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Que el número tres (o cuatro) de una multinacional deje su cargo de la noche a la mañana por «razones personales», inevitablemente despierta sospechas. Es lo que ha hecho Vishal Sikka, CTO de SAP y máximo responsable del desarrollo de productos e innovación: anunciar su marcha dos semanas antes de la junta de accionistas en la que Bill McDermott será ungido como único CEO de la compañía, y un mes antes de Sapphire, evento anual para clientes y partners, en el que le estaba reservado un papel estelar. ¡Cómo para no sospechar que las razones personales son un pretexto!
Llueve sobre mojado, porque SAP se caracteriza por los continuos cambios en su cúpula en los últimos diez años. Cuando parecía haber alcanzado la estabilidad con el dúo formado por McDermott y su co-CEO Jim Hagemann Snabe, el segundo ha decidido dejar a su colega solo al mando, siempre tutelado por el fundador Hasso Plattner. He leído que Sikka tenía la ambición de ser promovido para compartir el puesto de CEO con McDermott, y que al no serle concedido decidió renunciar. La verdad es que tampoco resulta creíble una rabieta pueril en alguien de su experiencia: Sikka, doctorado por Stanford, fundó y vendió dos empresas de software antes de fichar por SAP en 2002, y en 2007 se convirtió en CTO.
La revista alemana E3 ha publicado detalles sobre una supuesta batalla interna, que enfrentaría a dos bandos: ciertos miembros del consejo defienden que el centro de decisión siga en Alemania, pero otros – no por ello menos germánicos – se resignan a que el eje se desplace a Estados Unidos, como requisito para estar en la punta de la innovación. A la vez, en Estados Unidos se habrían configurado dos polos: uno en Pennsylvania (cuartel general de McDermott) y otro en Palo Alto (dirigido por Sikka).
Justo antes de dimitir, el CTO reaccionó en su blog personal, descalificando el artículo como una colección de chismes sin fundamento. Pero no pudo evitar que las preguntas siguieran circulando.
Gracias a la profunda renovación intelectual que introdujo Sikka – exponente de la muy poderosa diáspora india en el Silicon Valley – con la invención de la plataforma de base de datos en memoria HANA, la oferta de la compañía ha dado un vuelco en los últimos años, y los resultados justifican la inversión orgánica. Por otro lado, las varias adquisiciones que debían situarla en primer plano como competidor en el emergente mundo del cloud computing (SuccessFactors y Ariba) no han dado los frutos que se esperaban; asimismo, desde que Sanjay Poonen abandonó la compañía el año pasado para irse a VMware, no ha habido progresos en la estrategia de SAP en materia de movilidad, supuestamente ambiciosa.
Si estos razonamientos se llevan a su consecuencia lógica, estaríamos ante la reapertura de un dilema de prioridades: plataforma o aplicaciones, que las funciones duales de Sikka ayudaba a diluir. De momento, su responsabilidad de supervisar el desarrollo de productos ha recaído en un veterano directivo alemán, que dirigía la venta de aplicaciones, pero se ha dejado para más adelante la búsqueda de un nuevo CTO.
Entretanto, ¿qué futuro espera a Sikka (46 años), aparte de su familia? Tal vez un regreso a India: hay rumores que asocian su nombre a la próxima sustitución del CEO de Infosys, uno de los grandes grupos de servicios informáticos de ese país, Infosys necesita un cambio radical para adaptarse a un mercado mundial en el que los servicios de outsourcing han perdido relevancia. El actual CEO, S.D [Sarojni Damodaran] Shibulal, quiere retirarse, y ha sugerido públicamente que la compañía necesita un revulsivo semejante al que vivió IBM tras la llegada de Louis Gerstner. La comparación no sería del todo pertinente [Gerstner venía de la industria de consumo] pero ha dado lugar a que Times of India desvele que Vishal Sikka estaba en la short list para ocupar el puesto. Extraño giro en su carrera, pase lo que pase.
Todavía no ha llegado a casa el paquete de Amazon, pero he leído tantos comentarios sobre Le Capital au XXIe Siècle, de Thomas Piketty, que me atrevo a escribir una líneas acerca de este libro que alguien ha calificado como el mejor sobre economía que se haya publicado en muchos años. ¿Será para tanto? No lo sé, pero de entrada parece que Piketty ha conectado con la necesidad de poner el pensamiento económico en el eje del debate público. Algo debe estar ocurriendo para que un libro que bebe de fuentes académicas, con decenas de gráficos, haya escalado a la lista de más vendidos del New York Times, ese ´algo` es la perplejidad ante una crisis que, aunque la propaganda insista en lo contrario, está viva y coleará por bastante tiempo.
