publicidad
  12/06/2023

Así será (cuando nazca) el euro digital

En dos semanas, el 28 de junio, la Comisión Europea presentará su propuesta legislativa inicial sobre el euro digital, que el consejo de gobierno del Banco Central Europeo debería validar en octubre. A partir de ahí, el BCE daría paso a una nueva fase técnica de desarrollo y a pruebas piloto y las instituciones de la UE – Consejo, Comisión y Parlamento – iniciarán la discusión de los instrumentos jurídicos. Muy justos de tiempo, ya que deberían aprobarse antes de las elecciones europeas de junio del 2024. Con este calendario, se supone que entre 2026 y 2027 el nuevo medio de pago será accesible en los países de la zona euro. Entender qué es el euro digital exige empezar por decir lo que no es.

Ante todo, NO será una criptomoneda. Será una representación digital de la moneda fiduciaria europea emitida y respaldada por el BCE. Tendrá, por lo tanto, las garantías que confieren al euro – en su expresión física- valor como divisa. Con este atributo de credibilidad ha sido concebido, en un mundo de digitalización creciente en el que proliferan nuevos (e imaginativos) instrumentos “monetarios” no supervisados ni regulados, algunos de ellos volátiles y otros sencillamente delictivos. En esta medida, el euro digital se justifica como antídoto al bitcoin y sus imitadores, que durante años han succionado una buena dosis de la masa monetaria circulante.

La motivación básica, tal como quedó definida por un primer estudio de 2019, no es otra que facilitar la coexistencia entre el dinero del BCE y otros medios de pago (existentes o por crearse).  Sin  decirlo expresamente, los creadores del euro digital lo conciben como una suerte de “Bizum de alcance europeo [que no existe] en este caso con naturaleza pública”. Lo que señalan nominalmente es que la mayor parte de las transacciones electrónicas expresadas en euros están actualmente basadas en dos medios de pago, Visa y Mastercard, que son propiedad de sendas empresas estadounidenses.

Aparte, Facebook (hoy Meta) concibió en 2019 un instrumento privado con ambiciones globales, a mitad de camino entre PayPal y el bitcoin, cuyo valor estaría basado en una cesta de monedas reales. Recibió  primero el nombre de Libra y luego el de Diem, hasta que la compañía renunció al proyecto y empezó a trabajar en otra fantasmagoría, el nonato metaverso.

Se plantea el euro digital a partir de la noción de soberanía. Según Fabio Panetta, miembro del consejo del BCE y portavoz oficial en esta materia, “para salvaguardar la estabilidad financiera, es preciso que el dinero del banco central de los europeos sea el corazón del sistema y que estemos en condiciones de ofrecer a los ciudadanos un medio de pago digital libre de riesgos y que puedan usar gratuitamente en cualquier parte de la eurozona”.

La digitalización creciente de la actividad económica ha favorecido que distintos medios de pago de origen privado puedan competir con el efectivo, por lo que es deseable la existencia de una alternativa pública que, recíprocamente, compita con aquéllos. Un runrún recurrente pregona la decadencia del efectivo, hipótesis que ha calado sin mucho fundamento: es cierto que una economía digitalizada genera una tendencia al menor uso del dinero contante y sonante, pero también dice la estadística que en veintiún años de circulación, el dinero del BCE se ha septuplicado hasta representar 1,6 billones de euros (o 3.600 euros per capita). La cifra crece a razón de un 10% anual, mientras el dólar crece al 6,5% y la libra al 5,2%. De modo que la muerte anunciada del efectivo no parece cercana.

No obstante, el dinero ´en metálico` va perdiendo peso en las transacciones minoristas. Ha caído del 79% en 2016 al 59% en 2022, según un informe del BCE. Al mismo tiempo, la proporción de individuos que prefieren pagar en efectivo ha bajado del 32% al 22% en esos seis años. La clave de la cuestión es otra: la digitalización de la sociedad implica que todos los ciudadanos tengan derecho a pagar digitalmente, pero no hay actualmente un medio de pago digital único que sea aceptado en toda la UE.

Un riesgo que plantea la extensión de instrumentos de pago no supervisados es que podrían precipitar una fragmentación del sistema. El euro digital es la solución, según Panetta, porque  “proveerá a los intermediarios financieros una plataforma para desarrollar y ofrecer servicios innovadores en toda la zona euro”. A la hora de desarrollar esos servicios, los bancos y otras entidades podrían presentarlos como si  fueran propios, en cada caso acordes con sus respectivos modelos de negocio, pero con un fundamento único, la expresión digital del euro.

Hay en esto un elemento de marca. El euro es la moneda única en 20 países (más otros que no son miembros de la UE pero la han adoptado como circulante). Como unidad fiduciaria es la misma para todos, pero en la práctica la única integración de los mercados digitales minoristas es la que ofrecen dos empresas extraterritoriales, lo que se considera como una carencia del modelo de construcción europea.

