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  24/01/2024

Otros cuatro años para armonizar el espectro

Si es difícil para el profano comprender las ondas electromagnéticas, tanto o más lo es asimilar la economía del espectro radioeléctrico, un asunto que sólo salta a los medios cuando los estados nacionales subastan frecuencias para la telefonía móvil. Cada cuatro años, toca superar los desencuentros geopolíticos de cada momento, antes de empezar a preparar la siguiente ronda de un ciclo cuatrienal. En 2023 tocaba en Dubái – la elección de un petroestado nunca es casual – con dos grandes asuntos a debate: la transformación que viven las comunicaciones satelitales y la normalización de las bandas asignadas a 5G, antes de acelerar la puesta en marcha de 6G.

No eran los únicos asuntos de relieve en la agenda de una conferencia, la WRC-23, cuyas raíces se remontan a un tratado suscrito en 1906. Pero la irrupcion de nuevos actores en el primer caso, con ansias de oligopolio – un tal Elon Musk y Amazon Web Services – y la confrontación entre Estados Unidos y China en el segundo asunto, hacían presagiar un ambiente por lo menos tenso.

La Unión Internacional de Comunicaciones (UIT) y su secretaria general, Doreen Bogdan-Martin, salieron bien paradas del trance con buena nota, contra lo que muchos vaticinaban. “Nos encontramos en un punto de inflexión en la historia tecnológica y las radiocomunicaciones son uno de los puntos clave de la agenda”,  resumió Bogdan-Martin. Es una frase hecha, pero veraz. De una gestión equitativa del espectro y dar una solución al reparto de las órbitas satelitales dependen de equilibrios geopolíticos muy delicados.

Que se hayan salvaguardado no quita que sean por naturaleza litigiosa. La carrera espacial es un un juego de largo alcance, cuyos protagonistas han cambiado en los últimos años: se enfrentan sin disimulo dos modelos de prestación de servicios de telecomunicaciones pero, por varias razones, los operadores tradicionales han conseguido dar largas a la flota de SpaceX y al proyecto Kuiper, de AWS.

Los dos bandos están perfectamente definidos. Por un lado, los satélites de órbita geoestacionaria (OSG) que históricamente han prestado los servicios de telecomunicaciones espaciales y, por otro, los satélites de órbita no estacionaria (NGSO). En este segundo se concentran los operadores recién llegados, que “han roto la cadena de valor, porque ellos lo hacen todo” y tienen fuerza y recursos para forzar las reglas de juego en su favor.

Los sistemas NSGO llegan con promesas de conectividad de alta capacidad y muy baja latencia incluso en lugares remotos, lo que sirve para reforzar el argumento de que contribuyen a los objetivos de desarrollo sostenible de conectividad universal. Su cualidad frente a los OSG reside en que mientras estos se basan en grandes satélites aparentemente estáticos, los NGSO se construyen como constelaciones de pequeños vehículos en órbita terrestre baja (LEO), moviéndose a gran velocidad.

Una cuestión divisiva manchó las discusiones técnicas sin que nadie quisiera llegar a un conflicto abierto. Las regulaciones existentes, establecen una serie de limitaciones en la Densidad de Flujo de Potencia Equivalente (Equivalent Power Flox Density o DFPE) en las bandas de frecuencia Ka y Ku que, básicamente, restringen la cantidad de energía (señal) que los NGSO emiten al transmitir datos, para evitar que generen interferencias en perjuicio de los OSG. El problema está en que esta norma, incorporada al Reglamento de Radiocomunicaciones de la UIT, tiene más de un cuarto de siglo, cuando la tecnología de los NSGO no se vislumbraba ni de lejos.

La coexistencia entre dos modelos se traduce en un conflicto latente entre distintas visiones del mercado. Amazon ha creado una Alianza para la Banda Ancha Satelital como instrumento de cabildeo para defender su punto de vista: esas limitaciones le imponen reducir la capacidad de sus satélites, infrautilizan el espectro disponible y obstaculizan la llegada de conectividad a zonas remotas (rurales) por lo que acaban repercutiendo costes mayores sobre los consumidores.

En esencia, lo que sostiene Amazon es que los límites DFPE han perdido su sentido técnico original para convertirse en una barrera que adultera la competencia en el mercado de conectividad de banda ancha, el negocio al que aspira. Soportan sus afirmaciones en informes según los cuales rebajar esos límites podría aumentar la capacidad de banda ancha hasta en un 180%.

Así las cosas, la WRC-23 se ha saldado con los reguladores contemplando la posibilidad de relajar el límite de potencia, encargando nuevos estudios que deberán presentarse en la conferencia de 2027, lo que en la práctica se ha interpretado como forma de alejar las conclusiones cuatro años más, hasta 2031.

Con su proyecto Kuiper, Amazon prevé poner en órbita más de 3.200 satélites NSGO, mientras SpaceX y su asociada Starlink, ambas a iniciativa de Elon Musk, ya cuentan con más de 5.000 satélites en el espacio. Esta compañía ha movido ficha ante la Federal Communications Commission (FTC) de Estados Unidos con una carta en la que expone la urgencia de aumentar la capacidad y la potencia autorizada de los NSGO a tiempo para 2027, sin esperar más a la UIT.