La tesis de Piketty es, reducida en extremo, muy simple: la desigualdad es una amenaza para el capitalismo. Para sostenerla, pasa revista a 200 años de evolución en la concentración de ingresos y riqueza. Durante los siglos 18 y 19, las sociedades occidentales [tengo entendido que no se mete a analizar las nuevas fuerzas asiáticas] fueron profundamente desiguales, con rígidas estructuras de clase. La industrialización elevó gradualmente los salarios, sin modificar lo esencial. En el siglo 20, la sucesión de guerras, revueltas, recesíón, inflación y quiebras, condujo a la invención del estado de bienestar: «la existencia de un contramodelo fue una de las razones por las que ciertas reformas fueron aceptadas»
Lo que vienen a demostrar las series históricas de Piketty es que el retorno que recompensa al capital está aumentando más rápido – cada vez más rápido – que el crecimiento de la economía. Y que, de seguir así, la desigualdad llegará a ser insostenible tanto económica como políticamente. Hasta el FMI sostiene algo parecido en su estudio Redistribution, Inequality and Growth, publicado en febrero [curiosa coincidencia con la edición americana del libro de Piketty].
De la cuantiosa recopilación estadística del libro, un colega que sí lo ha leído extrae esta descripción: «los niveles de desigualdades de renta y patrimonio durante los bulliciosos años veinte del siglo pasado. La extrema concentración. Tanto en Europa en 1910 como en Estados Unidos en 2010, el reparto del pastel es muy desigual: el 1% más rico se queda con el 20% del total, el 9% restante con el 30%: la mitad para el 10% más rico. El 40% siguiente se repartió otro 30% y el 50% restante se las arregló con el 20%».
Martin Wolf, admirado columnista económico del Financial Times, asume la idea central del libro: una sociedad menos desigual sería una bendición, no una amenaza, para el crecimiento que se echa en falta en la economía mundial. Extrañamente, los columnistas conservadores se han mostrado cautos en sus críticas a Piketty, más allá de ventilar no sé qué episodio conyugal. Superado el espantajo de la reforma sanitaria de Obama, la derecha republicana tiene una nueva prioridad: bloquear la subida del salario mínimo porque, según un editorial del Wall Street Journal, llevaría a la ruina a sectores como las cadenas de restaurantes, «que están entre los verdaderos creadores de empleo» [sic].
Por lo que me han dicho, Le Capital au XXIe Siècle [todavía no editado en España, esto no es Sombras de Grey] no se limita a revisar históricamente la cuestión. Se apunta a la tesis del estancamiento secular, que otros han acuñado como el problema de nuestro tiempo. Piketty predice que el crecimiento será bajo durante el resto del siglo, que los retornos sobre el capital se mantendrán altos y la riqueza se concentrará en menos manos.
Supongo que volveré sobre el tema, que sin duda apreciaré mejor cuando pueda leer directamente el libro. Me detengo en este punto, pues.
Es, puede decirse sin exagerar, uno de los proyectos tecnológicos más atractivos de los últimos tiempos, desde los puntos de vista filosófico, humano y técnico. Watson representa el intento más serio de casar el concepto de inteligencia artificial con los campos de interés estratégico para la sociedad; ha salido de los laboratorios de una empresa como IBM, por lo que ha de ser coherente con objetivos comerciales. Pero las circunstancias presionan para forzar el mayor impacto económico, porque hay prisa por abrir nuevos yacimientos de crecimiento. Virgina Rometty, la CEO de IBM, ha dicho que Watson puede ser un negocio de 10.000 millones de dólares en una década. Leer más
Ingeniosos tuiteros inventaron el hashtag #appsung para el proceso en el que ambas partes han sido declaradas culpables. Algo tiene de justicia poética: abundan los síntomas de hartazgo con el circo legal que Apple y Samsung [principalmente, pero no los únicos] han llevado de gira por el mundo durante años. El último episodio, o tal vez no el último, ha culminado, o tal vez no todavía, con el veredicto por el que los ocho miembros del jurado dictaminaron que Samsung ha violado dos patentes registradas por Apple, y que Apple ha violado una registrada por Samsung. Sería un error pensar que no ha habido vencedores ni vencidos.
