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Uno de los mensajes que he recibido esta semana es insólito. No por su contenido, sino por su procedencia. Un suscriptor de la primera hora, que ha optado por gastarse el finiquito viajando, me escribe para asegurar que sigue leyendo mi newsletter diariamente. Lo insólito, digo, es que me escribe viajando en el Transiberiano, a la altura del lago Baikal. «Como son muchas horas de tren, aprovecho para leer a Piketty, que has comentado estos días, y las controversias en el FT y The Economist. Creo que voy más o menos como tú, en mi caso la página 380 del libro electrónico en la versión francesa, que tiene 1.400″. Fantástica coincidencia. Hoy no me ocuparé de Piketty, sino de otro protagonista habitual de este blog, Apple.
El lunes abrirá en San Francisco su conferencia anual de desarrolladores (WWDC), y desde hace semanas circulan rumores sobre los que la compañía, con muy buen sentido, no deja escapar ni un suspiro. El más verosímil ha saltado esta semana, y anticipa el anuncio de un software que transformaría el iPhone en mando remoto para controlar las luces, los sistemas de seguridad y los aparatos domésticos, un paso hacia el hogar ´inteligente` o conectado, un poco en la línea de CarPlay, su propuesta para añadir ´inteligencia` al coche conectado. Con esta propuesta, servida en bandeja a los desarrolladores de aplicaciones, Apple se cruza en las intenciones de Google – que para eso compró Nest Labs – y Samsung, que lleva años predicando los electrodomésticos ´inteligentes`.
Lo socorrido del adjetivo smart no debería llamar a engaño. Si el rumor – de un cronista fiable: Tim Bradshaw, corresponsal del Financial Times en la costa oeste – se confirmase, la novedad no sería en realidad otra cosa que una extensión del sistema operativo iOS, que materialmente dependerá del cálculo que hagan los desarrolladores. Porque, como ha escrito un analista estos días, el concepto de smart home no tiene de entrada una demanda orgánica: «resuelve problemas que no son apremiantes para los usuarios; cuando alguien se asusta por la factura de la compañía eléctrica, su primera reacción es apagar luces y desconectar artefactos, no descargar una app«. Lo que vendría a confirmar que el advenimiento del Internet de las Cosas – del que el hogar ´inteligente` sería un subconjunto – depende más de la presión de la oferta que de una demanda insatisfecha.
De ser cierta, la iniciativa de Apple tendría lógica: su smartphone no es el más vendido, pero le garantiza una audiencia fiel, a la que podría vender otras soluciones, capaces de cohesionar una constelación de partners. Una ventaja adicional sería la base instalada de 14 millones de su smart hub Apple TV, pieza discreta pero clave para el hogar ´inteligente`. Nest Labs (ahora propiedad de Google) vende 100.000 termostatos por mes. En la comparación, Apple saldría ganando porque el carácter cerrado de la plataforma de Apple ofrece a los usuarios más tranquilidad que la de su competidor en materias tan sensibles como la privacidad y la seguridad. Por otra parte, iOS 7 ya es un sistema operativo de 64 bits, un exceso para las aplicaciones corrientes del iPhone, y es obvio que iOS8 también lo será.
Me cuenta Mario Kotler que en el Silicon Valley aventuran otras noticias, como cambios en OSX para reforzar la posición de Mac, algo alicaída últimamente. Por mi parte, a riesgo de equivocarme, interpreto que Tim Cook y su equipo no van a anunciar un nuevo hardware, ni desde luego el tan mentado iWatch: las ventas de otros wearables como el Galaxy Gear de Samsung, no despegan, por lo que Apple no tiene motivos para darse prisa. Más bien, preferirá seguir extendiendo el ámbito de su software, con lo que supone revitalizaría las ventas del iPhone 5S en los mercados saturados. No veo razones para que altere el ciclo de renovación de su oferta: software en junio, iPhone en setiembre, iPad en octubre. Es curioso que una empresa tan poco transparente pueda al mismo tiempo resultar (o a mí me lo parece) predecible.
