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Acabaré con mi comentario de ayer acerca del debate sobre la neutralidad de la red. A menos que se produzca una reversión de la sentencia judicial, los proveedores de banda ancha en Estados Unidos quedarían libres de llegar a acuerdos con los grandes proveedores de servicios de Internet – no hace falta redundar en la lista – para que estos paguen precios diferenciales por difundir sus contenidos a través de las redes de aquellos.
Unos dirán que así se discriminaría a los pequeños, que no tienen la escala ni los recursos para competir con (añádase aquí la lista de ayer) y de tal manera se bloquearía la innovación, palabra fetiche que se invoca en estos casos. Los del otro bando dirán que esas prácticas corresponden a una estricta lógica de mercado: que pague más quien más ancho de banda consuma para llegar a los consumidores, y así se podrá financiar la otra innovación, no menos necesaria, en la provisión de infraestructuras. Entre estas dos posiciones se moverá la discusión en Washington. ¿Llegará a Bruselas? Ya ha llegado, a la manera europea: el principio de neutralidad de red está incluído en una propuesta que la Comisión ha enviado a su Parlamento, que quizá no podría aprobarla a tiempo antes de las elecciones de mayo.
¿Cuál es la situación? La comisaria Neelie Kroes, teórica defensora de la neutralidad de red, escribía en su blog en setiembre: «no soy partidaria de intervenir en mercados competitivos sin antes estar segura de que es la única manera de ayudar tanto a los consumidores como a las compañías. Preferentemente a ambas partes». Encomiable propósito, que la ha llevado a pedir información a los reguladores nacionales.
Ya está en su poder, la suficiente información para afirmar que «al menos el 20%, y potencialmente la mitad de los usuarios europeos de banda ancha tienen contratos que autorizan a sus proveedores (ISP) a restringir servicios VoIP (Skype) o P2P. Uno de cada cinco operadores fijos en los estados de la Unión aplican restricciones al volumen de tráfico en horas punta [… ] Al mismo tiempo, «la mayoría, si no todos, los ISP ofrecen servicios de acceso fijo y móvil a Internet que no están sujetos a esas restricciones». Este sí que es un rasgo europeo: el consumo de banda ancha es más de móviles que de líneas fijas.
Recomiendo leer a la señora Kroes por su capacidad para decir una cosa y la contraria: «Poner un techo cuantitativo a los datos es preferible a una vaga cláusula de ´uso razonable` [palabra usada por la FCC en su norma anulada] que deja demasiado margen discrecional al ISP […] El usuario tiene derecho a saber si lo que se le ofrece es champán o vino espumoso».
En realidad, el debate en Europa se concentra más bien en una cuestión adyacente, que sigue sobre la mesa de la Comisión en esta última fase de un mandato calamitoso: cómo incentivar la inversión en infraestructuras de banda ancha, asegurando que los ISP puedan aplicar precios que cubran sus costes, incluídos los financieros, y a la vez no dar cancha a una competición «no razonable» por parte de otros actores que son más poderosos – compárese el valor bursátil de cualquier OTT con el de cualquier operador europeo – pero no se hacen cargo de la inversión. O eso dice la otra parte. Espero haber ayudado a entender un poco de qué va eso en apariencia tan deseable como es la neutralidad de las redes, y por qué nos afecta aunque parezca un asunto americano.
Lo que todos suponían, se ha consumado: en 2013, el mercado mundial de PC ha retrocedido un 10,2% con respecto al año anterior, y los avisos dan por cierto que la única mejoría que puede esperarse en 2014 es una gradual corrección sin salir de territorio negativo. Son cifras y previsiones de IDC, que sólo difieren en dos décimas de las publicadas por Gartner. La temporada navideña no ha contribuído a cambiar el curso de las cosas porque los 82,2 millones de unidades despachadas el cuarto trimestre sólo han conseguido descensos del 5,6% o del 6,0% según la fuente que se escoja. Van siete trimestres de bajada, y la resignación de Intel es un reflejo del ambiente derrotista que invade la industria. Leer más
Hay palabras con las que es fácil estar de acuerdo, hasta que llegan las consecuencias. Austeridad es una de ellas, como bien sabemos. Pasa lo mismo con la palabra neutralidad. ¿Quién tendría algo que objetar a la neutralidad de las redes? Depende del interés de cada uno o, dicho de otro modo, del sitio que ocupe en la cadena de valor. Hace unos dias, un tribunal de Estados Unidos sentenció que la FCC (Federal Communications Commission) no tiene autoridad para imponer a los operadores sus reglas sobre la neutralidad de las redes, y en un primer momento se interpretó como un duro golpe a este concepto que todas las partes habían asumido y aceptado, de buena o mala gana, y algunas a regañadientes. El caso se abrió por una denuncia de Verizon, primer operador de ese país, que cuestiona esa facultad de la FCC, y el tribunal le dio la razón. Pero, al leer mejor la sentencia, se vio que deja la puerta abierta para que el regulador siga otro procedimiento para reintroducir esas mismas reglas, y al parecer esto es lo que la FCC piensa hacer.
