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Uno de los problemas que tendrá que afrontar Satya Nadella, nuevo CEO de Microsoft, es asegurarse de que Windows seguirá siendo rentable. Por extraño que esto pueda sonar, el dominio del sistema operativo no está en peligro – los competidores están muy lejos de su cuota de mercado – pero Apple y Google han encontrado la manera de presionar a Microsoft para que baje el precio de Windows, llegando incluso a su gratuidad en ciertas hipótesis. Podría ser devastador para los resultados de la compañía. Por esto, en auxilio de la ´monetización` del próximo Windows 8.1, se explora un posible empaquetamiento con Bing que, más allá de sus cualidades como buscador, sería una pieza clave en la estrategia. Leer más
Doy por sentado que quienes no saben de mi anterior trabajo de cooperación educativa, se sorprenderán por el tema del post de hoy, la enseñanza universitaria online. Lo he escogido porque a) en cierto modo es lo mío, b) es de actualidad y c) me parece pertinente en un sitio que se define como de «análisis de mercados y empresas de tecnología».
Como introducción a la crónica, quisiera apoyarme en un estudio publicado el mes pasado por el National Centre of Education Statistics (NCES) del gobierno federal de Estados Unidos. De sus datos se concluye que entre 1997 y 2010, el número de graduados salidos de las universidades ha caído un 27%, y debería seguir cayendo hasta 2022, fecha límite de la previsión. La ratio de titulados no será uniforme en los estratos de población: disminuirá entre los blancos (-16%) y los negros (-14%) pero aumentará un 64% entre los de origen hispano.
En este contexto, destacan dos fenómenos singulares. Uno ideológico, el movimiento Uncollege, cuyos portavoces defienden que al término del ciclo secundario lo oportuno es desistir de seguir una carrera, ya que (según ellos) estaría demostrado que para ser emprendedor no se necesita titulación universitaria. El otro es de índole pragmática y se expresa en el auge de las MOOC, plataformas de educación online – de ellas trata el post cuyo enlace verán abajo – que han ganado popularidad estos últimos años.
La meta de las MOOC es la formación, no la titulación, pero ocurre que el único modelo de negocio plausible para estas iniciativas es financiarse con la venta de certificados finalistas, que en teoría abrirían la puerta a mejores trabajos. Por esto, el problema que se presenta a los promotores de esas plataformas es la elevada tasa de abandono de esos estudios online, cuyo postulado básico es el uso intensivo de la tecnología. Con independencia de la calidad de los resultados, no faltan entre nosotros quienes han acogido la propaganda con entusiasmo poco reflexivo.
Volviendo al estudio del NCES, el organismo prevé que el número de estudiantes en las universidades de titularidad pública en EEUU descenderá el 1% y en las privadas un 29%, en ambos casos de aquí a 2022 [¡casi una tercera parte!]. Incluso las ocho universidades de élite de la llamada Ivy League sufrirán una merma del 10%, lo que confirma que el problema es sistémico. Tratando de frenar el deterioro patente en las etapas primaria y secundaria, el plan de la administración Obama contempla destinar recursos para reducir el número de alumnos por docente para mejorar la calidad del aprendizaje en esas dos fases, en las que comienza la deserción que explica en parte lo que pasa en la enseñanza superior. Y la calidad del aprendizaje debería influir sobre la formación de la mano de obra, según la lógica del plan.
Me abstrendré de hacer comparaciones, que según dicen son odiosas. Daré sólo una pista: según las proyecciones elaboradas por la OCDE en , en 2020 el total de la población universitaria mundial estará comprendida por un 29% de chinos, 12% de indios, 11% de estadounidenses, 4% de japoneses, 3% de brasileños, y a partir de ahí los países europeos, siendo Alemania el más numeroso con el 2% de estudiantes. Tengo mis razones para creer que este blog no se publicará en 2020, pero me gustaría enterarme de cómo le habrá ido a la humanidad con estas proyecciones.