Fujitsu Tecnology Solutions ha presentado en España su plataforma Eternus CS VINS para aplicaciones de big data y archivos de gran volumen asociadas a una simplificación del análisis que, según Fernando Ibañez, director de desarrollo de negocio de la filial española, permite consolidar la información empresarial y optimizar la toma de decisiones. «El ritmo de crecimiento de la información, exponencial y explosivo, podría ser la fuente de una suerte de Síndrome de Diógenes» [patología que se caracteriza por la acumulación de trastos inservibles más allá de su utilidad] frente al cual hay que diseñar nuevas soluciones de archivo que permitan reutilizar los datos sin tener que eliminarlos. Leer más
¿Es Amazon un monopolio? Con la ley en la mano, puede que no. Pero actúa con la rudeza de los monopolios, sin que las autoridades se tomen las molestias de investigar sus prácticas. El año pasado, Apple y los cinco mayores editores de EEUU fueron condenados por «conspirar para fijar el precio de las cosas», tras probarse que el cambio por un modelo de ´agencia` (en el que el editor fija el precio orientativo, y el distribuidor regula el suyo en virtud de la demanda) había sido tramado en una serie de reuniones clandestinas.
El tribunal desestimó el argumento de la defensa según el cual era una táctica forzada por la necesidad de responder a los abusos monopólicos de Amazon. Dice la sentencia: «la alegaciones de violación de la ley antitrust por otra compañía no pueden ser excusas para incurrir a su vez en violación de la ley». Precisamente esta semana empezará la vista de la apelación de Apple.
Cuando Jeff Bezos fundó Amazon a mediados de los 90 los editores celebraron su llegada como contrapeso al poder que ejercían las grandes cadenas de librerías. Inicialmente, Bezos se conformó con firmar acuerdos en términos aceptables para la otra parte. A medida que fue acumulando poder de mercado, su actitud cambió, y los libros pasaron a ser un renglón más en su negocio. Durante años, la industria del libro se dejó engatusar por temor a que pudiera ocurrirle lo mismo que a las discográficas con Apple. Y así fue. Las relaciones se agriaron poco a poco: en 2010, en medio de una negociación con Macmillan, Amazon retiró el botón buy los libros de esta editorial que aparecían en su catálogo. Macmillan acabó cediendo.
Últimamente, el afectado es Hachette: los libros de su catálogo se despachan con insólita demora, y los nuevos no se pueden reservar por anticipado: una víctima propiciatoria es Gusano de seda, la nueva novela de J.K. Rowling (firmada con el seudónimo Robert Galbraith para desmarcarse de la saga de Harry Potter). Otra, curiosamente, es el libro en el que Brad Stone traza una historia crítica de las maniobras de Jeff Bezos, a quien unos rinden culto y otros detestan.
La disputa se refiere a la venta de libros físicos – el editor alemán Bonnier Group sufre idéntica táctica – pero no son el verdadero objetivo de la batalla: lo que Amazon busca es acentuar su control sobre el mercado de e-books. Es, de lejos, el mayor vendedor en este formato [el 67% del mercado americano en 2013] y pretende usar esa palanca para imponer a los editores condiciones más duras. Ha empezado por Hachette, pero podría ser cualquier otro, y a su debido tiempo así será.
Eliminar el botón que permite reservar un libro de próxima aparición es sólo una de las tácticas empleadas. Otra consiste en elevar el precio mediante la exclusión de las obras de un editor de las promociones y descuentos, también se puede – y se hace – recomendar alternativas de lectura. Cuando una empresa vende una determinada mercancía a pérdida, no lo hace para competir sino para destruir a su competidor o para poner de rodillas a su proveedor. La popularidad del Kindle – que se vende por debajo de su coste – forma parte del arsenal de la guerra sucia.
A menos que intervengan las autoridades, o se presente una demanda judicial, todo indica que las partes van a seguir negociando. Quienes no tienen capacidad alguna de negociación son los autores de los libros, que han quedado atrapados entre dos fuegos: les viene muy bien la existencia de Amazon, pero no pueden renunciar al papel de los editores, salvo en las fantasías de los que postulan un futuro de autoedición. Los libreros, por su parte, están abocados al cierre. Algunos lo llaman innovación en los modelos de negocio.