El origen de la disputa es que, durante la administración Bush, la FCC estableció que la provisión de banda ancha no puede ser tratada igual que un operador tradicional (common carrier). Porque, según su criterio, se trataría de servicios de información, a diferencia de los servicios de telecomunicaciones que tienen una regulación rigurosa. De inmediato, los defensores del principio de neutralidad se han movilizado para exigir restricciones más severas contra los operadores, que en la práctica son los proveedores de banda ancha (aunque no los únicos). Estos (supuestos) beneficiarios han prometido que no aprovecharán la coyuntura, dejando a la FCC que decida cómo salir del embrollo.
Empiezo a temer que necesitaré dos capítulos para aclararme sobre tan endiablada cuestión, así que pido paciencia al lector por explayarme. La neutralidad de las redes es una noción anterior a la generalización de la banda ancha. El Internet de hoy vive una explosión de tráfico que tensiona las redes, tanto fijas como móviles, y plantea nuevos retos regulatorios. Y la balanza se ha inclinado en favor de los proveedores de servicios (OTT) que son los principales causantes del aumento de tráfico por las redes de los operadores. Pagan por ello, y se benefician de ello. Google, Facebook, Skype, Apple, Microsoft y What´s App (o, en otro plano, Netflix) han difuminado los límites entre voz, datos y vídeo, despertando la queja constante de los dueños de las redes. Como es sabido, los ingresos de las telecos declinan en todo el mundo, pero al mismo tiempo los gobiernos les reclaman que inviertan en la ampliación y renovación de sus infraestructuras, para responder a la explosión de demanda con la calidad que los usuarios esperan.
Los argumentos económicos, y las posiciones de las partes, han evolucionado con el tiempo. No hay más que ver a Google – que tiene en nómina a Vinton Cerf como ´evangelista` de la neutralidad – guardando silencio ante la sentencia, por ahora [hay quien sostiene que una aplicación estricta del concepto alcanzaría también a Google]. También ha progresado la tecnología, facilitando soluciones de gestión de tráfico que dejan muy anticuados los fundamentos originales de la neutralidad de redes.
Pese a la discreción con la que las partes implicadas se han tomado la sentencia, la realidad jurídica es que este momento un operador que explote una red de banda ancha podría, legalmente y en teoría, discriminar a un proveedor de servicio frente a otros, o aplicar distintas tarifas a distintos contenidos. Lo que vale (provisionalmente) para Estados Unidos, influirá sobre el debate en Europa, como es natural. Se precipitan quienes escriben que la sentencia socava la naturaleza abierta de Internet; todo lo más, se puede suponer que como la situación ha cambiado, las normas deben adaptarse, y la FCC tiene dos opciones: recurrir ante un tribunal superior o, lo que parece más práctico, elaborar unas reglas que no merezcan la misma objeción, pero que tendrá que negociar con los interesados.
