24/06/2014

Ni relojes ni inteligentes… por ahora

Se han reactivado los rumores acerca del iWatch, cuyas primeras menciones (falsas) en prensa se remontan a finales de 2012; ninguna de las supuestas fechas de lanzamiento se ha cumplido, pero esta vez las «fuentes de la industria» son específicas. La producción, a cargo de la taiwanesa Quanta, se iniciará en julio para que Apple pueda llegar a tiempo para la temporada navideña. Las mismas «fuentes» sugieren que en su primer año en el mercado se venderán entre 18 y 20 millones de unidades de varios modelos, todos ellos basados en iOS 8. La información es demasiado precisa para ser del todo falsa. A Apple le conviene la expectación, porque necesita tener cuanto antes algo nuevo y «disruptivo».

La confianza en su capacidad para lanzar nuevos productos ayudará a Tim Cook a mantener la aureola de Apple, pero no está claro que el (presunto) iWatch vaya a modificar sustancialmente su dependencia del iPhone. A menos que se produzca un drástico cambio en los patrones de consumo, es poco probable. Aun en la hipótesis extrema de que igualara la facturación del mayor fabricante de relojes del mundo, el grupo suizo Swatch, sumaría unos 9.000 millones de dólares a sus ingresos de 176.000 millones en el último ejercicio, no más del 5,6%.

El de relojes de pulsera es un mercado limitado y, a diferencia de los smartphones, los smartwatches no van a tener subvenciones que favorezcan su despegue. Se dirá, con razón, que este razonamiento vale para los relojes, pero no para los relojes ´inteligentes`. Pero la experiencia indica que el precio los smartwatches disponibles de otras marcas es considerado demasiado alto por los consumidores, y en consecuencia las ventas no son boyantes. Según un informe de Strategy Analytics, en 2013 se vendieron 1,9 millones de unidades en todo el mundo (en 2012 habían sido 300.000). El 70% son dispositivos elementales, dedicados a monitorizar la actividad física de los usuarios, y prácticamente todos dependen de otro dispositivo (normalmente un smartphone) si se pretende que los datos extraídos adquieran sentido más allá de su registro.

Aun con esas limitaciones, el mercado para los relojes ´inteligentes` se va configurando desde abajo, partiendo de los dispositivos para adictos al fitness. Aparte de Pebble, una marca pionera, y de decenas de no-brand chinas, casi nadie en la industria de los móviles se siente capaz de abstenerse de explorar esta veta, y nadie quiere que se diga que esperó hasta la llegada del iWatch. Samsung se anticipó precozmente con su Galaxy Gear y otras marcas siguieron la pista: Huawei presentó dos modelos en febrero, Acer mostró el suyo en el último Computex, Sony actualizó su modelo original… todos ellos con Android. Se espera en cualquier momento la aparición del Motorola 360 y el G Watch de LG, ambos basados en la nueva plataforma Android Wear. Una tercera generación del gadget de Samsung debería estar lista para contraatacar a Apple, y así de seguido.

El caso de Samsung es interesante más allá de su evidente pique con Apple. El Gear 2 ha servido de introducción al sistema operativo Tizen, lo que significa que la marca coreana pone discretamente distancia con respecto a Google. No hay constancia de que haya tenido buena acogida, pero es una estrategia de largas miras: Samsung ha anunciado una plataforma de software, SAMI, para procesar datos biométricos, y estará a disposición de los desarrolladores para arropar con aplicaciones a la nueva familia de dispositivos. Con el tercer Gear daría un paso más: en principio, se apellidaría Solo, y tendría como característica una tarjeta SIM con la que podría conectar directamente a las redes móviles, sin la mediación de un smartphone Galaxy. Se puede discutir si es una apuesta acertada o no, pero sin duda añadiría un factor de ´inteligencia` cuya utilidad deberán juzgar los consumidores.

Los escépticos se preguntan si estas propuestas serán capaces de pasar dos pruebas: 1) la fastidiosa tarea de recargar su batería y 2) la no menos incómoda de volver a casa a buscarlo en caso de olvido. Los smartphones se han hecho imprescindibles hasta el punto de superar ambas pruebas, pero no está escrito que los smartphones no caigan en desuso por esas razones.

Según cuentan Nikkei y el Wall Street Journal, Apple tiene previsto que el iWatch (al menos alguno de sus múltiples modelos iniciales) esté asociado al software HealthKit, que presentó en su conferencia de desarrolladores. Suena bien como planteamiento, atractivo para los actuales usuarios de un iPhone [siempre que funcione sobre iOS8] y tal vez en el futuro acaben influyéndose recíprocamente.

Microsoft está al acecho de este mercado, y un equipo de especialistas en Kinect habría desarrollado un prototipo de plataforma de software para un smartwatch que tendría como característica su compatibilidad no sólo con Windows 9 (en proyecto) sino también con iOS y Android. Otra forma de cumplir con el mandato de Satya Nadella: «el software de Microsoft ha de diseñarse para que llegue a funcionar en todos los dispositivos, no sólo en Windows«.

Entretanto, ¿qué opina la industria relojera tradicional? ¿Ve al nuevo gadget como un intruso, acaso una amenaza? ¿podría añadir ´inteligencia` a sus productos? Nick Hayek, fundador y presidente del grupo Swatch, no es muy partidario: hace una década, presentó junto con Bill Gates un nuevo tipo de reloj llamado Paparazzi, el primer smartwatch que daba acceso a noticias, cotizaciones de bolsa y otras informaciones a través del servicio MSN, de Microsoft. Nunca más se supo. Ahora, Hayek opina que «los relojes siguen siendo una pieza de joyería». El CEO de Piaget, su competidor, es más rotundo: «estamos llegando a una etapa en la que la gente se cansará del exceso de tecnología invasiva».

¿Por qué los relojeros suizos son tan renuentes a la aparición de una tecnología que podría ser complementaria, en lugar de sumarse a ella como, en otro plano, hacen las industrias del automóvil o los electrodomésticos? El recelo puede tener que ver con el mal recuerdo de los años 70, cuando las marcas japonesas inundaron el mercado con sus relojes de cuarzo y pusieron a la industria relojera tradicional al borde del colapso. Fue Hayek el que acabó revolucionando la industria y ayudó a revitalizarla partiendo de la popularidad de la marca Swatch y luego fue comprando otras de alta gama como Breguet y Omega.

Puede que el equivoco está en el nombre smartwatch: los relojes ´inteligentes` no tienen por vocación el reemplazo de los relojes clásicos; todo se reduce a competir por la muñeca del consumidor. Un alto ejecutivo de LVMH [propietaria de TAG Heuer, Zenith y Hublot] cree que la incógnita está en saber si el sector naciente es o no compatible con el marketing de la industria relojera, que apela emocionalmente a factores distintos a los que animan a los usuarios de gadgets tecnológicos. En la mayoría de los conocidos, hay que encender la pantalla para saber qué hora es, lo que les hace poco prácticos para la utilidad primaria de un reloj.

Los analistas de mercado se han volcado sobre estas cuestiones, y por ahora su única conclusión es que los smartwatch tienen poco que ver con un watch y aún no son suficientemente smart. Un reloj sólo se renueva cuando falla o cuando deja de satisfacer estéticamente, un gadget debería ser fácil de actualizar por software y al mismo tiempo inducir al reemplazo cada dos o tres años. Tim Cook parece esbozar una teoría al respecto cuando declara: «para convencer a la gente de que lleve algo siempre consigo, ese algo tiene que ser increíble».

[basado en un informe de Arantxa Herranz]


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