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Si el Parlamento Europeo no opina otra cosa, el alemán Günther Oettinger será el comisario a cargo de la cartera de Economía Digital y Sociedad en la Comisión presidida por Jean-Claude Juncker. Oettinger pertenece al partido democristiano de su país, pero su nominación parece ser resultado de un gambito político. Angela Merkel hubiera preferido para él una vicepresidencia y la cartera de Comercio, responsabilidad que incluye la delicada negociación del tratado comercial con Estados Unidos, empantanada desde hace tiempo. Pero Juncker, dicen que harto de ser visto como una marioneta de Merkel, ha decidido confiar ese puesto a la liberal sueca Cecilia Malmstrom.
Lo ocurrido es propio del juego táctico de Bruselas. Menos habitual es que el nominado despierte inmediatos recelos en diversos ángulos del espacio político de su país. La prensa germana le reprocha su mala gestión como comisario de Energía en la comisión saliente, y en las redes sociales se burlan de su pobre dominio del inglés [no conocen a Arias Cañete]. En fin, sería lo de menos, si Oettinger tuviera experiencia en las materias de las que va a ocuparse, pero no es el caso: reconoce afablemente que su hijo de 16 años le aconseja en cuanto a la tecnología digital, pero a la vez se declara «motivado y curioso» ante sus futuras competencias.
Para ir entrando en materia, Oettinger ha advertido públicamente que Google puede encontrarse con un ambiente hostil en la nueva comisión, tras el colapso del acuerdo al que la compañía había llegado con Joaquín Almunia. Tiene lógica su postura, porque el gobierno de Merkel está muy enfadado con Google, pero Oettinger no será directamente responsable de los asuntos de Competencia, para los que ha sido escogida la ex ministra danesa Margrethe Vestager, pero los lobistas de Google han comprendido que les espera una confrontación con el nuevo colegio de comisarios.
En la misma declaración, Oettinger apuntó que la Comisión Europea debería mostrarse más abierta a los planteamientos de los operadores de telecomunicaciones, que reclaman poner límites al poder de Google y regular los servicios de mensajería como Facebook y What´sApp.
A todo esto, ¿cómo va la célebre agenda de Lisboa, que Oettinger heredará de Neelie Kroes? Resulta útil leer en EurActiv una entrevista con Robert Madelin, director general de Sociedad de la Información y Medios. Según Madelin, la buena noticia es que ´lo digital` ha entrado en el vocabulario político, y al menos dos de cada tres estados miembros tienen planes nacionales que conjugan con la agenda rebautizada como Horizonte 2020. La mala noticia – avisa – es que la UE lleva retraso en la extensión de la banda ancha, porque el parlamento rechazó en su día una propuesta de dotación presupuestaria para promover las redes de alta velocidad. La frase del alto funcionario no podría ser más aguda: «el parlamento europeo no pone el dinero donde pone la boca».
No ha sido una de esas típicas pujas entre dos grandes para adquirir una compañía de menor tamaño. Tampoco ha habido un ´caballero blanco` al que la novia llamara en auxilio para defenderse o, al menos, subir la dote. La oferta de Orange sobre Jazztel ha quedado encaminada de una manera muy distinta a la que a principios de año imaginaban los analistas: el primer accionista de Jazztel, Leopoldo Fernández Pujals, ha jugado con maestría sus cartas, hasta forzar una operación en la que el comprador – que rompió las primeras conversaciones por entender que Pujals le pedía un precio excesivo – acepta pagar una cifra muy superior, equivalente a 15 veces el ebitda estimado para 2014.
Al final del proceso [compra del 14,5% en manos de Pujals + lanzamiento de una OPA que deberá ser aceptada por otro 50% del capital] al grupo francés le habrá costado unos 3.400 millones de euros quedarse con 1,5 millones de clientes móviles [que en realidad ya están en su red, alquilada por Jazztel] y 1,5 millones de clientes de banda ancha fija. Lo que importa más a Orange son los 2,2 millones de hogares pasados por fibra, que le permitirán entrar a competir seriamente con Telefónica y con la suma de Vodafone + Ono.
Para llegar a este desenlace, se ha pasado por una secuencia de maniobras cuyo origen se remonta al lanzamiento de Movistar Fusión, y pasa por el acuerdo entre Vodafone y Orange para desplegar fibra de uso conjunto, pero cuyo momento crucial fue la compraventa de Ono, que dejó descolgado al operador francés. Para competir en el negocio de FTTH, sólo le cabía una posibilidad, comprar Jazztel, y al final ha tenido que tragar. Según dijo ayer en rueda de prensa Gervais Pellissier, número dos de Orange, el resultado será «el operador convergente más dinámico del mercado español», que suma 5.052 millones de euros de ingresos [4.052 + 1.044 millones] y 1.222 millones de ebitda [1.038 + 184 millones]. Su objetivo es alcanzar los 10 millones de clientes de fibra y cable en 2017.
Entremedias, ha habido un episodio extraño, bautizado como plan B, una oferta de Jazztel sobre Yoigo, que hubiera creado un cuarto operador viable. Sería impertinente suponer que ese plan urdido por Pujals, era una amenaza simulada para sentar a Orange en la mesa de negociaciones, pero Nacho del Castillo relata la jugada con cierta gracia: «al final me compraréis, pero seremos más gordos y más caros, y os habremos costado cientos o miles de millones de euros en ebitda destruído […]».
Lo cierto es que funcionó: el precio acordado, 13 euros por acción de Jazztel, representa una prima de más del 30% sobre la cotización media del mes anterior. El pacto contiene una curiosa condición: que Jazztel no compre Yoigo, se presume que un ménage à trois retrasaría la aprobación del regulador. Yoigo – y su accionista de control, Telia Sonera – ha quedado desairado y con un futuro incierto, muy dependiente del acuerdo a plazo fijo que tiene firmado con Movistar y con dos novios eventuales (Vodafone y Orange) de momento ocupados en digerir sus respectivas adquisiciones. La alternativa de ser comprada por Telefónica aparece como algo remoto, aunque posible, y a buen seguro se hablará de ella.
Veremos cómo se desarrollan las cosas. Entretanto, quisiera subrayar que la noticia se inscribe en las dos tendencias que se pusieron de manifiesto en el encuentro de Santander la primera semana de septiembre: por un lado ha empezado la «consolidación necesaria» del mercado español, por otro la constatación de que la clave de bóveda para competir en el mercado español es disponer de fibra desplegada hasta los hogares.
Ahí se esconden dos contenciosos sobre los que tendrá que arbitrar la CNMC: 1) las condiciones en las que Telefónica tendrá que ofrecer a los competidores acceso a su infraestructura de fibra y 2) las condiciones en las que Vodafone (y Orange por supuesto) supuesto) querrían poder ofrecer los contenidos audiovisuales que Movistar tiene ahora en exclusiva.
Permitan que cierre este comentario de urgencia con un pronóstico. La situación es perfecta para que los tres operadores se disputen, a golpe de talonario, un acuerdo con Netflix, que ha iniciado su desembarco en otros mercados europeos.
Todo parecía indicar que la estrategia cloud de HP había quedado definitivamente perfilada, tras el anuncio de la iniciativa Helion, cuyos primeros productos deberían estar disponibles en octubre. La promesa de Meg Whitman de invertir 1.000 millones de dólares en los próximos dos años era una señal de que, esta vez sí, la compañía tenía por delante una extraño movimiento, con la compra de la pequeña empresa Eucalyptus. Lo extraño no es la compra en sí misma, aunque tiene su aquél, sino el hecho de que el CEO de este, Marten Mickos, se incorpora a HP como máximo responsable del negocio cloud, en lugar de Martin Fink, que ocupaba esa función simultáneamente con su condición de chief technology officer [lo que ya era una rareza].
Eucalyptus, fundada en 2009 sobre la base de un proyecto elaborado en la Universidad de California Santa Bárbara – a la que Mickos se incorporó con el rango de CEO en marzo de 2010 – vende software para construir nubes privadas con la singularidad de que pueden trabajar con Amazon Web Services, moviendo cargas en ambas direcciones. En sus mensajes de marketing, Eucalyptus ha puesto de relieve que es «el único vendedor de cloud privada que tiene una relación formal con AWS», lo que a veces se ha interpretado como una razón por la que podría ser digerida por la filial de Amazon. Finalmente, se ha echado en brazos de HP, por lo que la continuidad de esa «relación formal» difícilmente pueda mantenerse.
Eucalyptus, con 70 empleados y unos pocos clientes pero (se dice) asfixiada financieramente, podría aportar a HP una tecnología open source que responde al interés de HP de ofrecer a sus clientes un puente con el líder de las nubes públicas. Así lo ha explicado Whitman en un memorando interno que pretende explicar que no se trata de un quiebro en la línea marcada sino un refuerzo necesario para su oferta de cloud híbrida. Una manera, tal vez, de reconocer que ese ´puente` es lo que desean sus clientes corporativos para decidirse por migrar a la nube.
