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Cuentan que Tim Cook se ha defendido bien en su comparecencia – voluntaria – ante un comité del senado de Estados Unidos. Ante las abrumadoras evidencias del informe previo sobre las prácticas tributarias de la compañía, ha salido del paso con una postura delicada de sostener: como no iba a negar que Apple aplica desde hace décadas un esquema que le ha permitido ahorrarse miles de millones en impuestos, lo atribuyó al éxito de sus productos en los mercados internacionales. De hecho, nadie le ha acusado de ilegalidad, pero será difícil convencer a la opinión pública de que es tan moral como legal
¿Opinión pública, he dicho? Personalmente, dudo mucho de que a los compradores de un iPhone les importe un pimiento dónde van a parar los tributos incluídos en el precio (preferirían que no hubiera impuestos o mejor, que los móviles cayeran del cielo). El esquema de ingeniería fiscal se puede simplificar así: los ingresos de Apple tienen básicamente dos destinos: California, por sus ventas en Estados Unidos, e Irlanda por lo que concierne a sus ventas en el resto del mundo. En EEUU paga rigurosamente lo que le corresponde (en principio, 35% de impuesto de sociedades, sin considerar desgravaciones), mientras en Irlanda es igualmente rigurosa, con la diferencia de que la isla celta es un limbo fiscal, en el que el coste tributario ha sido igual a cero entre 2009 y 2012, período en el que la sociedad instrumental Apple Operations International – tan instrumental que no tiene ni un empleado – facturó unos 30.000 millones de dólares. Dinero que permanece anclado fuera de Estados Unidos, para evitar el tributo obligado por su repatriación.
O sea que el asunto va mucho más allá del éxito de sus productos. Los críticos de Apple y de esta forma de proceder, tan común en las multinacionales, sostienen la necesidad de cambiar un sistema que les parece abusivo. Algunas multinacionales reclaman una moratoria que les permita repatriar activos sin pagar el tributo vigente, otras – entre ellas Apple – piden una reforma en profundidad; Tim Cook se ha mantenido impávido en que Apple paga hasta el último céntimo que le corresponde según la ley. La cuestión es ¿a qué ley atenerse?
En la práctica, Apple ha quedado atrapada – su ostentación no ayuda, por cierto – en medio de una batalla política entre dos corrientes doctrinarias. Una, formada por los republicanos ultraliberales y del Tea Party – que tratan de resarcirse en el Capitolio de la derrota de Romney – para quienes todo obedece a la voracidad fiscal del estado, que debería reducir drásticamente su déficit y su deuda recortando gastos (sociales, de preferencia) y rebajando impuestos. Esto – según ellos – permitiría crear muchos miles de empleos. La posición opuesta, en la que se alinean tanto demócratas como republicanos moderados, recuerda que cuando George W. Bush aplicó una suerte de amnistía fiscal con argumentos similares, actuó como incentivo para desplazar producción y empleos fuera de Estados Unidos. Esta discusión, como es evidente, tiene largo recorrido, y tendrá repercusiones en Europa.
Si una potencia quiere dominar el mundo, como es el caso de Google, necesita un ejército, que en el caso de Google ha de estar compuesto por desarrolladores de aplicaciones. Y asegurarse, hasta donde sea posible, que sean insensibles a las tentaciones del enemigo, que persigue los mismos objetivos. A diferencia de años anteriores, en los que algún gadget funcionaba como imán mediático, la conferencia Google I/O de 2013 ha sido lo que dice ser, un cónclave de desarrolladores. El año pasado, el protagonismo mediático fue usurpado por el anuncio del Nexus 7; en 2013 todo ha girado en torno a los nuevos servicios de Google, cuyo despliegue y expansión requiere la contribución de aquéllos. Leer más
Hay dos razones por las que la intención de Yahoo de comprar Tumblr ha sido noticia destacada de la semana. Primera: es la primera adquisición de envergadura (1.100 millones de dólares) de Marissa Mayer desde que se incorporó como CEO de una compañía cargada de problemas pero con razonable liquidez. Segunda: la transacción desvela dos componentes de lo que puede ser la estrategia de Mayer: contenidos generados por los usuarios, y captación de un público de veinteañeros a los que el nombre de Yahoo no les dice nada.