Otro punto clave – y fuente de controversia – es cómo van a participar los bancos privados invitados a distribuir el euro digital. Y cómo se regularán las comisiones para que su participación sea rentable. Técnicamente, el modelo de distribución ya está definido, lo que no significa que satisfaga a todos: los bancos y otras  entidades intermediarias se van a encargar de reclutar usuarios y de proporcionar un monedero virtual a quienes cumplan los requisitos (ser ciudadanos o comercios europeos o no residentes que tengan cuentas abiertas en un banco europeo) y no incurran en sospechas de blanqueo, entre otros.

El formato será un monedero digital que se cargará con una cantidad de euros por determinar; ha sido desarrollado dentro del ecosistema y será puesto a disposición de los bancos para que lo incorporen a su oferta de apps. Está previsto un modelo de marca blanca para los que no tengan capacidad o voluntad de desarrollo, pero cada banco podrá identificar su monedero como suyo. Algunos han adelantado sus reticencias acerca del límite que podría atesorarse en un monedero: según el proyecto, entre 1.000 y 3.000 euros. No es una discusión baladí, ya que cuántos menos euros, mejor será para los intermediarios.

¿Cómo se explica?. El euro digital será un medio de pago, no una forma de inversión o de ahorro. A diferencia de los depósitos, que son un pasivo de cada banco sobre el que este puede ofrecer crédito, los euros digitales serán un pasivo del BCE que cada entidad asignará a la cuenta de su cliente. El banco gestionará la aplicación, pero el dinero no aparecerá en su balance, por lo que no podrá  hacer ninguna transacción con esos euros. Supone el BCE que los intermediarios, podrían aguzar la inventiva para desarrollar servicios de valor añadido sobre este medio de pago. Teóricamente, porque de momento a los bancos les preocupa otra cosa: cómo van a ser compensados por su papel como distribuidores.

El proyecto ha seguido desde el principio como criterio facilitar la innovación de nuevos servicios. Pero que esa innovación, a cargo de entidades privadas, tenga una base única que evite la fragmentación de iniciativas entre sistemas de pago que “no se hablen entre ellos”.

A propósito de base única: no necesariamente – por no decir aún que está descartado – la tecnología de blockchain será fundamento del eurodigital como lo es en las criptomonedas más comunes. El BCE no ha predeterminado qué tecnología propondrá finalmente, pero reconoce que las necesidades del proceso de liquidación bancaria lo hacen poco probable. Blockchain es una tecnología concebida para generar confianza, pero una CBDC requiere una escalabilidad para la que un sistema descentralizado parece desaconsejado.

El BCE ha llevado la elaboración técnica hasta un punto de detalle que deja las decisiones políticas a las instituciones de la UE. Un elemento que dará mucha tela que cortar es la privacidad de los datos, asunto este que ha dado pie a la circulación de bulos sobre supuestas intenciones ocultas en el proyecto europeo. Panetta ha respondido en varias entrevistas que “los intermediarios, obviamente, están obligados a cumplir la prolija legislación europea sobre la custodia de los datos de sus clientes; en cuanto al BCE, no recogerá ni almacenará más datos que los estrictamente necesarios para que el sistema funcione”.

El euro digital forma parte de una corriente dispar. A finales de 2022, diez países – además de la amalgama europea – tenían en marcha sendos proyectos de CBDC (Central Bank Digital Currencies) y otra treintena habían completado estudios preliminares de factibilidad, constata un informe del Banco Internacional de Pagos (BIS). En ese paisaje, las tres monedas que son consideradas como de reserva – dólar, euro y yuan – presentan grados muy distintos de implementación de sus versiones digitales.

La más avanzada es el e-yuan chino, cuyo primer proyecto se formuló en 2014 y cuya penetración actual se calcula en el 0,13% del circulante en el gigante asiático. Para las autoridades de Pekin, la moneda digital tiene, entre otros objetivos, el de contrarrestar con un sistema de titularidad pública la popularidad que han alcanzado dos sistemas de pago privados: WeChat y Alipay.

En Estados Unidos, la hipótesis de un dólar digital, de por sí compleja por la estructura de competencias regulatorias, se ha mezclado torticeramente con la aguda discusión sobre las criptomoneda, que tienen partidarios y detractores. La desinformación ha jugado un papel en esa discusión: circula una campaña con el mote de Bidencoin, que trata de desacreditar una idea que, en ningún caso, depende ni ha sido inspirada en la Casa Blanca.

En el caso de Reino Unido, la propuesta de e-pound, que originalmente fue pensada como un pilar del Brexit, ha sido víctima de la inestabilidad de los gobiernos conservadores y hoy vegeta como una hipótesis de trabajo de un equipo de funcionarios del Banco de Inglaterra. Igual a ha ocurrido en Suecia, donde el proyecto de corona digital (e-krona) elaborado por el Riksbank, ha sido congelado por discrepancias en el seno de la coalición de gobierno.

Indirectamente, estas experiencias son un toque de atención. El euro digital tiene por delante dos  procedimientos paralelos: la definición técnica final y la decisión política. En lo que concierne al Banco Central Europeo, la convicción no flaquea.

[versión ampliada del texto publicado en La Vanguardia el 8/06]


Contacto Suscríbete RSS


Sobre el autor. Copyright © 2024 El dominio norbertogallego.com es propiedad y está administrado por Diandro SL. B85905537. Creative Commons