La disonancia obedece a que Helion es en la práctica una distribución de OpenStack. Esta plataforma open source, creada precisamente para contrarrestar el poder acumulado por AWS, es la columna vertebral de la estrategia cloud de HP. Parece evidente que la adquisición no cambiará esta orientación, pero como mínimo indica que HP ha entendido que a las empresas les gusta tan poco sentirse atrapadas por Amazon como formar parte de estrategias de confrontación.
Por su lado, Eucalyptus se ha caracterizado por las periódicas críticas de Mickos a OpenStack, consorcio al que en 2012 definió como «la Unión Soviética del cloud computing«. Llamativamente, el mes pasado desveló en su blog un radical cambio de opinión: «lo que ahora nos gustaría es contribuir al éxito de OpenStack». Visto lo visto, esta declaración no era sino el preludio de la venta de la empresa, por entonces en ciernes. Vale, pero ¿por qué encumbrar a Mickos para dirigir un negocio global que se presenta como íntimamente arraigado en OpenStack ?
Aparentemente, hay en el nombramiento un cierto guiño de HP para ganar credibilidad entre la comunidad open source, en la que Mickos goza de gran predicamento. Entre 2001 y 2008, fue el CEO de MySQL, hasta que vendió la compañía de bases de datos a Sun por 1.000 millones de dólares. Como era de esperar, aguantó sólo un año en las filas del nuevo propietario, y se marchó un mes antes de que Oracle comprara Sun. Con este antecedente, en Palo Alto ya circulan las quinielas acerca del tiempo que durará en su nuevo destino, en el que sólo tendrá por encima a la todopoderosa Meg Whitman.
El newsletter del miércoles ha sido el que más comentarios ha despertado en los lectores de este blog a lo largo de cinco años. Se explica, creo, por las expectativas previas en torno a los anuncios de Apple y, a tenor de los muchos usuarios que se declaran decepcionados, lo poco sorprende que finalmente han sido los anuncios. Clara P. suscribe el siguiente comentario: «estoy decepcionada; no es [el Apple Watch] tecnológicamente lo bastante innovador como para romper con el mercado actual, y lo han intentado mimetizar físicamente como un reloj corriente, hasta con ruedecita. Me temo que Apple se está convirtiendo en otro Bang&Olufsen.. «.
O sea que esta lectora, como otros, esperaba algo más innovador, que rompiera el mercado, lo que ahora se dice ´disruptivo`. En mi opinión, Apple es víctima de su obsesión por controlar (también) lo que se escribe antes de cada uno de sus lanzamientos, pero la comunicación tiene a veces un problema con las dosis. El miércoles, Tim Cook no tenía entre manos nada que realmente justificara repetir aquella frase legendaria de Steve Jobs: one more thing. Ni los nuevos iPhone, ni el Apple Watch ni el sistema Apple Pay han sido sorpresas con respecto a lo publicado profusamente durante semanas. Si acaso, ha sido una sorpresa que no se hablara del uso del zafiro en el iPhone 6.
Pero la insatisfacción de usuarios como Clara, que se dice fiel a la marca, podría quedarse en impresión subjetiva, si en la práctica las novedades acabaran reforzando el bottom line de las cuentas de Apple.
Quizás estemos ante otro equívoco creado por el uso abusivo de la palabra ´innovación’. La semana pasada escuché objeciones parecidas en Berlín, tras la presentación de las últimas novedades de Samsung [«esperaba más, la verdad»]. No puedo hacer aquí un análisis reposado, pero tengo un par de cosas que decir.
Recuerdo que cuando Samsung presentó el Galaxy S4, sorprendió a todos con una abundancia de llamativas funciones embebidas en el hardware que se atenuarían en el modelo siguiente porque la compañía se había pasado de rosca. Un año y medio después, siguen sin captar la atención del usuario medio (pero han encarecido los costes), y Samsung ha optado por refrenar su vocación ´disruptiva’ para concentrarse en los nuevos formatos de forma. También recuerdo que cuando Apple, poco después, presentó su sensor de huella digital – no necesariamente una ´disrupción’ – los críticos desdeñaron su utilidad. Y sólo ahora, con el anuncio de Apple Pay parece asomar una razón de mercado para esa novedad. inutilizada hasta ahora.
El asunto exige más reflexión y más espacio, pero de la comparación entre Apple y Samsung podemos aprender algunas cosas. La primera es que Apple ha perdido aquella cualidad de romper el mercado que tuvo sucesivamente con el iPod, el iPhone y el iPad, ninguno de ellos realmente innovadores salvo en la ejecución de conceptos existentes. Con su Apple Watch, llega tarde con respecto a la competencia, o demasiado temprano según quienes piensan que la categoría no despegará masivamente.
La segunda: Apple se ha metido de lleno en el el desarrollo de un ´ecosistema` que se expresa en servicios y fuentes de ingresos; su ventaja es que está más cerca que nadie de alcanzar el objetivo. Samsung, por su lado, tiene bien acreditada su superioridad tecnológica, pero es vulnerable precisamente en el terreno en el que destaca su competidor.
Si, en lugar de pensar exclusivamente en el consumidor – como parece ser el caso de los que me escriben – observamos las estrategias respectivas en la movilidad empresarial, resulta que Samsung ha cogido ventaja aparente gracias a las funciones que incorpora en Knox, aprovechando la debilidad de BlackBerry; Apple parece estar más cerca de crear un ´ecosistema` propio si el acuerdo con IBM progresa adecuadamente. La semana que viene, prometo ocuparme de otros asuntos no menos relevantes.
[Puede parecer un detalle nimio, pero Mario Kotlerm que ha estado allí, me advierte de que el evento de Apple no ha sido en la venerable sala de prensa de Cupertino sino en un cubículo sin ventanas construído ad hoc en los jardines del Flint Center, no casualmente el mismo lugar donde Steve Jobs presentó el Macintosh, hace 30 años] Que conste el símbolo.
Probablemente la de anoche haya sido la más resonante presentación de Apple en años. Por las expectativas previas y porque se han cumplido casi todas. Sería una temeridad por mi parte resumir en un comentario de urgencia tal aluvión de anuncios.
Desde mi distante punto de vista, el eje conductor de cualquier análisis debería ser qué impacto tendrán sobre algo que es a la vez fortaleza y vulnerabilidad de Apple: el enorme peso que el iPhone tiene en sus ingresos y en sus resultados. El ciclo de este producto genial con el que Steve Jobs revolucionó el mercado en 2007, no puede prolongar indefinidamente su curva ascendente, y la solución no está en encontrar otro gadget que cumpla esa función – el iPad no lo es, y no lo será el Apple Watch – sino en extender campo de acción de Apple hacia una oferta de servicios que – apoyándose en los dispositivos – reúnan tres condiciones: forjar alianzas, ser monetizables y reforzar la fidelidad de los usuarios de la marca. Les prometo que es mi interpretación del acuerdo firmado con IBM pero lo que quiero señalar ahora es que Apple inicia un cambio de modelo de negocio, que se irá manifestando gradualmente.
La fidelidad de que goza Apple es un buen tema de conversación. Si fuera cierto que Apple ha ordenado a Foxconn y Pegatron fabricar una remesa de 68 millones de unidades de iPhone [sumados los modelos 6 y 6 Plus], es razonable suponer que espera vender 40 millones en el resto del año. Por lo bajo.
También es razonable preguntarse quiénes serán esos 40 millones de compradores. Un estudio de WDS atribuye a Apple un 76% de retención en los cuatro grandes mercados analizados, lo que significa que tres de cada cuatro usuarios cambian sistemáticamente un iPhone por otro iPhone. El porcentaje de Samsung es más bajo pero aun así notable, 58%; ninguna otra marca se acerca a esos niveles de lealtad. Yendo al detalle, el estudio estima que hay un 15% de los usuarios de Apple que migran a Samsung, y un 16% de los de Samsung que migran a Apple. Como es sabido, la ventaja (relativa) de la marca coreana es la diversidad de su portfolio, y la debilidad (relativa) de Apple es su concentración de oferta.
Si lo anterior les suena interesante, fíjense en este otro dato, calculado por Pacific Crest: en 2013, la mitad de los iPhone vendidos fueron a reemplazar un modelo anterior (engordando de paso el mercado secundario); en 2014 la proporción subirá al 70% y en 2015 al 80%. Una fidelidad asombrosa, realmente, pero contradictoria: no se puede vivir eternamente de la renovación mejorada de un producto estrella.
Tengo a mano este análisis de Andy Hargreaves, de Pacific Crest: «esperamos que Apple gane cuota gracias al ciclo ascendente del iPhone 6; sin embargo, las ventas a nuevos usuarios de la marca van a declinar más allá de esta fase, lo que podría provocar un descenso en unidades durante el año fiscal 2016». Hargreaves, contradiciendo a sus colegas – que por gran mayoría recomiendan comprar acciones ya mismo – opina que el potencial de ganancia a medio plazo dependerá de que Apple acierte a recortar el papel dominante del iPhone. Me gusta la tesis.