Los operadores tradicionales como Viasat- siempre combativo – han puesto el grito en el cielo, negándose tajantemente a que se altere la DFPE en 2027 (ni tampoco en 2031, si por ellos fuera] considerando que esos plazos desalentarían a los inversores y serían un freno a la innovación. Otro actor de peso en el mercado, Intelsat, va en la misma línea pero con menos beligerancia: opina que la posibilidad de que se toquen los límites es complicada y llevará más años.

Por otro lado, la numerosa delegación estadounidense ante la WRC-23 aprovechó para proponer la elaboración de un marco previo y la identificación de espectro para las comunicaciones en la Luna, que la UIT se ha comprometido a tomar en consideración para las comunicaciones en la superficie lunar y entre la órbita y la superficie del satélite de la Tierra.

En otro plano, la WRC-23 dejó definido el marco para que los OSG de banda Ka comuniquen directamente con terminales móviles o con estaciones terrestres en movimiento (ESIM). Ha quedado aprobado el régimen en el que unos y otros actores podrán suministrar servicios de banda ancha a aeronaves, barcos y otros vehículos en movimiento. Un añadido a la agenda abre la posibilidad de que los futuros NSGO puedan conectar las ESIM en las bandas Q y V para nuevas aplicaciones no identificadas.

Ha habido muchos y muy variados asuntos en la agenda. Pero la atención de las delegaciones gubernamentales se ha enfocado en los satélites y en las condiciones de desarrollo de la nueva generación de comunicaciones móviles. Pudo haber distinto grado de urgencia entre representantes de los operadores y de la industria, pero prevaleció el acuerdo en lo esencial. Una indicación es la decisión de aprobar la apertura de abrir parcialmente la llamada banda 6 [6,425-7,125 GHz] como expansión de las usadas para los servicios de 5G-Advanced en la segunda mitad de la década. La GSMA lleva tiempo reclamando que es el único tramo de banda media en el que queda disponible espectro para responder al crecimiento del tráfico de datos. En sus cálculos, esta organización afirma que se necesitará espectro medio para satisfacer la demanda en 2030 .

La geopolítica estuvo bien presente en las cuatro semanas de debates en Dubái. Estados Unidos trata de mantener la iniciativa. Ya en 2020, la FCC reservó toda la banda de 6 GHz – como ha hecho Corea del Sur – para WiFi y otros usos no licenciados, pese a la oposición de su propia industria. Sin embargo, la actual presidenta de ese órgano federal, Jessica Rosenworcel, se fue de Dubái convencida – o eso dijo – de que las decisiones tomadas favorecen la innovación en el uso del espectro. Lo mismo piensa, la Wi-Fi Alliance, por cierto.

Visto lo visto, la delegación estadounidense cree haber parado los pies a China, que pretendía que la banda de 6GHz – utilizad para las redes 5G en este país –  estuviera disponible para los móviles a escala global. De haber pasado esta posición, la Casa Blanca temía que salieran reforzadas Huawei y ZTE en las redes actuales y en las futuras.

Como guía para el desarrollo de un futuro estándar 6G, se llegó al acuerdo de trasladar a la WRC-27 la reserva de la banda de 7-8,5 GHz. Es significativo, porque se alinea con la propuesta de Ericsson y otros en relación a la fase incipiente de estas futuras redes.

La agenda deja encomendada para la WRC-27 figura el espectro para 6G, señal de que se ha avanzado poco en las posiciones mantenidas por Estados Unidos y China, respectivamente. Las bandas candidatas son las siguientes: 3100-3300 MHz, 3800-4200 MHz; 7125-8500 MHz, 12,7 – 13,25 GHz y 14,75-15,35 GHz.

En realidad, el debate en Washington prosigue en torno a la banda de 3 GHz: la industria la quiere para expandir sus servicios a la vez que el departamento de Defensa advirtió que una parte de ella le es necesaria para operar sin interferencia su red de radares: el sistema de combate Aegis, que funciona en 3 GHz. Washington ha obtenido el compromiso de que cualquier país vecino que quiera utilizar esa banda para el despliegue de servicios 5G tendrá que negociar previamente con Estados Unidos

En lo que concierne a Europa, con intereses en la banda UHF, se convino una atribución móvil secundaria entre 490 y 694 MHz, lo que significa que se podrán desplegar servicios siempre y cuando concluya la revisión de sus planes de normalización de la TV en 2025.

Cuando no se ha terminado de digerir la WRC-23, las miradas ya están puestas en la cita de 2027 y, más a largo plazo, en la de 2031. Está en juego la sostenibilidad de las telecomunicaciones en un mundo que, como ha quedado demostrado, tiene absoluta necesidad de seguir avanzando en la conectividad universal. Trufada, desde luego, con intereses empresariales y geopolíticos.

[informe de David Bollero]


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