Las universidades europeas no destacan por el número de patentes registradas ni tampoco por la explotación comercial de esas patentes. Destacan por lo contrario. Esta es la poco sorprendente conclusión de un exhaustivo estudio de la Oficina Europea de Patentes (OEP) en el que analiza las solicitudes de patentes con origen académico. Poco tiempo ha pasado desde que el informe elaborado por Mario Draghi, ex gobernador del BCE, advirtiera en que la capacidad de comercializar los resultados de la investigación en las universidades es un punto flaco que debilita la competitividad europea. Lo decía a propósito de los 27 miembros de la UE, pero la conclusión vale para 39 países europeos.
En 2023, universidades y centros de investigación presentaron sólo el 8% de todas las solicitudes registradas por este organismo paneuropeo [al prestigioso Fraunhofer Institut se le acredita la coautoría del estudio]. Los autores han optado por no circunscribirse a las 20 principales universidades europeas – las que suelen dominar todas las listas al uso – porque esta élite sólo representa el 30% de las solicitudes nacidas del mundo académico.
El estudio reúne un caudal de información actualizada al mismo tiempo que una muy útil serie cualitativa que se remonta al período 2015/2019. Con estos criterios, la muestra se amplia hasta 1.203 universidades y a ella contribuye España con 75 centros que son el 6% del total. Lo que le confiere un quinto puesto detrás de Francia (18%), Alemania (16%), Reino Unido (11%) e Italia (7%). Hasta ahí, nada muy distinto de lo que ocurre con otros indicadores económicos. Hilando más fino, el ritmo de innovación de las universidades europeas no es satisfactorio, puesto que casi dos tercios (63%) de ellas presentaron menos de una solicitud de patente al año por término medio desde 2015.
En realidad, la participación española en el número de solicitudes es más modesta que ese 6%, si se considera que, de las casi 200.000 registradas el año pasado por la OEP, 2.111 fueron presentadas por universidades españolas, lo que reduce su participación al 1,05% y, en consecuencia, del quinto puesto cae al vigesimoquinto en una tabla muy repartida que encabeza Suiza con 9.410 solicitudes (4,5%).
Este rasgo responde a lo que el informe de la OEP denomina “paradoja europea” en materia de innovación, cuya expresión consiste en que las ventajas que se les suponen, a la hora de la verdad no se traducen en rendimiento tecnológico y económico. Ni siquiera les sirve para estar en el grupo de cabeza por el número de publicaciones académicas per cápita. De hecho, la indagación de los autores del estudio determina que más del 20% de las patentes no han tenido ninguna explotación prevista y, en consecuencia, no se han utilizado.
Este estudio –uno de los varios que publica la Oficina a lo largo del año – se centra en las patentes académicas, entendidas como aquellas cuyos inventores trabajan o estudian como investigadores en universidades europeas, diferenciando entre las directas y las indirectas en función de si son solicitadas por estas o por otras entidades. Sumando ambas categorías, representaron únicamente el 10% del total de solicitudes de patentes presentadas en 2019 [último año del que se dispone este dato].
El porcentaje, sin duda bajo como indicador de innovación, se encuentra en una lenta línea ascendente, como refleja el hecho de que en 2000 apenas alcanzaban el 6% y ha subido cuatro puntos. Las patentes directas son las que más tiran del carro con un crecimiento interanual del 8,4% frente al 1,8% de las indirectas. De este modo, si las directas representaban un 20% de las patentes en 2000, diecinueve años más tarde ya suponían un 45%. Si este es un buen o mal síntoma, dependerá del color del cristal con que se mire.
Las universidades europeas no destacan por el número de patentes registradas ni tampoco por la explotación comercial de esas patentes. Destacan por lo contrario. Esta es la poco sorprendente conclusión de un exhaustivo estudio de la Oficina Europea de Patentes (OEP) en el que analiza las solicitudes de patentes con origen académico. Poco tiempo ha pasado desde que el informe elaborado por Mario Draghi, ex gobernador del BCE, advirtiera en que la capacidad de comercializar los resultados de la investigación en las universidades es un punto flaco que debilita la competitividad europea. Lo decía a propósito de los 27 miembros de la UE, pero la conclusión vale para 39 países europeos.
En 2023, universidades y centros de investigación presentaron sólo el 8% de todas las solicitudes registradas por este organismo paneuropeo [al prestigioso Fraunhofer Institut se le acredita la coautoría del estudio]. Los autores han optado por no circunscribirse a las 20 principales universidades europeas – las que suelen dominar todas las listas al uso – porque esta élite sólo representa el 30% de las solicitudes nacidas del mundo académico.