Tumblr, descrito equívocamente como un sitio de microblogging es, en realidad, un medio por el que sus usuarios intercambian fotos, vídeos y animaciones. Fuentes independientes han calculado que tiene entre 30 y 50 millones de usuarios activos, y que sus ingresos del 2012 oscilaron entre 5 y 15 millones de dólares. A simple vista, tiene un serio problema de monetización de tráfico, y es una incógnita cómo piensa resolverlo Yahoo. Es obvio, que no va a por sus ingresos, sino a por sus millones de usuarios, pero esto no hace más que subrayar lo disparatado de la cifra: se puede entender que la señora Mayer esté desesperada por encarrillar Yahoo con iniciativas propias, pero ¿no estará pagando un alto precio por apoderarse de un chiringuito cool en el que «otros» no han mostrado interés?
La transacción no está consumada todavía, pero desde ya sugiere algunos problemas. Uno es el carácter subido de tono – cuando no pornográfico – de muchos de los contenidos que comparten sus usuarios, lo que obligará a Yahoo a mantener la nueva propiedad aislada de su audiencia tradicional y, quizá, de su captación publicitaria. Otro problema es que podría estar confiando demasiado en lo que David Karp, el espabilado fundador de Tumblr, llama «la comunidad»: la lealtad de los usuarios está lejos de ser segura, y se sospecha con mucho fundamento que los adolescentes son gente, a ver cómo lo digo sin ofender… voluble.
Los críticos de la operación han mencionado varios antecedentes. 1) hace años, Yahoo compró Flickr y aún sigue sin saber qué hacer con esa incómoda propiedad; 2) las compras de Bebo por AOL y la de MyScape por News Corp acabaron en sonoros fracasos. No obstante, es comprensible que a Marissa Mayer le apetezca repetir la brillante experiencia que vivió como directiva de Google: la absorción de YouTube. Pero la comparación se antoja, como poco, exagerada.
Aquellos que viven pendientes del último tuit sobre el último producto anunciado o por anunciarse, pueden haberse perdido un detalle que para este blog es importante: Microsoft ha alcanzado en bolsa su cotización máxima de los últimos cinco años: 35 dólares por acción [por cierto, no es una excepción, lo mismo ocurre con Google]. Las vueltas que da la vida: hace un año, la estrella era Apple.
Desde luego, no es seguro que Microsoft aguante allá arriba hasta finales de junio, cuando cierre el ejercicio 2013, pero en principio las próximas semanas podrían serle favorables. Desde una visión superficial (y prejuiciosa) sería una contradicción flagrante con las malas noticias que suben a titulares cuando se escribe sobre Microsoft (o sobre casi cualquier cosa, es que somos muy críticos). Pues vale, algunas malas noticias son ciertas: Windows 8 no sólo no ha frenado la caída de ventas de PC sino que, a juicio de IDC, ha actuado como acelerador. Sin embargo, las notas de analistas subrayan la rapidez de reacción de Microsoft como un cambio de actitud ante sus problemas, y este sería – dicen ellos – uno de los factores que explicarían el ascenso de la acción en coincidencia con el preanuncio de la actualizaparición Windows 8.1. Ahora bien, que esto sea suficiente para vender más PC es muchíiiiismo más dudoso.
Hablábamos de bolsa. Hasta marzo, los inversores en Microsoft han tenido satisfacciones que el usuario y el bloguero desconocen. En el tercer trimestre, sus ingresos fueron de 18.800 millones de dólares, un 8% de incremento en un año de crisis. E incluso la división Windows (4.600 millones) cerró el período con porcentaje plano, mientras las ventas de PC se hundían [ya he escrito aquí por qué no hay que mezclar las dos magnitudes]. Por otro lado, es evidente que Windows Phone no levanta cabeza – algo tendrán que inventar – pero los ingresos de la división que lleva el negocio de cloud llevan buena marcha; hoy se presentará la nueva Xbox, en la que se ponen muchas esperanzas. En resumen, que lo que resta del año fiscal 2013 parece salvado.
Pues eso, hablábamos de bolsa. La acción de Microsoft carga la fama de una cotización sin sobresaltos en la última década; para unos es bueno, para otros decepcionante, allá cada cual. Pero es sabido que el precio de la acción no es el único rédito del inversor, y los que entienden del asunto me dicen que de la política de dividendos de Microsoft nadie se queja. También me dicen que el precio actual representa un múltiplo de 11,5 veces los beneficios esperados del año fiscal, lo que sería muy barato en las condiciones del mercado. Finalmente, todo lo anterior me lleva a una conclusión: Microsoft se la juega a cara o cruz con Windows 8.
