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  2/11/2016

Windows Server 2016 en la era de Azure

Satya Nadella ha dejado claro que, para él, Linux no es «un cáncer», como lo era para su antecesor Steve Ballmer. Pero Linux será siempre un enemigo peligroso, si los clientes corporativos no perciben a Windows como parte de los nuevos paradigmas, Esta sería una explicación de por qué Microsoft saca ahora al mercado Windows Server 2016, con importantes novedades en la onda de cloud first preconizada por Nadella. Al mismo tiempo, como su problema es evitar deserciones, refuerza su política de Software Assurance como instrumento de retención de la enorme base instalada de Windows Server 2012. De este, mantiene vivas muchas características que son familiares en los centros de datos.

Por supuesto, las aplicaciones cliente/servidor y web que fueron desarrolladas para las generaciones anteriores de Windows Server, seguirán funcionando sin problemas con la 2016. Como sustituta de Windows Server 2012, la nueva plataforma de Microsoft se apoya en los sistemas de archivos, tiempos de ejecución y protocolos que caracterizan a las aplicaciones actuales. Da un paso más en la línea de la infraestructura definida por software, pero lo fundamental es la influencia que ejerce su propia nube pública Azure en dos aspectos: contenedores y una variante simplificada del núcleo de sistema operativo que ha sido bautizada como Nano Server. Con estos cambios, profundos pero no compulsivos, la evolución natural sería, según piensan en Redmond, que la migración a Windows Server 2016 sea relativamente rápida. Ya se verá.

Primer elemento a considerar: Linux. Desde la promoción de Nadella, y aún antes, Microsoft es consciente del fenómeno, tanto que en los dos últimos años ha comenzado a acogerlo más o menos a regañadientes. A comienzos de este año, lanzó una versión para Linux de su framework .NET, y sorprendió con el anuncio de que está desarrollando una versión de su base de datos SQL Server para ejecutarse en servidores Linux a partir del año próximo.

Un tercio de las máquinas virtuales que operan en su nube Azure corren sobre Linux. La propuesta de valor sobre Azure se ha hecho sobre la base de que, teniendo Windows tanto en el datacenter como en la nube, para los clientes será más fácil implementar una nube híbrida. Pero si la nube pública se inclinara hacia Linux, quizá los clientes se pregunten un día si no deberían adoptar Linux también on-premise.

Además de la incorporación paulatina de componentes de código abierto – que no implican en absoluto una renuncia – Microsoft ha diseñado un nuevo plan de licencias, que se calcularán por núcleo y no por CPU como en el pasado. La razón parece evidente: las nuevas CPU de servidores más potentes pueden ejecutar más máquinas virtuales que nunca: si la licencia se calcula por núcleo, Microsoft vincula sus ingresos a la potencia de computación y no al número de máquinas.

Aparentemente lo hará con cautela. Gartner asegura que en el proceso de renovación de Software Assurance se está admitiendo seguir con el modelo actual por otros tres años y retrasar el cambio propuesto; si no fuera posible, la consultora aconseja planificar la próxima ronda de compra de servidores: cuanto antes, mejor. Avisa Gartner que el nuevo régimen aumentará los costes de los clientes de Microsoft.

El segundo elemento es de rigurosa actualidad es el abrazo a la moda de los contenedores como soporte opcional en producción de las aplicaciones y servicios basados en esta tecnología, conocida en entornos Linux pero hasta ahora inédita en Windows. Mover aplicaciones empresariales a la nube puede ser una tarea tediosa, que consume muchos recursos. Los contenedores son una de las vías de desarrollo de una visión bimodal de las TI [bimodal IT, en la jerga de Gartner], ya que permiten seguir trabajando con las aplicaciones heredadas y adoptando progresivamente las de nuevo desarrollo.

