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Al entrar en su séptimo año de existencia, sobre el iPhone llueven las críticas. Unos argumentan que Apple ya no innova al mismo ritmo que en los tiempos de Steve Jobs; exageran en su añoranza, pero no les falta algo de razón: desde 2010, las mejoras de los sucesivos iPhone han sido menores y predecibles. Otros, entre ellos la gran mayoría de los analistas, lamentan la cortedad del catálogo, y opinan que Apple ignora deliberadamente al segmento de mercado que más va a crecer, con lo que se condena a seguir cediendo cuota de mercado a Android. Estos reproches, que no son nuevos, han vuelto a aflorar tras la presentación de dos nuevos iPhone, el 5S y el 5C. Leer más
Nunca se había visto algo así: en las 48 horas siguientes al lanzamiento de dos nuevos modelos – por primera vez dos y no uno – la acción de Apple volvió a caer al nivel de mayo. Lo que indica que en las semanas precedentes se equivocaron analistas e inversores, inducidos por la máquina de rumores que la compañía tiene escondida en alguna parte. Gene Munster, el más afín de los analistas bursátiles (Piper Jaffray) lo dice así: «todos erramos y sufrimos una decepción […] habíamos previsto una oferta auténticamente dirigida a la parte baja del mercado, y ahora ajustamos nuestro modelo a la frustración de las expectativas; los ingresos del año fiscal y el precio por acción serán inferiores a lo que esperábamos».
Los estrategas de comunicación de Cupertino propagaron la fábula del iPhone low cost, y algunos picaron, como quien tituló ´Apple se suma a la guerra de precios`. O los que hicieron una tosca conversión para escribir que el iPhone 5C se venderá a 70 euros (!), dato que ningún operador europeo ha confirmado. Sobre Apple han caído las críticas. No al móvil en sí, que es tan excelente como el iPhone 5 sólo que dentro de una carcasa de policarbonato y en varios colores. Puesto que se filtró que sería un smartphone barato, el problema está en el precio y en la manera de comunicarlo. Anunciarlo «desde» 99 y 199 dólares con contrato de dos años de permanencia, es una verdad a medias. Los usuarios no contratan con Apple sino con los operadores – por ahora tres en Estados Unidos – y estos tendrá algo que decir en el precio final, puesto que su plan de tarifas tiene que permitirle recuperar el coste que fije Apple. Y, en principio, este coste será un porcentaje del precio sin contrato (549/649 dólares, que en Europa se traducirá en 599/699 euros.
No todos los operadores europeos van a pasar por el aro, o si lo hacen será de mala gana. No van a negarse a vender un iPhone, desde luego, pero no pondrán en ese empeño sus energías de marketing. La tendencia de esta industria apunta a recortar o directamente eliminar la subvención de los terminales, por lo que Apple tendrá dificultades a la hora de negociar con aquéllos el precio de transferencia del iPhone 5C.
Eso ya se verá. De momento, me quedo con la opinión de Horace Dediu, cuyos análisis respeto y envidio: «Las versiones premium [iPhone 5S] van a contribuir menos al volumen. La competición se está desplazando, para pelear por los usuarios tardíos en los mercados avanzados y por los nuevos usuarios en los mercados rezagados. El nuevo iPhone 5C, a su nivel de precio real, no es adecuado para ninguna de las dos categorías, pero al menos tiene la virtud de marcar el ´fin del principio`del mercado de los smartphones«.
Cuando a alguien le toca la lotería, inmediatamente encuentra nuevos amigos con gran facilidad, y reaparecen otros a quienes se ha perdido de vista hace tiempo. Algo parecido puede ocurrirle a Vodafone, súbitamente enriquecida por la venta de su participación en Verizon Wireless, y que ahora se enfrenta al doble reto de cuidar a la vez su espalda y su caja fuerte. En principio, se ha dicho que los 130.000 millones que recibirá por la transacción – sobre los que pagará un tributo a la plusvalía estimado en 5.000 millones, que envidiaría un acertante del gordo – se repartirá en tres grandes bloques: un generoso dividendo a sus accionistas; un programa de 6.000 millones de libras, aprobado con anterioridad, para inversiones en red, incluyendo la conversión masiva a LTE; y un fabuloso tesoro para salir de compras.
Este sería el plan de Vittorio Colao, pero puede haber turbulencias. A menos que pueda asegurarse la lealtad ´eterna` de sus accionistas, puede que llegue a su mesa una oferta de compra. Sí, de compra: la oferta tendría que ser gigantesca, pero no sería la primera vez en que alguien financia una compra para pagar con la tesorería adquirida. Dicen que para disuadir a los cazadores de dotes, el mejor antídoto es transformar el dinero contante y sonante en activos físicos. Vuelve a hablarse del interés de AT&T, pero el rumor no merece demasiada confianza: los problemas regulatorios serían enormes, y el monstruo americano ha demostrado que conoce muy bien su país pero nada del mundo exterior.