Ya sé que mucha gente devora los comentarios anticipados sobre lo que Apple va a presentar hoy. Pero yo he tomado hace tiempo la decisión higiénica de aislarme de la cacofonía previa a todo anuncio de Apple. No tengo la menor idea de si habrá uno o dos iPhones 6, ni de cuántas pulgadas serán sus pantallas, o si el menú incluye un nuevo iPad; desde luego, ignoro los planes de la compañía en los pagos móviles. Por no saber, no sé si comparecerá o no el famoso iWatch – ya es hora – pero tomo nota de algo curioso: por primera vez, a la sala de prensa de Cupertino han sido invitados cronistas especializados en el mundo de la moda. Sería muy raro que no fuera este el anuncio más multitudinario en la historia de Apple. Quien tenga interés en no perder ripio, puede conectarse a las 19,00 hora española peninsular. Me ocuparé de comentar los hechos una vez que ocurran.
También Google tendrá hoy un espectáculo bastante peculiar. Tras la sentencia del tribunal europeo que legitima el ´derecho al olvido`, el buscador mayoritario se ha movido en dos planos. En uno, cumple la sentencia tal como la interpreta, en el otro sigue enredando mediante la creación de un comité asesor al que ha invitado a personalidades plurales: una ex ministra alemana, una periodista [mi antigua compañera en France Presse, Sylvie Kauffmann], y el especialista español José Luis Piñar, que dirigió la AEPD entre 2002 y 2007, entre otros. Además de Jimmy Wales, fundador de Wikipedia, que tiene sus propias razones para oponerse al ´derecho al olvido`.
Pues bien, este consejo asesor tiene programada una gira de sesiones públicas en siete capitales europeas, empezando hoy por Madrid y con traca final en Bruselas el 4 de noviembre. Casualmente (o no) la secuencia se solapa con la conferencia, el próximo lunes, del llamado WP29, grupo que representa a los reguladores europeos en materia de protección de datos. En su agenda, la elaboración de directrices comunes de cumplimiento por los buscadores en Internet, que operan en la Unión Europea, no sólo por Google.
Según declaraciones del citado Piñar, sería oportuno «fijar criterios para evaluar y ponderar los derechos al olvido para miles de casos [dispares]» y propone definir una serie de categorías para clasificar las peticiones. De esa postura, a priori plausible, se puede deducir que habrá dos vías paralelas de elaboración de esos criterios: el consejo asesor, y el W29. ¿Cuál prevalecería en caso de contradicción? ¿Cómo se resolvería la discrepancia entre los expertos patrocinados por Google y los reguladores de rango oficial? Difícil cuestión.
Isabelle Falque-Pierrotin, presidenta de la CNIL francesa, que lo es también del W29, ha calificado las siete sesiones programadas como «un ejercicio de relaciones públicas». En su opinión, «Google pretende presentarse como abierta y virtuosa, pero ha nombrado a dedo a los miembros del consejo y controla su funcionamiento».
Los entes que integran el W29 han declinado la invitación a intervenir en las sesiones organizadas por Google, para evitar la controversia. Según una fuente de la APD, «hasta ayer no estaba previsto» que el regulador español envíe un observador a la sesión de Madrid. Toda cautela es explicable: un ciudadano cuya petición de borrado de datos haya sido denegada por Google, puede recurrir ante el regulador de su país de residencia (en España, la APD). Hasta finales de julio, Google había recibido 90.000 peticiones de toda la UE; en España – origen de la primera demanda ante el tribunal europeo – ha rechazadas 70 solicitudes. Son pocas o son muchas, según el color del cristal con que se mire.
Me siento como un estudiante perezoso al que setiembre ha pillado con asignaturas pendientes. El mundo, la economía y esta industria, no han parado de generar noticias de alto interés y alto voltaje durante agosto, así que tendré que ir a la repesca para comentarlas en los intersticios que dejen las nuevas noticias, que por lo que se ve serán muchas. Para colmo, la semana pasada una incidencia técnica perturbó la continuidad de aparición del blog, encontrándome de viaje. Otra asignatura pendiente.
Del encuentro del sector de las telecomunicaciones de Santander quedaría mucho por escribir. Hace una semana escribí aquí que el ambiente era distendido, pero fue una verdad a medias: no escaseó la polémica. Es por lo menos curioso que el debate de sobremesa entre mis compañeros de la prensa se centrara en la inusual cuestión de si César Alierta hizo bien o hizo mal en denigrar públicamente a Viviane Reding, presunta culpable de la impotencia de la regulación europea. Personalmente, creo el presidente de Telefónica faltó a la elegancia debida, y que erró el tiro: a) la comisaria luxemburguesa no repetirá en la nueva comisión (presidida por su compatriota Juncker), y el roaming ya es un viejo caso cerrado, ¿para qué darle más vueltas?, b) en cambio, el discutible acuerdo al que llegó en abril de este año Google con el español Joaquín Almunia no ha sido refrendado por la comisión saliente, muchos piensan que será revocado por la entrante.
Un fuego que no llegó a encenderse fue la primera aparición en este foro del presidente de la CNMC. José María Marín Quemada supo pasar de puntillas por Santander, sin soltar prenda acerca de los grandes asuntos que le competen e inquietan al sector: sólo adelantó que la compra de Canal+ por Telefónica es asunto que deberá dirimirse en España por no tener implicaciones comunitarias, tesis que no comparten en Vodafone.
Al respecto, António Coimbra, CEO de la filial española de este operador insistió el martes a todas horas en que el regulador debería obligar a Telefónica a ofrecer a sus rivales, obviamente en condiciones de mercado, los contenidos con los que alimenta su expansiva plataforma audiovisual. A lo que Luis Miguel Gilpérez replicaría ácidamente que no ve razones para tener que actuar como central de contenidos para sus competidores: «quien quiera contenidos, que puje por ellos, vino a decir». He ahí otro dossier sobre el que la CNMC no tendrá fácil templar gaitas, tal como están los ánimos.
Sol radiante en el Cantábrico, salvo una borrasquilla protagonizada por Yoigo y Movistar, que se enfrentan a un asunto delicado para todo el sector: ¿deben los operadores con licencia abrir la puerta para que los virtuales – que tanto terreno les han arrebatado en los dos últimos años – tengan acceso a explotar unas redes 4G construídas por los primeros? Los tres grandes están remisos, y es poco decir, pero Yoigo (y PepePhone) han abierto la espita para que acabe interviniendo la CNMC.
Guardo una última reflexión para los amigos de Ametic. Creo que han acertado al dar cancha para una mayor participación de la industria en estas jornadas, pero también que el intento se ha quedado corto, por dos razones, a saber: 1) la atención de los medios (y la de no pocos asistentes del sector) ignora las presentaciones de cualquiera que no represente a los operadores, que al fin de cuentas son los que producen titulares y 2) a ello contribuye el hecho de que algunos ponentes, aparentemente confundidos acerca del carácter del encuentro, acudieron con refritos de presentaciones estándar, alejadas del temario del evento.
Dicho esto, tengo que añadir que me marché de madrugada de Santander a Berlín, para asistir un año más al IFA. Tengo, pues, más asuntos para estar en deuda con los lectores.
No recuerdo un comienzo más distendido del encuentro anual del sector de las telecomunicaciones en la UIMP. Salvo la inexplicada ausencia de France Télécom [sus razones tendrá], la agenda de la jornada transcurrió según lo previsto: 1) el ministro Soria repitió casi literalmente su discurso del 2013; 2) a diferencia de años anteriores, no hubo reproches al gobierno ni al regulador español, que hablará mañana y 3) lo que sí hubo fue una manifiesta expectativa hacia lo que pueda hacer la nonata Comisión Europea.
¿Qué más se podía esperar? Noticias y titulares. Vittorio Colao, CEO de Vodafone, y César Alierta, de Telefónica, dieron por sentado que Bruselas cambiará de actitud hacia la “consolidación necesaria”, de modo que les habrá parecido inoportuno seguir insistiendo por ese flanco bien conocido. Lo que sí hizo Colao fue destacar que empresas con miles de millones de usuarios están exentas de regulación, mientras a los operadores se les ponen cortapisas constantes. Tomó el testigo Alierta para subrayar la asimetría de la regulación europea, que trata con diferentes varas de medir a los distintos componentes de la cadena de valor.
“No parece que a las autoridades europeas les preocupen los sistemas operativos cerrados ni el monopolio de las búsquedas en Internet”, dijo Alierta. Pero, si la Comisión Europea quisiera, podría arreglarlo en una tarde, o en dos si me apuran”. Daría más cera todavía: “quienes más hablan de neutralidad de las redes son aquellos que no ejercen la neutralidad, que no preservan la privacidad y lo saben todo sobre cada uno de nosotros”. .