IDC ha rebajado sus previsiones de crecimiento del gasto global en TI, y lo explica por la volatilidad de los mercados emergentes, en especial China y por la incertidumbre que prevalece en Europa, sin que Estados Unidos llegue realmente a despegar. Tratando de paliar la debilidad de la inversión de las empresas, la industria de las TI se ha puesto a buscar nuevas fuentes de crecimiento, y cree haber encontrado tres explotables de inmediato: cloud computing, big data e Internet de las Cosas. Las dos primeras han merecido la etiqueta The Next Big Thing, pero la tercera apunta a la metáfora máxima, The Next Big Bang. Mucho de lo que se dice y escribe tiene el aroma del marketing. Leer más
Me preguntan si ya he acabado de leer el libro de Thomas Piketty que mencioné aquí hace días. No. Voy por la página 270, Le retour du capital dans les pays riches depuis les années 1970, pero la impaciencia me ha llevado a la 942, que traduzco así: «la lección general de mi investigación es que la evolución dinámica de una economía de mercado y de propiedad privada, librada a su suerte, contiene en su seno importantes fuerzas de convergencia, ligadas a la difusión de los conocimientos, pero también fuerzas de divergencia potencialmente amenazantes para nuestras sociedades democráticas y los valores de justicia social sobre los que se sostienen».
A Manolo le parece off topic que me dedique a estas lecturas en lugar del big data. Paciencia, este es mi blog, y encuentro estimulante la controversia acerca de un libro que tiene el mérito de haberse aupado a la condición de best seller en Estados Unidos, pese a ser francés y a que discute asuntos tan exóticos como la curva de Kuznets o las tesis de Solow acerca del crecimiento. El tema central al que Piketty ha dedicado años de investigación es la desigualdad, y la polémica resulta de rigurosa actualidad, aunque en España nos empeñemos en discutir de otras cosas.
Se podía esperar que el neokeynesiano Paul Krugman apoyase en su columna las conclusiones de Piketty. Era imaginable que The Wall Street Journal las denunciara como una versión actualizada del Manifiesto Comunista (sic). Algo está ocurriendo para que este tocho de casi 1.000 páginas despierte tanta atención: la clave está en que el tal Piketty ha pinchado un nervio de la sociedad contemporánea al proponer, o más bien sugerir, correcciones fiscales a la desigualdad.
The Economist valora positivamente las tesis de Piketty. Martin Wolf, el más respetado columnista del Financial Times, las elogia por su coraje, pero el periódico salmón descubre errores de correlación en las tablas Excel que el autor ha publicado online; Piketty los admite, pero responde que para eso las ha publicado, pero que los fallos no modifican su planteamiento. Sibilinamente, la crítica se torna ideológica.
La primera crítica es fácil: el libro se limita a analizar las series históricas de los países ricos, y pone el acento más en los patrimonios que en los ingresos. Esto es lo que hay; ¿alguien conoce estadísticas comparables sobre China, Rusia, Nigeria o México? Precisamente, un lector me envía desde México DF – con citas de Adam Smith, Robert Skidlesky y John Hicks; esto no es un libro de autoayuda, amigos – el siguiente comentario: «aunque en el interior de los países puede haber mayor desigualdad, la equidad total en el mundo ha venido aumentando gracias al desarrollo de países pobres como Corea del Sur y China». Anda, si ya no estamos off topic como dice Manolo.
Lo que creo haber entendido no lo dice Piketty (al menos, hasta la página 270) sino Marc Bassets en El País: «la desigualdad se agravó durante los años de Ronald Reagan en la Casa Blanca – un republicano que creía en la desregulación de los mercados y las rebajas de impuestos – y continuó con Clinton […] Lo peor, el terror a caer por el abismo, a precipitarse hacia una gran depresión similar a la de los años treinta, ha pasado. Y, al contemplar el paisaje después de la tormenta, es cuando surge en primer plano el problema de la desigualdad».
Lamento no poder extenderme. Vuelvo a Piketty para resaltar una frase que sitúa en torno a 1955: Growth is a rising tide that lift all boats. Yo diría, humildemente, que aprenderemos poco de este debate si no empezamos por ver que nuestras economías globalizadas han entrado en una era de estancamiento. O sea que – arrimo el ascua a mi sardina – sin crecimiento no se venderán smartphones ni tabletas, o no se venderán en la cuantía que las empresas necesitan para saciar el apetito de sus accionistas. Lean mi crónica de hoy, y díganme si estoy desbarrando.