La nube no es una moda ni un fenómeno pasajero. Está omnipresente y se quedará, por lo que genera nuevos problemas que exigen soluciones. En ninguna parte del mundo se ve más claro que en California. Allí florecen iniciativas de desarrollo de herramientas cuyo fin es permitir a los administradores de sistemas cloud saber lo que está ocurriendo y revisar algunas de sus prácticas usuales. Un grupo de periodistas europeos, entre ellos el autor, visitó en diciembre tres empresas especializadas: Librato, ThousandEyes y CloudPhysics, cada una con su historia peculiar y sus trayectorias personales. Tienen en común una oferta de plataformas – en la nube, claro está – de monitorización y optimización continuas. Leer más
¿Por qué 10 y no 12?, me pregunta Iñaki a propósito de las dos crónicas de la semana pasada en las que analizaba el comportamiento bursátil en 2013 de una decena de empresas del sector TI. La verdad es que no tengo una respuesta, pero el propio Iñaki me deja una salida digna al proponer que añada Intel y Amazon a la lista [aunque ahora mismo se me ocurren otras dos que merecerían el mismo trato, y nos pondríamos en 14]. Así que allá voy con una empresa histórica (Intel) en la que se inician muchas de las cadenas de valor de esta industria, y con otra de la cosecha de 1995 (Amazon), que al parecer pretende arrasar con todos los mercados en los que actúa.
Intel. Al cierre de 2013, los ingresos fueron inferiores (-1,2%) a los del año anterior, que ya había acabado con un descenso del 1,2%. El beneficio operativo cayó un 16% y el beneficio neto un 12%. Sin embargo, la acción ganó un 25% con respecto al mal inicio del año, lo que puede entenderse como un voto de confianza en el nuevo CEO, Brian Krzanich, pero los analistas opinan que está sobrevalorada. Al presentar los resultados, el CEO ha tenido el coraje de reconocer que la compañía se ha equivocado en sus pronósticos sobre el mercado de PC y al anticipar una mejoría del gasto en TI que no se ha producido sino que, por el contrario, ha bajado en zonas del mundo que parecían al abrigo de la contingencia.
Krzanich, que está en el cargo desde mayo, anticipó que 2014 será un año plano en ingresos, que no es una buena noticia. Los esfuerzos de Intel se van a centrar en la defensa de su posición en el segmento de datacenter y en ganar espacio en el de tabletas, además de prepararse para las nuevas plataformas emergentes – wearables, Internet de las cosas – para las que presentó nuevos chips en el CES, hace dos semanas. El gasto en I+D y en capex se reforzará, pero al mismo tiempo ha anunciado que va a congelar su fábrica N32, en Arizona, que iba a ser la punta de lanza de su tecnología de 14 nm. Esta puede conseguirse – según Brian Krzanich – con medidas que aumenten la eficiencia de otras plantas. La otra noticia de los últimos días es el sacrificio de 5.400 puestos de trabajo durante este año.
Amazon. Jeff Bezos es el «coco» de la industria, y muy contento de serlo. En su faceta original, el e-commerce, Amazon ha batido en la temporada navideña todos los récords de entregas; sin dar cifras, ha dicho que sus tabletas de la familia Kindle han vendido «muchos millones»; sigue sin revelar cuánto ingresa su rama Web Services, que presta servicios cloud. Sus adversarios le temen, y los analistas se quejan de la opacidad de su comunicación financiera. En cuanto a los inversores, le son fieles a pesar de que no distribuye beneficios ni hace caso de las estrategias que siguen sus competidores para «dar valor al accionista». Así y todo, su acción ha subido un 59% entre enero y diciembre de 2013.
Si el último trimestre acabó con una traca, los comentaristas auguran un 2014 aún mejor: si el beneficio contable fue del 167% en 2013, este año podria ser de más del 200%, según algunos que hace poco eran todavía escépticos. Las crónicas que se publican sobre Amazon incluyen casi ritualmente esta frase: «un portavoz de la compañía declinó hacer ningún comentario». La opacidad es su forma de responder a la insatisfacción de sus empleados por las condiciones de trabajo, y a las quejas de sus proveedores por el trato que reciben. Poco importa: en una de esas raras entrevistas que concede, Bezos ha dicho estar agradecido por el tiempo que sus rivales han tardado en comprender su modelo de negocio, lo que ha reforzado la idea de que, salvo imprevistos, Amazon es imbatible en todo aquello que se proponga. Ahí está la explicación de la actitud de los inversores.