De la intervención de Alierta he recogido otra nota rápida que merecería una reflexión: “Vodafone y Telefónica sumamos en plantilla miles de ingenieros talentosos, pero lo que hoy quieren los jóvenes que estudian matemáticas es que ´alguien` los contrate para desarrollar algoritmos”.
Colao se marchó sin atender a la prensa. Alierta tuvo tiempo para aceptar preguntas acerca de la operación que su grupo tiene en marcha en Brasil, dando la impresión de que el acuerdo con Vivendi para comprarle GVT está cerrado. El ingrediente más curioso del acuerdo es la propuesta de ceder a la empresa francesa el 8% de Telecom Italia, con lo que dijo con toda claridad que, para Telefónica, la experiencia en Italia se ha agotado.
Lo que no explicó Alierta – ni le correspondía hacerlo – es por qué Vivendi, tras desprenderse de todos sus activos en telecomunicaciones para concentrarse en medios y contenidos, está dispuesta ahora a meterse en el carajal italiano. No lo dijo Alierta, pero al parecer la clave está en otra parte del acuerdo, por el que las filiales de Telefónica van a comprar contenidos a Vivendi: con la suma de Canal + France, Mediaset y la propia Telefónica, el grupo español se convertiría en un actor relevante del mercado audiovisual en español y portugués. Por ahí parece que va la estrategia.
Bienvenidos. Según cómo se cuenten los hechos, en este mes entraremos en el séptimo año de la crisis,… o en el sexto. Lo convencional sería decir que el drama empezó el 15 de setiembre de 2008, cuando la Reserva Federal y el Tesoro de Estados Unidos se resignaron a la quiebra de Lehman Brothers [Too big to fall, ¿la han visto?], ante la imposibilidad de encontrar un salvador dispuesto a comerse el marrón ni siquiera con dinero público a fondo perdido. Para muchos, la crisis se inició en agosto de 2007, cuando hubo que cubrir de urgencia los primeros fallidos provocados por el disparate de las hipotecas subprime. “Fue como si después de habituarte a que siempre sale agua del grifo, un día deja de salir y no consigues entender qué ha pasado”, leo en The alchemist: three central bankers and a world on fire (Neil Irwin).
El efecto fue devastador. Y global. Todas las economías desarrolladas, y muchas que no lo son, sufrieron una contracción brutal, que encendió la mecha de un violento ajuste del empleo. En España, algunos creyeron que la cosa duraría poco pero que, mientras tanto, era una ocasión perfecta para recortar costes laborales, que es la idea que tienen acerca de la competitividad. Ha durado mucho, demasiado, y hoy España tiene – con la excepción de Grecia – la tasa de paro más alta de la eurozona.
Las vacilaciones iniciales de los bancos centrales – sigo con el libro de Irwin – abrieron profundas divergencias de política monetaria: la Fed bajó sus tipos de interés, en cuestión de meses, desde el 5,25% al 2%, mientras el BCE se tomaba más de un año en igualarlos para luego ¡hasta 2014! mantenerlos más altos que los estadounidenses. La Fed ha cumplido con su mandato dual, que combina la estabilidad de los precios con la defensa del nivel del empleo, mientras al BCE, sojuzgado por los ideólogos del Bundesbank, sólo le preocupa el supuesto riesgo inflacionario [ya se ve que estamos en deflación] y la llamada “consolidación fiscal”.
Me dirán que a qué viene sacar ahora esta historia, justo cuando la economía española ha salido de la recesión y ¡sorpresa! ha tenido un trimestre mejor que el de Alemania. No es tal sorpresa, en realidad: la economía alemana lleva quince años con crecimientos muy débiles, que le permitieron arreglárselas sin casi financiación externa. A diferencia de ´otros` que, con tal de crecer a toda pastilla acumulaban una deuda para la que no hay recetas mágicas. De aquellos polvos, son estos lodos.
El esbozo de recuperación en la eurozona ha encallado en la desaceleración alemana, la recaída italiana y el estancamiento francés. Por eso, en el reciente encuentro de banqueros centrales en Jackson Hole, hubo más preguntas para Mario Draghi, presidente del BCE, que para Janet Yellen, la nueva cabeza de la Reserva Federal
La situación del bloque europeo no invita a sacar pecho. Su desfase con la mejora que viven otras economías – Estados Unidos y Reino Unido – es lo bastante inquietante como para que el circunspecto Draghi anticipara que en este mes de setiembre el BCE pondrá en marcha medidas de refinanciación a largo plazo, por valor de entre 450.000 y 850.000 millones de euros, para oxigenar el crédito. Una buena noticia que sirve para recordar lo que pudo hacerse y no se hizo.
A propósito: la foto de Mariano Rajoy y Angela Merkel asomándose tras la efigie del apóstol Santiago no es ni más ni menos patética que otras con distintos protagonistas en el mismo templo. ¿A quién se le habrá ocurrido esta invocación milagrera? Supongo que no a la luterana Merkel, pero no deja de ser desolador que ambos recorrieran un tramo del camino jacobeo, sin otra inquietud aparente que el chalaneo de puestos en Bruselas y una reafirmación a dúo en que la austeridad ha dado sus frutos. Pues eso: por sus frutos los conoceréis.
Por una vez, este mail será breve. Desde el lunes 4 y hasta el primer lunes de setiembre, haré una pausa en la redacción regular de este newsletter. No obstante, publicaré intermitentemente crónicas y entrevistas porque, me lo dice la experiencia, en agosto no se detiene la actualidad. Pero necesito (necesitamos) descansar, incluso en estos tiempos de permanente conexión.
Antes de cerrar un ciclo, quiero comentar una frase que he leído en una entrevista a Tom Eslinger, directivo de la agencia publicitaria Saatchi & Saatchi, a quien obviamente le preguntan por el futuro del marketing y la publicidad. Eslinger define su trabajo como social listening, para describir los cambios que está sufriendo el enfoque tradicional de la publicidad, cuyas implicaciones van más allá del mercado y las mercancías.
He extraído de la entrevista una reflexión sobre el cambio radical en la vida política tal como la conocemos. Transcribo: «todos creemos saber cómo se elige un presidente; sabemos que Obama fue elegido en gran parte gracias a una exitosa campaña en los medios sociales. Muchas cosas han cambiado desde ese momento que nos pareció revolucionario: la vida y circunstancias de los candidatos a ser elegidos para cualquier cargo están permanentemente expuestas a la vista de un público diferente. La persona que vaya a ser elegida para la presidencia dentro de 20, tiene ahora, probablemente, menos de 30. Ha usado Facebook y Twitter desde su adolescencia, lo que implica que será un candidato muy distinto a lo que en su momento fue Obama o a quien sea su sucesor o sucesora. No se trata sólo de lo que haya creado, de los rastros que haya dejado en las redes sociales, sino del enorme volumen de datos que se habrán creado acerca de esa persona, que habrán sido compartidos y almacenados durante años. Creo que Google tendrá la capacidad de crear al presidente que será elegido dentro de 20 años». Ahí queda eso.
De los resultados trimestrales anunciados días atrás por el grupo Vodafone, me gustaría comentar algo que no ha encontrado espacio en las reseñas de la prensa española, pero que representa tendencias que, supongo, son de interés para los lectores de este blog. En primer lugar, los resultados per se: los ingresos totales [10.204 millones de libras] han caído un 4,2%, pero se nos advierte que el descenso habría sido del 2,9% si no fuera por los costes de terminación determinados por la regulación [como si esta fuera una anomalía pasajera y no una realidad irreversible]. En Europa, que aporta el 68% del total de ingresos, con el 29% de los usuarios, las condiciones competitivas y la presión regulatoria – explicó el CEO Vittorio Colao – determinaron una caída del 7,9%.
Todas las filiales europeas sufrieron esa tendencia negativa, pero las más castigadas fueron la italiana y la española. El retroceso de los ingresos en España [706 millones de libras, equivalente a 866 millones de euros] fue del 15,3% con respecto al primer trimestre del anterior año fiscal. Con lo que el mercado español no parece que se apunte a los síntomas de «estabilización en Europa» que cree observar Colao. Un minúsculo avance en los ingresos por telefonía fija no podría compensar la caída de la telefonía móvil «como resultado de nuestra respuesta a la presión competitiva en los servicios convergentes, al mayor peso de los planes de precios SIM-only y a la propensión a terminales de gama media».
Por contraste, el tráfico de datos acelera su crecimiento: un 73% en el conjunto del grupo, un 53% en Europa (no se han facilitado las cifras de España). Es una evidencia que tiene sentido la decisión de Vodafone de centrar los esfuerzos de marketing y las inversiones para privilegiar a la clientela de calidad, de la que se presume un mayor uso y una mayor capacidad adquisitiva, de lo que resultaría el deseado incremento del ARPU. En Europa, en virtud del Proyecto Spring – un desembolso estimado en 7.000 millones de libras – la cobertura 4G ya es del 52% y se espera que sea del 91% en 2016.
