En algún momento de este año, el Tribunal Supremo de Estados Unidos dirá la última palabra en el proceso que enfrenta a Oracle y Google. Dos son las cuestiones de fondo que deberá dirimir: 1) si las leyes sobre copyright protegen una API (application programming interface) y 2) si Google, al incorporar API de Java – propiedad de Oracle – en su sistema operativo Android, ha violado la doctrina del uso legítimo, para el que no necesitaría licencia. En instancias previas, los jueces avalaron el argumento de Google: una API es un método, como una receta de cocina o una fórmula matemática, por tanto no es licenciable, pero una corte de apelaciones revirtió esa decisión dando la razón a Oracle.
A mediados de la pasada década, cuando Google empezó a pensar en un sistema operativo, abrió negociaciones con Sun Microsystems, propietaria de Java, para obtener una licencia de uso, pero aquel diálogo no llegaría lejos. En 2005, adquirió la pequeña empresa Android y de entonces data un mail en el que Andy Rubin, su fundador – que Oracle consiguió incluir como prueba en el juicio – advertía que Java podría estar protegido como propiedad intelectual.
Por su lado, en 2009, Oracle pagó 7.400 millones de dólares por Sun Microsystems. Entre las arras, junto a los valiosos activos de hardware, venía la propiedad de Java y durante unos meses hubo dudas acerca de qué se proponía Larry Ellison con este lenguaje de programación .
La ronda por los juzgados empezó pronto, en 2010. Oracle demandó a Google, inicialmente por infracción de patente; al ser rechazada esa aspiración, volvió a la carga en 2012 con una demanda por plagio de su propiedad intelectual. Google se defendió reivindicando la doctrina del fair use y el juez William Alsop sentenció que las API no son objeto de copyright, pero un tribunal de distrito le corrigió. Tras sucesivos fallos contradictorios en los años siguientes, una corte de apelaciones dio la razón en 2016 a Oracle, que reclamó una indemnización de 9.300 millones de dólares. Cerradas otras vías, dos años más tarde Google decidió llevar el caso ante el Tribunal Supremo [esta es la razón por la que en esta fase final el proceso ha sido etiquetado como Google LLC v. Oracle America, a la inversa que al principio].
Cada parte ha reunido 36 alegaciones favorables de terceros (amicus curiae). Del lado de Google, varias entidades sin fines de lucro, IBM y Microsoft. Asimismo, la CCIA (Computer and Communications Industry Association), de la que Oracle se ha dado de baja acusándola de “estar comprada” por su oponente. La empresa fundada por Ellison cuenta con un apoyo de peso, el departamento de Justicia presentó un escrito en su favor, aunque los malpensados no tardaron en descubrir que ese mismo día Ellison había sido anfitrión en su finca de Rancho Mirage de un evento de recaudación para la campaña de Donald Trump.
¿Qué argumentos se esgrimen ante el Tribunal Supremo? Sostiene el abogado de Google, Tom Goldstein: “nuestro punto de vista ha sido el de la industria durante décadas y no es otro que el que ha hecho florecer el sector del software”. Microsoft – ahora alineada con el movimiento open source – ha respaldado esta postura al afirmar que si la sentencia inclinara la balanza en favor de Oracle, asestaría un duro golpe a la innovación de las empresas estadounidenses. A lo que Dorian Daley, letrado de Oracle, replica que “nada tiene por qué cambiar, salvo el hecho de que Google tendrá que negociar una licencia por usar propiedad intelectual ajena, como hace el resto del mundo”.
Durante el proceso, Oracle ha sostenido que Google copió ilegalmente “la estructura, secuencia y organización de 37 API de Java” como atajo para evitarse el coste de la innovación que le permitiera competir cuando antes con el iPhone (lanzado en 2007). En lugar de licenciar esas API – acusa – la otra parte “copió 11.330 líneas de código de Java SE, así como la trama de relaciones entre esas líneas”. No está en disputa la propiedad de Java sino el procedimiento por el que los ingenieros de Google reescribieron los programas de implementación de ese código.
Según la sentencia de 2018, lo que hizo Google fue copiar la estructura y texto de las ´declaraciones`, cuya organización jerárquica [métodos / clases / paquetes] permiten interpretar correctamente las instrucciones de Android que se condensan en un total de 150 API. Por esta razón, “Java y Android son idénticos en lo que respecta a determinadas líneas de código”. El recurso de Google contesta lo anterior al recordar que “el 97% de esas ´declaraciones` no tienen relación con ningún desarrollo de Oracle ni en el lenguaje Java original”.
Este es el núcleo de la querella. La ley sobre copyright, cuya última revisión parcial se hizo en 1976 – momento cumbre de la piratería musical – no prohíbe apropiarse de “ideas” ajenas, por muy originales que sean. Por esto es imperativo para el profano – como lo es el autor de este blog – distinguir la línea que separa esta materia de la más frecuentada legislación sobre patentes. El Tribunal Supremo se enfrenta probablemente al caso de propiedad intelectual más relevante que haya tenido que juzgar en décadas.
Nadie se ha atrevido a esbozar siquiera un pronóstico sobre el desenlace. El pensamiento jurídico de sus nueve miembros, etiquetados como conservadores o como progresistas, está sobradamente preparado para asuntos sin duda más trascendentes, pero no consta que baste para la complejidad técnica que les ha caído sobre la mesa.