Algo habrá influido la hecatombe provocada por CrowdStrike el viernes pasado para que la startup israelí Wiz rechazara in extremis la oferta de compra de 23.000 millones de dólares que negociba con Alphabet, propietaria de Google. Según una nota que el CEO de Wiz, Assaf Rappaport, ha distribuido entre sus empleados, los fundadores han decidido que van a esperar la salida a bolsa, lo que podrìa ocurrir hasta que facturen al menos 1.000 millones de dólares, el triple que en 2023. Pero era impostergable clarificar la cuestión, ya que ayer por la tarde, cuando Sundar Pichai, CEO de Alphabet, presentase los resultados trimestrales, Wiz iba a ser la primera pregunta que le hicieran.
Hay que suponer que no habrá sido fácil renunciar. Los cuatro fundadores de Wiz – Rappaport y sus amigos de la mili: Yvon Cosica, Ami Luttwak y Roy Reznik – se hubieran repartido el 36% del precio: supuestamente 8.280 millones; a menos que retomen la negociación o aparezca otro comprador, el cuarteto no vería esa cuantía hasta dentro de un par de años. Una explicación que no se puede descartar es el temor a que la operación pasara largos meses bajo la lupa de las autoridades regulatorias que vigilan cada movimiento de Google.
Ahora bien, que una empresa con cuatro años de vida valga 70 veces lo que factura, puede ser muy discutible, pero si el presunto comprador es Alphabet, mejor será reservar la discusión. Porque Alphabet no es propensa a las compras gigantescas de sus competidores: prefiere absorber firmas menores, de las que pueda absorber tecnología, propiedad intelectual y capital humano. Este iba a ser el destino de Wiz, que en los últimos doce meses ha facturado 350 millones.
La operación hubiera sido singular por dondequiera se la mire: la compra más cara que haya firmado Google y la segunda más cara del sector de ciberseguridad, tras los 28.000 millones que Cisco ha pagado por Splunk. Y por cierto, el precio más alto que nadie haya pagado por una empresa tecnológica israelí. Desde luego, hay otras en lista de espera.
Los fundadores de Wiz – cuyo cabecilla es Assaf Rappaport, de 40 años – se conocieron durante los años de su servicio militar, estando destinados en la Unidad 820. Esta, una rama de la inteligencia israelí, ha actuado como de incubadora de empresas de tecnología, entre ellas el líder mundial del sector de ciberseguridad, Palo Alto Networks (fundada por Nir Zuk) y su rival CheckPoint (por Gil Shwed).
La historia de Wiz, con oficinas en Tel Aviv y Nueva York, destila rasgos curiosos. Nació en 2020, tras abandonar los cuatro amigos las filas de Microsoft, a la que cinco años antes habían vendido su primera startup a cambio de 320 millones de dólares. Empezaron una nueva aventura captando 80 millones y desde entonces han recaudado 1.900 millones en total, aportados por un selecto grupo de capitalistas de riesgo: antes Andreessen Horowitz, Lightspeed, Greylock, Sequoia, Blackstone y Salesforce Ventures, entre otras. En una quinta ronda privada, hace sólo dos meses, el precio ha implicado una valoración de 12.000 millones. ¿Cómo explicar un crecimiento tan explosivo?
En primer lugar, porque el mercado de ciberseguridad está pletórico y genera de continuo la aparición de firmas innovadoras que atienden nichos específicos y, pese a que muchas suelen encontrar comprador, la consolidación que algunos recomiendan no acaba de concretarse. En la actualidad, hay una cincuentena de startups de ciberseguridad – varias de ellas en Israel – que no cotizan en bolsa, pero están valoradas en más de 1.000 millones de dólares cada una, por lo que podían estar en más un punto de mira.
El segundo factor determinante es el incremento en el uso de la nube, un mercado cuyo valor se estima en unos 350.000 millones de dólares y que en cinco años podría llegar al billón, según Gartner. A su sombra – en la ecuación entra la inteligencia artificial – se multiplican las amenazas para la seguridad de los datos. Y, con la complejidad consiguiente, aumenta su vulnerabilidad. Esta es, precisamente, la especialidad de Wiz: la ciberseguridad de las cargas que las organizaciones confían a la nube. Sus herramientas de software tienen la virtud de conectar con los tres grandes proveedores cloud [AWS, Azure y Google Cloud], escanear todos los contenidos y verificar sus conexiones con otros sistemas, priorizando los puntos críticos que haya necesidad de corregir.
Estas cualidades justificaban el interés de Alphabet. A fin de cuentas, no es facturación lo que busca en Wiz – Google Cloud podría acercarse este año a los 40.000 millones – ni tampoco clientela, sino un perfil de liderazgo tecnológico en un mundo en el que las cargas se distribuyen entre múltiples nubes y en el que ocupa el tercer puesto frente a dos rivales mayores, sendas filiales de Amazon y Microsoft.
Se trata de una estrategia de largo recorrido. En 2022, Alphabet pagó 5.400 millones de dólares para absorber Mandiant, empresa que en sus orígenes estuvo vinculada a entes gubernamentales estadounidenses. Posteriormente, ha ido ampliando su galaxia de ciberseguridad con otras adquisiciones de pequeña cuantía, como Siemplify. Otras de estas podrían caer en su cesta sin hacer ruido. Lo mismo puede decirse de Wiz, que el año pasado compró dos empresas israelíes – Bionic y Flow – desembolsando 500 millones de dólares y tiene liquidez para nuevas adquisiciones.
Inmediatamente, se han puesto en marcha rumores renovados. Según uno previsible – aunque tanto o más cuestionable por los reguladores – Microsoft podria probar la suerte con una oferta de compra. El analista Dan Ives, de Wedbush, opina que en las condiciones creadas por la incidencia de CrowdStrike y el paso atrás de Wiz, sería natural esperar un nuevo ciclo de adquisiciones en el campo de la ciberseguridad, con orientación a la nube.