El estudio The role of European Universities on Patents and Innovation reúne un caudal de información actualizada al mismo tiempo que una muy útil serie cualitativa que se remonta al período 2015/2019.
Con estos criterios, la muestra se amplia hasta 1.203 universidades y a ella contribuye España con 75 centros que son el 6% del total. Lo que le confiere un quinto puesto detrás de Francia (18%), Alemania (16%), Reino Unido (11%) e Italia (7%). Hasta ahí, nada muy distinto de lo que ocurre con otros indicadores económicos. Hilando más fino, el ritmo de innovación de las universidades europeas no es satisfactorio, puesto que casi dos tercios (63%) de ellas presentaron menos de una solicitud de patente al año por término medio desde 2015.
En realidad, la participación española en el número de solicitudes es más modesta que ese 6%, si se considera que, de las casi 200.000 registradas el año pasado por la OEP, 2.111 fueron presentadas por universidades españolas, lo que reduce su participación al 1,05% y, en consecuencia, del quinto puesto cae al vigesimoquinto en una tabla que encabeza Suiza con 9.410 solicitudes (4,5%).
Este rasgo responde a lo que el informe de la OEP denomina “paradoja europea” en materia de innovación y que se concretaría en que las ventajas que se les suponen, a la hora de la verdad no se traducen en rendimiento tecnológico y económico. Ni siquiera les sirve para estar en el grupo de cabeza por el número de publicaciones académicas per capita. De hecho, la indagación de los autores del estudio determina que más del 20% de las patentes no han tenido ninguna explotación prevista y, en consecuencia, no se han utilizado.
Este estudio –uno de los varios que publica la Oficina a lo largo del año – se centra en las patentes académicas, entendidas como aquellas cuyos inventores trabajan o estudian como investigadores en universidades europeas, diferenciando entre las directas y las indirectas en función de si son solicitadas por estas o por otras entidades. Sumando ambas categorías, representaron únicamente el 10% del total de solicitudes de patentes presentadas en 2019 [último año del que se dispone este dato].
El porcentaje, sin duda bajo como indicador de innovación, se encuentra en una lenta línea ascendente, como refleja el hecho de que en 2000 apenas alcanzaban el 6% y ha subido cuatro puntos. Las patentes directas son las que más tiran del carro con un crecimiento interanual del 8,4% frente al 1,8% de las indirectas. De este modo, si las directas representaban un 20% de las patentes en 2000, diecinueve años más tarde ya suponían un 45%. Si este es un buen o mal síntoma, dependerá del color del cristal con que se mire.
Los ámbitos farmacéutico, biotecnológico y de tecnologías médicas destacan como áreas de investigación preferentes. La informática desciende hasta el séptimo puesto con apenas un 4,6% de las patentes solicitadas; las comunicaciones digitales se sitúan en décima posición con un 3% y, pese a la acuciante importancia que revisten, los semiconductores y su 2,6% han de conformarse con la décimo segunda posición.
Como queda dicho, Francia y Alemania lideran el ranking de patentes académicas, gracias a una proporción de solicitudes más alta que la de universidades que las presentan. La OEP extrae el número de patentes per capita con la intención de ilustrar la repercusión relativa de las patentes académicas en cada país, independientemente del tamaño. Se percibe un buen desempeño de los países con menor peso demográfico – Suiza, Dinamarca, Suecia, Finlandia, Bélgica y Austria – por delante de potencias como Alemania y Francia, acompañados esto por Países Bajos.
En cuanto a la productividad, se puede deducir relacionando el número de patentes y de personal investigador. La Oficina analiza los diez países con mayor número absoluto de patentes académicas y encuentra similitudes con la clasificación per cápita. Así, Suecia, Dinamarca y Suiza ocupan las primeras posiciones, seguidas por Bélgica, Alemania, Francia y Países Bajos. En los puestos de cola aparecen Italia, Reino Unido y… España, con un número relativamente bajo de patentes académicas por individuo participante (sea o no asalariado).
