13/02/2014

Optimistas y escépticos, a partes desiguales

Hay quien dice que el analfabetismo de hoy día es la carencia de acceso a Internet. Otros, como Jean-Philippe Courtois, presidente de Microsoft International, simplemente niegan todo futuro a nuestra civilización “si no enseñamos a los jóvenes a trabajar con las nuevas tecnologías”. La llamada brecha digital determina en buena medida las desigualdades existentes entre las sociedades del planeta y el estilo de vida de sus ciudadanos. Precisamente a analizar su repercusión se dirige el estudio “How personal technology is changing our lives”, presentado en el reciente World Economic Forum (WEF) por Microsoft. Su conclusión general: las TI están transformando el mundo, pero hay matices.

Una vez más, y no será la antepenúltima, en la reunión anual del WEF en Davos, se ha esgrimido la galopante divergencia entre países ricos y pobres como el principal problema para la estabilidad del mundo en la próxima década. Según el informe Global Risks 2014, elaborado por este lobby de alcance mundial, la galaxia deberá también estar atenta a otros muchos riesgos entre los que se encuentran la amenaza de ataques cibernéticos o la posibilidad de colapso de Internet, que podría provocar una “interrupción crítica de la infraestructura global de información, capaz de desintegrar sistemas y sociedades”.

A pesar de estas amenazas, el estudio How Personal Technology Changes Our Lives exalta, apoyándose en 10.009 entrevistas las ventajas cotidianas que ofrecen las TI. Los ciudadanos de 10 países escogidos como muestra del planeta, sienten que han transformado su estilo de vida y las contemplan como la punta de lanza para crear un nuevo orden social y la consecución de otros importantes logros en los más diversos campos.

Sin embargo, mientras que 2.400 millones de personas han migrado al ciberespacio, el resto de la humanidad se mueve todavía en el terreno de lo puramente terrenal. Son los nuevos proletarios y su forma de vivir está alejada de las redes de fibra óptica, los wearables, los smartphones, las impresoras 3D y los tuits. Aunque estas carencias sean difíciles de asimilar para las personas hiperconectadas, casi la mitad de la población del planeta no ha realizado nunca algo tan sencillo como una llamada telefónica.

Aunque el 40% de la población raya el analfabetismo digital, pocas páginas web se preocupan de escribir para estos nuevos proletarios. Incluso los sites gubernamentales – que deberían hacerlo – están pensados para personas que requieren una cierta preparación intelectual. Todo es discutible, pero no hay duda de que la ´brecha digital` impacta en las sociedades y en la economía global en actividades como educación, sanidad y cultura, determinando los niveles de pobreza y las oportunidades de trabajo. A analizar su repercusión se dirige el estudio promovido por Microsoft y presentado en Davos por el vicepresidente ejecutivo de Advertising and Strategy de la corporación, Mark Penn.

El documento recoge una comparativa sobre cómo la tecnología personal (PCs, tabletas, smartphones y consolas, con sus aplicaciones) afecta a la vida de las personas en cuatro países desarrollados (Estados Unidos, Alemania, Francia y Japón) y seis emergentes (Brasil, India, Rusia, China, México y Turquía). Claro está que las conclusiones se construyen con las opiniones de quienes sí están conectados. Son 10.000 y bastan para extrapolar los resultados. Poco importa que la muestra deje fuera a un 65% de la población mundial no usuaria de Internet; están excluidos de la opinión pública digital, y este es un problema de todos.

La conclusión general del análisis es que la tecnología personal afecta  y mucho a la innovación empresarial y la generación de nuevas empresas. Los ciudadanos de países emergentes creen que las herramientas digitales fomentan las oportunidades de trabajo y reducen la brecha económica, además de impulsar la educación. Cada país, como era previsible, prioriza de forma diferente el sector que siente como más beneficiado.

En el documento, Mark Penn lo resume con esta frase: «tanto si vives en una gran ciudad, como en una aldea remota, la tecnología personal es vista como un potenciador y un vehículo para el crecimiento económico social e individual”. Los ciudadanos chinos, por ejemplo, encuentran que la tecnología personal influye positivamente en el logro de mayores cotas de libertad personal, y dan ganas de darles la razón. Los de países en desarrollo en general, especialmente en India, consideran que su concurso mejora la educación, la salud, la sanidad y la calidad de vida. Y en Brasil se asegura que tiene un fuerte efecto sobre el arte y la cultura.

De manera generalizada, los cibernautas entrevistados perciben que estas herramientas fomentan la innovación en todos los sectores, una impresión que se agudiza en el mundo en desarrollo, donde los ciudadanos las perciben como los pilares de su fortalecimiento económico, la clave para la creación de puestos de trabajo y el factor fundamental para eliminar la brecha económica. No obstante, el estudio no esconde que las recientes revelaciones sobre vigilancia del ciberespacio, en toda regla, de la National Security Agency y reconocidas por Barack Obama, han influido negativamente en la percepción de la comunidad internacional sobre la gobernanza de Internet.

Con sorprendente discreción, nada dice acerca de las leyes infringidas por los gobiernos que han fisgoneado en las comunicaciones ciudadanas y ni siquiera de la falta de lealtad que sus estadistas muestran hacia aquellos colegas con los que se habían tomado un café unos minutos antes. Todo sea por la seguridad. O, como asegura el nuevo CEO de BT, Gavin Patterson, “los ciudadanos no podrán disfrutar de un cien por ciento de privacidad y tampoco de controlarla, porque eso significaría cero seguridad. La gente reconoce que tiene que ceder parte de su privacidad para estar protegida”.

El 47% de los encuestados afirma que este asunto es el que más negativamente ha impactado su percepción de la tecnología. Los países desarrollados están menos dispuestos que los emergentes a renunciar a la privacidad, por una mejora de la seguridad nacional. India es un caso extremo: el 80%  está a favor de un compromiso entre seguridad y privacidad. Este fue el tema estrella del panel de discusión cuando se presentó el estudio.

En este panel, Mark Benioff, CEO de Salesforce, lanzó un llamamiento a las compañías tecnológicas para que hagan todo lo necesario para dar a conocer a sus clientes cómo manejan sus datos. “¿Sabe alguien dónde están los correos electrónicos de sus clientes? – preguntó Benioff – porque esos sistemas se han establecido de manera que no pueda verlos […] La transparencia es el único camino que tenemos para recuperar la confianza y las compañías deberían impulsarla, si no quieren ser vistas como enemigas de la privacidad”.

Por su parte, Maurice Levy, CEO de Publicis, hizo notar que “las preocupaciones de los usuarios sobre privacidad no se han tomado con seriedad, particularmente en Europa, donde las actitudes están a menudo enraizadas en las experiencias que muchos de los países de la región tuvieron con regímenes totalitarios; deberíamos entender esos temas”. A pesar de las preocupaciones por este espinoso asunto, no se debería perder la esperanza: casi las tres cuartas partes de los padres entrevistados desean que sus hijos tengan más, no menos, acceso a tecnologías personalizadas.

Como en otras áreas del estudio, las diferencias emergen entre países desarrollados y no desarrollados. En estos últimos, los padres están especialmente interesados en aumentar el acceso de sus hijos a estas herramientas, mientras que en los desarrollados cada vez más padres consideran que deberían limitar a sus hijos el acceso. En China, los entrevistas afirman que el mayor impacto de la tecnología sobre los niños radica en la ampliación de su conocimiento del mundo, mientras que los de otros países señalan que los mayores beneficios provienen de la potenciación de las habilidades que necesitan para el futuro.


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