrido un descenso de sus cotizaciones. Facebook ha caído un 3% y Amazon ha perdido el 1,7% de su valor bursátil, cuando a principios de octubre estaba en máximos históricos.

Es lógico preguntarse por qué estas acciones no han acompañado el rally generado por la elección de Trump. ¿Son razones genuinas, atribuibles a la marcha de sus negocios, o es que los inversores temen que el contexto político que viene no les será favorable? Lo que está claro, para empezar, es que los inversores tienen otras alternativas de rendimiento a la vista, y se han dejado impresionar por los puyazos del Trump candidato al sector (y al revés, en ciertos asuntos). El único aspecto de la agenda económica del Trump presidente será bien recibida es la repatriación de la tesorería aparcada fuera de Estados Unidos.

Este parece ser el principal motivo por el que Apple destaca, pese a que 2016 no ha sido un año propicio, y se teme que los resultados del cuarto trimestre sean mediocres. En sentido contrario pueden haber actuado los temores a que Apple acabe siendo la primera víctima propiciatoria de la mentalidad proteccionista y de una guerra comercial con China.

Según los medios económicos de Estados Unidos, los inversores tienen una visión ´mixta` acerca de las relaciones de Alphabet con la nueva Casa Blanca, después de que Eric Schmidt fuera una especie de asesor áulico de Barack Obama. Según lo poco que ha trascendido, en el encuentro de la Trump Tower, Larry Page sólo abrió la boca para pedir que se mantenga el sistema de visados para trabajadores extranjeros cualificados [muchos de ellos entrenados en universidades donde son reclutados por Alphabet y otras empresas del sector; al fin y al cabo, el cofundador de Google, Sergey Brin es un inmigrante de origen ruso].

Facebook puede ser un caso especial. Su acción empezó a caer a finales de octubre, cuando llevaba un 25% de subida en el año. Los errores repetidos con la métrica de la publicidad en vídeo y la errática política ante las noticias falsas [que, en general, han favorecido la campaña de Trump] han puesto el foco en aspectos negativos que Facebook quisiera olvidar. Pero, sobre todo, quisiera que Trump olvide la antipatía que le guardan Mark Zuckerberg y Sheryl Sandberg, que representó a la compañía en la reunión. Pero estos tienen un amigo a quien recurrir: Peter Thiel, que ha apoyado a Trump, es miembro del consejo de Facebook.

Lo mismo ocurre con Amazon. Durante la campaña, Donald Trump sugirió que merecería ser investigada por las autoridades, a lo que Jeff Bezos replicó con humor [ahora se ve que inoportuno] ofreciéndole una plaza en un vuelo fuera de la atmósfera terrestre. Un factor indirecto, para nada subjetivo, es el hecho de que Bezos es propietario a título personal del Washington Post, y Trump es de los que piensan que los medios deberían bailar al son de sus ocurrencias.

El año se acaba, y los analistas discuten si la fiebre decembrina será coyuntural o duradera. Según algunos, la promesa republicana de rebajar del 24 al 16,5% el tributo sobre ganancias de capital hará que quienes tomaron posiciones en las últimas semanas posterguen la venta de las acciones adquiridas. Se daría así un caso inverso al tradicional January effect, por el que normalmente se vende a finales de diciembre para reconstruir las carteras en enero, por razones fiscales. En pocas palabras: una reforma impositiva favorable al establishment era la receta que Donald Trump ocultaba a sus votantes. Dudo mucho que Apple, Alphabet, Facebook y Amazon, capitalistas de nuevo cuño, vayan a criticarle por ello.


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