A una pregunta sobre la situación del mercado español, Philippe Humm, CEO regional para Europa, respondió que se trata de un caso único por el impacto que ha tenido la oferta Fusión, lanzada por Movistar: «lo que se quiso presentar como una iniciativa de valor, no ha sido positivo para la rentabilidad del mercado en su conjunto, y sólo podemos esperar que en otros países [en circunstancias similares] se actúe con más racionalidad, al menos en el frente de los precios».
Lo importante, en cualquier caso, es que Vodafone ya no se ve a sí misma etiquetada con el rótulo de «operador móvil» que ha marcado su historia desde los orígenes: la estrategia seguida el último año apunta a reforzar su oferta de servicios convergentes, y al servicio de este objetivo están las compras de operadores de cable como Kabel Deutschland y Ono o las alianzas para prestar servicios sobre fibra en Irlanda y Portugal. «Estamos creando valor en el negocio fijo y no simplemente defendiendo el valor de nuestra posición en móviles», dijo Colao.
En la conferencia con analistas hubo tiempo para preguntar por las expectativas de Vodafone sobre la nueva Comisión Europea. Colao no dijo nada que no hubiera dicho en su última visita a Madrid pero se extendió acerca de las discrepancias que ha mantenido con Joaquin Almunia, comisario europeo saliente. La forma correcta de medir el impacto de la regulación no es tomar como referencia el capex requerido para generalizar la banda ancha móvil para alcanzar los objetivos de uso, sino que la métrica debería ser el retorno sobre el capital a invertir. En este sentido, dijo, «tenemos trabajo que hacer para convencer tanto a Bruselas como a los reguladores nacionales».
Supongo que es demasiado pronto para afirmar que los inversores están perdiendo la paciencia con Amazon y la estrategia siempre expansiva de su fundador, Jeff Bezos. Son, en opinión de un colega, «los accionistas más tolerantes del planeta: llevan años dejando que Bezos reinvierta todo lo que factura, sin compartir con ellos los beneficios, cuando los hay». Las pérdidas de Amazon han pasado de 7 millones hace un año a 126 millones de dólares en el trimestre reciente, y desde el anuncio su cotización ha bajado un 8%.
Lo que ha provocado la estampida de los últimos días ha sido la previsión de que el tercer trimestre fiscal – el actual – se cerrará con pérdidas de entre 400 y 800 millones. Es demasiado hasta para quienes admiran en Bezos el mérito de haber multiplicado por 20 la facturación en los últimos diez años. Porque, con idéntica constancia, el fundador ha embarcado a la compañía en una diversificación hacia nuevos productos y servicios. El problema tampoco es la diversificación en sí misma, sino que dispara a múltiples dianas a la vez y luego no revela cómo le ha ido en cada aventura.
Los analistas están divididos. Unos prevén que la agresividad de Bezos tendrá tarde o temprano recompensa en forma de ingresos crecientes y sus márgenes dejarán de ser anémicos cuando consiga estabilizar un dominio abrumador Otros opinan que Amazon está peligrosamente sobrevaluada – ¡165.000 millones de capitalización para una empresa que no gana dinero!, dicen – con pérdidas en aumento, tal como van las cosas. De hecho, las iniciativas recientes han metido a la compañía en segmentos de mercado que dejan márgenes irremediablemente exiguos y necesitan inversiones cuantiosas para mantenerse competitiva. El lanzamiento de su smartphone Fire es sólo una de sus ocurrencias: puede salir bien o mal a largo plazo, pero a corto plazo castigará los resultados.
El asunto merece un análisis para el que no tengo espacio en este newsletter. Me concentraré en un aspecto relevante, la actividad cloud de su filial Amazon Web Services (AWS), ¿es sostenible en los términos actuales? Para empezar, es notoria la guerra de precios: AWS ha bajado los suyos 40 veces en un año, la última vez en un 51% para ciertos servicios. Lo que busca con esa política es proteger su dominio frente a unos rivales llamados Microsoft, IBM y Google. Como Bezos nunca comparece ante los analistas, le tocó al director financiero presumir de que el uso de sus servicios cloud ha crecido un 90%, «pero ha desacelerado el crecimiento», dijo.
A falta de datos oficiales, circulan estimaciones de terceros: AWS habría contribuido con 3.400 millones de dólares a la facturación de Amazon en 2013, estima IDC, que le atribuye aproximadamente un 50% del mercado mundial. Otro cálculo es de Canalys, que cifra en 2.000 millones las pérdidas soportadas en los últimos cuatro trimestres.
¿Vale la pena el esfuerzo? Puede que sí, porque el mercado global de cloud computing se triplicará en los próximos cinco años, según IDC. O puede que no, si para defender su liderazgo AWS acepta perder dinero, lo que en la práctica equivale a ser subvencionada por la actividad de comercio electrónico de su matriz. Pero esta práctica podría revelarse insostenible frente a la multiplicación de iniciativas en otras áreas. John Disdale, analista especializado, opina que «finalmente, AWS ha encontrado la horma de su zapato». Microsoft está socavando su mercado en las modalidades IaaS y PaaS, mientras IBM ha pasado a encabezar el ranking de servicios de nube privada e híbrida según la consultora Synergy Research. AWS sigue siendo el líder, pero su crecimiento (supuesto) es inferior al de esos dos competidores. Si el plan de Bezos fuera apalancarse en su posición para ofrecer servicios a las empresas, lo tendrá más crudo. Sólo Google sigue sin acertar en su estrategia cloud. Otros, como HP, Oracle y Cisco cogen carrerilla.
Las inversiones de los operadores en infraestructuras de redes LTE están disparadas, con la alegría consiguiente de los suministradores. Pero este es un negocio de capex a largo plazo, márgenes menguantes y ligados a proyectos de aumento de capacidad, con límites temporales. Estos tres elementos caracterizan la ronda de resultados anunciados las últimas semanas. La puja entre Huawei y Ericsson es una historia interminable, pero el fabricante chino lleva cartas marcadas: su condición de campeón nacional en un mercado que aporta la mitad del gasto global en equipos LTE le da una ventaja evidente, por lo que al cierre de la primera mitad del año su facturación total había crecido un 19% en contraste con la caída del 1,0% de su competidor sueco. La comparación directa no es pertinente, porque sus ofertas no son comparables. Pero si se desglosan las ventas de equipos de red, a Huawei le va mejor en Europa [en EEUU está vetada] que a sus rivales europeos en China.
Tómese como ejemplo la inversión de China Mobile, con 800 millones de clientes y un presupuesto para este año de 36.000 millones de dólares, una tercera parte para 4G: en la última contratación, Huawei se adjudicó casi el 40%, seguida a poca distancia de su compatriota ZTE. Para que no se diga, quedó menos del 40% para repartir entre los tres aspirantes europeos.
La cuenta de resultados de Huawei es impresionante: 22.000 millones de dólares de ingresos; de mantener el ritmo, cerraría el año muy por encima de los 39.000 millones facturados el año pasado, con un notable aumento del beneficio operativo, según su directora financiera Cathy Meng. Además de las ventas a operadores, la compañía subraya el crecimiento de su negocio de equipos para empresas y el éxito de sus smartphones, sin dar cifras segmentadas, un gesto de opacidad que ha sido criticado por los analistas.
Ericsson, por su parte, ofrece cifras más transparentes: sobre un total de 54.800 millones de euros de ingresos (-1%), la división de redes aportó 29.000 millones (+3%). El beneficio, tanto operativo como neto, ha mejorado. Hans Vestberg, CEO de la compañía sueca, se mostró optimista sobre los contratos en China y Taiwan, pero prefirió enfatizar los avances de la diversificación hacia el software de gestión de redes y los activos de la rama audiovisual.
Nokia Networks, que representa el 90% de lo que queda de la compañía finlandesa tras la venta de sus móviles a Microsoft, sorprendió a los inversores al anunciar un incremento del beneficio y elevar su previsión para el resto del año. Rajeev Suri, CEO de la compañía, aseguró que Nokia ha ganado competitividad al enfocarse en la banda ancha móvil […] en la que tenemos la escala para ser relevantes».
A falta de conocer en este momento los resultados de Alcatel Lucent, hay que recordar que en el primer trimestre del año ya asomaba la posibilidad de retornar a los números en positivo – gracias a los recortes de plantilla, cómo no – y al profundo viraje en sus prioridades. En cualquier caso, queda pendiente tomar mejor la temperatura de la inversión de los operadores europeos. En EEUU tanto AT&T como Verizon están invirtiendo miles de millones en redes; en Europa subsisten elementos de incertidumbre, con la notable excepción de Vodafone, que ha planificado 32.000 millones de capex en los próximos dos años, un aumento significativo sobre los 11.000 millones de 2013.