No había buen rollo entre los analistas tras los flojos resultados en cadena de las empresas especializadas en networking [Brocade, Riverbed, Aruba, Rukus, e incluso Juniper]. Tal vez por esto se quedaron cortos en sus previsiones sobre el tercer trimestre de Cisco. Su error consistió en que Cisco no juega exclusivamente en esa liga, que representa el 47% de su negocio. El trimestre febrero-abril lo ha cerrado con un elocuente incremento del 5,4% en los ingresos (12.200 millones de dólares) y un excepcional aumento del 14,5% del beneficio neto. Y los inversores, que se habían dejado guiar por los analistas, lo han celebrado elevando la acción a su precio más alto desde octubre del 2010.
John Chambers, el incombustible CEO de la compañía, atribuyó la buena marcha de Cisco a «los primeros síntomas de que la economía mundial está reaccionando». No es la primera vez que lo dice, ni la primera que se equivoca. Es cierto que la economía norteamericana mejora, y que en Estados Unidos recoge el 58% de sus ingresos (el aumento trimestral fue del 7%), pero no lo es menos que Europa sigue en crecimiento plano, por mucho que Chambers ya la vea despegando. Los mercados asiáticos, el chino en particular, muestran una inquietante parsimonia.
La clave está en la diversificación que Cisco emprendió hace tiempo, en una carrera frenética de adquisiciones. En el tercer trimestre dio un extraño giro: compró una empresa israelí y dos austríacas, pero aun así su liquidez sigue subiendo fuera de Estados Unidos. Las áreas de mayor crecimiento de Cisco han sido las que se apartan de su tradición: cloud aumentó un 77% y wireless un 27%.
Cisco se distancia de sus competidores tradicionales con nuevas apuestas. Si las compras de Meraki (mobilidad) y NDS (servicio de vídeo) responden a lo esperado, los frutos empezarán a verse el próximo año fiscal. Un área que está siendo observada con atención es SDN (software-defined networking), en la que Cisco ha pasado de una actitud defensiva inicial a plantearse que el liderazgo es posible. Con este refuerzo, más el éxito de sus servidores, se aseguraría una posición competitiva en el mercado de los datacenter y el cloud. El punto flaco que revelan las cifras del tercer trimestre – y no por primera vez – es su oferta de seguridad end-to-end. A nadie extrañaría que hiciera una adquisición en los próximos meses.
Tiene EMC una curiosa costumbre: encuentra nombres imaginativos para bautizar sus proyectos en desarrollo, y luego estropea la faena denominando los productos con siglas horribles, que con frecuencia empiezan por V. Durante dos años, el líder de almacenamiento había dejado saber que sus ingenieros trabajaban en un llamado Proyecto Bourne [¿cómo no imaginar a Matt Damon recuperando la memoria?]. De Bourne no volverá a hablarse: el fruto de los trabajos se ha conocido en el EMC World de Las Vegas, donde se anunció como ViPR (pronúnciese viper). Un portavoz se apresuró a aclarar que no es un acrónimo, tal vez para cortar la broma que flotaba en el aire [viper significa víbora, en inglés]. Leer más
Durante décadas, en las escuelas de negocios se han predicado lecciones variadas acerca de Sony, y se han escrito algunos libros infumables (tengo un par de ellos en algún lugar de mi biblioteca). Del gigante electrónico de los 60 se temió que llegara a hacerse demasiado fuerte y arrasara con la industria americana. Con el tiempo, sería víctima de su incapacidad para competir con los coreanos en el negocio de la televisión y para emular el modelo de integración aplicado por Apple. Se añadieron luego los múltiples dislates de la economía japonesa – esa deflación que por aquí llaman austeridad – pero entretanto aquellos profesores que alertaban sobre la hegemonía nipona, se han jubilado.
Por primera vez en cinco años, Sony Corp. ha cerrado un ejercicio con beneficio neto, tiene un nuevo CEO, Kazuo Hirai, y el actual experimento de Abenomics estimula sus exportaciones tras años de caída. Entretanto, ha cerrado fábricas a mansalva y ha prescindido de 10.000 empleos. Hirai dice tener un plan, y parece que, por fin, el viento sopla a favor [lo mismo que a otras empresas japonesas, ya se verá]. La acción ha doblado su valor desde enero.
En esas aparece un tiburón de Wall Street, un tal Daniel Loeb, se planta en Tokio con el poder que da la posesión de 1.100 millones de dólares en acciones, y presenta gentilmente su propio plan para «fortalecer Sony». En dos puntos: sacar a bolsa un 20% de la división entertaiment (cine, televisión y música); con la recaudación, reforzaría el capital de Sony Electronics para ser competitiva; segundo punto: esta rama debería exterminar de su catálogo los productos problemáticos (¿hay alguno que no lo sea?) pero Loeb evita precisar qué hacer con la línea de televisores, que Hirai se ha comprometido solemnemente a rescatar de sus pérdidas.
