Con el lanzamiento de Office 365, Microsoft cumple la promesa de llevar cada pieza de su línea de productos a la nube. Ya había dado pruebas de ello cuando puso a disposición de los consumidores Office Live (Word, Excel y PowerPoint), que no parece haber despertado entusiasmo; a las empresas, les ofrecía BPOS, y la serie Dynamics Online (CRM y ERP) va en la misma línea. El nuevo empeño es cualitativamente muy superior: si consigue completar con éxito el triple salto, habrá hecho valer entre las empresas la ventaja de partida que tiene frente a Google, el competidor que potencialmente más daño podría hacerle; si no lo consigue, sería una señal del declive que predican sus críticos.
Se puede discutir, y se discute, si el cambio de estrategia llega tarde o aún es tiempo, y si tiene o no la agilidad necesaria, pero en ningún caso Microsoft hubiera podido rehusar el reto al que se enfrenta su modelo de negocio. No obstante, en la novedad coexisten un elemento de continuidad junto a otro de ruptura, y de cómo se gestione la combinación dependerá el éxito o el fracaso. La continuidad está inscrita en su propio nombre: Office 365 se articula en torno a la versión cloud de Office, su producto ofimático más conocido (y rentable), y la ruptura se pone de manifiesto en que amalgama estas herramientas de productividad desktop con las de colaboración, Exchange y SharePoint, típico software de servidor.
Al presentar en público Office 365, Steve Ballmer puso énfasis en dos asuntos relevantes: a) se trata del núcleo de una estrategia dirigida a las pequeñas y medianas empresas, y b) un vasto `ecosistema´ de partners será el instrumento para llevar esta oferta a sus destinatarios. El primer punto indicaría que Microsoft no se siente amenazada en las grandes empresas, por lo general reacias al canto de sirena de Google, pero ve venir el peligro en las pymes; la rabieta pueri del rival, al publicar en su blog corporativo un texto titulado “365 razones para considerar Google Apps” [que se quedan en cuatro, por cierto] vendría a confirmar que la iniciativa de Microsoft ha tocado un nervio sensible en las filas de Google. Al dirigirse a las pymes, Microsoft subraya que se trata de organizaciones pequeñas, que no suelen tener personal idóneo para gestionar sus recursos informáticos, pero que con Office 365 podrán confiar esa faceta a partners certificados por Microsoft.
La segunda afirmación de Ballmer tiene más calado, al apuntar la absoluta necesidad para Microsoft de contar con compañeros en este viaje, y este es siempre un punto delicado. Para la comercialización de Office 365, la compañía se ha tomado el tiempo y esfuerzo de reestructurar su canal de distribución sobre nuevas bases, rozando el riesgo de dislocar los vínculos establecidos de larga data. Como ya hacía con BPOS, cada partner recibirá el 12% de los ingresos generados por el servicio contratado durante el primer año, y el 6% en los años subsiguientes, lo que implica un drástico cambio en el modelo de negocio, que se supone va a estimular al canal a proponer soluciones de servicio propias para diferenciarse y mantener su flujo de ingresos.
Asimismo, Microsoft ha negociado con proveedores de servicios – en España, Informática El Corte Inglés, Telefónica y Vodafone –para que incorporen Office 365 a sus ofertas. La elección de Telefónica y Vodafone – como otros muchos en los 40 países donde se lanzará de entrada el servicio – refleja un hecho conocido: los operadores difícilmente podrían aliarse con Google, de la que desconfían por múltiples razones que no vienen al caso. Vodafone, por ejemplo, lleva tiempo aunando la oferta online de Microsoft con sus servicios de voz y datos para empresas.