Si la juez Lucy Koh confirma el veredicto, los 2.191 millones de dólares que reclamaba Apple se habrán quedado en sólo 119 millones. La cifra es tan baja, un 5,4%, que ha sido interpretada como una bofetada a la seriedad de la demanda: hace un mes, Apple presentó al juzgado un documento en el que estimaba en 60 millones la minuta del bufete Morrison & Foerster.
Por su lado, Samsung debería estar contenta con esa cuantía – muy inferior a los 930 millones con la que se saldó un litigio anterior en el mismo juzgado – y también con los 158.400 dólares – mucho menos de los 6 millones que le reclamaba su adversario – que deberá pagarle Apple por violar su patente sobre codecs de video registrada por su competidor coreano. En definitiva, la infracción de Samsung ha sido justipreciada en 40 dólares por cada dispositivo declarado infractor, y la de Apple en 2 dólares.
A diferencia del 2012, la juez Koh no invitó esta vez a las partes a buscar un acuerdo extrajudicial. Aun así, el desenlace no es lo más interesante: los abogados de Apple presentaron como evidencia un documento por el que Google se habría comprometido a reembolsar a Samsung la indemnización que pudiera recaer sobre ella. Fue un error, aunque insistieron en que el jurado no debería considerar a Google como parte. Samsung acertó en su táctica procesal de involucrar a Google: personas que trabajaron o trabajan en Google testificaron que ciertas características que Apple dice haber inventado forman parte de Android.
Lo cierto es que entre el final del juicio de 2012 y el veredicto del viernes, el iPhone ha perdido cuota de mercado frente a los smartphones basados en Android (particularmente los de Samsung), por lo que la juez advirtió al jurado que no debía dejarse influir por esa información, que según ella no es relevante para decidir quién tiene razón sobre las patentes.
Durante el juicio reapareció aquel famoso mail de un cabreado Steve Jobs, prometiendo librar una ´guerra santa termonuclear` contra Google tras el lanzamiento de Android. De modo que la alegación de que el objetivo no confesado de la demanda era Google resultó creíble para el jurado, según el especialista Florian Mueller. Tampoco funcionó el argumento patriótico que los abogados de Apple hicieron valer en el juicio de 2012 [en aquella ocasión se discutía sobre diseño, esta vez sobre funcionalidades]. Mueller sostiene que Google ha sido el vencedor de la batalla: Samsung se ha escudado tras ella, y Apple parece que no tiene armas para atacarla directamente.
Puede ser una mera coincidencia, pero el martes 29 la Comisión Europea alcanzaba un acuerdo con Samsung por el que esta se abstendrá durante cinco años de pedir medidas coercitivas contra sus rivales (obviamente, Apple) en defensa de sus SEP (standard essential patents). En caso de conflicto, las partes tendrán 12 meses para negociar, y en última instancia los términos de una licencia serán decididos por un tribunal o por un árbitro. En concreto, implica que Apple tendrá que pagar a Samsung por el uso de sus patentes ´esenciales`, pero la segunda no podrá fijar unilateralmente las condiciones ni el precio. Como contrapartida, la CE renuncia a seguir un procedimiento antitrust que tenía en marcha contra Samsung.
La línea divisoria entre la impresión por inyección de tinta o por láser, no es tan evidente como lo ha sido históricamente. Hasta ahora, la frontera pasaba por las 500 páginas al mes, lo que significaba que la primera se reservara a los consumidores y la segunda a las empresas. Pues bien ya no es así: la línea se ha movido hasta las 4.000 impresiones mensuales con la misma o superior eficiencia de costes y consumo. Este argumento, con el que HP arropa sus nuevas OfficeJet, presenta un interés especial: más que el «ascenso» de una tecnología de consumo, implica generalizar en las empresas la que ya usa en sus impresoras de escala industrial, no sin consecuencias económicas. Leer más
La compañía taiwanesa Foxconn es sobradamente conocida, sobre todo por sus poco ejemplares prácticas laborales. Gracias a su condición de primer contratista de fabricación para las grandes marcas de la electrónica – desde Apple, el caso más notorio, hasta Dell y HP – factura 96.000 millones de dólares y gestiona numerosas factorías en China y otros países asiáticos; incluso Huawei, su vecina al otro lado de la carretera en Shenzhen, le confía la producción de su hardware. Ha vuelto a ser noticia esta semana con la firma de un acuerdo con HP para desarrollar y fabricar una nueva familia de servidores cuyos teóricos clientes deberían ser los grandes proveedores de servicios web.