Se equivocaron los analistas. Predijeron que los ingresos de HP en su segundo trimestre fiscal serían de 27.430 millones de dólares, pero fueron 27.309 millones. Puede parecer que la diferencia es poca, pero no lo es: implica que Meg Whitman no ha podido anunciar el crecimiento que ella (y ellos) esperaban. En la práctica, los ingresos bajaron. Pero, eso sí, el beneficio creció: un 8,6% el operativo [2.341 millones], un 6,2% el neto [1.691 millones} Este dato, y la promesa de recortar entre 11.000 y 16.000 empleos adicionales, fueron convincentes para los inversores, que al día siguiente, viernes 23, hicieron subir la cotización un 7%, con lo que acumula una escalada del 27% en un año. Leer más
Llámenlo guerra «en» las nubes o guerra «de» las nubes, pero los daños colaterales empiezan a ponerse de manifiesto. Rackspace, que durante un tiempo se atrevió a desafiar a Amazon Web Services, se ha visto desbordada cuando gigantes de la talla de Microsoft, Google, IBM y HP se lanzaron a la pelea con ofertas competitivas de cloud en la doble acepción de IaaS y PaaS. No es que su negocio vaya mal: en el primer trimestre sus ingresos aumentaron un 16%, pero los beneficios, los márgenes y el cash flow están bajando. Consecuencia de las periódicas bajadas de precios.
Lo que subyace es la dificultad de Rackspace para aguantar el ritmo de inversiones impuesto por sus rivales. En el primer trimestre, dedicó 101 millones de dólares a ampliar su infraestructura, una cifra que, anualizada, es muy inferior a la que destinan sus competidores al mismo fin. Rackspace ha informado a la SEC que en los últimos meses ha recibido varias invitaciones a negociar una venta o un acuerdo estratégico, por lo que ha confiado a Morgan Stanley la elaboración de un estudio para encontrar la mejor solución. De ahí nace la ola de rumores según la cual Rackspace se pondrá en venta muy pronto.
Operaciones similares ha habido varias: IBM/SofLayer, Verizon/Terremark o Century Link/Savvis. Este mercado ha alcanzado un punto en el que la barrera de entrada para competir es demasiado alta, y al parecer sólo puede saltarse mediante una adquisición que incorpore en un mismo acto tecnología, infraestructura y clientela, lo suficiente para ganar masa crítica. A ello se añade la reverberación de la batalla de precios que estalló en marzo y que podría recrudecerse en cualquier momento.
Es una historia edificante. Rackspace nació en 1996 en un lugar poco habitual, San Antonio (Texas) para prestar servicios de hosting y outsourcing pero con los años se vio envuelta en la evolución hacia la nube. Junto a la NASA, fundó OpenStack, y cuando aquella se retiró transfirió los trastos a una fundación, que a su vez reclutó socios importantes para continuar su desarrollo como plataforma open source, a la que cada uno debería contribuir como condición para apoyar sus propios productos y servicios. La flor y nata de la industria apoya a OpenStack, pero Rackspace, su inspiradora inicial, perdió influencia y en la práctica quedó atrapada entre dos fuegos: la periódica bajada de precios de los proveedores de infraestructura y las estrategias de grandes compañías tradicionales que están mudando de piel.
Suponiendo que sea cierta la disposición a la venta de Rackspace, no es fácil imaginar quién podría comprarla. Porque antes hay que conjeturar cuál sería un precio aceptable: un analista de Piper Jaffray ha calculado que un eventual comprador debería pagar una prima de 12x a 14x sobre la cotización actual. Redondeando, entre 6.000 y 7.000 millones.
A priori, la lista de candidatos sería larga, pero luego resulta que no lo es tanto. Cisco, primer sospechoso, ha aclarado por boca de John Chambers que Rackspace no encajaría en su modelo de negocio, que en relación con la nube pasa por su nueva propuesta InterCloud. Se ha especulado con un presunto interés de Microsoft como manera de reforzar Azure, pero esta hipótesis tiene una pega que no es pequeña: significaría darse un atracón de workloads en Linux.
IBM tendría que valorar, además del precio, si ha acabado la digestión de SoftLayer, mientras que HP, tras el anuncio de Helion, su inmersión profunda en OpenStack, deja flotar la duda de si ya está preparada para volver a hacer una adquisición que, además, sería de alto precio.
