Build, la conferencia de desarrolladores que Microsoft ha celebrado en San Francisco, ha sido otro hito en la transformación de Microsoft iniciada por Satya Nadella en febrero del 2014. Se ha puesto en escena la acuciante necesidad de contar con la complicidad de quienes más pueden aportar a su dirección de apertura. En vez de seguir tapando las fisuras de su ´ecosistema`, ha anunciado algunas de las decisiones más audaces de su historia. Steve Ballmer creyó que bastaría con favorecer los desarrollos multidispositivo (Windows 8), pero no se atrevió al coraje de su sucesor, que ha renunciado a la pretensión de defender las murallas y aceptar la inevitable convivencia con sus rivales.
¿Alguien se acuerda de Steven Sinofsky, aquel ´sargento de hierro` que acabó despeñándose? ¿Alguien se acuerda de Metro, aquel intento fallido de reforzar Windows 8 (enmendado apenas por 8.1 ) que pretendía que todas las aplicaciones tuvieran su alfa y omega en una Windows Store cerradan a todo lo hecho anteriormente? Ahora se entiende mejor por qué Nadella prefirió saltarse un número y destapar la nueva era de Windows 10.
Según se ha anunciado ayer, Windows 10 saldrá al mercado «este verano» en seis versiones: Home, Mobile, Pro, Enterprise, Education y Mobile Enterprise, con las que pretende «satisfacer las necesidades de cada tipo de usuario». Con la disponibilidad del nuevo sistema operativo, y otras novedades anunciadas en Build, Microsoft consumará un giro de 180 grados.
Para empezar por la base: en su conferencia, Microsoft ha revolucionado la línea maestra de su estrategia de desarrollo de software, y con ello ha puesto patas arriba todos sus dogmas. En este sentido, puede decirse que vuelve a sus raíces: necesita la savia de los desarrolladores, sean estos afines o no. La iniciativa de Nadella estimula a quienes durante años han desarrollado sobre C++ y .NET a abrir su software a plataformas como Mac OS X y Linux [impensable hasta ahora] a la vez que invitar a quienes trabajan sobre esas plataformas rivales a convertir sus creaciones para que funcionen en el univserso Windows.
Desde setiembre del año pasado, cuando anunció Windows 10, Microsoft ha invitado a todo el mundo a probar su technical preview, no como una beta para catar, sino como una auténtica apertura para el flujo de ideas externas en su ciclo de desarrollo. «Nuestro objetivo es que en torno a Windows 10 se articule la plataforma de desarrollo más atractiva que haya existido», dijo Terry Myerson, a quien Nadella confió la dirección de esa unidad de negocio. La frase suena pretenciosa, pero adquiere sentido cuando se traduce en un puente para la conversión a Windows de código escrito para otros sistemas operativos como Android.
En la visión de Myerson, una tienda más abierta y un nuevo workflow para que los desarrolladores alojen su software será el instrumento que ayudará a achicar la distancia las aplicaciones móviles de Windows Store y los marketplaces controlados por Apple y Google.
Movimientos que forman parte de una reconversión del modelo de negocio al que ha estado apegada Microsoft históricamente. Pasar de la venta de licencias a los ingresos recurrentes por suscripción. Para que el impacto económico sea sostenible, es necesario asegurarse la fidelidad de una base amplia de usuarios de Windows, y con este fin está previsto un régimen de actualizaciones gratuitas que – se supone – los mantendrá enganchados para, con el tiempo, venderles suscripciones a aplicaciones y servicios. No es un modelo nuevo en la industria del software, pero en el caso de Microsoft encierra una complejidad adicional por la diversidad de familias de productos. Los debates han sido intensos dentro de una compañía que no ha destacado por su capacidad de generar beneficios en actividades como sus tiendas de aplicaciones ni en la publicidad online.