El acuerdo fue rubricado en Taipei por Meg Whitman, CEO de HP, y Terry Gou, fundador de Foxconn, cuyas declaraciones (por escrito, como mandan los nuevos cánones de las relaciones con la prensa) subrayan que la combinación de sus respectivas fuerzas «cambiará la economía del mercado de servidores» (Whitman) y «el cloud ha cambiado radicalmente la cadena de suministros» de ese mismo mercado. ¿En qué consiste tanto cambio, más allá de los estereotipos? En que este segmento del mercado crecerá al ritmo de más del 15% entre este año y 2018, según estimaciones de Gartner.
HP ha trabajado con Foxconn durante décadas, de modo que el acuerdo no es una sorpresa. Lo llamativo es que haya decidido abrir una tercera vía, aparte de sus tradicionales servidores ProLiant y de los todavía frescos Moonshot de bajo consumo de energía para cargas de trabajo poco exigentes. La ascendente categoría llamada hyperscale define a servidores x86 de bajo coste que son usados mayoritariamente por las grandes compañías de Internet y de servicios cloud. Es corriente resolver la papeleta escribiendo que se trata de máquinas ´commoditizadas`: compañías como Google, Facebook o Amazon diseñan sus servidores y encargan su fabricación a compañías asiáticas. Hay una razón obvia para la alianza de HP y Foxconn: la primera ve cómo se le escapa un segmento de mercado en crecimiento, la segunda cómo unos advenedizos fabricantes de barebones le arrebatan contratos de marca blanca que son su especialidad.
Los acólitos de Whitman descalifican el mito de la ´commoditización` de los servidores: según ellos, sólo una empresa como HP puede garantizar un nivel de servicio y soporte del que los ignotos competidores se desentienden nada más entregar el hardware. Se da por supuesto que contar con HP y Foxconn como proveedores evitará a los Google, Facebook o Amazon los dolores de cabeza de diseñar servidores a medida de sus necesidades.
Lo cierto es que el mercado de servidores x86 empieza a escindirse, no ya entre los formatos tradicionales (rack, blade y torre) sino entre diferentes niveles de complejidad y rendimiento. Una porción importante del crecimiento registrado en los últimos trimestres se debe a este tipo de máquinas, de nada fácil representación estadística.
Por otra parte, se da la coincidencia de que HP quiere aprovechar la inestabilidad creada por la venta por IBM de su división de servidores x86 a Lenovo, para revalidar su condición de número uno (excluídos los mainframes). Según los datos de IDC, HP cerró el cuarto trimestre con una cuota del 29,9%, seguida por Dell con el 21,1% e IBM con el 8,8% y Cisco en cuarta posición. En España, HP es el claro líder de ese mercado, aunque no el competidor que más crece.
Es pronto para imaginar qué impacto puede tener el acuerdo con Foxconn sobre el reparto del mercado x86, pero de momento parece haber pillado desguarnecidos a los rivales de HP. Meg Whitman, en la última presentación de resultados, proclamó que la división Enterprise Group (y dentro de ella la rama de servidores) está destinada a jugar un papel relevante en la estrategia que a efectos de marketing ha bautizado con el pretencioso eslogan «nuevo estilo de TI».
Desde hace casi tres años, el autor de este blog ha perseguido infructuosamente la oportunidad de una entrevista cara a cara con Vittorio Colao, CEO del grupo Vodafone. Entretanto, ha sido invitado a dos briefings de Colao con la prensa española, el anterior en 2012. El pasado 22 de abril, Colao estuvo nuevamente en Madrid con motivo de la inauguración de la nueva sede de la empresa, y volvió a comparecer ante un grupo de periodistas. La reciente compra de Ono y sus consecuencias sobre la posición de Vodafone en España centraron buena parte de las preguntas. Las respuestas de Colao, prolijas y bienhumoradas, excluyeron el menor comentario sobre la eventualidad de nuevas adquisiciones. Leer más
A Mario Kotler, colaborador de este blog en San Francisco, no le ha gustado que calificara de «treta bursátil» la decisión de Apple de canjear sus acciones a razón de siete por una. Me atengo a la definición de María Moliner: «medio hábil en el que hay algo de engaño o trampa, que se emplea para conseguir una cosa». La ´cosa` que ha conseguido Tim Cook es el apoyo entusiasta de los inversores, que han catapultado la cotización de Apple hasta rozar los 600 dólares, que no tocaba desde noviembre del 2012.
