9/09/2024

A Sandra le toca desandar lo andado

El drama de Intel gana intensidad al acercarse la reunión en la que Pat Gelsinger presentará al consejo de la compañía su propuesta de medidas urgentes. Que ya se conocen en grandes líneas. La primera que goza de consenso será la venta de Altera, adquirida en 2015 por 16.700 millones – una buena tajada para aquellos años – y cuyo valor actual estiman los analistas en 20.000 millones. La empresa, especializada en el diseño de chips programables FPGA  (Field Programmable Gate Array) tiene, o eso parece, un candidato en firme, Marvell Technology. Sea esta u otra la compradora, la transacción tendrá que ser autorizada por las autoridades chinas, en tiempos delicados para esperar favores de Pekín.

Sandra Rivera

Lo que Intel pone en venta no es exactamente lo que compró en 2015 sino una división levantada durante años sobre aquellos cimientos, Programmable Solutions Group (PSG) y que fue rebautizada el año pasado con el antiguo nombre: todo negocio merece una marca y lo mejor es que sea conocida. Es relativamente fácil en este caso, porque el origen de Altera se remonta a  1983.

La refundación en 2023, un tanto precipitada, pudo tener la intención de abrir la nueva Altera a la participación de terceros, sin llegar a venderla. Así se desprende de lo que declaraba Sandra Rivera, veterana ejecutiva de Intel en febrero del año pasado, escogida para dirigirla y batallar en un mercado cuyo valor global se ha calculado en 55.000 millones en los próximos cinco años, gracias a un crecimiento medio del 8% al 10% anual.

La primera característica de los chips FPGA es que pueden ser programados para distintas cargas, entre las que se encuentran las de machine learning, por lo que presentan oportunidades de negocio  en la era de la IA. No es una tecnología nueva, pero resulta rompedora para Intel – también para AMD – convencidas de su potencial para competir en coste, rendimiento y eficiencia con las GPU que han catapultado a Nvidia al estrellato en los últimos tiempos.

Hay más materia. Desde que AMD adquirió Xilinx en 2020, se aupó a la condición de líder del mercado con algo más de la mitad de la  facturación global, mientras el dúo Intel/Altera se quedaba en el 30% aproximadamente. Con buenos márgenes y algo de volatilidad, por cierto, a juzgar por las cuentas publicadas.

Recuperar ese campo de batalla fue la tarea que Gelsinger encomendó a Rivera – fortalecida internamente tras haber relanzado la línea Xeon –  poniéndola al frente de Altera, renacida como empresa separada. Una segunda intención habría sido la eventual entrada de socios financieros con los cuales preparar una salida a bolsa en 2026, momento en el que la confluencia entre FPGA e IA estará en sazón. La crisis financiera de Intel habría cortado por lo sano esa posibilidad.

Tras una carrera en la que le tocó ocupar distintas responsabilidades en la compañía californiana, Sandra Rivera se ha ganado los galones en el contexto de la reorganización emprendida por Gelsinger a su vuelta a Intel. Primero, le encargó combinar un  Data Center and AI Group (DCAI) de transición, para luego segregar el PSG (nuevamente Altera) con la independencia que se ha considerado indispensable. Finalmente, fichó un responsable para el DCAI y liberó a Rivera para ocuparse solamente de Altera.

No se trata sólo de IA; hay otras coyunturas para los FPGA. “La industria de defensa y el sector aeroespacial están creciendo velozmente en Estados Unidos, Europa e India – explicaba Rivera en una conferencia de Deloitte – y asistimos a nuevos desarrollos de mercado en la automoción, la robótica industrial y las comunicaciones móviles, en los que los FPGA van a tener un papel relevante”.

Si se concretara la venta de Altera – tal vez endulzada manteniendo en manos de Intel un cierto porcentaje – no sería esta la única desinversión dictada por las circunstancias de su propietaria. Sería entendible que se desprendiera de toda o parte de la cuota que todavía controla de la israelí Mobileye, que suministra software para sistemas de movilidad autónoma y de ayuda al conductor. La idea tiene una pega: la acción de Mobileye ha caído un 71% desde enero y se prepara para presentar números rojos por tercer año fiscal consecutivo. Otra dificultad sería la amputación de la rama Network and Edge, cuyas ventas muestran un inquietante (y poco comprensible) descenso.

Lo que no tiene vuelta atrás, a juzgar por lo que trasciende a los medios, es Intel Foundry, la ambiciosa creación de Gelsinger destinada a romper el modelo fundacional de la compañía, al dedicar capacidad de producción a fabricar chips para terceros. Abandonar en este momento podría ser catastrófico y alcanzaría una indeseable dimensión política, tras haber sido precisamente Intel la más beneficiada por la generosidad de la administración Biden. Por lo tanto, se busca con urgencia una fórmula que permita salvar la construcción de las nuevas plantas en Arizona, Ohio y Oregon; en cambio, parecen condenadas las obras proyectadas en Magdeburgo (Alemania).


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