Las gigantescas inversiones en centros de datos inducidas por la euforia sobre la inteligencia artificial son una fiesta para los medios, a la vez que atemorizan a los inversores. Algunos empiezan a dudar de su rentabilidad a corto y medio plazo. Ciertos países (y regiones), en lugar de seguir la corriente, ponen freno a la expansión indiscriminada de centros de datos, por considerar que no son ambientalmente sostenibles y quizá no lo sean económicamente, al devorar un exceso de energía eléctrica y agua. En las últimas semanas se ha notado una cierta volatilidad de las acciones vinculadas a este negocio, señal inesperada de nerviosismo en Wall Street, que hasta ahora se había dejado llevar.
Hay actualmente en servicio un millar de centros de datos de gran tamaño (hiperescalares, los llama la jerga del sector) y la consultora Synergy Research estima que la cifra podría duplicarse en los próximos cuatro años. A nadie le ha parecido exagerado. Los 120 o 130 centros de datos que se construyen cada año no hacen aumentar la capacidad anual por una suma elemental, sino que son de mucho mayor tamaño que los ya construidos y optimizados. Sus usos principales son la HPC (computación de alto rendimiento, o supercomputación) y las tareas de aprendizaje e inteligencia artificial generativa (AIGen) esperando que en no mucho tiempo se incorpore la computación cuántica (siempre que alguien financie sus casos de uso).
Tres tecnológicas estadounidenses (AWS, Microsoft y Google) suman el 60% de la capacidad total de estos centros de datos hiperescalares: un poco más AWS que Microsoft y ésta más alejada de Google. Los cinco siguientes operadores, con otro 30% de la capacidad global, son los chinos Alibaba, Tencent y Bytedance (TikTok), en compañía de los estadounidenses Meta Platforms y Apple. El resto – incluídas europeos, japoneses e indios – representan sólo el 10% del total. Por regiones, el 51% de la capacidad – medida en megavatios, según Synergy – se concentra en Estados Unidos, dejando a China y Europa con el 16% cada una.
El ritmo de construcción de estos centros de datos se ha acelerado, espoleado por la euforia de la AIGen, especialmente por AWS y por Microsoft. Hace pocos días, el 7 de mayo, la primera anunció una inversión de 9.000 millones en Singapur para ampliar sus servicios en el sudeste asiático; la compañía ya había invertido 8.500 millones también en Singapur.
La misma filial de Amazon anunció a principios de año otras inversiones en centros de datos: 15.000 millones de dólares en Japón, más de 5.000 millones en México y otros tantos en Arabia Saudi en los próximos años; en 2023 ya dijo que invertiría casi 13.000 millones en la India hasta 2030. Esta demostración de potencia financiera es la manera de AWS para no perder el paso frente a Microsoft y Google, las dos compañías más destacadas en aplicaciones de la AIGen.
Casi al unísono del anuncio de AWS sobre Singapur, Microsoft daba a conocer una inversión de 3.300 millones de dólares en la construcción de un nuevo centro de datos en Wisconsin. El anuncio fue solemnizado por la presencia del presidente Biden, necesitado de votos en ese estado, donde en la campaña de hace cuatro años Donald Trump presumió de los 10.000 millones que iba a invertir Netflix, de la que todo ha quedado un comunicado de la compañía asegurando que “seguirá creciendo” en Wisconsin.
Sigue el relato y sigue la cuenta. A mediados de febrero, el presidente de Microsoft, Brad Smith, tras un encuentro con el canciller Olaf Scholz, anunció que su compañía invertiría hasta 2026 en Alemania 3.200 millones de dólares para duplicar su capacidad de centros de cálculo en el país. Ha de tenerse en cuenta que Microsoft ha llegado a acuerdos con Daimler Benz, Siemens y Bayer para aplicaciones de IA en sus respectivas industrias. En una visita al sudeste asiático, el CEO Satya Nadella prometió invertir 4.000 millones de dólares en infraestructura cloud e IA en Malasia e Indonesia, así como un centro de datos en Tailandia.
En España, se dan los últimos pasos para la concreción en dos regiones – una para dar servicio a España y otra al sur de Europa – además de un campus de centros de datos en Aragón. Hacer la suma de las cuantías anteriores carece de interés real porque a) son sólo una parte del total y b) seguirán aumentando con el paso de los meses.
Por otra parte, Google y Meta Platforms no han hecho últimamente anuncios tan espectaculares en infraestructura de centros de datos, pero sí en el desarrollo de sus planes de IA, que necesariamente van a suponer cuantiosas inversiones.
Desde que OpenAI lanzó hace año y medio la versión mejorada de ChatGPT, las inversiones relacionadas con la IA se han acelerado, así como la cotización de las grandes tecnológicas involucradas, insensibles a los cuestionamientos sociales. Su respuesta, en todos los casos, ha sido elevar las inversiones en infraestructura y en desarrollo de aplicaciones que redundarán en el mismo efecto.
Desde finales de abril, los llamados “siete magníficos” que más habían subido han sufrido bajadas en sus cotizaciones, lo que no significa que el fenómeno sea atribuible a la IA (más bien, ha servido de colchón). En cualquier caso, los aires de casino que han adoptado las bolsas neoyorquinas han motivado un nuevo discurso de los analistas. Según el Wall Street Journal, no pocos inversores están nerviosos por el nivel que han alcanzado los recursos destinados a montar centros de datos sin que se vea clara la rentabilidad a corto plazo, que a ellos es casi lo único que les importa. De todos modos, es una señal tenue: Microsoft – la mayor capitalización bursátil – y Amazon son las menos afectadas y sus resultados del primer trimestre han sido excelentes.
[informe de Lluís Alonso]