El otro reto para Colao es qué comprar. Desde luego, no saldrá a tontas y a locas, pero primero tiene que decidir lo qué quiere, para que encaje en una estrategia coherente. Según los analistas, una línea sería extender sus posesiones en telefonía móvil, ya sea entrando en mercados donde no está – y donde otros operadores no ganan dinero – o bien, por ejemplo, retornando a Francia, de donde se retiró a disgusto pero con una golosa plusvalía. Habrá que esperar que se calmen las aguas dentro del grupo Vivendi, para saber si el operador SFR – que Vodafone conoce bien – está en venta o no, pero no tiene por qué ser la única vía hacia París.
Aun así, quedaría mucho dinero en el banco para seguir la transformación de Vodafone en operador convergente. La oferta que ha presentado por Kabel Deutschland pasa por unos días difíciles – algunos accionistas se han subido a la parra y amenazan con bloquear la operación, ahora que a Vodafone le ha tocado la lotería – pero tanto si se arregla como si no, hay al menos otra media docena de empresas de cable europeas en manos de fondos de inversión, que se frotan las manos en espera de una llamada de Londres. Sin contar con la versión recurrente según la cual John Malone estaría dispuesto a liquidar Liberty Global, su imperio cablero en Europa. Créanme: esto de ser rico es una lata.
Si alguien duda, a estas alturas, de que las comunicaciones móviles son una revolución, no tiene más que consultar el Ericsson Mobility Report, uno más de la secuencia de estudios que periódicamente elabora la empresa sueca. Pero, como todas las revoluciones, esta también tiene distintas velocidades, no ya en cuanto a su dimensión geográfica sino también por innumerables factores económicos, sociológicos y tecnológicos. En el primer trimestre de este año, el número de líneas móviles creció un 8% interanual a escala mundial, pero las de banda ancha móvil dieron un salto del 45%, alcanzando los 1.700 millones. Este es sólo el entremes de un estudio que se hace difícil resumir. Leer más
Aparentemente, la secuencia de newsletter y post dedicados a la compra de Nokia por Microsoft ha despertado la atención de los lectores. Uno de ellos me pide ser más extenso en el tratamiento del capítulo de patentes en el acuerdo. Si se trata de ser extenso, no podré hacerlo hoy, paciencia. Paco H. me pregunta si creo que Stephen Elop será escogido como sucesor de Steve Ballmer, y en tal caso si dará la talla. Lo que creo es que no tengo la menor idea, y también creo que nadie lo sabe fuera del sancta sanctorum de Redmond. Sobre Elop, o más bien contra Elop, ha empezado a circular una campaña en Internet, descalificándolo por el fiasco de sus tres años al frente de Nokia.
Veamos: lo del fiasco es discutible, salvo que se comparta la opinión de quienes sostienen que Nokia debería haber prolongado la vida de Symbian, seguir el desarrollo de MeeGo o, llegado el caso, sumarse al ejército de androides, pero de ninguna manera adoptar Windows Phone. Como opinión, es legítima, pero nadie puede aseverar que así se hubiera evitado la quema. Dicho esto, vuelvo a la pregunta: después de haber sido CEO de Nokia, ¿aceptará ser «sólo» vicepresidente de Microsoft? Tampoco lo sé, pero en la biografía de Elop hay un detalle que dice algo al respecto.
A finales de 2005, Stephen Elop fue nombrado CEO de Macromedia, que meses después fue adquirida por Adobe. Según me han contado, permaneció en la compañía como número dos del CEO, Bruce Chizen, y se marchó cuando comprendió que no sería elegido para suceder a Chizen. Tras un paréntesis como COO de Juniper Networks, fue fichado por Microsoft para presidir la división que aporta a la compañía el gran negocio de Office.
A finales del 2010, cuando aceptó la oferta de Nokia, la retirada de Ballmer parecía lejana, y una apuesta audaz era preferible a esperar que llegara su momento. Así contada, claro que con intención manifiesta, parece la historia de una ambición: si Elop fuera elegido CEO de Microsoft [se supone que sería el candidato preferido de Ballmer, pero quién sabe qué] habría consumado su carrera; si no fuera elegido, dudo mucho de que asimilara seguir en segundo plano.
Roger Casals ha creado sucesivamente ocho empresas, de las que ha vendido cuatro, y se declara afortunado porque sólo ha sufrido «la mitad de un fracaso», por apoyar un proyecto ajeno. En esta ocasión, Casals es noticia porque ha vendido PasswordBank, que fundó en 2008, a la multinacional Symantec. No había ninguna prisa por vender – precisa – «porque teníamos financiación suficiente y clientes en medio mundo; sabíamos perfectamente que una startup de nuestro tamaño era un bocado apetecible, y se presentó una oportunidad que no podíamos dejar pasar». Rehúsa confirmar si el precio ha sido el que se comenta: 25 millones de dólares, pero se le nota que está muy satisfecho por el éxito alcanzado. Leer más
A medio camino entre las noticias de Microsoft de la semana pasada, y los anuncios que se esperan de Apple mañana por la noche, he leído un artículo de Paul Krugman [sí, el célebre economista, profesor y columnista] en el que traza una especie de vidas paralelas entre Apple y Microsoft. Nos dice que en sus tiempos iniciales Apple, segura de que su sistema operativo era sin duda el mejor, leyó mal la naturaleza del mercado, y Steve Jobs decidió construir un muro que lo aislara de la competencia para cobrar precios más altos. Su rival siguió otra línea: optó por licenciar su sistema a los fabricantes de máquinas más baratas que las de Apple, y adquirió así una posición dominante a través de las externalidades de red [ya saben: «la gente usa Windows porque otra gente usa Windows, y esto hace que haya más software disponible, etc»]. Krugman nos avisa de que escribe su post en un portátil Windows 7 porque los técnicos de su facultad no dan soporte a los productos de Apple.