La sigla MOOC, pese a esa fea repetición central, va camino de convertirse en sustantivo. No hay una palabra que exprese con eficacia comparable su significado, massive open online course, y probablemente no vale la pena intentar una alternativa; se quedará, por consiguiente, en MOOC. Las plataformas que se cobijan bajo la sigla son una tendencia en ascenso, que agrupan catálogos de cursos originados en universidades y escuelas de negocios, algunas de notorio prestigio. La cifra de alumnos no para de aumentar, pero si se mira el envés del fenómeno, aparecen las dudas: a pesar de lo fácil que es apuntarse a uno de sus cursos – o quizá por eso – la ratio de deserción es llamativamente alta. Leer más
Los colegas de The Register, a los que tantas pistas debe este blog, han encontrado una revelación sorprendente en la respuesta de Salesforce.com al requerimiento de información por parte de la comisión de valores de Estados Unidos. Tras recibir las cuentas del año fiscal 2014, cerrado el 31 de enero, la SEC pidió a la compañía una aclaración acerca del procedimiento contable aplicado a los ingresos por suscripciones a SalesCloud, una de sus aplicaciones más conocidas.
La respuesta ha sido rápida pero inquietante: «actualmente, no disponemos de un sistema financiero que nos permita cuantificar los ingresos específicos generados por las suscripciones a servicios cloud«. Para una empresa que el año pasado facturó 4.070 millones de dólares y, según su fundador y CEO Marc Benioff, espera cruzar la barrera de los 5.000 millones «un día de estos», la admisión es embarazosa.
Escribe Jessica Twentyman que llevada por la carrera de adquisiciones con las que la compañía ha impulsado sus negocios de «social enterprise» y «marketing cloud«, ha descuidado dotarse de herramientas analíticas, a diferencia de sus competidores. Se infiere que Salesforce.com tiene un problema en dos frentes a la vez: el de su oferta y el interno. En la era de big data, una empresa mundialmente célebre que no tiene cómo analizar los datos de sus propias ventas, está expuesta a preguntas incómodas.
Más que incómodas, inquietantes. Porque en el ejercicio 2014 la empresa perdió 232 millones de dólares después de perder 270 millones en 2013. Que el año 2014 acabe el 31 de enero de 2014 ya es echarle imaginación.
Ahora diré por qué me ha interesado esta revelación. La cuestión de cómo contabilizar los ingresos por venta de suscripciones es uno de los dilemas a los que se enfrenta la industria del software, volcada al software como servicio. Les pasa a casi todas las compañías del sector y, según tengo entendido, no hay una norma contable al respecto que sea universalmente aceptada sobre cómo registrar los ingresos de una licencia de vigencia plurianual. El precio de la licencia se contabiliza normalmente en la forma de un ingreso diferido, lo que significa que el dinero que está en el banco puede aparecer en libros como un pasivo.
A primera vista, parece una ventaja, pero también puede ser la fuente de ingeniería financiera, y esto explica que el regulador bursátil se preocupe por conocer el mecanismo concreto en cada caso. Más aún si – como es el caso de Salesforce.com – los 2.538 millones de ingresos diferidos en sus cuentas de 2014 – equivalen al 95% de los activos líquidos contabilizados al final de ese ejercicio. En 2010, eran el 34%, una proporción manejable, pero cuatro años después tienen algo de espejismo: para mantener la compañía en una elemental salud financiera, es imprescindible dar constantes vueltas a la manivela del crecimiento nominal. Para que no sea grave, Benioff tendrá que cumplir – orgánica e inorgánicamente – con la promesa de facturar 5.300 millones de dólares en el ejercicio 2015, es decir este año en el que estamos.
Ahora resulta que se pasaron de frenada y que, a juzgar por los discursos, se diría que nadie estaba al volante. Se discute mucho en las últimas semanas acerca del peligro – real o imaginario – de deflación, y algunos llegan a conjutar el fantasma de una década perdida en Europa, recordando el prolongado estancamiento de Japón. Durante años, la obsesión de los economistas – los liberales, que son los que mandan – por la inflación ha sido notoria, y sólo ahora, tras una recesión de seis años, empiezan (algunos) a admitir que tal vez su preocupación ha sido excesiva. El BCE ha calculado que el riesgo es mínimo pero existe. que su objetivo es mantener la inflación en la eurozona por debajo, pero cerca, del 2% anual «a medio plazo» y que mientras no se aleje de ese objetivo, no hay motivo para tocar la política monetaria.
¿Eurozona, qué es eso? A finales de febrero la inflación [asumiendo que sea sinónimo de incremento medio de precios] era del 0,8%, por tanto lejana al 2% de target. Mi admirado Martin Wolf escribía ayer que «hay un riesgo apreciable que la eurozona caiga en deflación». No es esta un discusión de terminología: subraya Wolf (Financial Times) que «la baja inflación coincide peligrosamente con la debilidad de la demanda. En el cuarto trimestre del año pasado, la demanda real en la eurozona ha sido un 5% inferior al nivel del primer trimestre de 2008». ¿Por qué 2008? Porque en setiembre de ese año implosionó (o dejaron que implosionara, ¿han visto Too big to fall?) Lehman Brothers.