Desde que tocó techo a 700 dólares, hasta la semana pasada, la acción de Apple bajó un 24% mientras los principales índices subían un 30%. La queja unánime de los analistas ha sido la ausencia de un producto ´disruptivo` más allá de variaciones rituales del iPhone y el iPad. Es mérito de Cook haber logrado que la cotización suba gracias a un malabar [«juego de destreza»].
Creo haber explicado aquí el sentido de la maniobra: Apple necesita que su acción se ponga al alcance de los pequeños inversores: ayer, con 3.000 dólares se podían comprar cinco acciones; en junio – suponiendo que no sigan subiendo – con ese monto podrían comprarse 34 acciones. ¿A quién le importa? Se dice que el objetivo de Cook sería que Apple pase a formar parte del selecto grupo de compañías del índice Dow Jones [un IBEX pero a lo grande]. Su actual capitalización bursátil lo justificaría sobradamente, pero por razones que se me escapan, los gestores del índice prefieren que las cotizaciones no desmientan el mito americano del capitalismo popular: una acción debería estar al alcance de cualquier ciudadano. Apple sería la la quinta compañía del sector TI representada (junto con Cisco, IBM, Intel y Microsoft].
Está de más decir que ese propósito es legítimo. Ese no es el problema al que me refiero, sino el hecho de que Cook ha asumido como propia la doctrina de los ´inversores activistas`, cuyo héroe es Carl Icahn, que tienen como meta exclusiva el retorno de valor al accionista. La fórmula clásica de remunerar la fidelidad de los inversores mediante la suma de capitalización y dividendo les parece poco, a pesar de que Apple tiene uno de los rendimientos [NPY, net payout yield] más altos de Wall Street, el 10,9%.
La única ´disrupción` que interesa a Icahn y otros de su especie es la recompra de acciones, que en teoría puede saciar la demanda y elevar el precio; pero como no sería práctico a 600 dólares por acción, la fórmula que proponen es split + buyback.
Precisamente, Apple se encuentra en la confortable situación de dedicar el 11% de su valor en bolsa a retornar riqueza a sus accionistas y, después de hacerlo, mantener intacto un colchón de tesorería que a finales de marzo era de 151.000 millones de dólares. Y eso que, desde agosto de 2012, ha destinado 66.000 millones al programa de recompra de acciones. El consejo ha autorizado a Cook a subir la cifra hasta 130.000 millones antes de finales de 2015. Sin contar con un dividendo del 8% pagadero el 15 de mayo.
Sin embargo, se da la circunstancia de que el 87% la tesorería de Apple [132.000 de los 151.000 millones] está fuera de Estados Unidos, y repatriarla tendría un coste fiscal que Cook prefiere evitar. Esta es la explicación de que, a pesar de lo que guarda en su cofre, la compañía haya tomado otra decisión que puede parecer insólita: aprovechar la coyuntura del mercado de capitales para endeudarse – a un coste inferior al del impuesto que se ahorra – y con ese dinero comprar sus propias acciones. No nos extrañemos de que los analistas no contaminados escriban que lo que Apple necesita son ideas y productos nuevos, no sólo una atrevida ingeniería financiera. ¿A alguien le importa cómo será el iPhone 6?.
Después de un 2013 chato, los consumidores y las empresas vuelven a gastar/invertir en tecnologías de la información, según un informe de Gartner que estima el total mundial para este año en 3,771 billones de dólares, un 3,2% de incremento, que representa 117.000 millones adicionales. La cifra es prácticamente idéntica a la que se estimaba en principio para el año pasado (3,776 billones) pero se queda corta sobre los optimistas 3,917 billones que entonces se contemplaban para 2014. El analista John Lovelock resume: «las empresas han pasado de frenar a planificar y ahora se han puesto en modo compra». Con matices, todos los segmentos analizados esperan números mejores que el año anterior. Leer más