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  6/05/2015

6Abr

Tengo la suerte de contar con algunos miles de lectores inteligentes. Y como este blog no acepta comentarios ni anónimos, me ahorro disgustos con ese género de espontáneos de lengua sucia. Quienes quieren comunicarse conmigo, tienen como hacerlo. Lo digo a rebufo de mi crónica del lunes sobre las versiones de venta eventual de Salesforce, que ha despertado mucha correspondencia, en general preguntas que he respondido por vía privada. Entre esa correspondencia quiero destacar una reflexión que me envía Alfonso R, de quien me consta su fidelidad como lector. Me permitiré reproducir lo fundamental, porque puede ser útil a otros interesados en el asunto.

«No estaba en mi cabeza que Salesforce pudiera ser objetivo de compra – arranca Alfonso – por dos motivos: sus 48.000 millones de capitalización y porque no veía quien pudiera digerirla». Lo mismo pensaba yo, pero veo que, objetivamente, no faltan motivos para que Marc Benioff busque salidas a una situación que, de seguir como hasta ahora, podría ser insostenible dentro de un año o dos. Desde que salió a bolsa en 2004, sólo en dos años el crecimiento de sus ingresos se quedó debajo del 30%, y este ha sido el baremo por el que la juzgaban – la juzgan – los inversores.

Sin embargo, ese ritmo se va asfixiando en el plano orgánico, pero se enmascara por sucesivas adquisiciones que añaden portfolio pero no ganancias. Su acción ha alcanzado niveles difícilmente justificables si en lugar de mirar la curva de ingresos se mira la de pérdidas. Salesforce está mostrando síntomas de transformación, no necesariamente favorable: de compañía de alto crecimiento – y por tanto especulativa para los inversores – a compañía madura a la que se le piden cuentas.

El amigo Alfonso aporta un gráfico elocuente que relaciona ambas variables, pero lo que me parece que debo reproducir es su texto: «las compañías SaaS tienen una peculiaridad que las compañías tradicionales [de software] no tienen, y es que pueden hacer crecer sus ingresos perdiendo dinero de forma consistente, sin por ello penalizar el valor de la acción».

Salesforce es el más claro exponente de esas «compañías SaaS», e incluso se puede sostener que Benioff fue el inventor (o el que mejor lo explotó) de ese modelo de negocio. Pero la competencia aprieta, y el crecimiento tiene un techo. Como dice este lector, «compañías como Oracle ligan el precio de su acción directamente al beneficio y su evolución. Actualmente, Oracle tiene una capitalización de 193.000 millones de dólares y un beneficio de 10.830 millones, que da un PER en torno a 19, la varita mágica que liga beneficio y precio de la acción».

No podría explicarlo mejor. «[suponiendo que Oracle acabara comprando Salesforce] un ejercicio simplista indica que sus beneficios serían inferiores. Manteniendo ese PER de 19, se volatilizarían 46.000 millones de los 240.000 millones actuales de la suma de ambas compañías. Esto es, una caída cercana al 20% en las acciones de Oracle». Se puede pensar que Oracle, tras absorber Salesforce, dejaría de ser una compañía de software madura para ser una compañía SaaS en crecimiento. Pero, como otras cuyo modelo de negocio se ha apoyado en la venta de licencias y que han intentado la transición al modelo SaaS, tendría muy complicado justificar una bajada simultánea de ingresos y de beneficio.

Suponiendo que la versión publicada por Bloomberg fuera cierta – no sería la primera vez que un cronista se columpia tras recibir un soplo; Larry Ellison se pensará muy bien si es la mejor opción para Oracle. La pregunta retórica que está en el aire es esta: aparte de su evidente capacidad financiera, ¿tiene Oracle estómago para digerir el atracón?


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