19/04/2017

Microsoft propone servidores ´open source`

Siguiendo la estela de Facebook, Microsoft podría estar dando la puntilla al mercado de servidores tal como se ha conocido durante décadas. El instrumento sería el llamado proyecto Olympus, consistente en un diseño de referencia basado en código abierto. En su origen, este proyecto se inspira en el Open Compute Project (OCP), promovido por  Mark Zuckerberg en 2011, que Facebook abrió pronto a ´la comunidad` open source. Lo que en su día pudo parecer una utopía entre tantas, es hoy una posibilidad real de que los centros de datos sean flexibles, el hardware se diseñe para adecuarse a las necesidades cambiantes de sus procesos y – consustancial a la idea – combine distintos suministradores.

En la visión de Microsoft, el objetivo es crear un estándar de facto – abierto y cooperativo, faltaría más – que permita intercambiar  procesadores, indistintamente de arquitecturas x86 o ARM y, eventualmente,  tanto sobre Windows como sobre Linux. Es ambicioso, pero si alcanzara habría puesto patas arriba una industria que hasta ahora ha tenido a Intel como líder imbatible en el datacenter. Lo curioso es que Intel dice estar dispuesta.

Cuando Facebook lanzó su iniciativa, el propósito era limitado: estar en condiciones de construir servidores para sus centros de datos con arreglo a especificaciones propias, con dos ejes principales: simplificación y eficiencia energética. Significaba, de hecho, dejar de comprar servidores estándar, y el efecto se hizo ver en el mercado. El siguiente paso fue la conclusión de que poner esas especificaciones, libres de derechos, al alcance de cualquiera que adhiriera a la coalición OCP. Microsoft se apuntó en 2014 por un motivo evidente: sus centros de datos tienen las mismas necesidades que los de Facebook y que otros proveedores cloud conocidos como hyperscalers, cuyo peso en las inversiones es creciente.

Entrevistado en marzo por el autor de este blog, Jay Parikh, vicepresidente de ingeniería e infraestructura de Facebook, recordaba cómo se gestó  OCP: «El problema de fondo era cómo asegurar la escalabilidad de una plataforma que creciera al paso al que crecían el número de usuarios y la intensidad de sus usos. […] Otras compañías que han pasado por problemas similares se han guardado la solución tecnológica para sí. Pero como nuestras raíces vienen del movimiento open source, nos planteamos ¿y si compartiéramos nuestros avances en el diseño de los datacenter con la industria, para facilitar su colaboración?».

En la industria TI, varias empresas recogieron el guante, conscientes de que no podrían nadar contra la corriente open source ahora aplicada al hardware. Aun a sabiendas de que podría estar dando armas al adversario, Intel tomó la decisión de sumarse en lugar de atrincherarse. Lo mismo hicieron HP (hoy HPE) y Dell, o recientemente Lenovo, tres de las grandes marcas de servidores, así como los fabricantes chinos de marca blanca. A rebufo, adhirieron empresas de software y de componentes, de modo que el último recuento OCP tenía nada menos que 195 miembros.

Al poco de coger el timón de Microsoft, Satya Nadella ordenó la adhesión a OCP [un gesto que quizás habría repugnado a su antecesor] porque encajaba en sus planes de tender puentes con el movimiento open source y en coherencia con el papel del modelo cloud en la perspectiva de la compañía. Nadella se tomó muy en serio OCP: lejos de conformarse con ser un socio más sólo para ver lo que se cocía, dió luz verde al proyecto Olympus, cuyo nombre formal sería Microsoft Open Cloud Server.

El pasado noviembre, Microsoft desveló por primera vez la existencia del proyecto en el marco de la Open Compute Summit en Londres. Kushagra Vaid, director general de ingeniería de servidores para la infraestructura cloud, dijo entonces que Olympus estaba finalizado en un 50%. En marzo, en visperas de la octava reunión de OCP, en su cuna de San Francisco, Vaid aseguró que se había alcanzado el 80% y que podría estar acabado antes de finales de 2017.