Puede resultar frívolo relacionar la escalada de la situación en Ucrania con las peripecias de una ignota empresa rusa de electrónica. Y sin embargo, esa relación ha sido establecida por una noticia que hay que atender con el siempre necesario escepticismo. He leído en algunos medios que «los ordenadores del gobierno de Rusia pronto usarán chips fabricados en el país, abandonando los de Intel». Supuestamente, sería una represalia por las sanciones económicas de Estados Unidos a raíz del aliento que Vladimir Putin ha dado a la secesión del este ucraniano. Pero, ¿tiene asidero esa suposición?
Según la edición online del diario Kommersant, el fabricante ruso MCST anuncia el próximo lanzamiento de su procesador Elbrus-8C, de ocho núcleos con arquitectura ARM de 64 bits, que ha desarrollado a partir de una subvención gubernamental equivalente a 24 millones de dólares. La capacidad de oferta es aparentemente limitada, pero MCST ya ha comenzado a trabajar en otro procesador de 16 núcleos. En ambos casos, el diseño se hizo en Rusia pero la fabricación habría sido contratada a la compañía taiwanesa TSMC.
A pesar de un comunicado oficial haciendo mención a la voluntad de sustituir las importaciones de procesadores estadounidenses, tiene toda la pinta de un proteccionismo de corto vuelo. Según Kommersant, la demanda del sector público ruso sería de 700.000 PC y 300.000 servidores anuales, por un valor total de 3.500 millones de dólares, y sólo una fracción es suministrada por los fabricantes locales, Depo, Akvarius y Rover Computers, que hasta ahora usan chips de Intel o AMD, los mismos que las marcas asiáticas hegemónicas en el mercado.
El diario moscovita cita a un periodista especializado, para quien «es muy poco probable que los procesadores Elbrus alcancen el rendimiento, y mucho menos el precio, de los de Intel o AMD. Sin embargo, no se puede subestimar el valor de la iniciativa para el desarrollo de una industria en el país para los organismos de defensa, primeros clientes interesados, por obvias razones de seguridad». La dotación financiera del gobierno será aumentada en consecuencia.
Las sanciones económicas aprobadas por EEUU no han afectado el negocio de Intel en Rusia: «somos una empresa estadounidense y estamos obligados a cumplir las decisiones si corresponde, pero lo cierto es que no suministramos procesadores directamente a ninguna de las compañías rusas que aparecen en la lista [negra]», declara el country manager de Intel. No es del todo así, porque la empresa Baikal Electronics estuvo durante un tiempo en la lista negra hasta que le fue levantada la sanción.
El contexto ha alcanzado niveles muy superiores a las sospechas mutuas. Está en juego una materia delicadisima, la ciberseguridad. Un asesor de la Casa Blanca declaraba esta semana a la revista Politico que el daño de las actividades de espionaje entre Rusia y EEUU [al que habría que añadir China] ha reactivado el clima de «destrucción nuclear recíprocamente asegurada» que prevaleció durante la Guerra Fría. «Salir de esta situación requerirá que se restablezca el equilibrio mediante acuerdos bilaterales, para que las partes se abstengan de intrusiones en sus respectivos sistemas de defensa y estructuras industriales y energéticas».
Permítase que resuma aquí la opinión del columnista Gideon Rachman a propósito del peligro de la situación geopolítica en la que el mundo ha recaído: «hay un peligro evidente de que la única manera para Putin de disimular sus errores sea reavivar la atmósfera de crisis y aislamiento, fabricando su propia profecía, en la que Rusia se vería enfrentada a la creciente hostilidad occidental. Sería un peligro para el mundo, en primer lugar para Rusia». Me temo que esta cita confirma que preocuparse por la rivalidad comercial entre procesadores es una frivolidad.
Las vueltas que da la vida. Hace un par de meses, pasó ante mis ojos un informe del analista Jason Maynard, de Wells Fargo Securities, en el que recomendaba a EMC la absorción del 20% de VMware que no controla, considerando que era «un imperativo estratégico» para mejor abordar el pregonado giro del mercado hacia las infraestructuras convergentes y acabar de una buena vez con las fricciones que la dualidad provoca en las relaciones con sus partners. La fórmula, decía Maynard, debería permitir que EMC se presente en el mercado como el campeón de las soluciones definidas por software.
Este razonamiento era coherente con una apreciación de hacia dónde va el mercado. No era, aparentemente, un punto de vista bursátil, pero se publicaba después que los resultados del primer trimestre del año destacaran la contribución de VMware frente al estancamiento de la matriz. Maynard reconocía que su propuesta podía provocar «distorsiones logísticas» [entendí que era un eufemismo de recortes de plantilla]. Vi el informe, pero no lo comenté entonces por su radical contradicción con la «federación de negocios estratégicamente alineados» diseñada a su medida por Joe Tucci, chairman y CEO de EMC.
EMC y VMware van a presentar esta semana sus resultados del segundo trimestre, y esta circunstancia puede explicar que salga a la luz, precisamente ahora, que Elliott Management, grupo inversor al que le cabe el epíteto de «activista», revele que posee acciones de EMC por valor de 1.000 millones de dólares, aproximadamente el 2% de su valor en bolsa actual. Elliott está dirigido por Paul Singer, célebre últimamente como gestor titular de un fondo «buitre» que ha mantenido, y ganado, un prolongado litigio contra el gobierno argentino. En los dos últimos años, ha acumulado posiciones en el sector de las TI: ha tomado el control de BMC y (casi) el de Juniper Networks, además de una participación en NetApp.
Pues bien, resulta que el fondo Elliott propone exactamente lo contrario que Maynard: que EMC segregue total o parcialmente su participación en VMware con el fin de elevar el valor de aquella para sus accionistas.
Un portavoz de Elliott ha explicado al Wall Street Journal que las acciones de EMC recibirían un tremendo impulso si desinvirtiera en VMware. Lo cierto es que las cifras podrían valer para darle la razón, tanto como para dársela al analista Maynard. En el primer trimestre, los ingresos de EMC crecieron sólo un 2% y sus beneficios cayeron un 30%, mientras VMware conseguía que ambos parámetros subieran un 14%. La cotización actual de EMC es prácticamente la misma que en 2008, período en el que la de VMware se ha más que duplicado. La filial, con 5.100 millones de ingresos en 2013, tiene una capitalización bursátil de 41.000 millones, equivalente al 75% de la de su matriz, que factura casi cinco veces más.
Por lo que, a grandes rasgos, es sostenible la tesis de que si EMC vendiera un 15 ó un 20% de VMware, obtendría el suficiente dinero para que Elliott deje de incordiar y aun así mantener el control mayoritario. En abstracto, suena plausible, pero está lejos de coincidir con la estrategia de Joe Tucci, quien antes de dejar su posición de CEO de la «federación» – previsiblemente el año que viene – pretende dejarlo todo atado y bien atado.
El contraste no puede ser más crudo: los ingresos de Google crecieron un 22% en el pasado trimestre, los de IBM cayeron un 2,2%, una historia repetida. Con 14.400 millones de dólares de facturación, la capitalización bursátil de Google esta en los 395.000 millones de dólares, mientras que la de IBM – una empresa que ingresa 10.000 millones más –no pasa de un valor en bolsa de 192.000 millones. No creo que nadie se sorprenda por estos desfases, pero la verdad es que no son empresas comparables.
Google explota su posición monopólica en las búsquedas de Internet para aumentar cuota de poder sobre el mercado publicitario, a la que vez que experimenta con nuevas vías de negocio cuya monetización es incierta. Por su lado, el esfuerzo de IBM se concentra en atravesar una complicada transición que busca salirse de las actividades de bajo margen – el hardware – y potenciar el software y los servicios, pero este trasvase está costando demasiado, literalmente, y la ecuación está lejos de cuadrar.
Dado el tamaño alcanzado por Google, es asombroso que su cifra de negocio siga creciendo después de multiplicarse por 20 en los últimos diez años. Los beneficios han crecido a un ritmo parecido, pero los analistas temen que no pueda mantenerse indefinidamente a los actuales niveles de costo por clic. De ahí el empeño de la compañía en usar su prodigiosa tesorería para inversiones con las que espera pillar el olor del futuro.
Los problemas de IBM son básicamente dos: ha tardado demasiado en deshacerse del lastre del hardware ´commoditizado` y ha confiado demasiado en los mercados emergentes. Véanse sus cifras del trimestre: la división Systems & Technology – sólo 3.300 millones sobre 24.400 en total – sigue sin levantar cabeza, con ventas un 11% inferiores a las de hace un año [lo que es una mejoría, ya que en el trimestre anterior la caída fue del 23%. En espera de aprobación la venta de activos a Lenovo, aún no ha resuelto sus problemas de competitividad en el almacenamiento, que declina un 12%. Los servicios, en sus dos vertientes, han descendido ligeramente, y sólo el software ha cerrado un trimestre con +1% de ingresos plano, pese a sus éxitos en ciertos nichos relevantes.