Con el tiempo, fue Microsoft la que leyó mal la naturaleza del mercado de dispositivos móviles, se dejó comer el terreno y facilitó que Apple se pusiera «temporalmente por delante de la curva». Krugman aclara por qué usa el adverbio: «en mi limitada experiencia, los productos de Apple son muy buenos, pero no tienen una ventaja de calidad decisiva [frente a sus competidores] y sin embargo su precio es más alto». Nuevamente, gracias a las externalidades, que en este caso responden al volumen de aplicaciones disponibles para iOS, la principal ventaja competitiva de Apple.
¿Cuál es, según Krugman, la perspectiva del reinado de Apple, comparado con el de Microsoft, que ha mantenido su control sobre el mercado pese a que este ha cambiado varias veces en décadas? La respuesta del economista de Princeton es asombrosamente sencilla: el cerrojo de Apple no asegura que pueda mantenerse a la vanguardia, y esto se debe en parte a que su éxito se basa en la fidelidad de individuos, en contraste con el de Microsoft, que se ha basado hasta ahora en la lealtad de los directores de TI, que son «inheremente conservadores»
Nada hay en estas frases que sea realmente novedoso para quienes estamos en (o cerca de) de este sector, pero aun así resulta interesante constatar que las noticias de los últimos días son merecedoras de un nivel de análisis a la vez riguroso y legible, ni más ni menos que el que reciben del mismo autor los hechos de la política económica y monetaria. Otros articulistas, en cambio, no consiguen sustraerse a lo poco que saben hacer: destilar sus filias y sus fobias. Ya vale para que se me entienda,
Si se prescinde del subjetivismo con el que algunos han recibido la noticia, en muchos aspectos la compra de una parte de Nokia por Microsoft evoca la adquisición de Motorola Mobility por Google, en agosto de 2011. Las dos compradoras buscaban reforzar sus respectivos negocios de servicios, cada vez más condicionados por las plataformas móviles, y para ello implicarse directamente en el diseño, fabricación y distribución de terminales. Pero, a diferencia de Google, Microsoft no tenía otra opción: sin Motorola, Google podía seguir contando con decenas de marcas que apoyan Android; para Microsoft, la cuesta abajo de Nokia arrastraba a Windows Phone hacia el abismo. Leer más
Una de las reacciones más notorias a la compra de Nokia por Microsoft ha consistido en emitir lamentos por la desaparición de una compañía que años atrás fue un faro de la tecnología europea. Vale, pero seamos sinceros: ¿a alguien le sorprende este triste desenlace? Desde luego, el proceso no empezó con la llegada de Stephen Elop, en setiembre del 2010. La fábula de una conspiración montada por Steve Ballmer [léase la diatriba que firma Javier Martín en El País] es un ejercicio fantasioso.
¿Pudo haber premeditación? No lo sabemos, si acaso la hubo, el primer responsable fue el legendario chairman Jorma Ollila, que fue a buscar a Elop, desairando a media docena de aspirantes internos. Durante años, estos altos directivos – todos finlandeses – habían predicado que la centenaria empresa se había reinventado tantas veces que volvería a hacerlo, a despecho de Apple. Fue Ollila, no alguien externo a la compañía, el autor de esta enénisma reinvención, cuya consecuencia ha sido desmontar uno de los socorridos mitos sobre la tecnología europea.
Luego, pasó lo que pasó. Los números cantan: bajo el mando de Elop, Nokia perdió por el camino la mitad de su valor bursátil. Si se tratara de otra empresa, hubiera echado al CEO a la calle; en cambio, lo que ha hecho Nokia al cabo de dos años ha sido abrazarse al único salvavidas que tenía a mano.
Dicho brevemente, la venta a Microsoft de su división de dispositivos móviles, es buena para Nokia: 1) se quita de encima la rama que le ha traído la ruina, 2) se deshace sin coste de una parte muy numerosa de su plantilla, 3) conserva la propiedad de lo que fuera Nokia Siemens, saneada y con un enfoque renovado, y 4( retiene el negocio de la antigua Navteq, hoy por hoy el único competidor viable con la cartografía de Google. Claro está que Nokia se ha achicado, con la virtud de que por hacerlo recibe una tonificante inyección financiera. Esto sí que es una reinvención. ¿El impacto de la operación sobre Microsoft? Ah, esa es otra historia, para otro día.