Los hábitos adquiridos durante una larga guerra de precios entre las cinco grandes marcas de televisores no van a cambiar: todas persisten en la tarea de convencer a los consumidores de que vuelvan a comprar, renunciando al ciclo de reemplazo tradicional. La economía no ayuda, y los fabricantes necesitan restaurar, o siquiera mantener, sus márgenes. Una vez constatado que la televisión en 3D no era argumento suficiente para reanimar las ventas, la industria se ha pasado el 2013 promoviendo la ultra-alta definición (UHD), también llamada 4K. Se anunció en el CES de Las Vegas hace un año, se materializó en la IFA de Berlín en setiembre, y ha vuelto a presentarse en el CES 2014. Leer más
No veo razones para escandalizarse, sólo son negocios. De recibir una paga de los fabricantes de Android, Microsoft pasaría a subvencionarlos para que adopten Windows Phone. Y para ese fin habría reservado 2.600 millones de dólares con la condición de que desarrollen y comercialicen este año, almenos un smartphone basado en su sistema operativo. Llama la atención que la cifra sea prácticamente igual a la que Microsoft ingresa como royalties por su reivindicación de patentes relacionadas con Android. O sea que, desde un punto de vista contable, el impacto sería neutro. No hay información oficial, ni la habrá, pero es lo publicado por Eidar Murtazin, un cotilla ruso con fama de acertar en lo que respecta a Microsoft [dicen que sus fuentes proceden de Nokia].
La coincidencia lleva a pensar que la fórmula del incentivo no sería un pago por «inversiones de plataforma», como los 1.000 millones que en su momento animaron a Nokia a cambiar de bando. El caso actual es distinto: más sencillo que mover dinero de un banco a otro es compensar a los fabricantes mediante una reducción (o anulación) de la factura por royalties sobre los Android que ha vendido por cada uno. Aquí paz, y después gloria.
Que esta pueda ser la fórmula, vendría avalado por el desglose que publica Murtazin en Twitter: 1.200 millones para Samsung, 600 millones para Huawei, 500 millones para Sony y 300 millones para «otras marcas»: 2.600 millones en total durante 2014. También es posible que el tuitero ruso echara su cuenta sobre la base de las proporciones que estas marcas tienen en la galaxia Android.
Como suele suceder, lo interesante del asunto es lo que no se ha escrito. Las ventas de Windows Phone han repuntado hasta llegar en noviembre a una cuota del 9,2% en los cinco grandes mercados europeos [2,2% en España] según Kantar Panel. Hay que señalar que esto ocurría en los últimos meses de la vida independiente de Nokia, y que presumiblemente, con los ajustes de integración dentro de Microsoft – y de la gestión de marca – esa tendencia podría recular. Cualquier experto recomendaría aprovechar el tirón para apuntalar la presencia de Windows Phone ampliando el catálogo con otras marcas.
Samsung, que estuvo entre las primeras en apoyar Windows Phone, no llegó a entrar en la partida, por entender que Microsoft no acompañaba con suficientes inversiones en marketing. Habría cambiado de opinión, y en su página web se coló fugazmente días atrás la descripción de un modelo hasta ahora desconocido, basado en Windows Phone y con pantalla full HD de 5 pulgadas. Directivos de Sony y de Huawei han confirmado que está próximo [el Mobile World Congress está a la vista] el anuncio de sendos smartphones con el sistema operativo de Microsoft. A los tres fabricantes les interesa poner un poco de distancia con respecto a Android, y si les pagan por hacerlo, miel sobre hojuelas. Pierre Perron, jefe europeo de Sony, ha declarado que su marca no tiene intención de atarse a un solo sistema operativo. Nada se ha dicho de LG y HTC, pero podrían ser parte de ese resto de 300 millones al que alude Murtazin.
A última hora de ayer, el director de comunicación de Microsoft, Frank Shaw, desmintió la cifra de 2.600 millones, confirmando la existencia de lo que definió como «plan de comarketing con nuestros OEM».
Ignacio García Bercero, que negocia en nombre de la Comisión Europea el nuevo marco de relaciones comerciales con Estados Unidos – TTIP o Transatlantic Trade and Investment Partnership – le ha estallado en las manos uno de los daños colaterales del espionaje de la NSA, también conocido como «caso Snowden». Formalmente, las negociaciones incluyen el flujo de datos, la privacidad – que no es de la incumbencia del negociador – se ha convertido en un obstáculo insalvable dadas las circunstancias.