Ocho sobre diez países (Alemania, Francia, Reino Unido, Italia, Suiza, Bélgica, Dinamarca y España) muestran un aumento significativo de la proporción de patentes académicas solicitadas directamente por las universidades. De hecho, en el caso de España, se dispara hasta el 68% del total y, junto con las francesas, las universidades españolas son las que registran una mayor tasa de propiedad, pese a lo cual tienen puntuaciones medias de citaciones relativamente bajas. Los centros de investigación de Reino Unido y Dinamarca destacan por sus cifras de citaciones.
Las causas de los desequilibrios que revela el informe serían tres, según la OEP. En este orden: 1) fragmentación del mercado, 2) insuficiente financiación y 3) una actitud de excesiva cautela ante el riesgo.
En fin, que el ritmo de innovación de las universidades europeas no es alentador: que casi dos terceras partes (63%) presentaran menos de una solicitud de patente al año entre 2015 y 2019 lleva a la OEP a recordar que “Europa es generalmente considerada como una potencia académica mundial porque de las 100 mejores universidades del mundo – si se adopta como referencia el llamado Ranking de Shanghai – 29 son europeas, una ventaja aparente que no se traduce en los resultados esperables”.
Desde luego, esta sucesión de porcentajes tampoco lo dice todo: en las 1.203 universidades analizadas por el estudio se concentra la mitad de todas las patentes solicitadas. La clave está en que, según apunta la Oficina Europea de Patentes, buena parte de los resultados no son patentados por ellas sino por terceros asociados a la investigación: un 80% de las solicitudes que el estudio define como indirectas, han sido presentadas por el sector privado entre 2015 y 2019.
En media docena de países, más de la mitad de las solicitudes indirectas fueron presentadas por grandes empresas. Pero, en el conjunto de la muestra, un 34% correspondió a pequeñas y medianas empresas. Y entre estas adquieren relevancia las startups para la comercialización de las invenciones, puesto que participan en un 12% de las patentes académicas. Nuevamente, con sólo 51 startups representadas, España queda muy lejos de los puestos de cabeza, pero podría decirse que su rendimiento es superior porque registraron 104 patentes (casi dos por empresa).
Un detalle puede ser importante: en líneas generales, las solicitudes de patentes son presentadas por un único titular y entre 2015 y 2019, las solicitudes conjuntas de las universidades y sus socios de investigación representaron el 17% de la totalidad y el 36% de las solicitadas directamente. En la mayoría de los diez países principales – entre ellos España – la proporción de solicitudes compartidas oscila entre el 20% y el 40%, con la significativa proporción de Francia, donde se disparan hasta el 79%. Conste que, en España, el CSIC está presente en el 7% de las solicitudes de patentes. Se percibe un marcado carácter nacional, puesto que en ocho de cada diez países los organismos públicos de investigación en el 80% de los casos, ese organismo es del mismo país que la universidad que actúa como socia.
Las solicitudes indirectas se mueven a diferente velocidad – según el país – de manera que en España suponen el 32%, que equivalen a más de diez puntos porcentuales menos que Reino Unido, Suiza y Francia.
En cuanto a los ingresos comerciales de la propiedad intelectual universitaria, la segunda gran variable buscada por el estudio, habrían ascendido a 822 millones de euros, cifra notoriamente baja. No obstante, procede de otra fuente, la encuesta 2023 de la Association of European Science and Technology Transfer Professionals (ASTP) y no está de más recordar que una encuesta no es un estudio, aunque pueda servirle de soporte.
En una visión general, se observa una alta concentración de patentes en unas pocas universidades en cada país. Lo confirma España: tres de las cinco que dominan el ranking están en Catalunya: Universitat de Barcelona (350 patentes), Autónoma de Barcelona (325)y Politécnica de Catalunya (298) Las acompaña la Politécnica de Valencia (301)y cierra el quinteto la Politécnica de Madrid (260).
Todo el informe sugiere que a Europa (y no sólo la Unión Europea, vale la pena subrayarlo) le falta capacidad emprendedora en sus sistemas universitarios si se compara con otras economías, particularmente la de Estados Unidos. Una de las carencias que señala es el insuficiente papel que desempeñan las spin-outs surgidas de las universidades. La Comisión Europea ha querido responder este mismo año con una Recomendación en la que se postulan los “principios de valorización del conocimiento”.
Este documento oficial de la CE apuesta sin ambages por la colaboración público-privada y por los incentivos para que de ella participen todas las capas de la industria y el mundo académico, con especial énfasis en la gestión de la propiedad intelectual. De otro modo – viene a decir la CE – sería complicado traducir las inversiones en investigación académica en invenciones comercialmente útiles.