Les decía que el otro problema es la decepción que IBM está sufriendo en los mercados emergentes, a los que irónicamente etiqueta como «de desarrollo»: en esos países, sus ventas han declinado un 7% [comparativamente, le va mucho mejor en EMEA, con una progresión del 1%]. En parte, puede sentirse penalizada por las consecuencias del caso Snowden: por ejemplo, en China sus ventas han sido un 11% más bajas que hace un año.
Ante este panorama, Virginia Rometty, CEO de la compañía, sigue atenta a la ratio de beneficio por acción, sabedora de que necesita mantener la confianza de los inversores. En el segundo trimestre ha destinado 3.700 millones de dólares a comprar acciones propias, con lo que ya hay menos de 1.000 millones de títulos en el mercado. El retorno de capital no procede de las operaciones sino de una maniobra bursátil cuyo horizonte ha fijado en 2015.
Rometty tiene, sin embargo, cartas que jugar: invertir y desinvertir. Desde la compra de SoftLayer, sus servicios cloud corren al ritmo de 2.800 millones anuales, y la reciente alianza con Apple para desarrollar su tímido negocio de movilidad es una iniciativa convincente. Por otro lado, la venta – ya autorizada por China pero no por EEUU – a Lenovo de activos en sus servidores del sistema X, va a desatascar su división más problemática. Por fin, uno de estos días se espera el anuncio de la venta de sus fábricas de semiconductores, que en el trimestre tuvieron un bajón de ventas del 18%. De este tema pienso ocuparme mañana.
La foto, firmada por Paul Sakuma (de la agencia AP) pero difundida por Apple, muestra a Tim Cook y Virginia Rometty caminando por el complejo de Cupertino. Me trae a la memoria aquella otra foto en la que un joven y desafiante Steve Jobs mostraba su dedo índice enhiesto ante el logo de IBM. Han pasado treinta años, y muchas cosas entretanto; como ha dicho Cook, «en 1984 éramos competidores, pero en 2014 me costaría nombrar dos compañías que sean más complementarias». Es cierto que hoy Apple e IBM no compiten en ningún segmento del mercado, ¿por qué no cooperar en beneficio mutuo? Este es el significado más inmediato del acuerdo firmado por Cook y Rometty por el cual IBM desarrollará una nueva línea de aplicaciones específicas para el entorno iOS, orientadas a empresas de diversos sectores, y creará servicios cloud de seguridad, analytics y gestión de dispositivos, además de comercializar iPhones e iPads entre sus clientes corporativos.
El comunicado conjunto emplea cuatro veces la palabra «exclusivo» para definir el acuerdo, de lo que se deduce que Apple no va a firmar un trato equivalente con HP, por decir algo, y que IBM no tiene planes en relación con Android. ¿Por qué esta exclusividad?, le preguntaron a una portavoz de IBM. «Porque los dispositivos móviles de Apple son los mejores del mundo, según nuestro punto de vista».
No es que IBM sea ajena al mercado de la movilidad en empresas. Tiene desde hace tiempo una solución de gestión de dispositivos, que llama MobileFirst, pero la alianza con Apple le aportará una oferta integrada, presuntamente más atractiva para sus clientes. Esta es, a todas luces, la ganancia que saca IBM del acuerdo. IBM ha tenido en el pasado acuerdos con BlackBerry, pero este es más profundo. Es sintomático que el cambio de socio se produzca en este momento: tras el escándalo del pinchazo del móvil de Angela Merkel, la canciller alemana ha dejado de usar su iPhone, reemplazándolo por un BlackBerry.
Aparte de ese caso, es todavía pronto para saber qué impacto podría tener el acuerdo sobre otros actores del mercado. Por ejemplo, ¿en qué medida afectarán los planes enunciados la semana pasada por el CEO de Microsoft? ¿Qué puede esperar Intel, mientras siga proscrita del mundo iOS? ¿Frustrará los esfuerzos de Samsung por ganar a Apple la carrera de la movilidad corporativa? Tiempo habrá de saberlo.
Para Apple, este acuerdo equivale a abandonar ese perfil de lobo solitario que a menudo se le reprocha, e IBM es el socio más grande con el que haya hecho negocios. Por otro lado, sus dispositivos son ampliamente utilizados por los profesionales y hombres de negocios, en plan consumidores, pero sólo entran de tapadillo y con cuentagotas en la base instalada de las empresas, cuyos responsables de sistemas se resisten a autorizar su conexión a las redes y los datos corporativos. Llegar de la mano de IBM podría ablandar muchas suspicacias. La acción de BlackBerry cayó en bolsa tras conocerse la noticia, y la analista Carolina Milanesi opina que la pareja Apple-IBM es una amenaza muy seria para la compañía canadiense, mucho más de lo que pudieran serlo alternativas como la plataforma Knox, que Samsung ha lanzado para promover su familia Galaxy en las empresas.
Según palabras de Rometty, Apple es «el patrón oro para los consumidores», y este acuerdo le abrirá muchas puertas en el mundo corporativo. La CEO de IBM tiene sus motivos para solemnizar el acuerdo precisamente esta semana, a punto de presentar la cuenta de resultados del trimestre cerrado en junio, que se prevén mediocres tirando a malos. La venta de sus servidores x86 a Lenovo , con la que confiaba borrar del balance una fuente de pérdidas, se retrasa por reticencias regulatorias. El anuncio – esperado para esta semana – de la venta de sus fábricas de semiconductores, iría en la misma línea, aunque no todos los inversores están convencidos del sacrificio. Tender la mano a Apple es, para Rometty, una manera de mostrar que sus planes no se reducen a recortes de plantilla y desguaces sucesivos. Ya es hora de dar alguna buena noticia a los accionistas.
¿Cómo confiar en las previsiones a tres o cuatro años vista, si una tras otra las precedentes han sido desmentidas por la realidad? Gartner ha publicado este mes, como hace cada mes de julio, sus previsiones sobre el gasto en TI de 2014 y su proyección hasta 2018. Empecemos por la del año en curso: el gasto global en TI va camino de cruzar la barrera de los 3,7 billones de dólares, lo que implica un crecimiento del 2,1% sobre el de 2013 [3,673 billones] que fue plano. No deja de ser una mejoría, dirá un optimista, añadiendo que en moneda constante el aumento sería del 2,8%. A lo que un pesimista replicará que hace justamente un año la previsión para 2014 era del 4,1%, y en abril pasado era del 3,2%, o sea que si esto fuera una crónica y no un newsletter, podría titularla como «el crecimiento siempre menguante».
No acusemos a Gartner a la ligera: el pasado mayo, IDC procedió a rebajar su pronóstico del 4,6 al 4,1%, y no es descabellado suponer que volverá a corregirlo a la baja uno de estos días.
No es la primera vez que asistimos a esta secuencia. Gartner se excedió en un punto al prever el crecimiento de 2012 y volvió a apuntar alto cuando, en julio de ese año, predijo que el mercado despertaría por fin en 2013 con una progresión del 4,4%. Ahora sabemos que el resultado fue cero. Tras la acumulación de errores – siempre por exceso, nunca por defecto, qué curioso – se imponía dar una explicación.
Aquí viene, firmada por todo un VP de Gartner, John-David Lovelock, que recurre al arsenal seudoteórico de esta consultora [ya saben: hype cycle, magic quadrant, nexus of forces, etc].Lo que pasa es que las cosas cambian demasiado rápido, viene a decirnos el analista Lvelock, por lo que es difícil traducir en cifras el ritmo de la transición hacia lo que Lovelock llama «la tercera edad de las TI». Si la primera edad (1980-2000) fue «artesanal» [automatizar tareas rutinarias] y a la segunda (del 2000 hasta hoy) etiquetada como «industrialización de las TI» [perseguir la eficiencia] le sigue la fase actual, en la que «la tecnología no está al servicio de los negocios existentes, sino que dicta cómo han de ser los negocios».
¿Cómo encaja esta tipología con la anemia de crecimiento? Siempre según el animoso Lovelock, la razón estriba en que la inversión crece, pero en productos y servicios más baratos. En otras palabras, la commoditización va tan rápido que requiere menos capital, y trastorna los métodos de cálculo que los analistas han usado durante décadas. El mejor ejemplo de esa tendencia lo aportan los servicios de telecomunicaciones: crecerán este año el 0,7% después de una caída del 1,2% en 2013. El impacto es fuerte, porque contribuyen con el 43% del gasto total [1,6 billones de dólares en 2014].
Otras transformaciones en marcha afectan al valor total del gasto. El valor del gasto en dispositivos, por ejemplo, crecerá este año el 1,2% hasta cerrar con 685 millones de dólares. La guerra de precios en los servicios cloud y SaaS obliga a rebajar del 4,6% al 3,8% el crecimiento de este año (967 millones). Es un área de la que Gartner augura que deprimirá la inversión en datacenters [+0,4% hasta sumar 140 millones] que de todos modos será mejor que la contracción de 2013. El software de empresa es la estrella de las previsiones: 6,9% de crecimiento, hasta 321 millones de dólares, impulsado por los proyectos de big data y digitalización.