En estas semanas, la UE y EEUU deberían reanudar las discusiones para renovar el acuerdo llamado Safe Harbor, vigente desde el 2000. Según el protocolo, las compañías norteamericanas pueden mover los datos de sus clientes en Europa siempre que den a estos la posibilidad de limitar la recogida y almacenamiento de información «relevante o sensible». En 2006, se reveló que Swift – consorcio de clearing bancario con sede en Bélgica – transfería secretamente a Washington información financiera que pudiera tener, presuntamente, relación con sospechosos de terrorismo. El escándalo – precipitado por el Wall Street Journal – obligó a Swift a inventar un mecanismo por el que esos datos se almacenarían exclusivamente en Suiza. Apagado el rescoldo, se renegociaron los términos en los que «excepcionalmente», Estados Unidos podría tener acceso a la información que le interesa. No muy distinto fue el caso de la información sobre pasajeros de líneas aéreas, que Europa «comparte» con Estados Unidos.
Cuando, en 2012, la Comisión propuso una directiva destinada a reforzar las reglas sobre privacidad, los lobbies de las compañías estadounidenses presionaron para que diera marcha atrás; de hecho, la directiva sobre protección de datos aún no ha sido aprobada por el Parlamento Europeo. Los sucesivos expedientes abiertos contra Google – que dieron lugar a sanciones económicas en España, Francia e Italia – fueron la expresión de ese enfrentamiento. Se superponen las posiciones de tres o cuatro instancias europeas, que involucran a poderosos comisarios: Neelie Kroes, Joaquín Almunia y Viviane Reding.
Kroes quiere cerrar su mandato con la aprobación – imposible con las elecciones europeas en el calendario – de su paralizada agenda digital 2020, Almunia sigue teniendo en la mira el proceder de Google, y Reding ha dicho recientemente, de visita en Washington, que «la protección de los datos no es una carga burocrática ni es proteccionismo, para nosotros es un derecho fundamental».
Por mucho que García Bercero sostenga que no tiene nada que ver, las revelaciones sobre espionaje de la NSA reventaron cualquier atisbo de acuerdo próximo. Cada parte ha endurecido su postura, con un matiz interesante: varios proveedores estadounidenses de servicios cloud, temen perder negocio si insisten en gestionar los datos de sus clientes europeos desde el otro lado del Atlántico. De hecho, algunas – como Microsoft y HP – han empezado a instalar datacenter en Europa, o tienen planes para hacerlo próximamente.
La posición europea dista de ser homogénea. Reino Unido se alinea con el punto de vista americano, mientras Francia y Alemania han descubierto que el conflicto puede ayudar a desarrollar la llamada European Cloud Strategy. Además de diseñar estándares técnicos de seguridad y transparencia para generalizar la confianza en la nube y potenciar la competitividad europea, la CE ha calculado ambiciosamente los beneficios económicos.
Según el documento Unleashing the potential of cloud computing in Europe, la ausencia de un marco común perturba la competitividad europea. Podría inducirse un añadido al PIB comunitario de entre 88.000 y 250.000 millones de euros entre 2015 y 2020, y se crearían 2,5 millones de empleos (!) si los 27 siguieran las recomendaciones de un grupo de expertos convocado al efecto. Estas cifras pueden ser fantasiosas, pero lo interesante es que entre las recomendaciones está la de potenciar el poder de compra del sector público migrando sus sistemas a la nube, en favor de proveedores no necesariamente europeos pero instalados físicamente en Europa. La condición sería cumplir con la nonata directiva de protección de datos. En ese punto están las cosas.
Habiéndose equivocado desde 2010 en sus diagnósticos, previsiones y recomendaciones, los economistas se enfrentan con cautela a una situación objetivamente mejor. Los datos que cambian el ambiente vienen de Estados Unidos: si las cosas siguen igual en 2014, la economía estadounidense crecerá entre el 2,5 y el 3%, mientras el bloque del euro se daría con un canto en los dientes si creciera el 1%. La discusión que esto plantea indirectamente es azarosa: ¿puede volver el tiempo de la burbuja, si fuera cierta la advertencia de que las acciones tecnológicas están sobrevaloradas? Conviene seguir con atención lo que ocurra con las empresas que, a efectos de clasificación, la crónica llama ´jóvenes`. Leer más