Desde entonces, no amainan los anuncios en todos los frentes imaginables. Aunque la iniciativa va enfocada principalmente a los centros de datos de los llamados hyperscalers, el despliegue de dispositivos IoT hará necesario disponer de microservidores ´de proximidad` conectados a los grandes centros de datos y con una arquitectura común simplificada.  En principio, todos los centros de datos, sean grandes o pequeños, pueden beneficiarse de una arquitectura abierta.

Se trata, pues, de buscar diseños de referencia comunes para cubrir las diversas necesidades. La solución que propone Microsoft  consiste en varios bloques funcionales: una placa base universal, una fuente de alimentación de alta disponibilidad con baterías incorporadas, un chasis de una y dos unidades, expansión para almacenamiento de alta densidad, un distribuidor de energía eléctrica para la interoperabilidad global, una tarjeta de gestión que funcione con todos los racks, etc. Para que se cumplan los requisitos de flexibilidad y elección abierta, estos bloques deberían poder usarse con distintas configuraciones. «Creemos que el proyecto Olympus es el diseño de hardware para servidores cloud más modular y flexible de la industria», escribía Vaid en su blog el mes pasado.

Para llevar adelante el proyecto, Microsoft se ha rodeado de múltiples socios. Entre los fabricantes de CPU están Intel, AMD, Qualcomm y Cavium. Entre los de componentes, Nvidia, Broadcom, TI y Samsung, entre otros. HPE y Dell participan, lo mismo que sus competidores (y contratistas) chinos Quanta e Inspur.

Desde el punto de vista del autor [y supuestamente el de los lectores] lo más llamativo de las propuestas presentadas por Microsoft es que su arquitectura interna admite procesadores distintos de los Xeon de Intel  o de los que AMD presentará dentro de unos meses basados en su microarquitectura Zen y provisionalmente conocidos como Naples.

Pese a la larga fidelidad de Microsoft a la arquitectura x86 – hizo sus pinitos con una versión de Windows para ARM, pero fue un fracaso de crítica y público – esta vez contempla admitir procesadores ARM 64, como el Centriq 2400, de Qualcomm, o el Thunder X2, de Cavium. De entrada, estos procesadores de arquitectura ARM correrían internamente con Windows Server en el entorno Azure, pero no se descarta que puedan funcionar con Linux en el futuro.

El argumento con el que Microsoft justifica estas opciones tiene unas bases sólidas. Por un lado, habrá más competencia (obvio) con múltiples diseños y precios más ajustados. Por otro, el mercado va a requerir servidores ajustados a cargas específicas, tanto en hardware como en software, por lo que un sustrato homogéneo basado en x86 podría no  ser suficientemente flexible y adaptable.

El papel de Intel en Olympus no es pasivo: coincide con  una evolución palpable de su estrategia industrial. No sólo colabora con Microsoft en el soporte para Xeon [familia Skylake] sino que el trabajo en común contempla integrar sus chips programables [producto de la compra de Altera] así como la plataforma Nervana de deep learning. Al menos, esto es lo comunicado por Microsoft, presuntamente interesada en que no se interprete su proyecto como una ruptura con su socio tecnológico más antiguo.

Al mismo tiempo, subyace el reconocimiento de que los hyperscalers – lo decía Parikh en la entrevista citada – tienen una aguda necesidad de bajar los costes a base de limitar el número de variantes en sus infraestructuras, porque así obtendrían sustituciones más simples y mejores descuentos comprando por lotes. Al mismo tiempo, sería bueno que pudieran convivir varias alternativas para tareas y necesidades distintas. Todo un desideratum.

Kushagra Vaid, portavoz del proyecto Olympus, sostiene en su blog que  Microsoft no puede limitarse a ser consumidor masivo de tecnología; tiene que involucrarse en el desarrollo de estándares y tecnologías. La idea que subyace es que ni siquiera una empresa de esta envergadura puede hacerlo todo por sí sola, sino que depende de un ´ecosistema` abierto.

Suele decirse que es más fácil predicar que dar trigo. Pues bien, la tarea es ingente, y muchos suministradores – Intel en primer lugar – se alarman por la posibilidad de perder su estatus. Saben, al mismo tiempo, que toda resistencia sería fútil. Y, ya puestos, por qué no suponer que podrían aflorar oportunidades.

[informe de Lluís Alonso]

 


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