21/10/2024

Por qué hablar de 6G si 5G aún está inconcluso

Empiezan a aparecer con llamativa frecuencia textos que pregonan las ventajas de la telefonía móvil 6G, a pesar de que su disponibilidad en el mercado en ningún caso sería posible en menos de seis años. La consultora estadounidense Dell´Oro anticipa que la inversión en adaptar las actuales redes 5G a la tecnología 6G podría representar un gasto anual de 30.000 millones de dólares en 2033, suponiendo que los estándares estuvieran acabados en 2030. La consultora, poco notoria para el profano pero respetada en el sector de las telecomunicaciones, asegura que los operadores están recortando sus inversiones en infraestructuras 5G y en banda ancha fija, en principio, por razones  financieras.

Los problemas por superar son diversos. Pero, entretanto y según la misma fuente, los operadores han agudizado en la primera mitad del año su declive inercial, con una reducción del 11% interanual y se prevé que las inversiones serán ligeramente negativas (-2% de media) hasta 2026. Incluso China e India, tan expansivas, han desacelerado su capex porque, según el melindroso lenguaje del informe, “las dificultades que encuentran para monetizar las nuevas tecnologías están afectando el apetito de riesgo y la ratio de intensidad de capital  para períodos prolongados”.

Este malestar es manifiesto, pero hay más cuestiones en juego. Una: 6G está aún en pañales y el 3GPP, organismo de la UIT que elabora los estándares, apenas ha comenzado sus trabajos preparatorios. Dos: 5G no ha cumplido todavía con las prestaciones prometidas hace cinco años. Tres: 5G SA (stand alone), la vertiente más reciente de la quinta generación, se va extendiendo lentamente, tanto que en este momento China es el único mercado que ha reconvertido por completo sus redes. Y cuarta, un apunte geopolítico el veto a Huawei no impide que esta siga haciendo negocio en Europa gracias al mantenimiento  de sus instalaciones  anteriores, que siguen siendo imprescindibles para que funcione 5G. O sea: mucho cuidado con lo que se hace – y lo que se dice – acerca de la secuencia generacional.

Quedan todavía muchas posibilidades de 5G por implementar, no tanto en el consumo – que también – como en las comunicaciones de empresa y en las redes privadas, con lo que todos se han lanzado de buena gana a por estos mercados. Otra cosa sería que, por ejemplo, se generalizase el uso de dispositivos de realidad virtual, cosa que ahora mismo nada garantiza: en tal caso, el tráfico por las redes se dispararía y, en tal caso, no es descartable que en el 2027 los operadores se encontraran con un déficit de capacidad.

Otra opción sería el mercado de healthcare, tristemente banalizado por el marketing. Bien estructurado, debería ser una potente fuente de negocio para las telecos – y para los fondos que las controlan – creando una demanda adicional de infraestructura, pero de momento está en mantillas.

Naturalmente, habrá que convencer a los accionistas, tarea ingrata para cualquier CEO de una teleco. En cuanto a los proveedores de equipos de red – Ericsson y Nokia, pero también Samsung y Huawei – discrepan de sus clientes operadores, reticentes a las presiones para  invertir más de lo imprescindible en  infraestructuras. Un lobby de estos, la alianza conocida como Next Generation Mobile Networks, ha advertido que ”6G no necesariamente ha de entrañar  una sustitución radical del hardware 5G instalado: muchas de sus innovaciones podrían integrarse vía software aprovechando elementos ya existentes en las redes”. Los proveedores nombrados están en ello, pero no es menos cierto que se va abriendo mercado para las compañías de TI, entre ellas Dell y HPE, con imaginativos modelos de negocio.

Esta descripción es válida hoy mismo, pero podría cambiar próximamente, en la medida que la inteligencia artificial penetre en las telecomunicaciones. Y todo indica que será pronto. Se presupone que la IA incrementará el tráfico de las redes a la vez que modificará su comportamiento.

En el trasiego actual de datos por las redes de comunicaciones prevalece el tráfico descendente (downlink) debido a la constante descarga de aplicaciones y contenidos, pero la IA implicará un sesgo en favor del  tráfico ascendente (uplink). Un ejemplo perfecto lo ofrece el coche conectado: los datos generados por los vehículos deberían subir a la nube donde se procesarían y, dicho sea de paso, se entrenarán masivamente los algoritmos. Una hipótesis atractiva, ¿verdad?

[publicado en La Vanguardia el 20/10]


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