Soluciones de business analytics, herramientas sociales y tecnologías móviles que faciliten la conexión con los clientes. Estas son las tres principales apuestas de inversión en TIC de las grandes empresas para este año. Así se desprende del 6th Annual Digital IQ Survey, una publicación en el que PwC analiza exhaustivamente el grado en que las empresas entienden, valoran e integran las tecnologías digitales en sus organizaciones – el estudio lo llama coeficiente digital- para terminar condensando los comportamientos tecnológicos clave que cualquier empresa debería activar si quiere crecer de manera sostenible. El liderazgo e implicación del CEO es el elemento principal para conseguirlo. Leer más
Una demo de media hora con un prototipo del Surface Pro 3 me ha convencido de que esta vez Microsoft ha acertado, pero no es el propósito de mi comentario de hoy. Para entender el lanzamiento, he releído lo que decía Microsoft en el informe del primer trimestre registrado en la SEC: «nuestros competidores, en los mercados de smartphones y tabletas, han establecido bases de usuarios significativamente numerosas. Los esfuerzos para competir con un modelo de integración vertical incrementará necesariamente el coste de nuestros ingresos y reducirá nuestros márgenes operativos». En otro párrafo, específicamente sobre Surface, admite que esta línea «compite en el mercado con productos fabricados por partners de Microsoft, lo que podría afectar el compromiso de estos con nuestra plataforma».
En el estrecho carril entre ambas premisas se despliega la estrategia de Microsoft. Su problema no es la calidad del producto, sino el modelo de negocio. Satya Nadella tiene claro que, como unidad de negocio, Surface no puede seguir perdiendo dinero [desde octubre de 2012 ha enterrado 1.200 millones de dólares en pérdidas, incluída la liquidación de inventarios del primer Surface].
Según Gartner, Windows representa apenas el 2% del mercado mundial de tabletas, por lo que la primera premisa citada obliga a abandonar el intento de perseguir al iPad de Apple [36%] y a las tabletas Android [62%] para concentrarse en el segmento de convertibles, en el que tendrá que competir con marcas de PC [segunda premisa] que, lejos de ser sus adversarios, han actuado como adalides históricos de Windows que últimamente han sido tentados por Google para vender chromebooks.
La consigna «esta es la tableta que puede reemplazar al portátil», está bien pensada por un guionista para fabricar titulares, pero es una verdad a medias. Surface Pro 3 no es una tableta sino un 2 en 1, un híbrido de tableta + ultrabook, dirigido a la clientela profesional. Panos Panay, el VP de Microsoft a cargo de la presentación, dejó caer dos frases con ambición de doctrina: «vemos los contenidos multimedia en una tableta, pero para trabajar usamos un portátil y el 96% de los usuarios de un iPad usan también un portátil». Interesante reflexión, después del éxito de la versión de Office para iPad.
De momento, mientras se aclara si habrá una presunta tableta Surface Mini [tal vez postergada en espera de Windows 9], Microsoft aparca sus intenciones en el segmento de consumo, pero coge carrera en el profesional y corporativo, para el que tiene mejores armas. Pero, al hacerlo, podría irritar a los Lenovo, HP, Asus y otros fabricantes de convertibles. El formato de 12″ y la ratio 3:2 (en lugar de 16:9) apuntan en esa dirección. De paso, puedo imaginar que en Intel han de sentir una íntima satisfacción al asistir al fracaso de Windows RT, lo que no impide que ARM haya perdido definitivamente el favor de Microsoft.
Lo diré de otro modo: Microsoft ha decidido que Surface Pro 3 tiene que venderse como dispositivo primario [con la pretensión de competir con el Macbook Air] y no secundario [condición que según Panay describe al iPad Air]. Aquí entra la cuestión del precio: tanto si se define como primario o como secundario, el Surface Pro 3 no es barato ni pretende serlo. Incluso el modelo con procesador Core i3, a 799 dólares, es más caro que sus alternativas, pero ejerce como reclamo: si el cálculo de iSuppli es correcto, el coste de materiales del precedente Surface Pro – ahora desaparecido – era de 321 dólares.
Un analista amigo que siguió la presentación en Nueva York me comenta por mail su impresión de que Microsoft necesitaría vender entre 3 a 4 millones de unidades para que el Surface Pro 3 empiece a ser rentable.