Claro está que, a esta altura del año, los analistas tienen un alto grado de visibilidad sobre lo que dará de sí 2014. Las dudas reaparecen cuando el informe de Gartner proyecta hacia el futuro una serie que va del 3,7% en 2015 al 3,2% en 2018. ¿Significa esto que los factores citados por Lovelock admitirán un cambio de ciclo en los próximos cuatro años? El analista dice, con convicción aparente: «la commoditización tenderá a estabilizarse en los próximos años». Ya veremos.
No conozco ningún otro caso en el que pasados 24 años de una privatización [1990, Teléfonos de México] el adjudicatario aún controle el 80% de las líneas fijas y el 70% de las móviles. América Móvil, bajo las marcas Telmex y Telcel, cuenta con 70 millones de clientes en México, y las rentas de ese cuasimonopolio le han permitido expandirse por América Latina y ahora aspira a tomar el control de Telekom Austria. Carlos Slim (74) y su familia detentan el 57% del conglomerado. Años de concupiscencia con el PRI le valieron sus mayores éxitos, pero el retorno de este partido al poder le ha traído la mayor de las amenazas, una ley de telecomunicaciones en virtud de la cual se declara su condición de «operador preponderante» . Esto se traduce, entre otras cosas, en la obligación de dar interconexión gratuita a sus competidores, y restricciones para dar servicio de televisión a través de su infraestructura.
La declaración de preponderancia sólo se levantaría si América Móvil redujera su cuota de mercado conjunta por debajo del 50%. Tras declarar que la reforma del presidente Enrique Peña Prieto es «confiscatoria», ha dado un drástico golpe de timón, al anunciar que venderá activos para rebajar su peso en el mercado. No ha dicho – ni tiene por qué decirlo sino al regulador – qué activos se propone vender. El otro misterio es la identidad del o los potenciales compradores con los que, verosímilmente, ya ha tenido conversaciones previas. La desinversión [desincorporación, en lenguaje mexicano] deja abiertas demasiadas incógnitas.
No bastaría con desprenderse de activos de poco retorno ni con vender miles de torres a algún fondo de inversión. Quizá fueran financieramente viables, pero no resolverían el hecho de que la preponderancia se mide en porcentaje de suscriptores y de ingresos, no de infraestructura. Según cuáles sean los activos que enajene [se supone que en bloque] su valor de mercado sería de por lo menos 8.000 millones de dólares, sin contar con la venta de las torres, que se haría de todos modos. Con esta fortuna, Slim recuperaría los 5.600 millones que acaba de pagar por el 8,3% que AT&T controlaba en América Móvil, y le quedaría un buen colchón que podría a) invertir para reforzar a su grupo en Brasil, donde las autoridades empiezan a ser más permisivas con la consolidación, b) afianzar su interés en los mercados europeos [en Austria, pero también volviendo a la carga en Holanda], c) financiar su proyecto de TV de pago, que ya tiene la infraestructura pero está temporalmente bloqueado en el nuevo contexto legislativo.
Ahora bien, ¿quién compraría esos activos en venta? El VP de América Móvil, yerno de Slim, ha dicho que deberá ser un grupo con acreditada solidez financiera para sobresalir en un sector que es intensivo en capital, con lo que parecía apuntar a alguna multinacional de primera fila. La prensa mexicana descarta a priori la posibilidad de acuerdo con Telefónica, que añadiendo ese 20 ó 30 % de suscriptores – la cuenta puede variar, para que la reducción a menos del 50% deje margen de crecimiento – que a Slim ´le pesan´, se convertiría en un competidor demasiado peligroso, por no hablar de las malas relaciones históricas entre ambos grupos. Es lógico que el primer nombre que sale a relucir es el de AT&T, aunque sería extraño que comprara ahora, tras vender una participación que mantuvo en cartera dos décadas. El diario El Financiero apuesta por esa candidatura sobre la base de una anécdota inédita: el actual CEO de AT&T, Randall Stephenson, fue discípulo de Slim en su juventud, cuando trabajaba para Southwestern Bell en México.
También se habla de Vodafone, conspicuamente ausente de los mercados latinoamericanos. Es un grupo esencialmente europeo pero con experiencia en mercados emergentes como India, Turquía y Sudáfrica, recuerda un columnista. El analista Andrew Campbell (Credit Suisse) alerta contra la tentación mediática de buscarle novios a Vodafone sólo por el hecho de que es rico tras vender su participación en Verizon: lo que el grupo tendrá que estudiar es si los activos que Slim quiere vender, pero no rifar, pueden asegurarle una ecuación de costes como para justificar el desembolso.
Un portavoz de la presidencia de México hizo estos días una curiosa advertencia: el gobierno no va a tolerar ninguna simulación en la venta de activos. «Slim no va a vender lo malo para quedarse sólo con lo bueno de su grupo – comenta el analista Gregorio Tomassi, de Banco Itaú BBA – sino que tratará de maximizar el valor de América Móvil y a la vez vender algo atractivo. Es una gran oportunidad para el comprador porque la compañía resultante podría ser mayor que cualquiera de los rivales existentes en el mercado».
Carlos Slim no habla con la prensa – ni siquiera con el New York Times, en el que acaba de ampliar su inversión de capital – pero su yerno y portavoz ha declarado que el resultado de este movimiento será la creación de un potente segundo operador de telefonía móvil en México. En el ´escenario´ más probable, América Móvil seguiría controlando más del 40% y el nuevo entrante no llegaría al 30%. Detrás vendría Movistar (19%), seguida de Iusacell (controlada por Televisa) y Nextel con un 11% en conjunto. En este panorama de fragmentación, el analista Jorge Negrete interpreta que el seismo provocado por Slim abrirá un período de consolidación y fusión entre los más pequeños para sobrevivir».
El pasado fin de semana, el Washington Post publicaba un reportaje de gran calado, sobre la base de documentos filtrados por Edward Snowden, el famoso analista de seguridad tránsfuga que sigue goteando materiales, y llega a la conclusión de que el 90% de los mails y mensajes interceptados por la NASA durante un período de cuatro meses tomado como muestra, tenían como origen o destino a ciudadanos corrientes, no sospechosos a priori.
En cuanto a los contenidos, puedo uno imaginar su banalidad: relaciones amorosas, currículos y fotos personales. Esta ausencia de objetivos plausibles para la seguridad subraya el carácter indiscriminado del espionaje. Hay algo de cinismo en comentar que ya lo sabíamos, porque ya lo imaginábamos. En lo que ahora me importa contar, el informe confirma que esas prácticas se llevaron a cabo sin el consentimiento de las empresas prestatarias de esos servicios, de manera que Google, Microsoft y Yahoo quedan de hecho exculpadas de complicidad activa con la NSA. Es el momento de restaurar la reputación.
El reportaje recoge unas declaraciones de David Lieber, a quien presenta como abogado de Google en materia de privacidad, para quien este nuevo episodio refuerza la necesidad de que la NSA no pueda actuar sin un claro mandamiento legal cada vez que pretenda ”rastrear contenidos americanos” (sic), lo que supondría de hecho abandonar la práctica demostrada de utilizar “puertas traseras” en los servidores de Google y otros proveedores.
Desde que se conocieron las primeras revelaciones de Snowden, las compañías han tratado de salir del apuro presionando al Capitolio para que marque los límites de la vigilancia electrónica que ha llegado a alcanzar las comunicaciones de connotados senadores. Microsoft ha llevado a la justicia su resistencia a las peticiones de la NSA para husmear en los correos de usuarios localizados en centros de datos fuera de Estados Unidos.
Otra reacción de estas compañías consiste en redoblar la protección de sus sistemas mediante la introducción de técnicas de encriptación más refinadas. El mes pasado, Google prometió que los mensajes de Gmail serán encriptados de extremo a extremo en el tránsito desde los servidores de origen y destino a través de las redes, para garantizar que no serán interceptados. Por el momento, esa protección está en pruebas, y su implementación a escala comercial “será comunicada oportunamente”.
Brendon Lynch, cuyo cargo en Microsoft se define como Chief Privacy Officer, ha ratificado en su blog oficial de la compañía, que esta no ha entregado ni entregará datos a las autoridades, a menos que se le soliciten debidamente, con una justificación legal. Días atrás, Microsoft dio otro paso adicional en la misma dirección que Google, al anunciar la incorporación de una capa de encriptación más robusta [TLS, Transport Layer Security] en su servicio Outlook y en OneDrive, de almacenamiento cloud con 250 millones de usuarios.
Yahoo se ha limitado a declarar que “cada usuario de Yahoo Mail, ya sea en la Web o en móviles, está encriptada al 100% con certificados de 2048 bit”. Son las tres vertientes – seguramente habrá otras menos notorias – por las que las empresas han recompuesto la figura para no aparecer ante el mundo como cómplices de espionaje. Ahora, a esperar el próximo capítulo de esta intriga.