Puede parece cosa de tiquismiquis, pero Paul Krugman nos recuerda que en las minutas de la Fed del 16/9 de aquel año, exactamente el día siguiente al estallido de aquella bomba de relojería, se pueden leer 129 menciones a la inflación frente a 26 al desempleo y sólo 4 a los riesgos de una crisis sistémica. Ahí se notan las prioridades del pensamiento.
Vuelvo a mi lectura de Martin Wolf. La demanda real – recordemos que la media de 18 países ha sido un 5% inferior a la de hace seis años – ha caído un 16% en España, un 12% en Italia, e incluso se ha estancado en Alemania desde 2011. «En otras palabras, la eurozona está a sólo un shock de distancia de la deflación», dice el columnista británico. Traducido: a quienes durante años han estado obsesionados con los horrores de la inflación, la tortilla de les ha dado la vuelta, y dicen no saber cómo ha ocurrido. No es un mero ejercicio estadístico: se relaciona directamente con la receta prescrita para que Europa recuperara su productividad y su competitividad, dos palabras en cuyo nombre se han hecho barbaridades.
Ángel Ubide, libre de sospecha porque trabaja para un think tank conservador americano, escribe: «la inflación media en los países europeos excedentarios es del 1,5% mientras en las economías que pasan por la experiencia de ajuste es de sólo el 0,6%». En apariencia, los precios a la baja deberían mejorar la competitividad, ¿no es cierto? Pues no: lo que se ha conseguido es agravar la carga de la deuda, tanto pública como privada, y «esto puede originar nuevas fuentes de estres financiero», según Ubide.
Lo que Wolf recomienda, pero no le harán caso, es «promover la demanda y dejar que la inflación aumente gradualmente en la eurozona, en particular en los paises excedentarios», lo que tendría efectos positivos sobre la balanza comercial. Tendría, además, la virtud de acabar con la peligrosa adicción a los bajos tipos de interés, una suerte de metadona que, presuntamente, sería un mal menor frente a los imprevisibles efectos alucinógenos del «dinero fácil».
¿Qué ha pasado allá donde se han aplicado políticas de expansión monetaria [EEUU y Japón, pero no Europa]? Que los salarios se han quedado por debajo de la inflación, y ha aumentado la desigualdad, y que se ha destruído masivamente empleo, por lo que el consumo no volverá a recuperarse por bastante tiempo. Pero el caso es que nadie asume la responsabilidad, y la señora Lagarde recomienda – sin que se le mueva el foulard – que España profundice en la reforma laboral.
Cinco años de represión de los tipos de interés han arruinado a muchos ahorristas – a los que viven de sus rendimientos de capital – además de deprimir el consumo. Es lo que tiene una malévola austeridad de la que han quedado a salvo los afortunados y ha dejado caer a los desgraciados.
La competividad y la productividad, ya lo he dicho, han empeorado, y el tratamiento «sadomonetarista» ha conseguido lo contrario de lo que decían buscar. Esperaban que la combinación de liquidez y dinero barato provocaría un aumento de la inversión. No ha sido así: la liquidez ha quedado en los cofres de una banca «rescatada» que bloquea el crédito, y en la tesorería (estéril) de unas pocas multinacionales, entre ellas las más conocidas del sector tecnológico. No mejora la productividad, y empeora el mercado laboral. Buena la han hecho.
El dominio de HP sobre el mercado de servidores se ha reforzado en el último tramo de 2013, en distintos ámbitos geográficos. Globalmente, acumula el 25,9% de cuota en unidades despachadas, a escala de la región EMEA un 39,4% y en España un 45,8%. Son cifras publicadas por Gartner, que mejoran sustancialmente si la fuente es IDC, el porcentaje es diez puntos más alto. Sin desmerecer los méritos que se suponen a una compañía con los recursos de HP, hay dos factores externos que han contribuido para que sus ventas crecieran España un 7,7% cuando el mercado descendía casi un 2%. Esos factores, básicamente en servidores x86, llevan nombres propios: decadencia de IBM y parálisis de Dell. Leer más
Las negociaciones sobre la oferta de Vodafone por Ono se han llevado en Londres, donde tienen su sede tanto el grupo comprador como los fondos de inversión que controlan el operador de cable español. Como debe ser. Madrid sólo pondrá el escenario para que el consejo de administración de Ono convalide lo que dicten los propietarios. La filial española de Vodafone está al margen del proceso en su fase financiera, pero le tocará lidiar con una integración mucho más ardua que la recordada absorción de Tele2 (una minucia, vista retrospectivamente).