Lo más probable es que no se haya dicho todo lo que hay. Loeb sabe que no sería bien recibido en Tokio si llevara en la mano una propuesta de desmembrar la rama de entretenimiento (rentable y con activos muy valiosos) segregándola rotundamente del tronco para – imaginamos el argumento: devolver valor al accionista.
Posiblemente no llegue mucho más lejos. Pero las ideas de Loeb no están tan lejos de las que con cierta frecuencia plantean otros predadores como Carl Icahn – ahora empeñado en descarrilar los planes de Michael Dell – y presentan al menos un rasgo original: es la primera vez que un accionista estadounidense – minoritario aunque no desdeñable – se atreve a marcar, siquiera sibilinamente, la línea de acción que debe seguir una gran corporación japonesa. Lo explicarán en clase como un fruto de la globalización, y el profesor dirá que así son las cosas.
Richard Waters, jefe de la oficina del Financial Times en San Francisco, ha escrito una crónica bienhumorada, y certera, acerca de los hombres de negocios europeos que «peregrinan» al Silicon Valley – en busca de ideas inspiradoras que pudieran aplicar a su regreso, una semana después. Al término de la visita, bromea Waters, muchos sienten que han pasado por una experiencia casi espiritual, pero las posibilidades de que lo vista y aprendido les sea de verdadera utilidad en sus países, son escasas. Es lo que suele llamarse ´brecha cultural´: pocas compañías están preparadas para responder con presteza al reto de los nuevos modelos de negocio.
Los visitantes suelen llegar en grupos organizados, y el movimiento es de tal intensidad que varias empresas locales han creado equipos que se ocupan de acogerlos. Nada es gratuito, por supuesto. Una mañana en las sedes de Google, Facebook o Cisco no es para cualquiera, y los huéspedes la disfrutan con una actitud que Waters – ay, ese sarcasmo – equipara a la que quienes pasan quince minutos en la Capilla Sixtina. De todos modos, hay clases: sólo los VIP tienen derecho a dar una vuelta en el coche sin conductor de Google, o de comer en el sushi bar de la nueva sede de Facebook. Los otros, por lo general, forman parte de grupos, no muy numerosos, organizados por cámaras de comercio o, en el caso español, por las CCAA. Las escuelas de negocios programan estancias como parte de sus master. Unas y otras tienen a gala estar cumpliendo el objetivo de promover el entrepreneurship, y ningún lugar en el mundo parece más indicado para el aprendizaje que la bahía de San Francisco.
Muchos de esos viajeros sólo descubren in situ que son minoría los emprendedores locales que se dedican a las redes sociales: hay mucho software de empresa, mucho networking, mucho almacenamiento, etc. Una sorpresa para los ingenuos que creen tener una idea para emular a Mark Zuckerberg.
Como algunos lectores saben, viajo con cierta frecuencia a California con un grupo – organizado por un consultor – de periodistas europeos. En alguna ocasión, he coincidido con emprendedores españoles, cuya base de operaciones es Plug&Play, que funciona como business accelerator. El objetivo es montar una plataforma de desembarco para, en el momento oportuno, montar una startup – fiscalmente basada en Delaware – participada por una inversión inicial española. He conocido experiencias muy interesantes, pero francamente ninguna – bueno, quizás una o dos – de esas que yo llamaría casos de éxito. Jerôme Lecat, un emprendedor francés transplantado a San Francisco – ya ha vendido dos empresas fundadas por él – me decía el año pasado: «es verdad que aquí sobra liquidez para nuevos proyectos, pero tienes que estar en carrera muy temprano, para producir algo de verdadero valor, no un powerpoint, que eso no lo cree nadie, antes de la primera ronda de financiación; de lo contrario, no has aprendido nada y habrás perdido el tiempo»
La presunta compra que podría cerrar Microsoft por la división digital de Barnes & Noble ha causado cierto revuelo por las consecuencias previsibles. En todo caso, parece inevitable: el experimento iniciado por la cadena estadounidense de librerías para incorporarse al mundo digital ha sido audaz, pero de éxito limitado. Mediante un desembolso que, según la versión, sería de unos 1.000 millones de dólares, Microsoft tendría en sus manos otro elemento de su estrategia de devices and services: un ´ecosistema` de libros electrónicos para Windows 8. Para eso entró en Nook Media, pero ahora descubre que hace falta un esfuerzo adicional, que financieramente triplicaría al original. Leer más