Microsoft ha conseguido llevar con respetable sigilo los preparativos del lanzamiento de Windows Phone 7, una plataforma que anunció con más retórica que sustancia en febrero y, siete meses después, ya está a punto para el mercado. La presentación seguirá una liturgia conocida: en Nueva York el lunes 11, el mismo día en Londres (en Madrid dos días después). Los móviles no se pondrán a la venta hasta la primera semana de noviembre, con el tiempo justo para la temporada navideña, y Movistar hará un esfuerzo especial de marketig. Al acercarse el momento, proliferan los rumores, y el ambiente se calienta con otras noticias afines.
Una de esas noticias es la designación de Andy Lees para presidir la nueva división Mobile Communications dentro de Microsoft. La hasta ahora llamada Entertainment & Devices (E&D) se escinde para dar nacimiento a dos, una la que presidirá Lees, y otra – Interactive Entertainment – cuya misión será regir el negocio de Xbox, Kinect y Zune. La partición tiene bastante lógica, pero extrañamente coincide con el momento en que ambas plataformas son tangentes.
Robbie Bach, que dirigía E&D, dejó la compañía en junio y su puesto no había sido cubierto. El informe a los accionistas (2010 proxy statement) distribuído con carácter previo a la junta general de noviembre, enuncia sin complacencia los errores de Bach: “el infructuoso lanzamiento de los teléfonos Kin y la pérdida de cuota de mercado en el negocio de móviles [han creado la necesidad] de retomar el ciclo de innovación para desarrollar nuevos factores de forma”. Dicho sea de paso, la compensación anual de Steve Ballmer se reduce a 670.000 dólares, una de las más bajas de la industria.
Con las presentaciones de la semana próxima, se cierra un período de dos años en los que el nombre Windows ha estado prácticamente ausente en el mercado de los móviles. En este tiempo, Microsoft ha sido incapaz de hacer que Windows Mobile 6.5 fuera creíble, ni de acelerar su reemplazo por Windows Phone 7. Sobre todo, no ha sabido asimilar el profundo cambio que se ha producido en el paisaje de la competencia. Sensatamente, no podrá recuperar la posición que otros le han arrebatado, ni puede resignarse a quedar fuera de juego. Esta es la difícil papeleta que le toca a Lees, y no es exagerado decir que el propio Ballmer arriesga en el envite mucho más que un recorte de su bonus.
Vuelve pues a escena Microsoft, y se encuentra con un actor espabilado que hace dos años ni figuraba en el cartel: se llama Android, y será el principal contrincante de Windows Phone 7. Esta es, por supuesto, una interpretación (tal vez simplista) de la decisión de denunciar a Motorola por presunta violación de nueve patentes registradas por Microsoft y que, según esta, protegen tecnologías incorporadas en al menos dos modelos Android de aquélla. Pero, ¿por qué Motorola? ¿Por qué no otros fabricantes que han adoptado ese sistema operativo? En primer lugar, porque Motorola abandonó tiempo atrás la plataforma Windows para decantarse exclusivamente por Android como un reflejo de supervivencia, y esta deserción la diferencia del resto, convirtiéndola en víctima vicaria: no hay que olvidar que la batalla principal no se libra entre marcas sino que enfrenta a Microsoft y Google.
La experiencia dice que en la guerra de patentes, Google presta un muy relativo apoyo moral a quienes han adoptado Android: a la hora de la verdad, los deja solos a las puertas del tribunal. Así lo ha vivido en carne propia HTC : acusada de infringir patentes de Apple, corrió a negociar un acuerdo de licencia con Microsoft. Para esta, la maniobra servía al fin de legitimar la defensa de su propiedad intelectual (Android copia a Windows, ha dicho Ballmer), y este es el antecedente que ahora esgrime contra Motorola. Pero no lo hace, significativamente, contra Samsung y LG, que podrían haber incurrido en la misma falta pero no han sido denunciados por Apple ni tampoco por Microsoft. Según ha trascendido, estos tres fabricantes serán los pilares del lanzamiento de Windows Phone 7 y lo acompañarán con «uno o más» modelos cada uno.