Cuando Microsoft anunció sus resultados trimestrales, en enero, se pudo apreciar un descenso en los beneficios de la división a la que está adscrito el negocio de Office, tradicionalmente muy rentable. Una de las causas, se dijo, podía ser la inminencia de una nueva versión, la 2013, de la famosa suite de ´programas de productividad`. Bien, la novedad ya está en el mercado, y a partir de ahora esa cuenta dependerá de la aceptación que merezca la conversión de Office al régimen de licencias por suscripción. «Es – dijo Steve Ballmer al presentarla – la versión más ambiciosa de Office, que adopta los conceptos de diseño y los principios que ya hemos introducido en Windows 8».
No podía ser de otra manera. El nuevo Office está emparentado con el enfoque de Windows 8: ¿el usuario quiere interfaz táctil? Lo tiene. ¿Quiere cloud? Por supuesto que sí. ¿Prefiere trabajar en local o usar teclado y ratón? Nada lo impide. Hay otra diferencia muy sugerente: el nuevo Office no ha adoptado uno de los rasgos de Windows 8, las tiles o teselas. Puede parecer un detalle menor, pero indica que Microsoft quiere evitar que la «curva de aprendizaje» provoque en los usuarios una confusión comparable a la que reconoce en su sistema operativo. Por otro lado, la asociación con Windows 8 no es absoluta: Office también puede usarse con Windows 7, obviamente descartando Vista y XP.
Recuérdese que Office aporta aproximadamente un tercio de los ingresos de la compañía, un buen motivo para no excederse en los experimentos. Los colores que identifican a cada componente de la suite se han mantenido, y los cambios visuales han sido mínimos. Hay características funcionales innovadoras, como la compatibilidad entre Word y PDF, el relleno de celdas en Excel o la que permite al usuario recuperar el punto exacto en el que dejó el documento en el que estaba trabajando. U otra al parecer ineludible, la conexión con redes sociales.
Son rasgos interesantes, sin duda, pero las dos innovaciones mayores son la opción táctil, que abre a Office el mundo de las tabletas (sólo bajo Windows) y, sobre todo, el modelo de compra por suscripción. Por estas será juzgado.
Tal vez muchos usuarios de Office no estén todavía preparados para usar Word o Excel en pantalla táctil, o no haya parque de hardware suficiente; cualquiera sea la objeción posible, el input convencional será durante un tiempo la primera opción. El argumento más convincente en favor de su uso táctil serán las tabletas, y quizás ayude a conferir a esta categoría unas virtudes como herramienta de productividad de las que hasta ahora carece.
El cambio más drástico es otro. Para Microsoft, el cambio del modelo de negocio de Office era inevitable, y venía preparándolo desde un intento fallido en 2008. Si no lo hiciera, no habría alicientes para que muchos usuarios renuncien a sus licencias «perpetuas» que consideran suficientes para sus necesidades; y el enemigo principal, la piratería, seguiría invicto.
Se ha evitado sutilmente el apelativo Office 2013 [aunque los programas individuales sí llevan el numeral] para universalizar el de Office 365. Los que adquieran una suscripción online, saben que tendrán siempre la última versión de Office, y esta no es una cuestión baladí a la vista de la renuencia de muchos usuarios a actualizar las suyas pese a que tienen cinco o más años de antigüedad. Alguien que ha comprado una licencia de Office 2007 o 2010, tiene la propiedad de ese software, mientras quien se suscriba al Office de nueva planta será titular de un derecho de uso mientras siga pagando la cuota anual.
No es el primero ni el más complicado caso de conversión de un modelo a otro. La experiencia reciente – y en principio exitosa – de Adobe, sugiere que la venta por suscripción es bien acogida, aunque para el proponente significa una fase de ajuste en la cuenta de ingresos, que pasan de fijos a recurrentes, para alcanzar su equilibrio pasado un tiempo.
Con una suscripción online, en lugar de desembolsar dinero por una versión condenada a desactualizarse, pagará una cuota anual. Esta es la fórmula de Office 365 Home Premium, que se presentó días atrás y ya está disponible. La oferta es atractiva a) por el precio (79,99 ó 99,99 euros, según las circunstancias), y b) porque abarca cinco dispositivos (PC, Mac o tableta Windows 8).
¿Es Office 365 inevitable también para los usuarios? No, porque la versión stand alone sigue existiendo (tampoco se llama 2013) aunque en este caso el aliciente es negativo: la licencia rige para un solo ordenador, con un desembolso único superior al de la suscripción anual, e incluye sólo las aplicaciones más usuales. Para facilitar el paso a los consumidores, Microsoft introduce dos estímulos gratuitos: 20 Gb de almacenamiento en SkyDrive – además de los 7 Gb de origen – y 60 minutos mensuales de llamadas por Skype.
Al presentar en España la versión Home Premium y su variante para universitarios [la de pequeñas empresas se presentará el 27 de febrero], la presidenta de Microsoft Ibérica, María Garaña, dijo que «Office como servicio proporciona la libertad de hacer las cosas cuándo y cómo se desee»; sobre esta base argumental se construirá el marketing: no es un producto sino un servicio.
El argumento da lugar a preguntarse ¿está Office 365 en la nube? Estrictamente, no. El software se instala localmente, y las aplicaciones no se ejecutan en un servidor de Microsoft, por lo que no se necesita conexión a Internet para escribir un texto en Word o calcular una fórmula en Excel. El principal elemento cloud es el almacenamiento por defecto en SkyDrive. Pero, además, hay dos funciones vitales que residen en la nube: click-to-run y Office On Demand. La primera acelera el inicio de las aplicaciones mientras verifica que la suscripción está en orden; la segunda permite instalar temporalmente versiones virtualizadas de las aplicaciones en un PC Windows ajeno, para trabajar sobre ellas y guardarlas en remoto.
Como es de prever en un caso así, muchos usuarios se harán la pregunta: ¿qué pasa si no renuevo la suscripción? La respuesta es que Office 365 entra entonces en «modo de sólo lectura», que significa que las aplicaciones siguen funcionando, aunque no permiten crear nuevos documentos y sólo permiten leer e imprimir los creados durante la vigencia de la suscripción.