Lo que más importa ahora a Francisco Román y António Coimbra, que dirigen Vodafone en España, no es la adquisición en sí misma sino el salto que podrá dar en su oferta convergente. Porque hay que reconocer que, al paso que lleva la ofensiva de Movistar Fusión, el plan de Vodafone y Orange para desplegar fibra al alimón, va demasiado lento y se quedará corto como táctica competitiva. Lo más probable es que a partir de abril las partes empiecen a renegociar ese acuerdo, y Orange tendría que buscarse una alternativa.
Stéphane Richard, CEO de Orange, dijo esta semana al presentar los resultados del grupo, que su filial española tiene una cuota del 15% en banda ancha, «lo que nos convierte en el segundo actor del mercado», y añadió que espera participar de la consolidación: «todo el mundo sabe que hay varias combinaciones posibles en España».
Entretanto el «interés manifiesto» de Telefónica en quedarse con Digital Plus (en alianza con Mediaset), cambiaría radicalmente el panorama. Está visto que sólo quien reúna condiciones para construir una oferta convergente tendrá futuro en la TV de pago en España. Una vez desvelado el acuerdo entre Orange y Netflix en Francia, se puede imaginar que sería trasladable al mercado español.
O sea que, entre otras consecuencias, será menos relevante medir las fuerzas de los operadores móviles en función de las altas y bajas de clientes. Quedará fuera de estos movimientos Yoigo, que ha renunciado concientemente a ser un competidor convergente, para cobijarse a la sombra de Movistar.
Desde Francia llegan más noticias sobre el futuro del segundo operador móvil, SFR, propiedad del grupo Vivendi. La hipotética ´fusión´ con Numericable responde a la pauta que se viene observando en otros países europeos [la venta de Ono se inscribiría en esa corriente, en sentido inverso], pero ha aparecido una variante que puede abortar la operación. La decadencia de SFR podría tener otra salida, su fusión con Bouygues, con lo que el tercer operador móvil pasaría a ser el segundo, con posibilidades de pelear el mercado de Orange.
El ministro de Industria, Arnaud Montebourg, es partidario de esta fórmula de consolidación, que implicaría reducir de cuatro a tres el número de actores en escena. Para hacerla digerible, Montebourg habría pactado con el millonario Martin Bouygues que este se desprendería de su infraestructura redundante vendiéndola a Free, cuarto operador cuya agresividad está en el origen de todo el enredo. Orange tiene ahora otro motivo de preocupación en Francia, por si tuviera pocos: una parte importante de sus ingresos procede de alquilar su red a Free (y a Bouygues, que se quedaría con la de SFR). No hay noticia de cómo reaccionará Numericable, que hasta ahora negociaba con Vivendi desde una posición de fuerza. ¿Será verdad que incluso en el tablero de la adormecida Europa se están moviendo los alfiles?
La tecnología con su capacidad para automatizar procesos y completar transacciones comerciales online, y la demografía a través de la gradual concentración de la población en grandes núcleos urbanos, junto con el transporte, condicionan la eficacia con que se producen y se mueven los bienes de consumo. Se hace urgente una revisión de los actuales modelos estratégicos del comercio en materia de gestión, geolocalización, logística y cadena de suministro. En suma, el informe Changing World of Trade, elaborado por la consultora Cushman & Wakerfield, sostiene que «el comercio minorista se encuentra en un proceso de transformación sísmica, en la medida en que se hace global, urbano y especializado». Leer más
El relevo de Paul Jacobs por Steve Mollenkopf como CEO de Qualcomm se concretó la semana pasada. La dimensión del hecho no puede ignorarse: al menos formalmente, la compañía deja de ser dinástica, aunque Jacobs seguirá marcando la ruta como chairman. Mollenkopf (44) ha hecho toda su carrera en Qualcomm, donde últimamente ocupaba el puesto de chief operating officer. Conoce al dedillo la empresa de San Diego, y sabe que la estabilidad es condición para la innovación. Hasta ahora, esta compañía había tenido dos CEO en tres décadas (Irwin Jacobs y su hijo Paul), de manera que su rumbo es previsible. Pero un giro estratégico se ha podido apreciar en el Mobile World Congress. Leer más