A diferencia de la virtualización, en la que cada máquina virtual tiene su propio kernel de sistema operativo, los contenedores tienen un kernel común, lo que hace innecesario separar el hardware que se emula, la memoria y el almacenamiento, como ocurre en la virtualización. Al no tener que emular hardware físico, los contenedores son pequeños y eficientes. Windows Server 2016 admite dos niveles de contenedores: uno que se ejecuta directamente como una capa del sistema operativo anfitrión, y otro según el modelo Hyper-V, máquinas virtuales aisladas que incorporan su propia copia (más ligera) del kernel de Windows.

Los expertos de Microsoft han trabajado estrechamente con los de Docker, y con la imprescindible comunidad de desarrolladores, para dar soporte completo a los contenedores en Windows Server 2016. Aquí es donde Linux reaparece en escena. No todas las aplicaciones pueden funcionar en un contenedor: el soporte de Windows Server 2016 está en una fase precoz, por lo que Microsoft ha publicado una lista de aplicaciones que son compatibles. Docker – avisa la compañía – es una herramienta de gestión, que Microsoft soporta pero no es un requisito. La ventaja consiste en que provee una misma herramienta de despliegue y gestión tanto en Windows Server como en Linux.

Docker explica en su website que el trabajo conjunto con Microsoft es «una forma de permitir a los profesionales de TI, por un lado, asegurar la cadena de suministro de software de Windows y, por otro, gestionar las cargas de trabajo en contenedores, ya sea on-premise, en la nube o en entornos híbridos». Los usuarios del nuevo Windows Server recibirán soporte técnico para Docker sin coste adicional, y se anuncia la próxima disponibilidad de una versión beta de Docker Datacenter para Windows Server. Es, por tanto, la primera vez que se ofrece al mundo corporativo una plataforma común para aplicaciones en Windows y en Linux sobre cualquier infraestructura.

Los microservicios también en boga, ofrecen un modo diferente y modular de desarrollar aplicaciones para la nube, así como los contenedores dan a los desarrolladores la posibilidad de crear aplicaciones que utilizan una colección de microservicios ligeros. La arquitectura de microservicios es, esencialmente, un método de desarrollo de aplicaciones que consta de un conjunto de servicios desplegados independientemente unos de otros.

En cuanto a Nano Server, la tercera innovación relevante que presenta Windows Server 2016, es el resultado de una reconstrucción masiva del código de Windows Server con finalidad minimalista: no tiene más interfaz de usuario que una consola de emergencia, y las instancias se pueden controlar en remoto. El adjetivo Nano es elocuente: una instancia de esta variante consume no más de 512 MB de espacio de disco y menos de 300 MB de memoria, dependiendo de la configuración. Microsoft promete, sin fecha, simplificar el proceso de inicio de Nano Server desde un USB y con interfaz gráfica.

Tim Pricket Morgan ha escrito una pieza brillante en The Register, en la que subraya la importancia de Windows Server 2016 como exponente del cambio profundo del papel de los sistemas operativos en la nueva era del cloud. Sostiene que, en realidad, Microsoft no ha lanzado una sino dos plataformas a la vez: una que es el reemplazo regular y necesario de su Windows Server 2012 [con el objetivo de apuntalar la base instalada contra eventuales deslizamientos], y otra que viene a ser la más relevante para la compañía por estar relacionada directamente con Azure, pieza maestra de la estrategia de Nadella. A esta segunda expresión corresponden las novedades descritas en los párrafos anteriores.

Para el respetado colega, el lanzamiento de Windows Server 2016 cierra un ciclo de dos décadas de Windows como sistema operativo para servidores, tras liberarse de la influencia inicial de IBM. Windows NT [cuya versión final 4.0 fue presentada en julio de 1996] tuvo el mérito de dar a Microsoft un papel relevante en los centros de datos, un camino que pasaría sucesivamente por cuatro generaciones de Windows Server (2000, 2003, 2008 y 2016).

El futuro de esta trayectoria – apunta Tim – tendrá más que ver con Azure Stack [la otra noticia de octubre, por cierto] que con Windows Server. Antes de llegar a ese futuro, Microsoft necesitará defender su base instalada y neutralizar la penetración de Linux. Que, en este sentido, sigue siendo como poco un fastidio.

[informe de Arantxa Herranz]


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