Con este cambio de perspectiva llega otro: Microsoft busca desde hace tiempo la forma de romper su dependencia del PC, al que debe casi todo, y para ello muchas piezas de su ´ecosistema` han de funcionar con la misma integridad cualquiera sea el dispositivo. Ha fallado [¡y a qué precio!] en sus intentos de sumarse a la revolución del smartphone, y en consecuencia su cuota de mercado es marginal. Tiene mal arreglo, a menos que consiga convencer a los desarrolladores – los presentes en Build y muchos otros que no estaban allí – de que les sale a cuenta trabajar en un entorno común con Android.
Si los desarrolladores aceptan el juego que Microsoft les propone, podrán llevar sus aplicaciones a los smartphones con Windows 10 [se acabó el hablar de Windows Phone] en beneficio mutuo. Hay que tener en cuenta que la plataforma de Google es la que tiene más alcance, pero los desarrrolladores han ganado siempre menos dinero con Android que con iOS. La tienda de Windows tiene una baza que jugar: su facturación se hace a través de 90 operadores móviles en todo el mundo, de manera que sea más fácil para los usuarios comprarlas y más sencillo para los desarrolladores cobrar por ellas.
Puede que el anuncio más prometedor entre los muchos de Build sea uno que sólo se ha visto como demo. Lo llaman Continuum, y permite a los smartphones ser utilizados como un ordenador
En conexión con esa filosofía, una importante novedad es Edge, nombre que recibe el sustituto de Internet Explorer, diseñado bajo un nombre de código que se ha conocido como Spartan. A la vista de que Explorer ha perdido su predicamento entre los navegadores – y difícilmente lograría recuperarlo – Microsoft reconoce la necesidad de «borrar la frontera [de ahi el nombre] entre creadores y consumidores, estar más próximo a las modernas exigencias de la web», según la explicación de Joe Belfiore. En la práctica, una respuesta a la vez que un acercamiento a Chrome, con algo que el navegador de Google no tiene: el asistente virtual Cortana.
Otro cambio presentado en el evento de San Francisco tiene a Office como protagonista. Notoriamente, es una suite cerrada, pero ahora tiene una API completa para sus complementos. Con Office 2016, se estrenará Office Graphm que permitirá las integraciones de plataformas cruzadas. Nadella describió esta novedad como base para que otras compañías puedan escribir complementos para su suite ofimática. La ubicuidad de Office es casi tan vasta como la de Windows: según dijo, en la actualidad hay 1.500 millones de usuarios que transmiten la friolera de 470 petabytes de datos. ¿Quién se resistiría a la posibilidad de arrimarse a ese mercado, cuyas puertas Microsoft está dispuesta a entreabrir?
También se aprovechó la ocasión de Build para hacer una demostración de aplicaciones para su dispositivo de realidad aumentada HoloLens. La demo puso color en la conferencia al mostrar empleados de una compañía constructora caminando por la obra con uno de estos casos y visualizando proyecciones virtuales del proyecto. Con esta presentación, Microsoft ha querido empujar a los desarrolladores a pensar en «aplicaciones universales de Windows», que puedan ejecutarse tanto en PC, tabletas y smartphones como en este novísimo artilugio. Que la NASA, Disney, Autodesk y la compañía de videojuegos Unity estén trabajando en ello, ya es un buen signo. Lo es, pero muchos se preguntan si aparte de dar el do de pecho con una idea vanguardista, Microsoft conseguirá hacer de HoloLens un producto comercial.
No podía faltar un tiempo de la conferencia dedicado a la estrategia cloud. En su convincente keynote, Nadella preconizó que sus operaciones cloud crecerán hasta los 20.000 millones de dólares anuales durante el año fiscal que se iniciará en julio de 2017. Es un objetivo ambicioso, si se parte de la confusa segmentación actual de las cuentas, que deja entrever una cifra de 6.300 millones anuales, abarcando negocios dispares como Office 365 y Azure.
[informe de Arantxa Herranz]